No me lloréis ¡Organizaos!
Se cumplen cien años del
asesinato legal de Joe Hill, un obrero sueco que emigró a los Estados Unidos,
donde descubrió el anarquismo. Militante de los IWW (Industrial Workers of the
World, Trabajadores Industriales del Mundo, un sindicato revolucionario), se
convirtió en un propagandista activo a través de la acción y la palabra,
también por medio de la canción, pues compuso muchas, algunas adaptando
melodías de canciones religiosas o patrióticas, otras ocupándose él mismo de la
música. Pasaron a la historia, y se siguen cantando hoy, temas suyos como
"The rebel girl", "We will sing one song" o "The
preacher and the slave", esta última poniendo una letra jocosa y atea a un
himno del cristianísimo Ejército de Salvación.
Partidario decidido de la acción directa, la
llevó a la práctica en las luchas obreras en las que participó. Cuando los
hermanos Flores Magón organizaron una fuerza libertaria durante la Revolución
mexicana, Hill les ayudó.
En un momento en que el mundo estaba en
guerra, el gobierno norteamericano sirve en bandeja de plata a la burguesía la
cabeza del revolucionario: en un juicio-farsa se le acusa sin ninguna prueba de
haber cometido un asesinato. Será ajusticiado el 19 de noviembre de 1915. Tenía
36 años. Se despidió de los compañeros con la frase que da título a estas
líneas.
Pero Joe Hill tuvo una segunda muerte aún más
demoledora, la que le dieron los socialistas autoritarios de todo tipo, que
presentaron su figura como la de un poeta radical y sindicalista sin más,
despojándola de las ideas y de las prácticas anarquistas que definieron su
vida. Así se escribe la historia.
Fuente: TierrayLibertad
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