Un arrepentido del alijo del
buque Elcano declara que 50 marineros traficaban con droga
El primer marinero arrepentido en
la causa abierta por los 127 kilos de droga hallados en el buque escuela Juan
Sebastián Elcano, en julio de 2014, ha declarado a la juez togado que unos 50
miembros de la dotación traficaban con droga. La revelación del acusado podría
dar un vuelco a la investigación, ya que hasta la fecha están imputados seis
militares y un civil, el cocinero jefe de la goleta de la Armada desde hace 18
años. Hace tres semanas se produjo la última detención, un cabo que en la
actualidad estaba enrolado en la fragata Victoria, en la misión contra la
piratería en el Índico.
El marinero Enrique V. C., de 28
años, compareció el pasado 19 de noviembre ante el juzgado togado militar 12 de
Madrid, que instruye la causa del mayor alijo de droga encontrado en un buque
de la Armadas. Internado de forma preventiva en una prisión militar, reconoció
su deseo de colaborar con la Justicia.
El imputado admitió haber llevado
tres kilos de cocaína desde Cartagena de Indias, en Colombia, hasta Nueva York,
dentro del operativo montado por una red internacional de narcos colombianos.
El porte estaba escondido en unos pantalones de playa y pagó por el material
3.000 dólares. Al llegar al destino «recibió 15.000 en dos fajos de diez y uno
cinco, con el sello de Panamá», tras entregárselo a dos colombianos a los que
seguía la Agencia de Seguridad Nacional de EE UU.
La novedad de su testimonio es
que el tráfico de cocaína lo hizo al margen de la red que trabajaba
supuestamente con el cocinero de la goleta, el imputado Manuel Francisco S. P.,
según se desprende de la investigación. El intermediario de este grupo era un
ciudadano de Cartagena llamado «Luis Mondongo», que hacía las veces de
'conseguidor' de servicios para los marineros.
El declarante, acusado de un
delito de tráfico de drogas penado con hasta seis años de cárcel, afirmó que
antes de incorporarse a 'Elcano' e iniciar su primer periplo, a finales de
2013, «ya oyó que se aprovechaban los viajes para traficar con droga».
Modus operandi
Enrique relató que el primer
compañero que se lo sugirió fue «el marinero Lucas, que trabajaba en la
cocina». Diez días antes de llegar a Cartagena éste le dijo que iba a hacer un
porte de Colombia a otros puertos en Nueva York, Alemania y España. No
obstante, señaló a la juez que «Lucas no le daba confianza y decidió participar
en otro porte».
Dos días antes de llegar a la
ciudad colombiana, el cocinero Manolo «le volvió a sacar el tema». Le dijo que
si estaba interesado en llevar solo la droga tenía que pagarle 1.000 euros por
kilo, pero que si él la compraba y la metía en el barco serían 1.000 euros por
kilo más el precio que hubiera pagado por el material. La negativa del ahora
arrepentido y el hecho de comprársela a un narco llamado «Javier» hizo que éste
y el tal «Luis Mondongo» le amenazaran con hacerle «la vida imposible».
Éste narco le pidió además 1.000
dólares por un piso que finalmente el declarante no alquiló en Cartagena y le
recordó «que Viki y Lucas habían recogido lo suyo e iban a ganar más dinero que
él». Los tres kilos del arrepentido fueron introducidos en una mochila y
escondidos entre sus enseres, aprovechando que «no había controles ni dentro ni
fuera ni tampoco en aduanas».
Sobre los 127 kilos de cocaína
hallados al llegar a Cádiz, reveló que se metieron en cajas de café. Contó que
el trasvase se pudo hacer el último día de estancia en Cartagena, sobre las
13:00 horas, cuatro antes de partir, cuando vio como llegaba al portalón donde
embarca el personal y los suministros una pick-up blanca, de la que se bajaron
Manolo, su mujer, Mondongo y su hijo.
La doble cabina del vehículo
estaba llena de cajas de 50x30 y 30 centímetros. De color marrón con letras
negras y rojas y la palabra café. No vio que embarcaran las cajas, aunque
supuso que sí, y también que se trataba de droga, porque era el modus operandi
que utilizaban. Ese día, dijo, estaban en el portalón «cuatro o cinco personas,
entre ellas un suboficial y un oficial». Y supuso que las cajas se metieron en
la despensa, un lugar restringido solo para seis personas de cocina. Esta
estancia mide toda la proa del buque y ocupa tres plantas.
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