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domingo, 16 de mayo de 2021

15 M - VALORACION Y CRITICA POR JOSE LUIS GARCIA RUA (IN MEMORIAM)



𝟏𝟓-𝐌.  Valoración y crítica || Por José Luis García Rúa (in memoriam).

#15M || La juventud fue siempre mi medio. Siempre escuché a mayores con interés, gana de saber y respeto, pero mi acción fue siempre dirigida, en primer término, a los jóvenes, quizá porque, de niño, adolescente y ya crecido, siempre me gustaron los niños, quizá porque siempre, para mí mismo deseé la condición de niño y me incliné a las naturalezas espontáneas, posiblemente también por mi oficio de enseñante y convivente en centros de estudio de la más variada índole. CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista), el grupo político-social que yo promocioné en los últimos años de los sesenta y que probó en la época una notable eficacia fue un movimiento joven. Organizado ya con viejas estructuras clandestinas, admiré el valor, la lucha y la inquebrantable fe de los viejos, pero mi esperanza estuvo siempre en la juventud. Por eso, aunque para muchos fue éste, el llamado 15M, un movimiento inesperado, yo sí llevaba y llevo esperando mucho tiempo este levantamiento. Amagos de cosas parecidas y hasta bien fundamentadas hubo antes, pero siempre el papel corruptor, manipulador y ofuscador del Estado se salió con la suya en trastear, envenenar y destruir los impulsos juveniles. En esta ocasión, sin embargo, el Estado está ya perdiendo los papeles, al Capital no le salen las cuentas y el ímpetu vital de los jóvenes ha hecho colmar el vaso. La juventud, con los ojos todavía medio abiertos, se decidió, al fin, a tomar la palabra y sacudir el infernal status quo establishment. Está todavía por ver si de ésta es de todo y a por todas, o si habrá fuerzas retardatarias que logren, una vez más, embaucar, adormecer, engañar y destruir al grueso de los levantados.

Las razones del levantamiento son varias, diversas y, desgraciadamente, oscuras en algunos puntos centrales, hasta el extremo de que, ante el hecho de la disposición resuelta de la juventud, es visible que determinadas fuerzas han estado y siguen estando en la tesitura de provocar o aprovechar el levantamiento con vistas a una recuperación del prestigio perdido que concluya en una integración de la movida en puras reformas formales que dieran alguna fuerza y estabilidad al tambaleante Estado de la actualidad.

Si prescindimos del a priori, siempre incógnito como fenómeno acabado, el a posteriori no deja, en esto, lugar a dudas esenciales. Que uno se mueva, a este respecto, en ámbitos de sospecha no presupone ningún indicio de paranoia conspiracionista, pues las críticas al capitalismo, bien fundadas pero puramente reformistas, por parte de Susan George, el grito refundatorio del Capital promovido por Sarkozy, los reiterados y reiterativos trabajos de Ignacio Ramonet al frente de Le Monde Diplomatique, con su instrumento Attac como propuesta política, alimentadora del sector antiglobalización, viajero permanente a Porto Alegre en el Foro Social y claramente subvencionado por algunas multinacionales francesas, el hecho de que Attac haya estado presente en la generación internetiana de la cosa; que se haya luego silenciado ante la consigna “no partidos”, pero que, habiendo sido expresa y unilateralmente llamado, aparece en momentos claves para dar a luz con su voto a manifiestos claramente rechazados por la mayoría desorganizada, como en el caso del 15-O en Palma de Mallorca; el hecho de que Ricardo García Zaldivar, presidente de Attac en España, aluda al descontento de la juventud y su anhelo de horizontalidad y rotación, como ocasión favorable, para añadir a continuación, en justificación y alabanza de la labor de su grupo: “había aceite y huevo, pero no mayonesa”, con lo que quería significar que ellos se encargaron de hacerla, es también altamente significativo y todo ello, en conjunto, aporta más datos explicativos a las disensiones internas del movimiento que la pura alusión a grupos inorganizados naturalmente diferentes. Las propuestas, según un comentario anónimo muy bien informado, no son algo estático, y desde el 15 de mayo se ha desarrollado un intenso debate tanto en la red como en las asambleas. Los 8 puntos del manifiesto de "Democracia Real Ya " han sido el punto de partida de muchos debates. Desde entonces ha habido movimientos en varios sentidos. Por una parte se puede destacar la llamada al “consenso de mínimos”que pretendía enfocar los esfuerzos en los puntos del manifiesto dedicados a la mejora de la participación y la renovación de la democracia, excluyendo, así, las reivindicaciones sociales y económicas. Algunos de los defensores de esta postura argumentaban que estos puntos constituían el medio y las exigencias económicas el fin, es decir, que, mejorando la participación en el sistema democrático, podrían plantearse y alcanzarse los objetivos sociales y económicos. Otros simplemente pretendían eliminar el contenido social y el cariz izquierdista del movimiento. La propuesta del referéndum del 15 de octubre, lanzada, por otra parte, con oscurantismo y de forma unilateral por un sector muy minoritario de la Acampada Sol, que había sido incapaz de convencer a la asamblea, es un ejemplo de esta tendencia. Otro ejemplo: que en la redacción del manifiesto convocador en red de "Democracia Real Ya" hayan intervenido empresarios como Ricardo Gallio Julio Alonso, un profesor como Enrique Dans o abogados como Sánchez Almeida, J. Maestre, D. Bravo y J. De la Cueva, puede tener cierta significación sobre el carácter de ese primer lanzamiento. Que, en el desarrollo posterior muestren su enardecido apoyo la empresaria multinacional del grupo Zara, Rosalía Mera o Francisco González, presidente del BBVA, así como, claramente, partidos o grupos de izquierda comprometidos de hoz y coz en  el Estado siguen dando pábulo a la sospecha sobre a prioris y a posterioris concretos.

