¿CÓMO ACABAN LOS COMUNISTAS?
Michael Padev
EL AUTOR
Michael Padev nació en Sofía,
Bulgaria, en 1915. Se educó en los Estados Unidos y actualmente es ciudadano
británico. Antes de la guerra fue corresponsal del “Times”, de Londres, en los
Balcanes y viajó extensamente por Europa Oriental.
Como periodista, autor y conferenciante
se ha distinguido por sus penetrantes estudios de los problemas judiciales
comunistas, especialmente los “juicios y purgas” comunistas. Su libro sobre el
proceso del líder demócrata búlgaro, Nikola Petrov, (que fue ajusticiado por
los comunistas en 1947), ha sido publicado, prácticamente, en todos los países
del mundo libre.
Este libro ha sido muy elogiado
como “devastador análisis” de la justicia comunista. Padev ha vivido y trabajó
en Londres desde 1949. Es corresponsal especial de un diario canadiense y
colabora con regularidad en varias publicaciones importantes, británicas y
americanas.
INTRODUCCIÓN
En este ensayo trato de un solo
aspecto del Comunismo en la práctica: el sistema de las “purgas”. Y de un solo
aspecto de ese sistema: – la liquidación de Comunistas. Los encarcelamientos y
las ejecuciones de los no comunistas no caen dentro del ámbito de este estudio.
Debe subrayarse, sin embargo, que
el número de no comunistas, encarcelados o matados, en el mundo Comunista
alcanza una cifra mucho mayor que la de comunistas perseguidos y procesados.
Antes de comenzar a escardar en sus propias filas, los Comunistas liquidan a
todos sus adversarios no comunistas. Ciertamente, los Comunistas sienten gran
entusiasmo por el manejo del hacha del verdugo y no vacilan en emplearla tan a
menudo y tan implacablemente como sea posible, hasta que les llega de un modo
fatal su hora y les toca, a su vez, el turno de ser arrastrados al patíbulo.
La propensión de los Comunistas a
matarse los unos a los otros es, según pruebas abundantes aunque horripilantes,
una característica típica del Comunismo en el poder. Y si bien las víctimas
comunistas del terror comunista no merecen una especial simpatía, la historia
de su marcha hacia las celdas de los condenados a muerte merece cuidadoso
estudio. Pues revela, quizás
Traducido por M. Selga. México,
D. F. Digitalización: KCL. Notamos a simple vista que el sistema de
organización social Comunista es un fracaso, desde el momento en que comienzan
a actuar como los mismos capitalistas: siempre influenciados por la dupla
Gobierno-Capital, inseparables e inmortales mientras exista alguno de los dos.
“¿Cómo acaban los comunistas?” de
Michael Padev con más claridad que cualquier otra cosa, la verdadera naturaleza
del Comunismo, tanto en la teoría como en la práctica.
Londres, Diciembre de 1953.
M. P.
CAPÍTULO I
LOS LEPROSOS
La conocida frase de que la
revolución devora a sus propios hijos ha demostrado ser de aplicación rigurosa
en las revoluciones Comunistas. Nada parece caracterizar mejor al Comunismo en
el poder que las “purgas” comunistas. Desde el establecimiento del primer
gobierno comunista en Rusia, en 1917 las depuraciones han eliminado a muchos de
los líderes comunistas más importantes en todo el mundo, así como a miles y
miles de miembros en las filas del Partido.
Esta matanza en masa de
Comunistas, hecha por los Comunistas, aparece como una de las más extrañas
ironías de la historia. El Comunista disfruta más de las oportunidades de la
vida en el mundo no comunista y capitalista que trata de destruir, que en el
mundo comunista que ha ayudado a crear. Un Comunista puede vivir y trabajar con
mayor seguridad cuando fracasa en la empresa de comunizar al país en que
maniobra. Así que triunfa la revolución comunista, a la cual ha dedicado su
vida, los días del Comunista están contados, y lo único que puede esperar
ciertamente del futuro es la muerte a manos del verdugo Comunista. La principal
característica de los Comunistas, como especie política, es indudablemente el hecho
de que matan a sus propios congéneres.
Los Comunistas llegaron al poder
en los Estados satélites soviéticos de la Europa Oriental (Albania, Bulgaria
Checoeslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía) hace más de diez años, al terminar
la Segunda Guerra Mundial. A pesar del poco tiempo transcurrido, la mayor parte
de los jerarcas Comunistas de los países satélites han sido ya liquidados. En
todos los seis Estados satélites las “purgas” han victimado a más de veinte
Vice-Primer Ministros, a unos cincuenta destacados Ministros de Gabinete
(inclusive un Jefe de Estado), casi todos los Ministros de Relaciones
Exteriores de los países satélites, más de cien generales comunistas y mucho
más de mil altos funcionarios de gobierno e importantes funcionarios del Partido.
(Véase el Apéndice para las
fechas de detención o ejecución de éstos y otros prominentes líderes
comunistas).
Cuan profundamente afectaron las
“purgas” a los gobiernos Comunistas resulta de la simple enumeración de los
cargos oficiales ocupados por los dirigentes depurados en uno de los Estados
Satélites, Bulgaria: El Vice-Primer Ministro; los Ministros de Hacienda,
Industria, Obras Públicas, Transportes, Comercio Exterior y Electrificación; el
Director del Banco Nacional y la mayoría de sus auxiliares; el Jefe de la
Policía Secreta y el Sub-jefe; el Jefe del Departamento Político del Ejército;
casi todos los Jefes de los servicios de propaganda del gobierno comunista,
empezando por el propio Ministro de Propaganda; el Jefe de la Guardia de
Fronteras; el Jefe de la Oficina de Estadística del Estado; el Director del
Plan Económico; tres delegados comerciales en el extranjero, etc.
El caso de Checoeslovaquia es aún
más impresionante: El Noveno Congreso del Partido (en mayo de 1949) eligió a
siete dirigentes comunistas para desempeñar su Secretariado: Clement Gottwald,
Rudolf Slansky, María Svermona, Josef Franck, Ladislav Kopriva, Gustav Bares y
Stefan Bastovansky. Para fines de 1952, seis de estos siete miembros habían
sido ya “purgados”. Dos habían sido ahorcados (Slansky y Franck), tres se sabía
que estaban presos (Svermova, Bares y Bastovanky) y uno (Kopriva) había
“desaparecido”. Solamente Gottwald parecía haber sobrevivido al baño de sangre;
pero, en marzo de 1953, también murió, en circunstancias más bien misteriosas.
En Rusia las “purgas” fueron aún
más drásticas. La mayor parte de los hombres que habían hecho la Revolución
Comunista Rusa y que habían gobernado el Estado Soviético, desde 1920 hasta
1930, perecieron en las “grandes” purgas de la pre-guerra. Entre los que fueron
fusilados como espías y traidores, con o sin “juicios”, citaremos:
9 de los 11 Ministros de Gabinete
del gobierno soviético que ocupaban sus cargos en 1936.
5 de los 7 Presidentes del último
Comité Ejecutivo Central de los Soviets. (Este Comité era, hasta la adopción de
la Constitución de 1936, el equivalente soviético del Parlamento).
43 de los 53 Secretarios de la
Organización Central del Partido.
Casi todos los Secretarios de las
organizaciones provinciales del Partido.
15 de los 17 jerarcas comunistas
que habían redactado la Constitución Soviética de 1936.
70 de los 80 miembros del Consejo
de Guerra Soviético.
3 de los 5 Mariscales del
Ejército Soviético.
Alrededor del 60 por ciento de
todos los generales soviéticos y unos 30.000 oficiales soviéticos.
Más del 80 por ciento de los
Secretarios de los Sindicatos Obreros, de organización gubernamental.
Todos los miembros del primer
Politburó post-revolucionario (el Gabinete íntimo Soviético de 1917), con
excepción de Stalin.
Todos los miembros del Politburó
del Partido, tal como quedó constituido después de la muerte de Lenin, también
con excepción de Stalin.
Después de la muerte de Stalin,
en marzo de 1953, un triunvirato tomó posesión de la dirección del Partido
Soviético y del Estado. Lo formaron Malenkov, Beria y Molotov. Pero escasamente
cuatro meses más tarde, Beria había sido “purgado” ya, como traidor y agente
imperialista. Su caída fue seguida de extensas “purgas” en todas las organizaciones
del Partido en la Unión Soviética. (Véase el Apéndice para los nombres, rango y
fecha de liquidación de los más importantes líderes soviéticos).
Pero las depuraciones comunistas
no afectan solamente a los líderes del Partido. La suerte de los hombres de
fila es igualmente dura. Desde 1948, más del 25 por ciento de los miembros del
Partido en los Estados Satélites han sido expulsados por actividades
“anti-Soviéticas” o “contra el Partido”. De un total de los 8.000.000 afiliados
al Partido en los países satélites de Europa Oriental (incluyendo Alemania
Oriental) el número de expulsiones oscila entre 2.000.000 y 2.500.000.
En Rusia fueron expulsados de
1.500.000 a 2.000.000 miembros del Partido mediante las varias purgas realiza
das entre las dos guerras. Las primeras ocurrieron en 1921, cuando 175.000 de
los 585.000 miembros fueron expulsados. Durante la segunda gran purga (en 1928)
fueron expulsados unos 260.000 miembros entre 1.300.000. Durante las llamadas
“grandes purgas” (1934-39) alrededor de 200.000 miembros del Partido, como
promedio, fueron expulsados, cada año. En 1939 el Partido tenía 2.500.000 miembros
¡y alrededor de 2.000.000 de ex-miembros! Es decir, que el Partido
“ex-comunista” de la Unión Soviética era casi tan fuerte como el Partido mismo.
