‘Veamos a quién admiras’
Poco antes de las elecciones del
pasado diciembre escribí aquí una columna titulada “Casi cualquier prueba”, en
la que repasaba la catastrófica legislatura bajo el Gobierno de Rajoy y
expresaba mis dudas y reparos ante los demás partidos. Y terminaba diciendo: “…
con todo y con eso, casi cualquier prueba, casi cualquier riesgo, me parecen
preferibles a continuar en la ciénaga de los últimos cuatro años”. Tuve la
precaución del “casi”, porque siempre es preciso tenerla. Son ya demasiadas las
ocasiones en las que uno cree que no puede existir un gobernante peor del que
se sufre, y la experiencia le demuestra lo contrario, que siempre es posible
empeorar. Sin alejarnos mucho, ¿parecía imaginable alguien más dañino y falaz
que Bush Jr y Cheney al frente de los Estados Unidos? Ahora corremos el riesgo
de que esté a su mando Donald Trump.
En aquella columna escribía del
PSOE: “… no es seguro que haya abandonado la idiotez generalizada que lo dominó
durante la época de Zapatero”, y añadía: “Esa idiotez, pero agravada, la ha
heredado IU bajo el liderazgo de Alberto Garzón; y en cuanto a Podemos, una
necedad similar compite con resabios de autoritarismo temible”. Han
transcurrido seis meses y algo más sabemos acerca de esta última formación.
Pero no mucho, en realidad (aparte de que haya engullido a la penúltima). Si
uno quiere saber qué pretenden y cómo gobernarían sus dirigentes, se encuentra
con un batiburrillo oportunista. Han cambiado de postura y “lugar” tantas veces
(somos “anticasta”; no, de extrema izquierda; no, socialdemócratas; no, de
centro; no, de los de abajo; no, “transversales” en general) que lo único que
se saca en limpio es que es gente dispuesta a lo que sea con tal de conseguir
poder. Su objetivo más visible es el siguiente: sobrepasar al PSOE para después
desmenuzarlo; erigirse en principal partido de la oposición y aguardar a que el
PP siga hundiéndose y hundiendo al país hasta que la población, desesperada,
quite mi cauteloso “casi” y prefiera cualquier prueba, cualquier riesgo, antes
que seguir padeciendo las injusticias y la inoperancia de Rajoy o su sucesor.
jdtAnte un partido como Podemos,
dado al travestismo, el embarullamiento y la adulación del elector, dominado
por una figura tan demagógica y taimada como Pablo Iglesias, sólo ayuda fijarse
en quiénes son sus amigos y benefactores, y a quiénes admira, para intuir a qué
atenerse y qué se puede esperar de él. Por supuesto, están el golpista militar
Chávez y su caricatura Maduro, a quienes varios de sus líderes aconsejaron y
sirvieron con apasionamiento y remuneración: es decir, un par de autócratas
desastrosos para su país, que desprecian la democracia. Están Tsipras y
Varufakis, de Grecia, a los que en estos momentos no conviene poner de ejemplo,
aunque parecieran mucho más honestos y bienintencionados que los dirigentes de
Podemos. Está a ratos Putin, y Bildu en el País Vasco, con el que han
establecido alianzas. Ahora está Arnaldo Otegi, al que abrazan y juzgan “un
hombre de paz”, como si nada hubiera tenido que ver con ETA en sus años más virulentos.
Y desde luego está Julio Anguita –al que también abrazan–, uno de los políticos
más injustificadamente presuntuosos y perdonavidas de nuestra democracia, y
cuyo mayor logro (la famosa “pinza” de los noventa) fue aupar a Aznar al poder;
y a Aznar, su compañero de conspiración, lo sufrimos ocho años. Iglesias se
proclama “discípulo” de él (de Anguita, aunque en su megalomanía y su
autoritarismo recuerde muchísimo a Aznar). No está de más recordar que,
declarándose Podemos un partido feminista, sus dirigentes no tuvieron el menor
reparo en trabajar para –y cobrar de– un canal de televisión financiado por
Irán, donde las mujeres están sojuzgadas en todos los ámbitos. La impresión se
confirma: lo que sea para conseguir poder. Por último, no olvidemos entre las
admiraciones la excelente serie Juego de tronos, pobre, que el susodicho
Iglesias no cesa de manosear y tergiversar: si le gusta tanto es porque, según
él, ilustra el pensamiento político de Maquiavelo, Gramsci y Carl Schmitt (que
inspiró mucho al nazismo), y enseña que lo que importa es el poder crudo, el de
la fuerza. Es difícil saber si George R. R. Martin se moriría de risa o se
pegaría un tiro en el paladar al oírle, al ver su imaginativa creación reducida
a semejante ramplonería de pedantuelo profesor incapacitado para entender la
ficción.
Pero hay un elemento o guía más:
la actitud de los entusiastas de Podemos, sin parangón con la de los de ningún
otro partido, incluido el PP. Cuando en política aparece un fervor religioso;
cuando la pertenencia a una formación se asemeja a la pertenencia a una secta,
y hay un caudillo; cuando sobre sus críticos cae inmediatamente una lluvia de
insultos mezclada con alguna lección adoctrinadora para que esos críticos
“abran los ojos y abracen la fe”; cuando desde ese partido se habla de
“regular” y “controlar” la prensa, y de pedir “adhesión” (palabra franquista
donde las haya) a los jueces y a los cargos públicos; entonces, cuando todo eso
se junta, sólo toca alejarse corriendo.
JAVIER MARÍAS
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