Matanza de Riotinto
El 4 de febrero de 1888 en la plaza de la
Constitución de Minas de Riotinto (Huelva) más de un centenar de personas son
asesinadas a tiros cuando se manifestaban reclamando mejoras salariales y el
cese de la emisión de humos tóxicos. En 1873 un consorcio británico compró los
derechos de explotación de las minas de piritas de hierro y de cobre de
Riotinto en el Estado español por 92 millones de pesetas –la I República
española se salvará de quebrar gracias a esta venta– y fundó la “Rio Tinto
Company Limited”.
La Compañía empezó a producir a gran escala en
explotación interior y exterior y estas minas llegarán a ser las primeras
productoras mundiales de cobre. Debido a las calcinaciones de minerales al aire
libre, denominadas «teleras», con sus tóxicas emanaciones sulfurosas –dióxido
de azufre, humos altamente tóxicos que esterilizan la tierra, acaban con la
agricultura, diezman los rebaños, contaminan el aire a la vida. al de la que se
tiene noticia.
Esta respuesta empezó el 31 de enero
de 1888, cuando una manifestación encabezada por el anarquista de origen cubano
Maximiliano Tornet y Villareal, catalizador de todo este movimiento, llega
hasta el ayuntamiento de la localidad para entregar una serie de
reivindicaciones salariales y la exigencia de la desaparición de las teles9
prohibido en Reino Unido desde hacía siete años, fuera reducido, y en 1907 fue
prohibido. A partir del 2 de febrero comenzó una huelga en la cuenca minera que
provocó que el gobernador civil, Agustín Bravo y Joven, acantonase en Huelva
dos compañías del Regimiento del General Pavía comandadas por el teniente
coronel Ulpiano Sánchez.
Al día siguiente, a pesar de los
intentos de mediación de la Guardia Civil, se produjeron enfrentamientos
violentos; el consistorio y el nuevo mánager de La Compañía, el general William
Rich, no aceptan ninguna de las condiciones. Por la mañana del 4 de febrero se
produce una nueva manifestación con la llegada de gentes procedentes de la
cercana Nerva y de toda la comarca. En la plaza de la Constitución de la villa
minera se reúnen más de 12.000 personas – nativos, como eran denominados por «La
Compañía»–, hombres, mujeres y niños de todos los sectores productivos
(mineros, agricultores y ganaderos). Siguiendo las instrucciones del gobernador
civil de Huelva, fuerzas del Regimiento de Pavía, desplazadas desde Sevilla,
realizaron tres descargas de fusilería a bocajarro sobre los manifestantes
concentrados y después rematarían a bayoneta calada, produciéndose entre 100 y
200 muertos –nunca se supo el número exacto– y centenares.
La masacre duró 15 minutos y los
cuerpos de los fallecidos fueron, probablemente, sepultados bajo la escoria de
alguna mina de la comarca. Al día siguiente el gobernador civil dictó un bando
induciendo a los mineros a regresar al trabajo, ya que «La Compañía» se
mostraba dispuesta a no descontarles el salario de aquel sangriento el sábado 4
de febrero. El poder de La Compañía hizo posible que estos graves hechos
ocurrieran casi desapercibidos en el resto del movimiento obrero de la
Península y aunque algunos medios de expresión republicanos y libertarios
pidieron responsabilidades todo quedó escondido.
Estos hechos, que han pasado a la
historia bajo el nombre de «El Año de los Tiros», fueron novelados en 1898 por
Rafael Moreno Domínguez en la obra 1888, el año de los tiritos y por el
escritor Juan Cobos Wilkins, natural de la localidad, en El corazón de la
tierra (2000), que fue el 2000. Actualmente el sitio de la masacre se encuentra
sepultado por la escoria de la mina de Cerro Colorado, que funcionó hasta el
2001.
ALEN
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