Durante la guerra, el número de
afiliados al Partido aumentó hasta unos 6.000.000. En el Noveno Congreso del
Partido (octubre de 1952) George Malenkov dijo que el Partido Comunista Ruso
llegaba a 6.800.000 afiliados.
No reveló ninguna cifra referente
a las purgas de la post-guerra (1947-48), las cuáles fueron notoriamente muy
extensas.
A gran número de los comunistas
expulsados se les envía también a presidio. En los seis Estados Satélites, el
número de los comunistas encarcelados (sin contar a sus familias) se calcula
fidedignamente en más de 250.000, es decir, alrededor del diez por ciento de
los expulsados. El número es mayor en Rusia, donde la detención sigue a la
expulsión casi automáticamente.
Pero, en un país Comunista, el
miembro expulsado del Partido es liquidado política, social y económicamente,
aun cuando no sea encarcelado. Una vez echado del Partido se convierte en un
paria. Pierde inmediatamente su empleo en el Partido o en el Estado. El y su
familia se ven despojados automáticamente de todos los privilegios a los cuales
tienen derecho los miembros del Partido: tarjetas de racionamiento especiales,
mejor alojamiento, facilidades especiales para viajar, cupones especiales para
ropa extra, vacaciones pagadas, casas de campo, etc.
Para el religioso fanático, el hereje
ha sido siempre más odioso que el infiel. Con los comunistas fanáticos esto es
aún más cierto. No existe ningún ser con menos derechos ni figura más aislada y
despreciada entre los millones de “enemigos del pueblo”, en el mundo comunista,
que el Comunista en desgracia. En los presidios políticos, en los campos de
trabajo esclavo, en los lugares de exilio, se encuentra el expulsado en una
situación peor que la del delincuente político no comunista. Un preso o
deportado “burgués” puede hallar alguna simpatía entre sus compañeros de
sufrimiento. La lealtad personal, los lazos de familia, la pura compasión y, en
la mayoría de los casos, los fuertes sentimientos religiosos, hacen la vida
algo más soportable.
Pero el comunismo ha rechazado
durante años todas estas manifestaciones de la bondad humana y de las creencias
religiosas como “prejuicios burgueses”. Durante años se ha reído de la
misericordia como de una forma inútil y pasada de moda, propia del
sentimentalismo capitalista. En su hora de sufrimientos no puede esperar
compasión alguna.
Además, el comunista detenido o
deportado aparece en los presidios políticos, campos de trabajo forzado o
lugares de destierro, como el villano de antaño. Se encuentra rodeado de gentes
-presos o deportados políticos-que han sufrido cruelmente a manos de los
comunistas.
Para él, ellos son todavía
“enemigos de clase”. Para ellos, él es el representante de un régimen que
detestan, o tal vez el mismo hombre directamente responsable de sus
desventuras. Nada que no sea una profunda enemistad puede hacer que se mantenga
a un hombre aislado durante meses y años en la misma celda de la prisión, o en
el mismo barracón del lugar de confinamiento. Completamente aislado e
intensamente odiado por todos, el comunista en desgracia -esté encarcelado o
no-es el verdadero leproso del mundo comunista.
CAPÍTULO II
VIDA Y MUERTE DE LA COMINFORM
La brutalidad de las “purgas”
comunistas halla su mejor ilustración en la historia de la Cominform, la organización
internacional Comunista fundada en 1947 para reemplazar al Comitern de la
pre-guerra. La Cominform se integró con los Partidos Comunistas de la Unión Soviética.
Polonia, Checoeslovaquia, Yugoeslavia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Francia e
Italia.
Su sede se estableció en
Belgrado, y el primer número de su órgano oficial, “Por una Paz Duradera, Por
una Democracia del Pueblo”, permitió escasas dudas de que Moscú consideraba a
la Cominform como su arma política más importante para la Guerra Fría contra
Occidente.
Sin embargo, en los últimos
recientes años, la mayor parte de las principales personalidades de esta
agencia central, directora de la política comunista en Europa, fueron
liquidadas como traidoras y espías. En la primera reunión de la Cominform,
celebrada en septiembre de 1947, en Polonia, los Partidos Comunistas de los
Estados Satélites estaban representados por doce delegados. ¡Poco tiempo
después; seis de ellos fueron “desenmascarados” como agentes del enemigo! En la
segunda reunión de la Cominform, celebrada en junio de 1948, en Rumanía, los
partidos de los satélites estaban representados por catorce delegados. Siete de
ellos cayeron luego, ¡víctimas de las “purgas”!
La tercera reunión de la
Cominform se celebró en noviembre de 1949, en Hungría. Era una reunión
convocada especialmente para denunciar al Partido Comunista Yugoeslavo como una
“banda de asesinos y espías”. Sin embargo, seis de los quince delegados que
estuvieron presentes fueron subsecuentemente liquidados ¡como agentes secretos
titoístas!
El record de la traición fue
batido por el Partido Comunista Checoeslovaco. Sus dos delegados a la primera
reunión de la Conminform resultaron traidores; en la segunda, resultaron
traidores tres de sus cuatro delegados; y en la tercera reunión lo fueron todos
los delegados checos: ¡cuatro de los cuatro!
Las liquidaciones en la Europa
Oriental muestran otra extraña y típica característica de la purga Comunista;
su completa preparación y su cuidadoso escalonamiento en el tiempo. Las purgas envolvieron
a los Estados Satélites uno tras otro en etapas graduales. El verdugo asestaba
el golpe un día en Budapest, al siguiente en Praga, el tercero en Varsovia o
Sofía, con una regularidad implacable, reveladora de la existencia de una
autoridad depuradora central.
En febrero de 1948, Moscú comenzó
su ofensiva contra el Partido Comunista Yugoeslavo, que terminó con expulsar a
Yugoeslavia de la Cominform en el mes de junio siguiente. La acción contra el
Partido Comunista Rumano, se decidió al mismo tiempo. Lucretiu Patrascanu, que había
sido principal Jefe del Partido en Rumanía y Ministro de Justicia desde el
final de la guerra, fue detenido en febrero de 1948, y “desapareció” poco
después. En junio de 1948 el Comité Central Búlgaro fue convocado para escuchar
la “crítica, y fraternal consejo” del Comité Central del Partido Soviético. En
el siguiente septiembre, descargó el golpe sobre el Secretario General del
Partido Comunista Polaco, Wladislaw Gomulka. Después de una sesión tormentosa del
Comité Central del Partido Polaco, fue obligado a pedir “licencia por
enfermedad”.
En enero de 1949, en una reunión
del Politburó en Sofía, el Vice-Primer Ministro búlgaro, Kostov, fue atacado
por actividades anti-Soviéticas. Hacia fines de marzo, Dimitrov, el Primer Ministro
Búlgaro, había sido llevado rápidamente a Rusia debido a “mala salud”. Kostov
fue expulsado del Politburó y destituido como Vice-Primer Ministro, en el mes
de abril.
Entonces tocó el turno a Hungría,
Rajk y sus amigos fueron detenidos en mayo de 1949. Al mismo tiempo comenzó en
Tirana el proceso, contra Xoxe, Ministro del Interior (Policía) de Albania. En
junio; Xoxe había sido ya ejecutado, y el 2 de julio, Dimitrov moría
misteriosamente en Moscú.
Durante el otoño de 1949, las
“purgas” se intensificaron en Bulgaria, Hungría y Polonia. En Checoeslovaquia
comenzaron también las primeras detenciones de comunistas destacados: Kostov
fue detenido en Sofía en agosto; Rajk fue juzgado en septiembre y fusilado en
octubre.
Varios prominentes Ministros del
Gabinete Búlgaro fueron arrestados en la misma época. Vilem Novy, Director del
diario del Partido Checoeslovaco “Rudé Pravo”, fue encarcelado en octubre.
En noviembre, Gomulka fue
expulsado del Partido Comunista Polaco. En diciembre, Rostov fue juzgado y
ahorcado en Sofía.
En el curso de todo el año 1950,
las detenciones y las “purgas” continuaron sin amainar. Entre las víctimas más
importantes estaban: Kelezi -miembro del Politburó y Ministro de la industria de
Albania-, Petrov -Procurador General comunista de Bulgaria-y Cliszko -Jefe del Departamento
de Personal (Cuadros) del Partido Comunista Polaco-. Clementis, el Ministro checo
de Relaciones Exteriores, fue destituido en marzo, pero permaneció “en
libertad” durante un año más.
Al mismo tiempo, fueron purgados
importantes jefes comunistas de Hungría. Entre éstos figuraban: Szakasits -un
ex-socialista que había pasado al comunismo y había ocupado el cargo de
Presidente de la República-, Zold -Ministro del Interior-, Kallai -Ministro de
Relaciones Exteriores-, y Donath -Jefe del Gabinete del Primer Ministro Rakosi-.
En Polonia, el General Marian Spychalski, miembro del Politburó y Vice-Ministro
de Defensa, fue detenido en noviembre.
Durante todo el año de 1952, las
“purgas” se extendieron al Partido Comunista Rumano. En marzo, Vassile Luca,
Vice-Primer Ministro, miembro del Politburó y Ministro de Hacienda, fue destituido
del cargo. Teobari Georgescu, otro Vice-Premier, miembro del Politburó y
Ministro del Interior (Policía), sufrió la misma suerte unas cuantas semanas
más tarde. Anna Pauker, Vice-Primer Ministro, miembro del Politburó y Ministro
de Relaciones Exteriores continuó la serie, en mayo.
Un nuevo grupo de dirigentes
comunistas fue encarcelado en Checoeslovaquia, en febrero de 1952. Entre ellos
estaba Stefan Bastovansky, Secretario General del Partido Comunista Eslovaco.
El gran proceso de la “conspiración de Slansky” comenzó en noviembre, y para el
3 de diciembre Slansky y otros diez gerifaltes comunistas checos habían sido
ahorcados. En abril de 1953 fue arrestado, en Varsovia, el General Waclaw
Komar, subsecretario de Defensa.
