REFLEXIONES SOBRE EL CONFLICTO DEL
CONVENIO DEL METAL DE LA PROVINCIA DE CÁDIZ
NOVIEMBRE-2021
Es innegable que, la huelga, es una de
las herramientas más poderosa de las clases trabajadoras. La huelga, nos
permite a los obreros organizados, desequilibrar la balanza a nuestro favor en las
negociaciones con la patronal, cuyo poder económico, les faculta, para imponer
sobre los más desfavorecidos, la precariedad y la explotación más miserable.
Si
partimos de la base, de que el diálogo democrático entre desiguales es una mentira
evidente; y que, entre el pobre y el rico, el acuerdo es desigual e improbable,
comprenderemos que, para lograr nuestros objetivos, la huelga, ha de ser
concebida como el arma que nos permita quebrar el proceso de producción, causando
en la economía de la patronal, las mayores pérdidas posible. Solo así lograremos
vencer. Es también evidente, que han de convocarse principalmente, cuando los
contratos y el volumen de trabajo alcancen sus máximas cotas, de lo contrario, la
huelga carecería en gran parte de efectividad. En el caso, de crisis evidente y
de falta de trabajo, es cuando hay que trasladar las asambleas desde las
fábricas a las poblaciones donde, sin duda, encontraremos el respaldo y la
solidaridad necesaria de gran parte de los jóvenes y de los trabajadores de
otros gremios.
Es
absurdo, como suele ocurrir, que los sindicatos oficiales del sistema político
y de la patronal, léase CCOO y UGT, vengan con propuesta de paros, ya sean de
horas o de días, y en cuanto el conflicto se desconvoca, por ellos
naturalmente, consienten que se permitan las horas extraordinarias a granel,
con lo que esto representa. De una parte, la recuperación de la producción malograda
por la huelga y, de otra, la de obstaculizar la posibilidad de que, otros
compañeros en paro, tengan acceso a un puesto de trabajo. ¿Entonces, donde
empieza y acaba la solidaridad de clase? Ya nadie se acuerda cuando estos “sindicalistas”,
eliminaron de los convenios colectivos de las empresas públicas en
reconversión, el apartado que las obligaba a integrar cada año y como fijos, el
1% de las plantillas, como aprendices provenientes de la formación profesional.
Esta funesta y obscena decisión, ha determinado, la nula renovación de las mismas
que, en el caso de Navantia Puerto Real, ha pasado de contener más de tres mil
trabajadores a finales de los años ochenta, a los escasos cuatrocientos con los
que cuenta actualmente. Pensemos entonces lo que ha supuesto a nivel nacional. Estos,
son los mismos sindicatos que durante el largo proceso de la Reconversión
Industrial, fueron los que cuando estábamos en huelgas y fuertes contiendas por
impedirla en sectores como el de la minería, siderurgia y el campo; el del automóvil,
la gama blanca, el pesquero y el naval, entre otros tantos, impidieron la
huelga general nacional de todos los sectores afectados, lo que nos hubiese
permitido alcanzar mayores conquistas. Por el contrario, se nos sentenció a seguir
peleando cada cual por su lado: creando compartimentos estancos entre los
diferentes sectores, e impidiendo, la unidad y la solidaridad tan necesaria
entre los trabajadores. Estos sindicatos con sus respectivos partidos políticos
a la cabeza, PSOE y PCE, son los principales causantes de permitir, con sus
políticas de pactos sociales, la contención y la desmovilización, y permitieron
que, en este país, se desmantelara su tejido industrial, quedando, comarcas y
provincias entera, económica y socialmente sentenciadas, y por ello, forzados a
depender principalmente del negocio del ladrillo y del turismo. Y en el caso de
Cádiz, particularmente, postrados en la marginación y en el abandono.
Le recordamos a los trabajadores de la
Bahía de Cádiz y de la comarca de Algeciras, que toda esta mierda la han
logrado a través de los pactos sociales suscritos entre CCOO, UGT y los
respectivos gobiernos, y la patronal CEOE.
Con El Pacto de la Moncloa firmado el 25 de octubre de 1977, por los
partidos y los sindicatos CCOO y UGT, excepto la CNT-AIT, no solamente nos sometió
económicamente, sino que además y principalmente, legisló un nuevo modelo de
representación sindical basado en los Comités de Empresas, que, en
contraposición al fortalecimiento de las Secciones Sindicales de clase, ha
generado en las empresas un modelo de representatividad parlamentaria y
corporativa, causante de la desafiliación general y el quebranto sistemático de
las asambleas participativas y decisorias.
El siguiente pacto social, titulado: Acuerdo
Marco Interconfederal, se firmó en enero de 1980, entre el Gobierno, UGT y la patronal
CEOE, con vigencia para 1980 y 1981. En este acuerdo se fijó la
banda de incremento salarial que, a pesar de la técnicamente opaca cláusula de
garantía, representaría una nueva pérdida de poder adquisitivo y de derechos
sociales conquistados por las clases trabajadoras.
Más
tarde, el 5 de junio de 1981, dieron paso a un nuevo pacto, al que se le llamó
-tiene guasa la cosa-: Acuerdo Nacional sobre Empleo, suscrito por el Gobierno,
la patronal CEOE y, cómo no, con los sindicatos UGT y CCOO, con promesas de
inversiones para la creación de empresas y de empleo, que jamás se cumplieron.
Tres años después, el 9 de octubre
de 1984 se firmaba otro, en el Palacio de la Moncloa al que esta vez nombraron,
Acuerdo Económico y Social; en esta ocasión, lo suscribieron:
el Gobierno, la UGT y la CEOE, que una vez más solo se ejecutó aquello que nos
competía negativamente a los trabajadores.