Que, en el origen del movimiento y como acicate, interviniera la cuestión Ley Sinde sobre cuya aprobación pesaron las presiones del embajador americano en España, siguiendo instrucciones del vicepresidente USA Joe Biden (lo que dio lugar a que la ley pasara a nombrarse, con rechifla, Ley Biden-Sinde), con el fin de restringir el uso de Internet, evitando infiltraciones como las que dieron lugar al caso Wikileaks, tampoco es ajeno a la sospecha. Los orígenes del movimiento en la red, Facebook, blogs y Twitter nos presentan ya grupos inconexos como "Democracia Real Ya " (DRY), "Juventud Sin Futuro" (JSF), "No les Votes " (NLV), "Estado del Malestar", "Plataforma Ciudadana"…que, en su arranque, promueven ya lo que en la gran generalidad de la juventud es voluntad operativa, la asamblea, la horizontalidad, la rotación de quehaceres, el miedo a la contaminación de lo desconocido, junto al rechazo político, total en unos casos, por simple desconfianza, en otros.

El arranque no puede ser más explícito en la intención aglutinadora de pluralidades. Su pancarta de cabecera lo dice todo, “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, más que suficiente para atraer la tromba y producir la ola. Junto a los grupos ya mencionados, más inconcretos o con relaciones más oscuras, se suman, al primer toque, grupos virtuales como "Anonymous " o izquierdistas con o sin partido y libertarios de diferentes especies. Lo claro y fundamentalmente aglutinante es el aire y la metodología de carácter libertario: base, asamblea, horizontalidad, no vanguardias. Esto es lo fundamentalmente unitivo.

Pronto, sin embargo, en el propio Manifiesto del fin del 15 M, aparecen diferencias radicales y difícilmente conciliantes, de mantenerse igual. En el caso de Palma de Mallorca se repite, para la manifestación del 15 de Octubre, la misma historia, con el agravante de la aparición de maquinaciones. Allí, los elementos claramente transformadores son borrados del mapa en el Manifiesto, cuatro meses después de iniciado el Movimiento. En él no se hablaba de la necesidad de la extensión de las asambleas, de la búsqueda de una huelga general ni de la voluntad de superación del capitalismo como tal. Sus reivindicaciones fueron puramente reformistas, como la del voto electrónico, la dación de pago, un referéndum, el libre acceso al crédito, el control de los mercados y finanzas o el reconocimiento de los poderes políticos, jurídicos y militares. Lo “democrático” hubiera sido poner sólo los puntos comunes o exponer todas las posturas. Pero no. ¿Cómo fue, entonces, posible la aprobación del manifiesto? El copo de comisiones y la búsqueda de prioridad informativa y convocante son manifiestos (caso de Palma en el 15-O) y probativos, ambos, de desigualdad y diferencias inconciliables.

Las posiciones claramente ciudadanistas están sólo por buscar la manera de que el Estado se abra un poco a la participación ciudadana, con el mínimo resultado de unos cambios formales, pero en total ignorancia de la etiología y finalidad de la actual situación de crisis, de la ambigua y desigual lucha entre los Estados y el gran Capital financiero por la primacía absoluta del poder (con resultados claramente favorables a este último) y preparatoria de lo que puede o podría ser la historia de la humanidad en los próximos cuarenta o cincuenta años. El papel del izquierdismo político, desde fuera, por antonomasia, y desde dentro, como elemento manipulador, al menos en el método, no está lejos de las posiciones ciudadanistas: para ellos, ampliar su influencia en los asuntos de Estado y de gobierno, con la pretensión, al menos propagandística, de defender y mantener el Estado del Bienestar, cosa en la que, difícilmente, pueden creer ellos mismos, o, en todo caso, hacerse fuertes para obtener apoyos en esta reivindicación y combatir, así, al Capitalismo financiero para acceder, único recurso, al Capitalismo de Estado, con todos los cambios políticos que ello conlleva, en todo caso, hipercentralización y autoridad para dirigir un mundo de privación y recortes económicos, tarea en la que derechas e izquierdas se confunden. Esa es o sería la razón de su apoyo táctico y metódico al proceder ciudadanista de promover, y en su caso, forzar manifiestos, que no acuerdos, en las diferentes fases del desarrollo iniciado el 15 de Mayo.

Gente sin formación ideológica, sin ideas ni perspectivas políticas puede ser y es de hecho fuertemente atraída por la metodología externa de participación y apertura, pero su ingenuidad y carencia de ideas y de experiencia en las luchas políticas puede ser llevada de comparsa mecánica al seguidismo de conclusiones tortuosamente tomadas. Las posiciones libertarias tienen a su favor que la metodología general de la voz convocatoria, la horizontalidad, el asambleísmo, el impulso de abajo, el apoliticismo, el no vanguardismo, únicas perspectivas atrayentes para la juventud, constituyen la esencia del ser libertario, y ello sería definitivo si las palabras y formulaciones se cohonestaran con los hechos, pero esto está lejos de ser así.