Después de cada una de las
destituciones, encarcelamientos o ejecuciones de jefes del partido en los
países satélites, la prensa comunista tuvo el cuidado de anotar el papel
decisivo de Moscú en la depuración. A los comunistas caídos se les acusó
invariablemente de abrigar “sentimientos nada amistosos” hacia “la gran Unión
Soviética” o de “menospreciar el valor de la experiencia soviética”. Tal vez,
lo más revelador a este respecto fue el telegrama que el Gobierno Búlgaro le
envió a Stalin, después de haber ahorcado a Kostov (diciembre de 1949).
El telegrama contenía el
siguiente párrafo significativo:
“Solamente gracias a sus sabías y
oportunas instrucciones, estimadísimo Camarada Stalin, logramos descubrir a los
enemigos de la República cobardemente agazapados… Sólo su mirada profundamente
penetrante pudo ver a tiempo la gavilla criminal de espías organizada por
Kostov”.
CAPÍTULO III
LA BEFA DEL JOROBADO
En la imaginación pública, las
purgas van generalmente aparejadas con los “juicios” espectaculares Comunistas.
Sin embargo, el “juicio” comunista no es, en modo alguno, una característica
típica de la purga comunista. Solamente a un pequeño número de los comunistas detenidos
se les somete a juicio público. A la inmensa mayoría se les liquida “administrativamente”,
para decirlo con una expresión comunista. Sus “sentencias” son pronunciadas por
comités secretos del Partido o por tribunales especiales de prisión. Tales
sentencias ni se publican en la prensa, ni se comunican a la familia de la
víctima.
De los muchos millones de
encarcelados durante las purgas soviéticas sólo unos pocos centenares fueron
efectivamente “juzgados” por tribunales públicos. Los famosos “procesos” de
Moscú de los años 1930, por ejemplo, afectaron, en total, a cincuenta y cuatro
personas. Las purgas soviéticas anteriores a la guerra dieron lugar, solamente,
a tres grandes procesos públicos:
1.-El “Proceso de los Dieciséis”,
o, en lenguaje Comunista, del “Círculo Terrorista Zinoviev-Trotskista”,
celebrado en Moscú, en agosto de 1936, contra un grupo de jefes comunistas que
incluía a Zinoviev y Kamenev.
2.-El “Proceso de los
Diecisiete”, o del “Trotskista anti-Soviético”, celebrado en Moscú, en enero de
1937. Radek y Paytakov fueron los miembros más prominentes de este grupo.
3.-El “Proceso de los Veintiuno”,
o del “Bloque anti-Soviético Trotskista-Derechista”, celebrado en Moscú, en
marzo de 1938, con Bujarín, Rykov y Yagoda, como principales acusados.
Análogamente, en la Europa
Oriental, los juicios públicos han sido muy pocos. De los 250.000 comunistas
que se calcula fueron detenidos en los Estados Satélites, menos de 200 van sido
oficialmente juzgados por un tribunal comunista, es decir, menos de una décima
del uno por ciento. En los cinco años comprendidos entre 1949 y 1953 solamente
ha habido cuatro grandes procesos de líderes comunistas en los Satélites: el
del grupo Xoxe en Albania, en junio de 1949; el del grupo Rajk en Hungría, en
diciembre de 1949, y el del grupo Slansky en Checoeslovaquia, en noviembre de
1952.
En los juicios soviéticos de la
pre-guerra todos los acusados se declararon culpables, hicieron completas
confesiones y manifestaron por adelantado que aceptarían la sentencia que
fuera, inclusive la de pena de muerte. Todos ellos aparecieron como voluntarios
para la horca. En el “proceso de los Veintiuno” (marzo de 1938) Nikolay
Krestinsky, ex-Vice-Ministro del Exterior soviético, se defendió como inocente
durante el primer día del juicio. Pero al día siguiente se le había hecho
cambiar de opinión. Había declarado “ser inocente”, explicó, debido a su
“estado de salud” ya “falsa vergüenza”. Ahora rogaba al tribunal que aceptara
su confesión de culpabilidad “plenamente y sin reservas”.
Pero los juicios de los Estados
Satélites no fueron todos, en modo alguno, juicios de “confesiones”. Xoxe de
Albania alegó ser inocente. Se deduce con claridad de la colérica relación del
proceso, publicada por el Gobierno Comunista de Albania, donde se acusa a Xoxe de
haber “tratado de evadir” su responsabilidad “engañando al tribunal”.
En los juicios de Rajk y de
Slansky todas las confesiones se ajustaron a la fórmula. Rajk declaró: “Estoy
plenamente de acuerdo con la mayoría de los pronunciamientos del Fiscal.…
Declaro por adelantado que
“cualquiera que sea la sentencia, la consideraré justa…”
El proceso de Slansky produjo
confesiones inverosímiles, de culpabilidad y anhelos de fuertes castigos, -aún
más increíbles-. He aquí algunos ejemplos:
Slansky: –“El enemigo de dentro
es el enemigo más peligroso. Yo era esa clase de enemigo… Todas las gentes
honradas maldicen hoy mi nombre…”
Frejka: –“Junto con mis
cómplices, cometí horribles sabotajes en la industria…”
Clernentis: –“Sí, confieso que me
convertí en traidor…”
Simone: –“Como conspirador soy
responsable de todos los actos y de todos los crímenes de cada uno de todos los
judíos pertenecientes al Círculo de conspiradores… Merezco ser ahorcado…”
Kostov, en cambio, alegó ser
inocente durante todo el juicio. Sus tres jueces y los fiscales sintieron
pánico ante su actitud de reto. Su “defensor” trató de razonar con él para
convencerlo de que se declarara culpable. Pero Kostov permaneció inconmovible y
en su “último alegato” rechazó enfáticamente todos los cargos que se le hacían.
La salvaje crueldad con que se
trata a todas las víctimas de las purgas sigue siendo la característica más
impresionante de la técnica Comunista de liquidación. Inmediatamente que un
comunista cae en desgracia, se le califica como si fuera el peor criminal sobre
la tierra. No se le da ninguna oportunidad para defenderse y no se le tiene
ninguna consideración ni misericordia.
Durante los juicios de la purga
soviética se llamó a los acusados “perros rabiosos”, “bestias con figura
humana” y “malditos reptiles”. En su requisitoria final, el Jefe de Fiscalía,
Vyshinsky, invocó el día en que crezcan el “cardo y la cizaña” sobre las tumbas
de estos “execrables traidores”. Los “doctores-asesinos”, detenidos en Moscú en
enero de 1953, fueron llamados por la prensa soviética “monstruos de la especie
humana” y “asesinos en batas blancas”. El hecho de que fueran libertados tres
meses después, muestra aún más gráficamente la estolidez de la propaganda
comunista, la cual atacó tan ruinmente a gentes cuya “culpabilidad” no había
sido declarada ni siquiera por un tribunal soviético.
El día en que se abrió el juicio
contra Slansky (20 de noviembre de 1952), Radio Praga dijo: “El proceso
demostrará cuán peligrosa y astuta es la pandilla de canallas que ha sido
capturada…
Ahora se enfrentan al juicio de
la nación. Este juicio será duro, pero justo”. El mismo día “Rudé Pravo”,
diario comunista checo, halló que “los acusados eran abortos que hacía tiempo
habían perdido el derecho de llamarse hombres. Cuando se les mira, uno recuerda
los cuadros de Corea, las arañas, sabandijas y jatas que llevan consigo la
peste, el tifus y el cólera”.
El 27 de noviembre de 1952, Radio
Praga transmitió una carta escrita por Thomas Frejka, hijo del acusado Ludvig
Frejka. El hijo dijo del padre: “Pido la pena más severa, la pena de muerte, para
mi padre. Precisamente comprendo ahora que este ser, que no merece ya llamarse hombre,
fue mi mayor y más encarnizado enemigo. Como comunista fiel yo sé que mi odio
por todos mis enemigos, especialmente el odio a mi padre, me fortalecerá
siempre en mi lucha por el futuro comunista de nuestro pueblo…”
La misma ferocidad con el acusado
se mostró en el juicio contra Kostov. "Pravda", de Moscú, califico a
Kostov de “astuto, experto y resuelto enemigo” con una “voz suave y untuosa”
con “los taimados ojos de un ladrón”. “Pravda” también observó que la “corcovada
espalda” fue maliciosamente explotada por los caricaturistas comunistas de toda
la Europa Satélite. Kostov apareció en la primera página de toda la prensa
comunista con figura de enano, arrastrándose por dinero a los pies de sus “amos
anglo-americanos”.
Kostov quedó jorobado en 1924.
Fue cuando lo metieron en la cárcel acusado de organizador comunista y fue
torturado en la ergástula de la policía de Sofía. Habiéndose negado obstinadamente
a revelar nada de la organización ilegal del Partido y no pudiendo soportar por
más tiempo los métodos de “tercer grado” de sus inquisidores, Kostov se lanzó
por la ventana del cuarto piso del edificio de la Policía para librarse con la
muerte. Pero, al dar el salto en el vacío, su cuerpo cayó sobre unos alambres
del teléfono, que amortiguaron el choque, y lo salvaron de morir. Permaneció
enyesado en el hospital de la prisión durante casi un año y quedó inválido para
el resto de su vida. La literatura comunista oficial lo había presentado como uno
de los mártires de la Internacional Comunista. La joroba, que “Pravda” encontraba
ahora tan chistosa, había sido su honrosa cicatriz durante veinticinco años.
CAPÍTULO IV
JUSTICIA A LA VYSHINSKY
En su obra “La Ley del Estado
Soviético”, Andrey, Vyshinsky,1 la primera autoridad jurídica soviética,
explica, con, gran minuciosidad, que la misión de un tribunal comunista es
“destruir sin piedad alguna a todos los enemigos del pueblo, sea cualquiera la
forma en que pretenden manifestar su criminal oposición al Socialismo”. Todos
los tribunales, alega, son “esencialmente un instrumento de la política de clase”.