Todos
estos pactos y componendas entre la patronal, los gobiernos y sus sindicatos
preferidos, CCOO y UGT, solo han servido para consolidar la precariedad y la
desafección general de los propios trabajadores a permanecer organizados.
En esta
lógica, los sindicatos CCOO y UGT, recibieron por la cara y como pago a sus
traiciones, el usufructo de prácticamente todo el patrimonio del sindicato
vertical franquista, es decir centenas de locales de un valor incalculable; esto
sin contar que la UGT, además, fue compensada por la pérdida de su patrimonio
histórico, con miles de millones de las antiguas pesetas. Lógicamente a un
sindicato también histórico como la CNT-AIT, por ser contrario a los pactos antisociales
y a formar parte de las elecciones sindicales a Comités de Empresas, se le negó
toda posibilidad de recibir parte alguna del usufructo del patrimonio del
sindicato vertical y el de su propio patrimonio histórico. Tan solo, y tras
décadas de reclamaciones, recibimos una esmirriada compensación.
Entonces, si en los peores momentos de lucha
contra el cierre de empresas, CCOO y UGT, jamás convocaron una huelga general
indefinida, ¿cómo se explica esta aventura, por un convenio que, por cierto, lo
que firman, los empresarios de las industrias auxiliares, se lo pasan por los
cojones y no hacen nada para que lo firmado se cumpla? ¿De verdad nos creemos
que estos zánganos liberados, están por la labor de cambiar la situación de los
trabajadores? El problema de fondo no es el 2%, es la necesidad de descubrir
que después de tantos años de traiciones y esfuerzos por desmovilizar a la
clase obrera, tras tanto desprestigio y desafiliaciones, se han echado la manta
a la cabeza con el único espurio objetivo de lavar su imagen, altamente
desprestigiada por sus evidentes desafueros, confiando en que, sobre todo en la
Bahía de Cádiz, la gente respondería, hartos de tanto paro y precariedad que golpean
el límite de su paciencia.
Hay
algo que no nos encaja. ¿Por qué la patronal se decidió a poner encima de la
mesa, de forma provocativa, y previa a la negociación, la eliminación de una de
las pagas extraordinaria y el plus tóxico y penoso, lo que, ya de por sí, representa
una agresión que garantiza el conflicto?
Solo
se nos ocurre dos motivos groseros e indecentes: apoyarse en el conflicto
social y en sus consecuencias de orden público, para mandarle un mensaje al
gobierno de lo que son capaces de provocar, en el caso de que les perjudicara la
reforma laboral y la reforma de la ley mordaza; el otro, también probable, o
ambos a la vez, sería, la de ahorrarse salarios en vista del declive existente
en la provincia que se acrecienta por la falta de contratos.
¿No es sospechosamente extraño que, en los diez
días que ha durado el conflicto, no promovieran una asamblea general de los
centros de la Bahía, para el debate y las necesarias decisiones? En cambio, y
lo cierto, es que la lucha se mantuvo por la propia espontaneidad de los
trabajadores que no atisbaban comprender que pronto serían vendidos
literalmente y, como siempre, a la patronal.
¿No les avergüenza, desconvocar, con el solo
consenso de sus delegados, sin respetar las decisiones de los trabajadores en
sus asambleas y con un documento que, básicamente, solo se refiere a la subida
salarial del 2% y un bla, bla, bla de tres años? Tras un año sin negociar el
nuevo convenio…dónde quedan los temas como vestuarios, comedores, ropas de
trabajo, seguridad, vacaciones, formación profesional, entre otros, y, cómo no,
el exceso de horas extraordinarias que superan lo dignamente aceptable y que
mantienen en el paro a miles de compañeros. ¿Y los detenidos? ¿Qué serán de
ellos pasado el tiempo? Cuando se convoca una huelga indefinida ¿no es lógico
crear un fondo de solidaridad y de atención jurídica para los más que posibles
casos de detenciones? Nos da que, este montaje de sindicatos y patronal se les
fue de las manos y cortaron de raíz algo que ya tenían previsto y, que a ambos beneficiaban.
¿Cuándo estos sindicatos han supervisado los acuerdos,
sabiendo, que la patronal los ha incumplido perenemente? ¿Y, quién, o quiénes
vigilan a los vigilantes, léase CCOO y UGT?
¿Por qué los convenios se negocian cuando a la
patronal le interesa, permitiéndosele que pase el tiempo conscientes, que
llegado el fin de año, como es el caso, la gente está más pendiente de los
atrasos que de los avances en sus derechos laborales?
¿Se hacen asambleas para confeccionar las
reivindicaciones de un convenio que ha de durar tres años y donde se debatan y
acuerden el calendario de movilizaciones que impliquen a los barrios obreros,
estudiantes y otros colectivos?
¿No comprendemos que, al permitir que la mesa
de negociación, solo estén CCOO Y UGT representando falazmente a los
trabajadores, estamos abocados a la traición y al desfallecimiento, porque,
durante tres años, no importa que lo firmado no se cumpla, nadie moverá un
dedo?
Concluimos:
Que hacer público nuestro apoyo a estos
sindicatos en sus huelgas particulares a las que solo a ellos benefician, ya
que son elegidos por la patronal y el Estado, excluyendo al resto de
organizaciones, de la mesa de negociación, nos parece, que es fortalecer el
propio sistema, en el que CCOO y UGT, conforman los pilares básicos que les
garantizan la paz social, debilitan la militancia, y corroen la conciencia
solidaria de los propios trabajadores. Esto, no contradice, que nuestros
compañeros y militantes, formen parte de la lucha en solidaridad con la huelga
y las movilizaciones, pero…siempre críticos y exponiendo nuestras propuestas
organizativas y reivindicativas.
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