Respecto a las causas inmediatas originarias del levantamiento pueden aducirse varias, de distinta índole, pero, en tal tarea, conviene distinguir las que conciernen al fondo de las que estriban en la sólo forma del mismo, y tampoco dejar de tener en cuenta que, en la valoración de las mismas, no deben olvidarse los presupuestos de interés político sobre quienes blanden unas y otras. Alguien dijo, en refuerzo de la afirmación de

Blonch de que las revueltas campesinas fueron tan inseparables del régimen aristocrático-feudal como la huelga lo es de la era industrial, que hoy puede afirmarse lo mismo del ciberactivismo como inseparable de la nueva era post-industrial y de la información. A este respecto y con relación a la labilidad y movilidad de los medios cibernéticos puede traerse a colación la calificación de los movimientos apoyados en estos medios como de entidad líquida, tal como lo sostiene el filósofo polaco Zigmunt Bauman. El concepto de liquidez aquí opuesto al de solidez, y se emplea para caracterizar movimientos que no tienen consistencia en sí mismos, y que, por ello, tienen un muy probable destino de autodisolución. Yo veo en esta clase de juicios, a la vez que reconozco su brillantez, una cierta inseguridad por descuido de otros factores. Movimiento, y mucho más masivo que el 15-M fue la movilización general por el no a la guerra, en tiempos de la invasión de Irak por los USA, pero este movimiento, que tenía una muy fuerte razón de ser y consistencia en sí mismo, se quedo, no mucho tiempo más tarde en agua de borrajas. Sería, sin embargo, de una gran ligereza el calificar o encuadrar tal movimiento en el rango de "liquidez", según el lenguaje de Bauman, y el fenómeno no tendría una cabal explicación sin tener, en ello, en cuenta la enorme capacidad envenenadora de los medios de comunicación y el enorme aparato de integración de los Estados.

Es indudable que la crisis no puede dejar de actuar en el fenómeno como un importante factor desencadenante. Potencialmente, tal factor habría de ser un desencadenante general, con la restricción de que los intereses creados de ámbito político y sindical lo impidan. Ello produce un aun mayor desprestigio en estos medios, lo que no puede dejar de afectar a la visión particular y general de la juventud, que se ve, en ello, más desvalida, pero que también, a la vez y por estar menos o nada sujeta y condicionada por aquellos medios institucionales o institucionalizados, se ve también más libre de expresar su deterioro, con un paro en sí misma superior al 43% y bajo los efectos en sí del descalabro en la burbuja inmobiliaria y en la tormenta hipotecaria. Estas y otras del mismo rango son razones de mucho peso para la originación del movimiento, pero lo más importante y deseable, en ello, puede ser el hecho de despertar de una situación de ignominia moral a la que ha venido siendo sometida durante muy largo tiempo y más concretamente desde el inicio del régimen llamado de “transición” hasta la fecha actual. Tenida desde largo tiempo en situación de amaestramiento, de desmemorización construida, de dependencia familiar forzada, de desocupación, de envenenamiento social, de frivolización, de sujeto de espectáculo industrial, de sometimiento a los más diferentes tipos de endrogamiento, de pasto de televisiones, de hedonísticas vías de marginalización programada, de pleno vaciamiento de

contenidos reales, sin quehaceres propios de su naturaleza espontánea y social, sin ilusión ninguna, sin ninguna esperanza. Sólo esto puede ser o haber sido lo más decisivo e importante para desprenderse de aquellos rasgos de liquidez que Zigmunt Bauman nos hablaba. Poner como decisivo del lanzamiento el texto “Indignaos” de Stèphane Hessel es conceder al movimiento juvenil una dosis de ligereza y futilidad, que, aunque ocasional y anecdóticamente se muestren en el mismo, no son, ni mucho menos, lo que de él se puede detraer como sustancialmente definitorio. La gran inconsistencia del texto de Hessel y, más aun, su práctica de seguidismo, halago y apoyo baboso al PSOE, cuando este partido se encuentra en el blanco de las iras de los levantados, descarta que la intención y acción de tal personaje pueda tener nada que ver en la significación profunda del movimiento juvenil, fuera de los ecos mediáticos, exageradamente aumentados y, sin duda, intencionalmente mantenidos que la industria comunicativa le haya querido dar.

Recuperar una vida propia, escapar de un presente sórdido, de un horizonte cerrado en engaños, en mentiras manifiestas o peores aun por su disfraz de retórica, en opresiones, robos, injusticias del sector mandante, en tapujos de toda índole, trampantojos de toda laya, presidido todo ello por el cínico lema machacón de “Estado de derecho”. El descaro más rotundo, la insensatez más lela, el jaleo y el ruido constante, ruido, siempre ruido y ruido ensordecedor de todo pensamiento, la imagen persistente, continua que mezcla espacios y tiempos no procesados mentalmente y destinados a confundir, a hacer flaquear confianzas y seguridades, a vaciar de contenido las voluntades…ese es el panorama del escape; escapar, escapar, escapar, no saben muy bien cómo, pero escapar. Esa parece ser la razón profunda del movimiento juvenil. Y esa misma y profunda razón es la que quieren aprovechar los que quieren atraer y desviar el movimiento, beneficiando de esa nesciencia nacida de la desmemorización programada, ofreciéndoles al escape un sitio que es justamente aquel del que quieren escapar.