La justicia comunista es, por lo tanto, un “arma de represión en manos de la
clase trabajadora".
“El Juez Comunista”, sigue
diciendo Vyshinsky, no debe atenerse tan solo a la lógica jurídica; debe tener
siempre presente que la ley no es sino la expresión de la “política del
Partido”. Cuando la línea del partido está en conflicto con la ley, el Juez
Comunista, Vyshinsky subraya, “debe rechazar sin vacilaciones la estricta
aplicación de la ley a fin de prestar absoluta obediencia a las directrices del
partido, las cuales representan, para él, la ley suprema”.
Es obvio que un enjuiciamiento
comunista no es un juicio en el sentido corriente de la palabra. Es, por lo
tanto, inútil el tratar de comprender la naturaleza de las purgas en términos
judiciales. Las “confesiones”, análogamente, carecen de significación si se
entienden con valor de prueba para deducir la culpabilidad o la inocencia del
acusado. Incidentalmente, detrás de la Cortina no se considera que las
“confesiones tengan nada de misteriosas”. Durante los muchos años que pasaron
en prisiones soviéticas Godin y Beck -como lo han explicado en su libro “La
Purga Rusa”-nunca tropezaron con nadie, ni siquiera entre los comunistas más
fanáticos que real y seriamente creyeran en las “confesiones”. En las celdas de
la prisión, todos los presos se reunían para componer una “confesión” para un
preso que la necesitara, es decir, uno que tuviera que comparecer a
interrogatorio. Había verdaderos especialistas en este ramo y eran
1 Vyshinsky fue el principal Procurador
en los procesos de la purga de Moscú durante los años de 1930. Es generalmente
considerado la primera autoridad en Leyes soviéticas. Después de la muerte de
Stalin fue nombrado Delegado soviético ante las Naciones Unidas, hasta que
murió.
Trasladados de celda en celda por
las autoridades de la prisión con el propósito de “ayudar” a los presos a
redactar sus “confesiones”.
Otra víctima de las purgas
Comunistas, el ex-comunista austríaco Alex Weissberg, relata en su libro,
“Conspiración del Silencio”, cómo varios de los investigadores, que habían
tratado de persuadirlo a él para que “confesara”, fueron detenidos y metidos en
la cárcel junto con él. Pero esto en nada afectó a su propio interrogatorio.
Aun se le forzó a confesar que había conspirado contra quienes, a su vez,
habían confesado ya ser ellos mismos, conspiradores y traidores. En algunos
casos los “traidores” habían sido ya ejecutados, mientras que a Weissberg se le
seguía acusando todavía de conspirar contra ellos.
Sería ciertamente fútil el
enumerar incluso las mentiras más detonantes y las fantasías más grotescas que
se escriben en los procesos comunistas. De todos modos, las mismas autoridades
comunistas no las toman en serio. Durante el juicio de los criminales de guerra
nazis en Nuremberg, el gobierno soviético, que era una de las cuatro potencias
acusadoras, tuvo la oportunidad de acusar a los jefes nazis de haber organizado
las conspiraciones “descubiertas” durante las purgas soviéticas. En los
procesos de las grandes purgas Vyshinsky había “probado” que todos los acusados
eran agentes alemanés, que habían complotado para matar a Stalin por orden de
los alemanes y que habían convenido en dejar que Alemania se anexara a casi la
mitad de la Rusia Europea. Sin embargo, el Fiscal Soviético en Nuremberg ¡ni
siquiera mencionó estos crímenes de los nazis!
Además, casi todos los archivos
alemanes, inclusive los más secretos documentos de Estado militares nazis,
cayeron en manos de los aliados después del colapso de Alemania. Los más importantes
de estos documentos han sido publicados ya en Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia.
Ni uno solo de ellos contiene prueba alguna de las supuestas “relaciones
criminales” entre los nazis y los jefes soviéticos liquidados.
Análogamente, si uno ha de creer
que Beria era el espía, agente extranjero y traidor, que se ha proclamado que
fue, es inevitable deducir:
1º. Que uno de los cinco miembros
principales del Gabinete de Guerra Soviético, durante la Segunda Guerra
Mundial, era un espía.
2º. Que uno de los auxiliares de
mayor confianza de Stalin, durante los últimos veinticinco años, no era un
comunista, sino un agente capitalista.
3º. Que el hombre encargado de la
seguridad interna soviética, estaba conspirando para derribar el régimen
soviético, desde 1938.
4º. Que por medio de Beria, que
era su agente, las “potencias imperialistas” (Estados Unidos y, es de
presumirse, la Gran Bretaña) han controlado y supervisado todos los proyectos soviéticos
de energía atómica de la postguerra. Es una explicación del por qué los Soviets
hayan desarrollado tan pronto la bomba atómica y la de hidrógeno.
¿Y qué debería pensarse de la
sagacidad política de Malenkov, de su conocimiento de los hombres y de sus
fuentes de información, si resulta que él nombró a un traidor cómo su primer lugar-teniente
en el Gabinete Soviético y confió a un espía el Ministerio del Interior,
solamente cuatro meses antes de que se “desenmascarara” a este traidor y espía?
Las acusaciones contra los jefes
comunistas, liquidados ya, de los países satélites, son igualmente ridículas.
Hemos visto antes que los comunistas purgados tuvieron en sus manos la política
y los destinos de los partidos comunistas de la Europa Oriental, durante muchos
años. Si es verdad que fueron traidores, espías y agentes angloamericanos, la
consecuencia lógica sería que los partidos comunistas en los Estados Satélites
han estado dirigidos y controlados por los servicios secretos británico y
norteamericano, casi desde el día de su fundación.
Si Rajk, de Hungría, había sido
un agente norteamericano -como “se probó” en su juicio-entonces debiera
culparse al gobierno norteamericano de la trágica suerte del Cardenal Mindszenty,
porque Rajk fue quien ordenó la detención y organizó el proceso contra el Cardenal.
Si Kostov había estado obedeciendo órdenes británicas -como “se probó” en la
vista de la causa-entonces debiera hacerse responsable al gobierno británico de
la muerte del líder búlgaro de la oposición, Nikola Petkov, que fue ahorcado en
septiembre de 1947, por órdenes explícitas de Kostov (Kostov, era, en aquel
tiempo, Primer Ministro interino de Bulgaria). Si Slansky había sido un íntimo
agente angloamericano -como lo confesó en su proceso-debiera considerarse el
Golpe Comunista Checo de febrero de 1948, organizado por él, como un acto angloamericano
y no como un acto comunista. Finalmente, la misma Cominform debió de haber sido
planeada y organizada por los Servicios de Inteligencia anglo-americanos:
¡recuérdese que una gran mayoría de los líderes satélites de la Cominform resultaron
estar a sueldo de los británicos y norte-americanos!
Lo absurdo de estas acusaciones
puede verse mejor si se compara la propaganda comunista, después de la purga,
con la precedente literatura oficial del Partido. Tomemos primero los casos de
los dos Secretarios Generales ahorcados: Kostov y Slansky. El 17 de junio de
1947, con ocasión de su quincuagésimo cumpleaños, el Comité Central del Partido
Comunista Búlgaro cantó las alabanzas de Kostov con las palabras siguientes:
“Grandes son tus hazañas,
Camarada Kostov, como constructor del Partido, como maestro e instructor de los
miembros del Partido. Bajo tu dirección e inspirados en tu ejemplo heroico, millares
de afiliados del Partido se educaron en la absoluta lealtad al Partido.
“Hoy, como Vice-Primer Ministro
de un gobierno encabezado por el sabio conductor del Partido y del pueblo,
Camarada George Dimitrov, eres su mano derecha. Eres el ejecutor directo de la reconstrucción
económica del país, del plan económico, del gran trabajo de construcción de nuestra
República.
“Tus profundos conocimientos
teóricos marxista-leninistas, tu gran cultura, tu famosa actividad y
perseverancia, tu modestia, tu voluntad de hierro, tu indiscutible lealtad al
Partido y a la clase trabajadora, son las brillantes características
bolcheviques que embellecen tu vida de lucha, unida para siempre a la lucha del
Partido.
“Colega leal de Dimitrov y su
primer auxiliar, ¡eres hoy uno de los más queridos y respetados jefes de
nuestro Partido, un gran estadista y constructor de la nueva Bulgaria!”
Unos dos años más tarde, cuando
Kostov compareció ante el Tribunal del Pueblo que lo mandó a la horca, el
periódico del gobierno comunista de Sofía habló de Kostov en los términos siguientes:
“En el banquillo de los acusados
estaba Traycho Kostov, taimado embustero, el conocido sectario de izquierda y
divisionista, el experto agente provocador del Servicio de Inteligencia británico,
el más íntimo colaborador del espía y traidor Tito, el repugnante, criminal,
escoria de la sociedad, que desvergonzadamente trató de repudiar su confesión
escrita”.
Veamos ahora la biografía de
Rudolf Slansky, en sus dos versiones, antes y después de la purga:
“Me encontré en la misma posición
política que los enemigos Clementis, Svermova, Sling y otros, y los puse en
puestos importantes de la administración del Estado y del Partido. Como yo tenía
una alta posición en el Partido asumí la dirección de esta conspiración contra
el Estado”.
(Radio Praga, 20 de noviembre de
1952), reproduciendo las “confesiones” de Slansky).
