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miércoles, 9 de mayo de 2007

La autogestion


La autogestión, un antídoto al parlamentarismo La autogestión, organizada en un plan federal es una propuesta de organización donde nadie está excluido. Parte de un funcionamiento simple: relacionar a las personas implicadas en un centro de interés y que desean producir sus modos de decisión, controlar su expresión, sus reivindicaciones, sin que nadie se lo arrebate. Daniel Vidal (Tierra y Libertad) [09.05.2007 10:33] - 13 lecturas - 1 comentarios
Si bien la palabra "autogestión" ha llegado tardíamente a nuestro vocabulario, lo cierto es que abarca una rica y antigua historia y representa un conjunto de prácticas populares actuales y de horizontes culturales muy diferentes. La palabra que significa "gestión por sí mismo" ha circulado sobre todo durante los años sesenta. Designa formas de organización, sobre todo a gran escala, en las que el objetivo es permitir a los trabajadores, a los usuarios, a los consumidores o a cualquier grupo social, organizarse ellos mismos para gestionar directamente la producción, el consumo, los bienes y servicios comunes, la vivienda, las luchas sociales… trabajadores que reflotan la fábrica abandonada por el patrón, consumidores que se unen y crean un economato de productos alimenticios, ciudadanos que se organizan y se ponen en relación directa con un agricultor, padres que crean una asociación para abrir una escuela infantil o un centro cultural, vecinos que montan una asociación de barrio… La autogestión encuentra espacio donde se quiera.No existe un modelo único para la autogestión, lo que es un signo de profundo pluralismo. Pero sus características definitorias son: democracia directa, rechazo de las relaciones jerárquicas, búsqueda de la igualdad económica y social, reparto tanto de conocimientos y de responsabilidades como de bienes y autonomía y transparencia de las decisiones. La autogestión es a la vez un instrumento de organización y una ética, un objetivo anhelado y el método empleado para conseguirlo.Partiendo de la Comuna de París de 1871, donde los parisinos se rebelan y organizan la vida cotidiana en la capital, pasando por los episodios revolucionarios y las insurrecciones populares, destacando España y su formidable movimiento autogestionario de 1936 a 1939… para llegar en la actualidad a las empresas sin patronos en Argentina y un poco por todas partes… las aspiraciones más profundas de emancipación se expresan a menudo a través de episodios autogestionarios.La autogestión, ¿cómo?La autogestión, organizada en un plan federal (municipal, regional, por ramos de actividad) es una propuesta de organización donde nadie (hombre o mujer, nacional o extranjero, empleado o parado) está excluido. Parte de un funcionamiento simple: relacionar a las personas implicadas en un centro de interés y que desean producir sus modos de decisión, controlar su expresión, sus reivindicaciones, sin que nadie se lo arrebate. No impide la delegación siempre que se ejerza un control estricto: rotación de cargos, transparencia y acceso a la información, control en la aplicación de las decisiones, asambleas soberanas, rechazo a profesionalizar el cargo de delegado…Esta propuesta autogestionaria encuentra ya un eco concreto y cotidiano si pensamos en las numerosas empresas cooperativas, en los comités de lucha, en las cooperativas de consumo… Estas formas de autogestión parcial afirman nuestras capacidades y nuestros deseos de decidir por nosotros mismos, es decir, de gestionar directamente todo o parte de la sociedad.La autogestión, ¿por qué?La democracia parlamentaria se fundamenta en una supuesta igualdad de derechos que combina bien con la injusticia social; su funcionamiento se basa en una delegación de los poderes en los elegidos. Nosotros no tenemos ningún medio para controlar, ni siquiera revocar, a estos profesionales de la política que defienden demasiado a menudo intereses que no son los nuestros (finanzas ocultas, malversación de caudales públicos, privatización de servicios públicos, leyes antisociales, sumisión a la oligarquía capitalista…). En la democracia parlamentaria hay un abismo entre ricos y pobres, entre electores y elegidos.Mientras que las traiciones, la explotación, la injusticia de clase, el racismo, la xenofobia, la expresión brutal del poder… son legitimados por estas élites, ya sean políticas, patronales o económicas, la autogestión propone a todos un formidable antídoto colectivo que puede permitir una emancipación de estas tutelas. La reapropiación de nuestros instrumentos de trabajo, de nuestro cuadro de vida, de nuestros métodos de lucha colectiva, de nuestros modos de decisión… son un aprendizaje cotidiano hacia la autonomía y la libertad, contra el capital y los políticos, ya sean fascistas o de extrema izquierda. Cuando nos reagrupamos y encontramos los medios para expresar por nosotros mismos la injusticia, los politicastros no sirven ya para nada.Para los anarquistas, la autogestión generalizada, que nosotros calificamos de "libertaria" (es decir, asociada a valores de igualdad, de apoyo mutuo, de emancipación política y económica), es el camino más seguro hacia la responsabilización y el interés colectivo, la democracia directa y la abolición del patronato, en busca de una cohesión social que escapa a las reglas capitalistas de la competencia y a las leyes autoritarias de unos organismos que dicen representarnos.Si llamamos a la abstención en las elecciones es porque pensamos que los sistemas de representación parlamentaria no están emancipados del capital, y perpetúan un sistema político que se ha deslegitimado.. Nuestra propuesta alternativa es una sociedad de iguales en la que cada uno debe tener el derecho a asociarse a los demás, para participar, decidir y mandatar -en vez de una papeleta de voto cada cuatro años- representantes que deben rendir cuentas a sus mandatarios. Si nos abstenemos es porque asumimos nuestras responsabilidades llamando a no confiar en el personal político; es sobre todo para llamar a construir cotidianamente la autogestión, desde nuestros puestos de trabajo hasta nuestros barrios o asociaciones. Es un camino mucho más seguro hacia la libertad que la dependencia de los políticos ofrecida por la representación parlamentaria.Artículo extraído del periódico Tierra y Libertad nº 226

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