Desde el gobierno y desde los partidos e instituciones, se tenía el convencimiento, por la coincidencia de la fecha, de que la intención del movimiento era la de influir en las elecciones del 22-M, y que esto era lo que tal acción tenía de político. Incluso sesudos profesores de la Universidad de Salamanca hicieron a posteriori largos estudios estadísticos para probar que el movimiento juvenil había tenido su influencia en los resultados electorales. La presencia de los votos nulos y en blanco no fueron, sin embargo de entidad suficiente como para atribuir al movimiento una intención significativa de alteración en los resultados electorales. Incluso algunos pretenden que lo que pudo haber habido de tal intención sólo había servido para evitarle al PSOE un descalabro aun mayor del que

sufrió, y éste fue, a todas luces, rotundo; por otro lado, tampoco Izquierda Unida logró, en ese momento, capitalizar en votos el descontento. Podían tener gobierno y partidos la percepción de que, siendo, como creían, aquélla la intención, el movimiento se desvaneciese pasadas las elecciones del 22-M. Pero las acampadas decidieron continuar y extenderse, con lo que la clase política y mediática queda un tanto descolocada. Todo lo cual no contradice, sin embargo, la intención de ciertas fuerzas políticas de promover o tantear a priori el hecho, de movilizarlo hacia maniobras de tipo político, o de su condicionamiento y aprovechamiento a posteriori.

La gran difusión en Twitter es indicativa de la importancia del fenómeno. No sabemos si el emblema general de Spanish Revolution tener una intencionalidad preventiva, haciendo velada alusión a la revolución española de los años 36-39, o señalándola como fenómeno típicamente local: España, toros, Virgen y anarquismo. Puede que, en esto, las intenciones sufran, a nivel internacional, sobre todo, occidental, un proceso de mezcla de hechos y conceptos.

El caso, como ya hemos visto, es que el fenómeno no deja de tener, antes al contrario, relación con la crisis y que ésta es universal. Por esta relación con la crisis y encaramados en la “doctrina del shock” de Naomi Klein, producida por la misma crisis, se intensifican fuertes medidas restrictivas en lo económico por parte de los mercados internacionales que alcanzan, sólo en una primera ronda, a los más vulnerables dentro del sistema capitalista, Portugal, Irlanda, Grecia, España, los conocidos como PIGS por sus siglas, que, de paso y como propaganda denigratoria para esos países y justificativa de sus denunciantes y "rescatadores", dentro del sentir capitalista, son “nominalmente” cerdos, en lengua inglesa, pero que, en turnos sucesivos, irá alcanzando, de un modo u otro a todos los componentes del Sistema.

Lo cierto es que la situación de descontento es universal, como se ve en el documental “Incide Job” de Charles Ferguson, y como se prueba, aunque con matices diferentes, en movimientos populares de Francia, Grecia, Portugal, Reino Unido y, particularmente, en Islandia, donde la rebelión cívica del pueblo parece haber logrado resultados bastante concretos, aunque, en modo alguno, los que puedan llevar a una situación de auténtica igualdad y autogestión. Movimientos de protesta de uno u otro paralelismo alcanzan ciudades como Florencia, Budapest, Viena, Montpellier, Londres, Buenos Aires o Nueva York, sólo como ejemplos, pues, de hecho, más de 100 importantes ciudades de todo el mundo se hacen eco, en mayor o menor medida, del movimiento juvenil español.

En EEUU y a partir de septiembre, se empiezan a producir movimientos de acampada semejantes a los españoles, lo que no quiere decir que hayan tenido a éstos como precedente y causa real. No debe olvidarse que fue en USA donde arrancó el movimiento antiglobalizador en su forma más pura y espontánea. La sombra de Seattle se ha venido, así, proyectando sobre los futuros movimientos antiglobalizadores, que, a su vez, fueron, en variado modo, degenerando por la presión de formaciones políticas sobre ellos. El movimiento “Occupy Wallstreet” de Nueva York fue pionero de los mismos, se extendió como la pólvora y dio nombre al “International Occupy Movement”, un movimiento que se caracteriza por la heterogeneidad y la diversidad de posturas y planteamientos, con el descontento por denominador común. Hay diferencias notables de ciudad a ciudad por las diferentes circunstancias de cada una. Mediáticamente, mientras Occupy Wall Street gran margen, Occupy Minnesota, por ejemplo, no aparece en la televisión a pesar de haber llevado a cabo acciones muy serias, como, en el solo mes de octubre, cuatro marchas a las cárceles, en protestas por los malos tratos y en reivindicación de la abolición de las penas de larga duración.

En Nueva York, interviene, decisivamente, en el movimiento la "Direct Action Network" que ya había organizado la contracumbre de Seattle, en 1999. El tono mediático se encargó de desvirtuar bastante el movimiento, invitándole a exagerar el tono festivo y presentándolo, a veces, como caricatura rocambolesca. Pero la seriedad del movimiento queda probada en los fuertes enfrentamientos con la policía que los desaloja de Wall Street, y en su voluntad de persistencia con la acampada en el parque Zuccotti de donde los manifestantes son violentamente desalojados por la policía, el 15 de noviembre, lanzándoles a la cara gas pimienta, a pesar de lo cual las manifestaciones siguen adelante.