“El entusiasmo del Camarada
Slansky por los ideales leninistas, su profunda devoción al Partido Comunista,
su ferviente amor por la Unión Soviética y el Camarada Stalin, han hecho de él
el blanco del odio infame de los enemigos y miserables traidores, tales como
Sling, Svermova, Clementis y otros semejantes. En sus criminales conjuras
contra el Partido y la República, aparte de su odio contra el Camarada
Gottwald, estos traidores dirigieron su inquina, principalmente, contra el
Camarada Slansky”.(“Rudé Pravo”, diario oficial comunista, 31 de julio de
1951).
“Al preguntársele la forma en que
él y su grupo de conspiradores habían trabajado en líneas semejantes a las de
Tito, Slansky explicó que él había permitido establecer en Checoeslovaquia a
una vasta red de agentes titoístas”. (Radio Praga, 20 de noviembre de 1952).
“Sobre los hombros del Camarada
Slansky ha descansado la responsabilidad de la defensa del Partido contra sus
enemigos”. (“Rudé Pravo”, 31 de julio de 1951).
“Por indicación del Primer
Ministro, el Presidente de la República relevó a Rudolf Slansky de su condición
de miembro del gobierno y de su puesto de Vice-Primer Ministro. Rudolf Slansky dimitió
su puesto en la Asamblea Nacional. Mientras se investigaban las actividades de
un grupo que conspiraba contra el Estado se han descubierto cosas desconocidas
hasta ahora, las cuales prueban que Slansky había participado en actividades subversivas.
Se le ha detenido para proseguir la investigación”. (Declaración oficial hecha
por el Presidente de la República el 28 de noviembre de 1951).
“Por recomendación del gobierno
de la República Checoeslovaca le confiero la Orden del Socialismo al Secretario
General Rudolf Slansky, por sus relevantes y excepcionales méritos en la
construcción del Socialismo en la República Checoeslovaca”. (Declaración
oficial hecha por el Presidente de la República, el 30 de julio de 1951).
Finalmente, he aquí unos cuantos
de los epítetos empleados por Radio Moscú y la prensa soviética para calificar
a Beria (después de su caída):
“Cobarde, renegado, enemigo ruin,
enemigo maldito, despreciable traidor y aventurero, bandido despreciable y
artero, traidor, vil, infame, canalla, bastardo, enemigo perverso, degenerado burgués,
agente imperialista, perro rabioso, bellaco, provocador, ideólogo mercenario, embustero
profesional, Judas tres veces maldito…”
Sin embargo, “Pradva” órgano
oficial del gobierno soviético, había calificado al mismo Beria (antes de su
caída) de “fiel compañero de armas y discípulo de Stalin”. Según la “Gran Enciclopedia
Soviética” (edición de 1950), Beria era “uno de los dirigentes más destacados
del Partido Comunista y del Gobierno Soviético”.
CAPÍTULO V
DE LA DESVIACIÓN A LA TRAICIÓN
A menudo se explican las purgas,
e incluso se excusan, por las condiciones de “guerra civil” que se suponen han
de arrostrar los comunistas al capturar el poder en un Estado. El Reinado del
Terror, durante la Revolución Francesa, se cita como ejemplo para probar que
todos los revolucionarios de la historia han sido crueles y despiadados. No hay
ninguna razón -prosigue el alegato-para esperar que un revolucionario Comunista
sea una excepción a esta regla general. No se puede hacer una tortilla sin
romper huevos.
Pero, las purgas Comunistas no
son el resultado de condiciones de “guerra civil”. En esto difieren
profundamente de la efusión de sangre de la Revolución Francesa y de similares trastornos
de la historia. El Terror francés fue parte substancial de la guerra civil.
Fue, como si dijéramos, la continuación del combate desesperado en las barricadas.
La terrible dictadura de Robespierre no fue otra cosa que un breve período de
frenesí y pasión que se consumió a sí mismo, en cuatro meses. Y en resumidas
cuentas, todo el Reinado Francés del Terror no duró más de un año.
Las purgas Comunistas, en cambio,
son actos deliberadamente planeados, cuidadosamente acompasados al tiempo,
industriosamente escenificados, que se efectúan después que los Comunistas
alcanzan el poder y consolidan su régimen. No hay en ellas nada casual, nada de
caótico, nada de “guerra civil”. No son actos de pasión revolucionaria, sino el
resultado de una fría premeditación. Las purgas soviéticas alcanzaron su clímax
a finales de los años de 1930, unos veinte años después de la Revolución Rusa.
En los Estados Satélites no comenzaron sino en 1948, posteriormente a la
completa consolidación de la dictadura Comunista.
Inmediatamente después de la
muerte de Stalin, cuando sus sucesores no estaban todavía muy seguros en sus
respectivas posiciones, el triunvirato de Malenkov, Beria y Molotov pareció unido.
Pero cuatro meses después, cuando Malenkov había consolidado su poder, lanzó el
ataque a Beria con la velocidad del rayo y pudo eliminarlo sin turbulencia
alguna de “guerra civil”. Fue un golpe perfectamente planeado y ejecutado
“desde arriba”.
Cuando los Comunistas se sienten
firmes en la silla del poder, comienzan a poner en práctica sus teorías de
gobierno. Expiden decretos para nacionalizar totalmente la industria, el
comercio y todas las demás actividades económicas del país. Colectivizan la
tierra y establecen su completo control en la educación, la literatura, la
religión, la música, la ciencia y el arte.
El obligar a cumplir estas
medidas de gobierno no es asunto fácil. La dictadura Comunista es una dictadura
totalitaria, en el verdadero sentido de la palabra. Quiere controlar,
absolutamente, todos y cada uno de los campos de la actividad humana. Pero los
seres humanos no se someten voluntariamente a este control absoluto. Para
lograr la obediencia, los Comunistas deben emplear la fuerza. No tienen otra
manera de gobernar un Estado, por la sencilla razón de que ningún pueblo
aceptaría jamás el Comunismo o toleraría un Gobierno Comunista si pudiera manifestar
libremente su voluntad…
El terror es, por lo tanto, el
inevitable compañero de viaje del gobernante comunista. El gobierno comunista
sin terror no sé conoce en la práctica y es imposible en la teoría, según los
principios del dogma comunista. El mismo Lenin reconoció abiertamente que la
dictadura comunista significaba “ni más ni menos que el poder sin
restricciones, absolutamente libre de los impedimentos de las leyes o
reglamentos y apoyándose directamente en la fuerza”.
Pero mientras mayor es el terror,
mayores son las dificultades que se presentan al gobierno Comunista. Esto
engendra mayor terror aún y, a su vez, provoca mayores dificultades. Año tras año
aumentan las medidas represivas del gobierno y, para usar una expresión
comunista, se fortalecen “los órganos punitivos del Estado”. En el XIX Congreso
del Partido Comunista Soviético, en octubre de 1952, treinta y cinco años
completos después de la Revolución Rusa, el tema central de todos los discursos
importantes, incluyendo el de Malenkov, fue el de la “necesidad absoluta” de
“fortalecer aún más” los “órganos punitivos” del gobierno soviético.
Este terror continuo es
necesario, porque -así nos lo dicen los comunistas-la “guerra de clases” no
termina cuando los comunistas toman el poder. Por lo contrario, la guerra de
clases se “intensifica” entonces. Efectivamente, la “intensificación de la
guerra de clases” después que los comunistas establecen su dictadura, es uno de
los principios fundamentales de la teoría Comunista de gobierno. Stalin lo ha
puesto muy en claro en todos sus escritos.
Pero no se puede hacer una guerra
sin tener un enemigo. Y como todos los “enemigos de clase” han sido ya
liquidados, los Comunistas tienen que encontrar nuevos enemigos. Este es el momento
para “desenmascarar” y “reducir a la impotencia” a los “enemigos ocultos” ya
“los agentes encubiertos”.
El método para descubrir a los
“enemigos ocultos” es tan fácil en la práctica como es lógico en la teoría
Comunista. Todos los comunistas creen fanáticamente en la existencia de la
guerra de clases. Las conspiraciones, los complots, los grupos de sabotaje,
etc., son para ellos las inevitables consecuencias de la “intensificación” de
la guerra de clases. En septiembre de 1948; en vísperas de las purgas en los
Estados Satélites, el órgano más autorizado del gobierno soviético, el
“Bolchevik” de Moscú (que ahora se llama “Communist”), publicó un largo
artículo titulado “El significado Internacional de la Experiencia Histórica del
Partido Bolchevique”. El artículo explica que las purgas del Partido en Rusia
eran el resultado de la “ley de desarrollo de nuestro partido (soviético)”. Y
añadía, con mucha intención: “Debe suceder lo mismo en todos los demás Partidos
Comunistas” porque “cualesquiera que sean las condiciones locales, los principios
generales del Bolchevismo son imperativos en todos los países”.
Pero las conspiraciones y los
complots no pueden existir por si solos. Tienen que haber sido ideados y
organizados por los individuos. La tarea de los “órganos de represión” del
Estado, es, por lo tanto, la de descubrir, a esta gente. Y, como los enemigos
declarados (no comunistas) ya no se encuentran, debe buscarse a los “enemigos
ocultos”, entre los Comunistas mismos.
Esta faena puramente policíaca se
facilita por los acontecimientos dentro del propio partido. En esta etapa se
producen, entre los dirigentes Comunistas, serias diferencias de opinión sobre
la política del Partido. La difícil situación dentro del país y la creciente
oposición de las masas a la política Comunista crean nuevos problemas cada día.
Por muy “unidos” que los jefes comunistas puedan estar respecto a los
principios generales de la política comunista, los problemas cotidianos del
gobierno y especialmente los problemas particulares de “los diferentes departamentos
del gobierno no pueden ser resueltos siempre con unanimidad completa. Las luchas
interdepartamentales, los celos y las ambiciones personales, los temperamentos
difíciles y los diferentes métodos de trabajo -tanto políticos como
personales-crean problemas que son sumamente parecidos a los problemas que se
presentan a cualquier grupo de hombres colocados a la cabeza de cualquier
gobierno.
