Disminución de la jornada de trabajo El siguiente texto, extraido de las actas del III congreso de la CNT-AIT, celebrado en Madrid del 11 al 16 de junio de 1931, es un brillante analisis sobre la cuestion de la jornada de trabajo. (CNT Aragón) [26.05.2007 17:18] - 26 lecturas - 2 comentarios
Los razonamientos que abogan por la implantación de la jornada de seis horas han sido expuestos estos últimos tiempos y creemos que ningún delegado de este Congreso los ignora. En primer lugar es una solución contra el paro, admitida incluso por las organizaciones reformistas de Norteamérica; las más reaccionarias del mundo. La American Federation of Labor ha propuesto al Gobierno Federal la implantación de cinco horas y la semana de cinco días para facilitar trabajo a varios millares de trabajadores. Los perfeccionamientos técnicos, al intensificar la producción, permiten el mismo rendimiento con una jornada menor; y en España, forzosamente, el capitalismo se verá obligado en plazo breve, so pena de pérdidas definitivas del mercado, a adoptar los métodos modernos de producción y la maquinaria adecuada. La racionalización empieza a aplicarse actualmente. De ella tiene que beneficiarse en primer lugar el productor, y este beneficio se traduce por disminución de jornada y aumento de trabajo. La racionalización cuesta el desgaste físico del obrero, sin posibilidad de obtener un justo reposo con la disminución de la actividad productiva durante las horas de trabajo, por lo que resulta imposible sin quebranto corporal y nervioso resistir la jornada de ocho horas. El instinto de conservación nos obliga a exigir la disminución de las horas de trabajo. Respondiendo a las manifestaciones interesadas con que los defensores del capitalismo español tratan de justificar su incapacidad, su falta de iniciativa y, en definitiva, su pereza clásica, podemos afirmar que no existe ninguna posibilidad técnica ni económica que impida la implantación de la jornada de seis horas. Todo ello queda reducido a un esfuerzo de organización, de modernización y al empleo de capitales para efectuar el cambio de utillaje en las diversas maquinarias de las explotaciones. Pero mientras nosotros preparamos la revolución, no podemos tolerar que el capitalista español obtenga beneficios exagerados haciendo un mínimo de inversiones y estrujando en cambio, el esfuerzo del trabajador. Para mejor defender este punto de vista y a mayor abundamiento de pruebas diremos que algunas ciudades de España y por diferentes empresas, se ha implantado la jornada de seis horas, sin trastorno excepcional para los capitalistas interesados. Pero por encima de estas consideraciones, existe el hecho concreto de que no se puede admitir el absurdo de que para no disminuir beneficios del patrono, los obreros parados han de morirse de hambre. Antes de tolerar ese criminal egoísmo, exigiríamos, no la jornada de seis horas, sino la de cuatro, si fuese necesario; y si para ello los beneficios del patrono bajan del 30 al 15%, tanto mejor, puesto que así sería facilitada la expropiación definitiva.http://www.cnt.es/aragon/?p=305
Los razonamientos que abogan por la implantación de la jornada de seis horas han sido expuestos estos últimos tiempos y creemos que ningún delegado de este Congreso los ignora. En primer lugar es una solución contra el paro, admitida incluso por las organizaciones reformistas de Norteamérica; las más reaccionarias del mundo. La American Federation of Labor ha propuesto al Gobierno Federal la implantación de cinco horas y la semana de cinco días para facilitar trabajo a varios millares de trabajadores. Los perfeccionamientos técnicos, al intensificar la producción, permiten el mismo rendimiento con una jornada menor; y en España, forzosamente, el capitalismo se verá obligado en plazo breve, so pena de pérdidas definitivas del mercado, a adoptar los métodos modernos de producción y la maquinaria adecuada. La racionalización empieza a aplicarse actualmente. De ella tiene que beneficiarse en primer lugar el productor, y este beneficio se traduce por disminución de jornada y aumento de trabajo. La racionalización cuesta el desgaste físico del obrero, sin posibilidad de obtener un justo reposo con la disminución de la actividad productiva durante las horas de trabajo, por lo que resulta imposible sin quebranto corporal y nervioso resistir la jornada de ocho horas. El instinto de conservación nos obliga a exigir la disminución de las horas de trabajo. Respondiendo a las manifestaciones interesadas con que los defensores del capitalismo español tratan de justificar su incapacidad, su falta de iniciativa y, en definitiva, su pereza clásica, podemos afirmar que no existe ninguna posibilidad técnica ni económica que impida la implantación de la jornada de seis horas. Todo ello queda reducido a un esfuerzo de organización, de modernización y al empleo de capitales para efectuar el cambio de utillaje en las diversas maquinarias de las explotaciones. Pero mientras nosotros preparamos la revolución, no podemos tolerar que el capitalista español obtenga beneficios exagerados haciendo un mínimo de inversiones y estrujando en cambio, el esfuerzo del trabajador. Para mejor defender este punto de vista y a mayor abundamiento de pruebas diremos que algunas ciudades de España y por diferentes empresas, se ha implantado la jornada de seis horas, sin trastorno excepcional para los capitalistas interesados. Pero por encima de estas consideraciones, existe el hecho concreto de que no se puede admitir el absurdo de que para no disminuir beneficios del patrono, los obreros parados han de morirse de hambre. Antes de tolerar ese criminal egoísmo, exigiríamos, no la jornada de seis horas, sino la de cuatro, si fuese necesario; y si para ello los beneficios del patrono bajan del 30 al 15%, tanto mejor, puesto que así sería facilitada la expropiación definitiva.http://www.cnt.es/aragon/?p=305
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