En Oakland (California), la lucha directa se emplea a fondo contra los poderes económicos de la ciudad, dando lugar, el 10 de octubre, a durísimos enfrentamientos con la policía en la plaza Oscar Grant. El movimiento Occupy Oakland , por ello, también conocido como “La Comuna de Oakland” y en ella participan gran número de estudiantes de la Universidad de Berkeley, conocida por su radicalidad. Se proclama huelga general, y, el 2 de noviembre, activistas y trabajadores portuarios cierran el puerto de Oakland, el más grande de toda la costa oeste americana, se paralizó toda la industria, y con tres huelgas generales en menos de un mes, se procedió a ataques contra sucursales bancarias. A pesar de la dura represión, se sigue manteniendo una dura lucha, y, en Seattle se desarrollan asambleas semejantes a las de Madrid y acciones contra desahucios y abusos laborales. Las acciones en EEUU están siendo, así, bastante más radicales que el 15-M.

El movimiento se demuestra como internacional, y, a medida que pasa el tiempo, avanza progresivamente en este carácter. No puede dejar de ser así, pues el proceso de globalización económica termina, al cabo, por globalizarlo todo. Sin embargo, esto hace que determinados analistas, y, con seguridad, los poderes políticos establecidos hayan llegado a la conclusión de que la solución, para ellos positiva, de todos estos movimientos descanse en puras reformas políticas de los pasos que, por esta vía, se han venido dando hasta ahora. Creen tanto tales analistas como, inconfesamente, los poderes establecidos que no habrá solución al problema sin una “intervención internacional”, y plantean esto en el sentido de una reforma “profunda” de la democracia, que, según los unos, abiertamente, y, según los otros, tácitamente, sólo puede venir de la ciudadanía, de una sociedad que, dejando de ser mera “espectadora”, pase a tomar la palabra y a ejercer su legitimidad. No plantean la cuestión del poder en sí, no pueden apuntar a su propia línea de flotación, por lo que no pueden dejar de moverse en el terreno de la palabra “democracia” como pura declaración formal. No entran, ni pueden hacerlo, en el análisis del kratos del demos (poder del pueblo), tienen sólo que atener a la pura verbalización de la palabra para decir que el poder es del pueblo. Por lo que no pueden entrar ni atenerse a las enseñanzas de historia, que, para ellos, se mueve en un puro mantenimiento de Las formas, vaciadas de su contenido declarado. Sólo aluden, para ello, al antes y al después de la Revolución Francesa, pero no hacen hincapié en que la esencia del poder se mantiene siempre como tal, ni en que el triple grito de aquella revolución, “libertad, igualdad y fraternidad”, continuó su existencia como una declaración vacía. A este respecto, los que de veras quieren aprender de la historia, sacan, corrigiendo sus propios errores, consecuencias válidas que sirven para la aportación de algo nuevo. Un caso paradigmático de esa voluntad de superación de esquemas mentales adquiridos nos lo ofrece el joven Marx. En el origen revolucionario del Marx joven aparecen tres primeras obras, en evolución de permanente corrección la una de la otra, significativas, así, de un pensamiento que se cuestiona a sí mismo sobre lo que, sucesivamente, va adquiriendo.

En el verano de 1843, escribe Marx la Crítica del derecho público en Hegel, y sostiene, en ella, que, en el estado político que surge de la Revolución Francesa, las diferencias de las vidas privadas de los ciudadanos en la sociedad civil, no tienen relevancia material, por ser ricos y pobres, políticamente, iguales. En el otoño del mismo año, con pequeña diferencia de meses, escribe el joven Marx La cuestión judía, en la que

manifiesta que las diferencias civiles podían no tener importancia en la esfera política, pero que era la esfera política misma la que tenía poca importancia, mientras que, en modo alguno, podían pasarse por alto las diferencias civiles. Entre el otoño de 1843 y el invierno temprano de 1844, escribe el joven Marx la Crítica de la filosofía del derecho en Hegel, donde las diferencias de categoría civil se convierten en contradicciones de la propia sociedad civil. Se niega, ahora que el Estado, propuesto por Hegel como la gran panacea, sea como el Reino de los Cielos aquí en la tierra, y se afirma, rotundamente, que “un Estado clasista no puede cumplir la idea de Estado como realización de la eticidad de la especificidad humana”, cual era la pretensión de Hegel. La filosofía y las filosofías son ahora, para el joven Marx, pura palabrería, y debe desecharse como tal o como tales. La sociedad, se añade, será cambiada por obras, hechos, no por meras palabras, lo que quiere decir que, en la escena histórica, han de entrar otros hombres encargados de hacer el barrido necesario. La emancipación ha de sobrevenir de una clase dentro de la sociedad civil, pero que no sea, propiamente, una clase de la sociedad civil, sino de una esfera universal (aquí el internacionalismo), porque su sufrimiento es universal. Hasta aquí el joven Marx.