Un gobierno democrático, en un
Estado democrático, soluciona estos problemas por vía de transacción. Los ministros
que no pueden reconciliar sus puntos de vista con los de la mayoría de sus
colegas renuncian al gobierno. Si lo desean, pueden abandonar sus partidos
respectivos y unirse a la oposición.
Nada de esto puede ocurrir en un
gobierno comunista. La política de un gobierno comunista está basada en lo que
los comunistas llaman “la correcta aplicación de la línea del Partido”. Se supone
que la línea del Partido está basada en la correcta interpretación de las
“leyes” Marxistas-Leninistas. Los Comunistas creen que su partido es el “instrumento
de la Historia” y que ellos están destinados a “renovar” el mundo porque sólo
ellos pueden descubrir y dominar las “leyes del desarrollo” de la humanidad.
Esas grandiosas pretensiones
hacen que los Comunistas crean que la “línea del Partido” es absolutamente,
siempre y en todas las circunstancias, correcta y justa. Por lo tanto, aquellos
que estén en desacuerdo con el Partido son enemigos. Ningún buen comunista
puede estar jamás en desacuerdo con el Partido. Puede apreciarse cómo este
dogma de lo sagrado de la línea del Partido ha de aplicarse como piedra de
toque para descubrir a los “enemigos ocultos” del Partido. A los comunistas que
discrepan de la línea se les llama “desviacionistas”. Un “desviacionista” puede
ser, aunque excepcionalmente, un “camarada equivocado”. En tal caso tiene que
reconocer su error y arrepentirse en seguida. (Debe someterse a la
“auto-crítica”, como la llaman los comunistas). Si no lo hace, es considerado
enemigo del Partido.
Esta tortuosa manera de pensar es
aplicada luego para denunciar al desviacionista como cómplice en algún complot,
conspirador, saboteador y espía. De acuerdo con la teoría de la “intensificación
de la guerra de clases”, debe haber “enemigos ocultos” en cada organización del
Partido, desde la más alta hasta la más baja. Y en esta fase los que controlan
el Partido razonan de la manera siguiente:
1º. En el Partido hay enemigos
ocultos que todavía no han sido “desenmascarados”.
2º. Esos enemigos ocultos
tratarán de oponerse al Partido apelando a todos los medios.
3º. Los desviacionistas se oponen
o podrían oponerse al Partido, porque ellos no aprueban la línea del Partido.
4º. Por lo tanto, los
desviacionistas son los enemigos ocultos.
Pero los “desviacionistas” no son
las únicas gentes peligrosas. Los llamados “acomodaticios”, son, según los
Comunistas, igualmente peligrosos, porque no luchan contra los desviacionistas con
suficiente energía y fiereza (es decir, son amigos o simpatizantes de los
desviacionistas).
Así, la detención de un pequeño
grupo de desviacionistas acarrea la de un grupo mayor de sus simpatizantes,
parientes, amigos y conocidos. Después vienen los amigos de los amigos, los simpatizantes
de los simpatizantes, los parientes de los parientes y los conocidos de los conocidos.
Los grupos de personas detenidas engrosan así, automáticamente, con cada ola de
detenciones.
En esta atmósfera de purgas y
terror, los gobernantes Comunistas comienzan a ver enemigos por todas partes.
La liquidación de los muchos grupos de desviacionistas y sus amigos y simpatizantes
no se considera suficiente. Los gobernantes comunistas comienzan a temer a los
desviacionistas potenciales -los comunistas que, por una razón u otra, puedan oponerse
alguna vez, en el futuro, a la línea del Partido-. De ese modo las posibilidades
de detenciones y liquidaciones son limitadas. Cualquier crítica ligera de la
política gubernamental o cualquier pequeño error de un funcionario oficial o de
un obrero en la fábrica puede tomarse como signo de una desviación potencial.
Gradualmente, la policía
comunista se vuelve tan “vigilante” que tiene ya preparadas varias listas de
diferentes categorías de enemigos potenciales, quienes son encarcelados, o libertados,
de acuerdo con las últimas exigencias de la línea del Partido en materia de
purgas. Los delitos que se atribuyen a los purgados, así como las “confesiones”,
que se les fuerza a hacer para confirmarlos, son un mero detalle técnico en el
proceso total de la purga. Son solamente la superestructura “legal” construí da
con fines de propaganda alrededor del sistema de purgas del Partido.
La purga del Partido es, por lo
tanto, una medida preventiva adoptada por los que controlan el Partido contra
todos los que podrían desafiar su control, así como en contra de todos los que podrían
apoyar a los oponentes. Louis Fischer, el conocido perito norteamericano en
cuestiones comunistas, llama con bastante propiedad a esta técnica Comunista de
la purga “el sistema de la muerte preventiva”. A fin de “evitarles” dificultades
a sus adversarios potenciales, los comunistas los liquidan con bastante
anticipación.
CAPÍTULO VI
DESPUÉS DE STALIN
Los Jefes soviéticos deben de
haber leído con mucho regocijo las reacciones de la prensa occidental a la
campaña soviética de “Paz” que siguió a la muerte de Stalin. Ansiosos de descubrir
signos “sensacionales” del alegado “cambio de intenciones” de Moscú, muchos
comentaristas occidentales llegaron hasta anunciar el fin de la era del terror
policíaco comunista. La amnistía de ciertas categorías de presos decretada por
el gobierno de Malenkov y la liberación de los “médicos-asesinos” fueron
interpretadas como pasos hacia una “mayor libertad” del pueblo ruso. Los
ataques de “Pravda” contra antiguos funcionarios policíacos soviéticos, por
haber ordenado detenciones “ilegales” y empleado “métodos inadmisibles” para
obtener confesiones, fueron citados como pruebas de que los nuevos líderes
soviéticos querían gobernar a Rusia por medio de métodos democráticos y no por
el terror policíaco. Había “cambiado el corazón”.
La caída de Beria no disminuyó el
torrente de estos informes optimistas sobre los sucesos internos soviéticos. Se
ha llegado incluso a sugerir que la liquidación de Beria debe considerarse como
un “golpe contra el poder de la policía Secreta Soviética” y, consecuentemente,
un paso hacia la “regeneración democrática” del régimen Comunista de Rusia.
Pero la ejecución de Beria no
prueba que haya disminuido el poder de la Policía Soviética. Solamente
demuestra que Malenkov y no Beria era el amo de la Policía, en julio de 1953.
Es indudable que la Policía Soviética tiene que ser forzosamente el órgano más
poderoso del Estado Soviético si tiene facultad para detener, sin grandes
aspavientos, a su propio jefe, quien era, además, Vice-Primer Ministro y el
Jefe número dos del Partido. El que, de hecho, la detención de Beria fuera
realizada por; tropas de policía, o por destacamento del Ejército o por funcionarios
especiales del Partido en traje de paisano, es un detalle sin importancia y ciertamente
de ningún interés para los ciudadanos soviéticos. Es la detención misma lo que importa,
no la técnica. Para todos los miembros del Partido Soviético, así como para
todos los habitantes de la Unión Soviética, la detención y la ejecución de
Beria, prueba -y quiso probar-que el poder de la Policía Soviética es
verdaderamente ilimitado.
Las purgas que siguieron a la
caída de Beria fueron, por supuesto, extensas. Pero una purga considerable
estaba ya en camino inmediatamente después de la muerte de Stalin y antes de encarcelar
a Beria: Esta purga anterior a la de Beria había envuelto a algunas de las más importantes
personalidades soviéticas, incluyendo al recién nombrado Secretario del
Partido, Simeón Ignatiev, que era, antes de la muerte de Stalin, Ministro de la
Seguridad del Estado (Policía). Ni la muerte de Stalin, por lo tanto, ni la
caída de Beria, cambiaron la línea general del Partido respecto a las purgas.
Hubo solamente un cambio en el grupo o en la categoría de los purgados. Y, en
la mayoría de los casos, los purgadores de ayer, encabezados por Beria, se han
convertido en los purgados de hoy.
Pero el purgar a los purgadores
no es un fenómeno nuevo en el mundo comunista. Las purgas rusas de mediados de
los años 1930 fueron organizadas, bajo la dirección personal de Stalin, por su
Jefe de Policía, Yagoda. Cuando las detenciones, juicios y ejecuciones habían
alcanzado la cúspide, Yagoda mismo fue detenido, juzgado y fusilado. Se le
acusó, entre otras cosas, de fabricar pruebas “ilegales” contra gentes, que
había encarcelado “injustamente”. El sucesor de Yagoda, Yezhov, fue responsable
de un reinado de terror aun mayor, generalmente considerado como el período de
purgas más furioso (1936-38). Pero, ya en 1939, Yezhov había seguido la suerte
de Yagoda y entrado en capilla. En la Ucrania Soviética, donde las purgas fueron
especialmente feroces, tres Ministros de Policía -Balitsky, Leplevsky y
Uspensky-fueron encarcelados uno tras otro con todos sus empleados, amigos,
parientes y simpatizantes. Todos fueron acusados de “arrancar por la fuerza
falsas confesiones” a los presos y de “abusar de su autoridad”.
Análogamente, en los Estados
Satélites, los departamentos policíacos comunistas fueron uno de los blancos
principales de las purgas. La lista de los Ministros de Policía, Generales de
la Policía, y altos funcionarios policíacos satélites liquidados, contiene
millares de nombres. En la Hungría Comunista, por ejemplo, el promedio de
duración de un Ministro de Policía en el cargo parece ser aproximadamente de un
año: han liquidado a tres Ministros desde 1949. En Checoeslovaquia, el Jefe de
la Policía Secreta fue detenido unos dos meses después de haberlo sido el Jefe
de la Policía Uniformada. El Ministro de Policía que había ordenado ambas detenciones
fue arrestado él mismo poco después y ahorcado como traidor después del juicio de
Slansky.