Respecto a los análisis de los comentaristas bienpensantes, hay que insistir en que este régimen progresado desde la Revolución francesa es realmente superior porque ha sido perfeccionado y dotado de los medios precisos, precisamente para mantener y asegurar el poder, razón por la cual, los poderosos que lo detentan lo tienen como cerrado y definitivo. Pensar, pues, que, desde él, pueda promoverse una situación político-social y económica de igualdad y justicia y libertad auténticas es como ir a buscar cotufas en el golfo. Los estamentos políticos, tanto a nivel nacional como internacional, son muy conscientes de sus deficiencias, pero, por definición, no están ni pueden estar en la disposición de renunciar al poder, pues la naturaleza del poder es como es. No en vano, desde Hobbes para la modernidad, se certifica al poder como Leviatán, el monstruo que, desde el Apocalipsis de Isaías, es la representación del poder pagano, y tanto más pagano cuanto más se disfraza de hábitos religiosos, sin olvidar que, hoy más que nunca, el gran dios de la actualidad es el dinero, y que el poder, todo el poder, hoy, es la religión del Dinero.

El levantamiento juvenil actual, como pionero del levantamiento general social, es un movimiento, fundamentalmente, internacional e internacionalista, porque, como bien dijo el joven Marx, al que anteriormente aludimos, la clase emancipadora no será una clase de la sociedad civil, sino que ha de ser la clase del sufrimiento, el sufrimiento que, por igual padecen chinos y bengalíes, americanos, africanos o

europeos, el sufrimiento, que es universal y no conoce fronteras ni formalidades políticas que lo diferencie, Esa línea es la que ha de seguir el levantamiento, los múltiples levantamientos que se produzcan.

Hay, sobre el destino de 15-M, toda clase de vaticinios. Los elementos de oscuridad en el arranque y algunos comportamientos de instrumentalización en su desarrollo, así como la inevitable heterogeneidad inicial de los componentes dan pie, si no a toda clase, sí a una gran variedad de premoniciones, la más negativa de las cuales, la de la autodisolución por inconsistencia. Zigmunt Bauman, el polaco ya antes aludido, califica al 15-M como un movimiento emocional, falto de pensamiento, por lo que augura su autodisolución. No son estas características las que a nosotros nos preocupan. Nos preocupa, más bien, la prefiguración que del movimiento tengan ciertos grupos que faciliten el enorme poder de integración del Estado y sus medios. En una situación como la española, con el silencio social programado y construido, junto a la atomización individualizante, igualmente programada y construida, con el imperio imperante de la imagen, inhibidora o destructiva de la capacidad de pensar, con la siembra a voleo del escepticismo y la desconfianza ante toda idea, todo ello igualmente programado y construido, nada de extraño tiene que los fundamentos de la explosión hayan de ser, en altísimo grado, emocionales. La emoción, sin embargo, no tiene, como tal, nada de negativo en sí, la emoción es furia y empuje, energía disparada. Sin ella, ningún movimiento de real alcance histórico podría alcanzarse. Las ideas, son, en sí, demasiado estáticas, cerebrales, para promover por sí mismas y solas, movimientos generales de un alcance determinado. Por otro lado, hay ideas e ideas, y la razón es demasiado profunda para poder ser encerrada en fórmulas de carácter abstracto. Ya Pascal, frente a Descartes, nos lo dijo con toda claridad: “razones tiene el corazón que la razón no entiende”. Además y con aires más kantianos podríamos concluir que la acción, sin pensamiento, es ciega, como el pensamiento, sin acción, es vacío. Si ya alguien dijo que el pensamiento nace del movimiento de la mano, sí podemos llegar a conclusiones distintas de la pura y simple dicotomía que nos propone Zigmunt Bauman. La emoción lleva incorporado el movimiento, y el movimiento se da siempre en situaciones concretas de las que tiene que tomar cuenta, y descubre, así, obstáculos, dificultades, coyunturas, cauces, experiencias. Es decir, que el movimiento, ya despierto después del arranque, enseña por sí mismo, descubre, lleva al pensamiento o facilita su apertura al mismo. Es de este modo como el propio movimiento descubre la necesidad de la reflexión y la toma de contacto con discursos previos que han movido su energía en el estudio del ser humano y su medio, en el análisis de la marcha de la historia, en hacer disecciones

anatómicas y fisiológicas de las sociedades y sus componentes, en poner ante la mente situaciones similares anteriores de las que su conocimiento y el de su desarrollo y desenlace alimentan y fortalecen la seguridad, o, al menos, la prudencia y la confianza de la marcha. Serán, así, de una ayuda básica y fundamental porque conducen de la semiceguera del arranque a la conciencia firme de lo que se hace y lo que se quiere. Ninguna teoría dará a priori el cuadro exacto y completo del destino al que se apunta. No puede hacerlo y es bueno que no pueda hacerlo. El destino que a uno le mueve tiene , en sí, y por definición, un elemento incógnito. La guía de la marcha no debe ser un modelo fijo hacia un destino igualmente modélico y fijo. Tal cosa no está en las manos de nadie. Pero, además, si así fuera, podría resultar que, con la intención de dar seguridad a nuestros sucesores, les estuviéramos privando de su libertad de acción, y la acción debe ser siempre libre. Las ideas que se aporten y se suscriban no deben ser modelos fijos, sino ideas generales, en situación de ser enriquecidas por el propio actor. La utopía es inexcusable como motor de arranque que busca la escapada, pero no debe convertírsela en modelo estereotipo y fijo para un fin igualmente fijo, sino en idea viva que funde la coherencia de todos nuestros pasos. Es el único modo de que la idea teórica y el movimiento material y concreto se interfundan en un comportamiento ético que siempre debe acompañar a los actores en la marcha de una transformación cualitativa de la sociedad y su modo de vida. Que la utopía no sea una cuestión de futuro, sino una cuestión de cada día y cada momento. Quizá sea ésta la manera de que salgamos o pudiéramos salir del embrollo teórico del tiempo, para abandonar el mito tanto del futuro como el del no-futuro, que nos tiene pillados en multitud de laberintos abstractos.

El pasado parece ser algo demasiado evidente como para crearnos problemas de calificación o delimitación. Problemas, en el plano teórico, se plantean, más bien, entre el presente y el futuro, que, entiendo yo, desaparecerían, si, dada la interimbricación de esos dos conceptos, los subsumiéramos en el concepto más profundo y más general de vida. Si tenemos en cuenta frases como “después de desayunar”, “en la cena te veo” o “cuando sane tu hermano”, propias todas ellas de la cotidianidad más sencilla, vemos con claridad que, en el mayor de los presentes, se comprenden acciones por venir. Es por esto por lo que yo siempre admiré la frase de Xavier Zubiri, “el presente es un futuro adelantado de un pretérito detenido”. Con esto yo quisiera resumir que el porvenir será lo que nosotros hagamos ahora y en cada momento. Si en este cada momento, nuestra acción es la del súbdito pasivo del Estado y del Capitalismo, esa pasividad y esclavitud será nuestro futuro. Si, por el contrario, hemos dicho ¡basta! Y actuamos consecuentemente por nuestra liberación, esta liberación llegará, y, con ella, la de nuestros sucesores.

La posición ciudadanista y politizante de buscar apertura en el Sistema para dar en él cabida y acomodo reformista a determinados grupos de las clases medias, no sabemos si premeditada o inconscientemente, no sería bueno ni siquiera para estas pretendidas clases medias y lo único que conseguirían es dar al Sistema una mínima porción del equilibrio que hoy no tiene. Entre la máquina y el hombre se ha roto la coexistencia; la desigualdad entre los componentes de las clases sociales se ha ido a los extremos. Hoy los pobres son más pobres que nunca y los ricos más ricos que nunca. Esa es la tendencia creciente. En esa extremidad nos encontramos y la prepotencia, si no la omnipotencia, de los medios de comunicación no aciertan, por más que lo intentan, a enmascarar la situación. El Sistema, el sistema de la desigualdad y la injusticia, en una situación de desequilibrio creciente, se pone, así, en riesgo permanente de implosión. Política y políticos se encuentran en el colmo del desprestigio; economistas y banqueros no sólo carecen de la mínima credibilidad, sino que están, para el común de las gentes, en la cumbre de la criminalidad; los sindicatos que han vendido a la clase obrera, al venderse a un sindicalismo de falsa “representación” conveniente al Sistema e impuesto por el mismo constituyen un elemento institucional del aparato Estado-Capital en complicidad flagrante con los desmanes explotadores de unos y de otros y están, por ello, en el colmo de la degradación y el desprestigio; los intelectuales de nómina o se evidencian promoviendo las incongruencias más descaradas, o se encuentran confusos y desconcertados, desprovistos de cualquier fórmula eufemística, con la que, habitualmente, han venido travistiendo las situaciones. Ya no hay travestimiento posible, y los bienpensantes de oficio y beneficio, lejos de entrar en ninguna situación de compromiso, se refugian en puras y formularias solidaridades verbales que más encubren que descubren.

Con todo, no se trata, hoy, de ninguna situación de enfrentamientos físicos, que, a pesar de todo, existirán promovidos por el Sistema mismo, en su voluntad de proceder al empleo de la fuerza. El caso de Barcelona, como el de la plaza de Callao, en Madrid, y otros son ejemplos clarividentes de esa tendencia y deseo del Sistema, del que apenas si se contiene por motivos formales del mismo que serían contraproducentes para él, pero que le hacen estar en la tesitura permanente de la provocación para dar fin, manu militari, movimiento. Cualquier mirada a los dispositivos de fuerza y represión del Sistema, es suficiente para desaconsejar cualquier recurso a la violencia que representaría un almibarado caramelo regalado al Estado. Lo que hoy hay que buscar con

insistencia, y, en este caso, con facilidad es hacer aflorar las contradicciones y engaños del poder, a fin de que su desprestigio alcance a áreas cada vez más extensas de la población. La división entre Estado y Sociedad es notoria y aceptada. Pero, dentro de la sociedad civil, hay una, relativamente, pequeña masa que vive del, por y para el Estado, con la que el Estado cuenta, y otra mucho más grande, en términos absolutos que lo padece y sufre, pero que, en una amplia parte y por obra del Estado mismo, vive en un proceso habitual de enajenación de su propio ser. Se trata, pues, con el coherente movimiento de conciencia y, en base a necesidades visibles, de cohesionar y engrandecer a esa gran masa social que evidencie, de forma cada vez más manifiesta, el divorcio total entre Estado y Sociedad y que haga patente la, no expresada, necesidad de ésta de escapar de las garras del Estado. Se trata, igualmente, de internacionalizar el movimiento de estas características, de establecer relaciones permanentes entre cada vez más sociedades diferentes, pues, en todos los estados, en mayor o menor grado y por razones de estructura, se produce el fenómeno arriba descrito. Un Estado así, en permanente desequilibrio, no será capaz de subsistir, y el paso a la autogestión de la sociedad autoemancipada será, de hecho, una realidad y no una utopía (“en ningún sitio”) que el Estado del poder, en aseguramiento de sus propios intereses, se encarga, con toda clase de colores y palabrerío de presentar como ilusa e irrealizable para borrar de las mentes del común cualquier gesto o movimiento inicial de intentarla.