Los más prominentes de los
dirigentes comunistas liquidados en los países satélites -como Gomulka de
Polonia, Kostov de Bulgaria; y Xoxe de Albania-se hicieron realmente famosos
por su crueldad en la organización y dirección de las purgas y liquidaciones
del Partido.
Pero el purgar a los purgadores
nunca ha acabado con las mismas purgas, ni en los satélites ni en Rusia. Los
destinados a la purga forman, en todo momento, una partida numerosa en todos
los Estados comunistas. El proceso de su liquidación lleva muchos meses. Cuando
ya está terminado llega el turno a los nuevos purgadores para ocupar el puesto
de purgados, y así hasta el infinito.
Ni debería olvidarse que el
propio Malenkov es un verdadero “perito en purgas”. El fue el primer ayudante
de Yezhov en la maquinaria soviética de la purga que envió al cadalso a decenas
de millares y a millones a los campos de trabajo esclavo, durante los últimos
años 1930. (En aquel tiempo, Malenkov era Jefe Delegado y Yezhov Jefe del “Departamento
de Organizaciones Directoras del Partido”. (O. R. P. O.), el cual, bajo la
supervisión general de Stalin, ordenaba y dirigía todas las purgas).
Es increíble que Malenkov,
endurecido en los baños de sangre de las luchas del Partido, para quien el
“saber hacer” de las purgas y de las liquidaciones debe haberse convertido ya
en una segunda naturaleza, decida, de repente, reformar su carácter y adoptar
métodos democráticos de gobierno. En todo caso, la rápida liquidación de Beria
muestra que Malenkov ha dominado a la perfección la técnica de la purga.
Veremos si sabe librarse él. Sin embargo, las purgas no son el resultado de la
idiosincrasia personal de los jefes comunistas considerados individualmente.
Son una característica típica y
permanente del régimen comunista. La teoría de la “guerra de clases”, que
suministra la “base teórica” de las purgas, es uno de los principios cardinales
de la “ciencia” Marxista-Leninista. Un comunista que no crea en ella
fanáticamente no puede ser considerado como un buen comunista. En tanto que los
comunistas crean en la guerra de clases y en su “intensificación”, después de
que capturan el poder de un Estado, las purgas serán “desenvolvimiento natural”
de todos los regímenes comunistas. En otras palabras, mientras los Comunistas
sean Comunistas, su principal característica será la de que matan a sus
congéneres, los camaradas.
NOTA SOBRE LAS FUENTES DE ESTE ESTUDIO
Todas las citas son de fuentes
comunistas -diarios, revistas y libros-y están tomadas de publicaciones
comunistas oficiales, traducidas al inglés. Los textos completos de las transmisiones
radiales comunistas se encuentran en los Informes instructivos de la B. B. C.
de Londres.
La mayoría de los libros sobre
Comunismo y Rusia Soviética en general, contienen amplias referencias sobre las
purgas y los procesos. Para una bibliografía más específica sobre las purgas,
véase “Bibliografía Crítica de las Purgas y Procesos Comunistas”, publicada por
el Comité Nacional de los Estados Unidos para una Europa Libre, New York, 1953.
Esta comprende casi todas las fuentes comunistas (la mayoría en inglés); pero
las notas críticas sobre algunos de los libros son a veces algo discutibles.
La siguiente breve lista de
libros podría servir de guía para algunas de las obras publicadas más recientemente
sobre las purgas y los procesos comunistas. Todos los siguientes libros están publicados
en Londres.
Beck, F., y Godin, V., “La purga
Rusa y la Extracción de las Confesiones” (Hurst and Blackett) 1951. Admirable
relación de las purgas soviéticas de la pre-guerra. Obra maestra sobre el tema.
Weissberg, Alex, “La Conspiración
del Silencio” (Hamish Hamilton), 1951. Un ex-comunista austríaco cuenta sus
experiencias en las cárceles soviéticas y cómo logró no “confesar”.
Stypulkowsky, Z., “Invitación a Moscú” (Thames
and Hudson), 1951. Un abogado polaco narra su detención, interrogatorio
y “juicio” en Moscú, en 1945.
Herling, Gustav, “Un Mundo
Aparte" (Heinemann), 1951. El derrumbe mental y físico de los detenidos
por la policía comunista, relatado con rara habilidad y poder de observación.
Labir; Suzanne, “La Rusia de
Stalin” (Gollancz), 1949. Libro sobre Rusia en general, pero que contiene
capítulos informativos sobre la policía soviética, el sistema judicial
comunista y las purgas.
Fischer, Louis, “Vida y muerte de
Stalin” (Jonathan Cape), 1953. Capítulo excelente sobre las purgas rusas de la
pre-guerra y la técnica estaliniana de liquidación.
Vogler, Robert, “Yo fui
prisionero de Stalin” (W. H. Allen), 1952. Un hombre de negocios americano
encarcelado en Hungría, cuenta cómo “confesó” en su proceso, en 1950. Valiosa información
sobre la técnica de “ensayar” los juicios.
Petrov, Vladimir, “Ocurrió en
Rusia” (Eyre and Spottiswoode), 1951. Excelente relato de primera mano de las
prisiones soviéticas y de los métodos de interrogación antes del juicio.
Dewar, Hugo, “La Moderna
Inquisición” (Wingate), 1953. Una útil revista de los procesos en las purgas
soviéticas mayores y de algunos de los satélites.
Uralov, Alexander, “El Reinado de
Stalin” (Bodley Head), 1953. Relación completa de las purgas de la pre-guerra,
en Rusia, con una descripción detallada de las diferentes categorías de purgados.
Mackiewicz, Joseph, “Los
Asesinatos de los Bosques de Katyn” (Hollis and Carter) 1951. Relación
detallada y documental de la técnica comunista de liquidación “administrativa”,
es decir, ejecuciones en masa sin ningún juicio. Se refiere al asesinato de
unos 10,000 oficiales polacos “refugiados” en Rusia.
Deane, Philip, “Cautivo en Corea”
(Hamish Hamilton), 1953. Los métodos comunistas para obtener “confesiones”,
aplicados a los prisioneros de guerra e internados civiles aliados, en Norcorea.
“Obscuridad a Mediodía” de Arthur
Koestler (Jonathan Cape and Penguins). Aunque escrito en forma novelada, es un
análisis brillante de las purgas soviéticas de los años 1930, indispensable
para cualquier estudio serio del problema. Lo mismo puede decirse de “El Caso del
Camarada Tulayev”, por Víctor Serge (Hamish Hamilton), 1951. Véase además la colaboración
de Koestler en “El Ídolo que Fracasó”, editado por Richard Crossman (Hamish Hamilton),
1950.
Sobre la excomunión de Tito, de
la Cominform, que condujo a la purga de los Estados satélites, véase:
Dedijer, Vladimir, “Tito Habla”
(Widenfeld and Nicolson), 1953. Es la versión oficial yugoeslava (titoísta).
Armstrong, Hamilton F., “Tito y Goliat”
(Gollancz), 1951. Un estudio sagaz de las purgas en los Estados
satélites.
Ulam, Adam, “El Titoísmo y la
Cominform” (Oxford), 1952. Especialmente valioso por su estudio informativo de
las purgas en el Partido Comunista Polaco. Contiene una breve bibliografía.
Véase además “¿Qué es el
Titoísmo?” Por Cecily and
Christopher Mayhew en la serie Background Books.
Para el punto de vista oficial
comunista (stalinista) sobre las purgas en los Estados satélites, véase “Desde
Trotsky hasta Tito” por James Klugman (Lawrence and Wishart), 1951. “La Ley del
Estado Soviético”, por Andrey Vyshinsky (Macmillan), 1948, explica las teorías
y doctrina oficial soviéticas sobre todos los problemas legales, inclusive el procedimiento
en los Tribunales soviéticos.
APÉNDICE
La lista siguiente contiene
sesenta nombres de Comunistas prominentes liquidados después que la Revolución
Comunista triunfó en sus países. Solamente se mencionan Comunistas que han
ocupado los puestos más altos del Partido o del Estado, o que han sido conocidos
internacionalmente. Al nombre de cada comunista, lo sigue el de su país, una
breve descripción de su posición oficial, la fecha de su detención y, cuando se
conoce, la fecha de su ejecución.
Los Jefes comunistas que aparecen
solamente como “destituidos” de sus puestos pueden presumirse con seguridad que
han sido también encarcelados. Los “desaparecidos” deben ser considerados como
liquidados “administrativamente”, es decir, sin ningún “juicio” público.
Bastovansky, Stefan,
(Checoeslovaquia). Secretario General del Partido Comunista Eslovaco. Detenido
en febrero de 1952.
Beria, Laurenty, (Rusia
Soviética). Vice-Primer Ministro y Ministro del Interior después de la muerte
de Stalin, en marzo de 1953, Purgado en julio de 1953 y ejecutado.
Bienkowski, Wladislaw, (Polonia).
Miembro del Politburó y Director del Departamento de Educación Política del
Partido. Detenido en diciembre de 1949.
Bujarin, Nikolay, (Rusia
Soviética). Miembro del Politburó, considerado por Lenin como el mejor teórico
del Partido. Director de “Pravda”, coautor de la Constitución Soviética de
1936. Ejecutado en marzo de 1938.
Bulanov, Pavel, (Rusia
Soviética). Jefe de Policía. Ejecutado en marzo de 1938.
Chernokoiev, Titko, (Bulgaria).
Miembro del Politburó y Ministro de Agricultura. Destituido y “desaparecido” en
noviembre de 1951. Libertado; ahora ocupa un puesto menor.
Clementis, Vladimir,
(Checoeslovaquia). Ministro de Relaciones Exteriores. Ejecutado en diciembre de
1952.
Donath, Ferenc, (Hungría).
Miembro del Comité Central, Jefe del Gabinete del Primer Ministro (Rakosi).
Detenido en julio de 1951.
Dubiel, Josef, (Polonia), Miembro
del Comité Central y Ministro del Gabinete. Detenido en diciembre de 1949,
Encarcelado, sentenciado a 12 años de cárcel a principios de 1955.
Dume. Naxhijo, (Albania). La
mujer albanesa comunista más prominente y Ministro de Educación. Destituida y
“desaparecida” en noviembre de 1948.
Franck, Josef, (Checoslovaquia).
Vice-Secretario General del Partido, Ejecutado en diciembre de 1952.
Frejka, (Freund), Ludwig,
(Checoeslovaquia). Principal Asesor Económico del presidente de la República.
Ejecutado en diciembre de 1952.
Geminder, Bedrich,
(Checoslovaquia). Jefe del Departamento Internacional del Partido. Ejecutado en
diciembre de 1952.
Georgescu, Teohari, (Rumania).
Secretario del Partido. Miembro del Politburó y Ministro del Interior
(Policía). Destituido en mayo de 1952. Desaparecido.
Glavinchev, Lev, (Bulgaria). Jefe
de los Guardias Comunistas de Fronteras. Arrestado en noviembre de 1949.
Gomulka, Wladyslaw, (Polonia).
Secretario General del Partido y Vice-Primer Ministro. Expulsado del Partido en
noviembre de 1949. Arrestado en octubre de 1951.
Ignatiev, Simeón. (Rusia
Soviética). Secretario del Comité Central y Ministro de la Seguridad del Estado
(Policía). Destituido en abril de 1952. Ahora 1er. Secretario, Bashkin Obkom.
Kadar, Janos, (Hungría),
Vice-Secretario General del Partido y Ministro del Interior (Policía). Detenido
en marzo de 1951. Libertado, ahora tiene un puesto importante.
Kallai, Gyula, (Hungría).
Ministro de Relaciones Exteriores. Detenido en mayo de 1951. Libertado, ahora
tiene un puesto importante.
Kamenev, Leon, (Rusia Soviética).
Miembro del Politburó y Vice-Primer Ministro. Miembro del Triunvirato (con
Stalin y Zinoviev) que tomó la dirección efectiva de los asuntos del Partido y
del Estado después de la muerte de Lenin. Ejecutado en agosto de 1936.
Kelezi, Shyori, (Albania).
Miembro del Politburó y Ministro de Industria. Purgado y “desaparecido” en
marzo de 1950.
Kerenxhi, Nestí, (Albania).
Miembro del Politburó y Ministro del Interior (Policía). Encarcelado en
diciembre de 1948.
Kliszko, Zenon, (Polonia).
Miembro del Politburó y Director del Departamento de Personal (Cuadros) del
Partido. Arrestado en diciembre de 1950.
Koleci, Vasco, (Albania). Jefe de
Policía y Vice-Ministro del Interior. Condenado a quince años de prisión en
junio de 1949.
Kostov, Trycho, (Bulgaria).
Secretario General del Partido y Vice-Primer Ministro. Arrestado en agosto de
1949. Ejecutado en diciembre de 1949.
Kunin, Pekto, (Bulgaria). Miembro
del Politburó y Director del Departamento de Economía del Partido. Ministro de
Hacienda. Arrestado en septiembre de 1949 y condenado a prisión perpetua en
mayo de 1951.
Luca, Vassil, (Rumanía).
Secretario del Partido. Miembro del Politburó y Ministro de Hacienda.
Destituido en mayo de 1952. Sentenciado a cadena perpetua en octubre de 1951.
Maleshova, Sejdnflla, (Albania).
Miembro del Politburó. El teórico e historiador del Partido Comunista Albanés.
Ministro de Educación. Destituido en 1949.
Maslarov, Ivan, (Bulgaria).
Secretario de Organización del Partido. Arrestado en septiembre de 1949.
Condenado a quince años de prisión en mayo de 1951.
Novy, Vilen, (Checoslovaquia).
Jefe de Redacción del órgano del Partido, “Rudé Pravo”. Detenido en octubre de
1949.
Palffy, Gyorgy, (Hungría). Mayor
General. Jefe del Departamento Militar del Partido. Jefe de los Guardias de
Fronteras. Arrestado en mayo de 1949. Ejecutado en octubre 1949.
Patrascanu, Lucretiu, (Rumanía).
Secretario del Partido. Miembro del Politburó y Ministro de Hacienda.
Destituido en febrero de 1948, “desaparecido” en 1949. Ejecutado en 1950.
Pauker, Anna, (Rumanía).
Secretaria del Partido. Miembro del Politburó y Ministro d Relaciones
Exteriores. Destituida en mayo de 1952.
Pavel, Josef, (Checoeslovaquia).
General. Vice-Ministro el Seguridad. Jefe de la Fuerza de Policía Uniformada.
Detenido en enero de 1951.
Pavlov, Nikola, (Bulgaria).
Miembro del Politburó y Secretario Administrativo del Partido. Detenido en
septiembre de 1949 y condenado a prisión perpetua en diciembre de 1949.
Pyatakov, Yuri, (Rusia
Soviética). Miembro del Comité Central. Ministro de Industria Pesada. Ejecutado
en enero de 1937.
Radek, Karl, (Rusia Soviética).
Secretario de la Internacional Comuhhta. Director de “Pravda”. Condenado a diez
años de prisión en 1936; se le cree muerto.
Rajk, Laszlo, (Hungría). Miembro
del Politburó y Ministro del Interior (Policía). Arrestado en mayo de 1949 y
ejecutado en octubre de 1949.
Rakovsky, Christian, (Rusia
Soviética). Uno de los fundadores de la Tercera Internacional. Primer Ministro
de Ucrania. Embajador Soviético en Londres y París. Condenado a veinticinco años
de prisión en marzo de 1938; se le cree ejecutado.
Reinoin, Bedrich,
(Checoeslovaquia). General. Vice-Ministro de Defensa y Jefe del Servicio de
Inteligencia. Ejecutado en diciembre de 1951.
Rykov, Alexy, (Rusia Soviética).
Sucesor de Lenin como Primer Ministro Soviético (1924-30). Ejecutado en marzo
de 1938.
Sakelarov, Manol, (Bulgaria).
Ministro de Obras Públicas. Arrestado en octubre de 1949 y condenado a diez
años de prisión en abril de 1951.
Simone, Andre, (Checoeslovaquia).
Conocido también por Otto Katz. Director del órgano del Partido, “Rudé Pravo”.
Ejecutado en diciembre de 1952.
Slansky, Rudolf,
(Ghecoeslovaquia). Secretario General del Partido y Vice-Primer Ministro.
Ejecutado en diciembre de 1952.
Sling, Otto, (Checoeslovaquia).
Miembro del Comité Central. Ejecutado en diciembre de 1952.
Spychalski, Marian, (Polonia).
General. Miembro del Politburó y Vice-Ministro de Defensa. Detenido en octubre
de 1951.
Stefanov, Ivan, (Bulgaria).
Miembro del Comité Central y Ministro de Hacienda. Arrestado en septiembre de
1949 y condenado a prisión perpetua, en diciembre de 1949.
Svab, Karel, (Checoeslovaquia).
Miembro del Comité Central, Vice-Ministro de la Seguridad del Estado y Jefe de
la Policía Secreta. Ejecutado en diciembre de 1952.
Szakasits, Arpad, (Hungría).
Presidente de la República. "Renunció" en abril de 1951. Encarcelado
poco después.
Szebensyi, Endree, (Hungría).
Jefe de la Policía Secreta del Ministerio del Interior (Policía). Detenido en
mayo de 1949.
Szonyi, Tabor, (Hungría). Jefe
del Departamento de Personal (Cuadros) del Comité Central. Ejecutado en octubre
de 1949.
Trotsky, Leo, (Rusia Soviética).
Jefe del Comité Revolucionario del Partido que organizó y dirigió la Revolución
Comunista (octubre de 1917). Primer Ministro de Guerra Soviético, generalmente
considerado como el Jefe comunista más importante después de Lenin. Destituido
en 1925, deportado de Rusia en febrero de 1929, asesinado en México por un
sicario a sueldo del Soviet en agosto de 1940.
Tomsky, Mikhail, (Rusia
Soviética). Miembro del Politburó, Jefe de los Sindicatos Obreros Soviéticos.
"Cometió suicidio" en agosto de 1936.
Tukhachevsky, Michael, (Rusia
Soviética). Mariscal del Ejército Rojo. Ejecutado en junio de 1937.
Vaida, Vassile, (Rumanía).
Miembro del Politburó, Ministro de Agricultura. Destituido en mayo de 1952.
Conserva un puesto en el Comité Central.
Voznessensky, Nikolay, (Rusia
Soviética). Miembro del Politburó, Vice-Primer Ministro y Director del
Departamento de Planificación del Estado. Destituido en marzo de 1949 y “desaparecido”
poco después.
Xoxe, Xoci, (Albania). Miembro
del Politburó, Secretario del Comité Central, Vice-Primer Ministro y Ministro
del Interior (Policía). Ejecutado en junio de 1949.
Yagoda, Henry, (Rusia Soviética).
Ministro del Interior (Policía). Ejecutado en marzo de 1938.
Yezhov, Nikolav, (Rusia
Soviética). Ministro del Interior (Policía), 1936-38. Destituido en 1939 y
“desaparecido” poco después.
Zinoviev, Gregory, (Rusia
Soviética). Miembro del Politburó y del “Gabinete Intimo” de Lenin. Uno de los
miembros del Triunvirato (con Kamenev y Stalin) que tomó la dirección efectiva
de los asuntos del Partido y del Estado después de la muerte de Lenin. Ejecutado
en agosto de 1936.
No hay comentarios:
Publicar un comentario