Cuando se habla de la necesidad de extensión de los grupos sociales anti-Estado, tenemos en mente al sector obrero que fue, en otro tiempo, de hecho, y potencialmente sigue siendo, pues tiene el aparato productivo en sus manos, el factor fundamental en el fenómeno del cambio social cualitativo. Tardó algo en comprenderlo el Capitalismo, pero, al cabo, lo comprendió y trató de tener ese problema en sus manos por medio de dos estrategias, la de intentar una empresa sin obreros o con los menos posibles, y la estrategia del sindicalismo, por la vía de intentar hacer al propio obrero cómplice del método y sistema capitalista, a través del ofrecimiento de un siempre mínimo de mejora, condicionado al mayor beneficio del capitalismo, detentador, en todo momento del instrumento de transformación del valor de uso en valor de cambio, erigiéndose, con ello, en estructurador y dueño absoluto de los mercados.

Tal fue y tal es la ventaja y la desventaja del fenómeno del sindicalismo para los trabajadores, que, a su favor, tuvieron, así, la posibilidad y el hecho de aglutinar, en una causa reivindicativa, grandes masas en torno a sí y de convertirse, con ello, en una enorme fuerza social de potencialidad emancipadora, sin la cual o frente a la cual el capitalismo encontraba grandes trabas en el desarrollo constante de su programa de

crecimiento continuo y de beneficio exponencial creciente. Se dio, en esto y a favor del capitalismo, la división obrera entre suscribir la estrategia de atenerse, simplemente, al mejoramiento continuo de sus condiciones de trabajo y vida, manteniendo la esencia del Sistema, y la de mantener, con el mismo fin, la práctica de confrontación vindicativa frente al Capital, a la vez que subsumiéndola en un proyecto activo de superación del propio sistema capitalista con un cambio cualitativo del sistema de producción, procediendo a la autogestión de la misma en una sociedad autoemancipada con superación de todas las falsas e injustas relaciones sociales y todos los falsos valores impuestos por el Estado capitalista-burgués. De la primera estrategia mencionada derivó el sindicalismo reformista o puramente tradeunionista, de la segunda, el sindicalismo revolucionario.

En España, un régimen de fuerza, el de Miguel Primo de Rivera, de 1923 a 1930, fue el primero que, con el fin de abrir aun mas la división obrera , intentó esa ingerencia en el campo de la organización de los trabajadores y su modo de acción, tratando de eliminar huelgas y confrontaciones en el campo de la lucha trabajadora con la imposición de los “Comités Paritarios”, organismos compuestos por patronos y obreros destinados a la negociación sustitutiva de los conflictos con lo inevitable del doble resultado positivo para los capitalistas, a saber, conclusiones siempre favorables a los patronos y seguridad para el Sistema. Respecto a lo primero, es aleccionador el caso Llaneza: los mineros asturianos, entre los que predominaba el sindicato UGT, habían conseguido tras años de lucha que los trabajadores del interior de la mina trabajaran siete horas en vez de las ocho de los del exterior, algo perfectamente comprensible, dada la extrema dureza del ambiente de abajo. Le pareció al dictador, siguiendo directrices de la Patronal, que había que sacar más rendimiento al trabajo de la minería y solicitó de Manuel Llaneza, gran luchador y dirigente máximo de la UGT minera asturiana, la renuncia al beneficio de la octava hora libre, cosa que el dictador obtuvo, nos imaginamos que con gran cabreo de la base trabajadora. De la maniobra comités, se derivó un trato de favor para la UGT que suscribió los famosos “Comités Paritarios” y apoyó al régimen, así como la ilegalización de la CNT que rechazó de plano los “Comités Paritarios” y combatió al régimen, resistiendo a las persecuciones y violencias que el régimen le infligía. Primo creía, con ello, asestar un golpe mortal a la Organización que, unos años antes, en 1919 y por medio de la huelga de La Canadiense, había logrado que se impusiese la jornada de ocho horas para toda la clase trabajadora de España.

Caído Primo e instalada la II República, los socialistas, en el poder, proclaman, en marzo de 1932, la ley de “Jurados Mixtos” que reproducía, en esencia, la de los “Comités Paritarios” de Primo, y que apuntaba a

impedir el crecimiento amenazador de la CNT, que rechazaba tal ley, una ley que favorecía, indudablemente, a la UGT, pero que no logró impedir que la CNT mantuviese con fuerza y éxito su lucha revolucionaria.

Saltamos el período de la guerra civil y, en el franquista, volvemos a constatar cómo, con ausencia de sindicatos libres, el sindicalismo oficial (CNS) es ya un sindicato que engloba por igual a patronos y obreros, lo que quiere decir ausencia total de luchas reivindicativas reconocidas.

Muerto Franco e instalada la monarquía sucesoria, se promueve el régimen postfranquista conocido con el nombre de Transición que dura hasta la actualidad y en el que, manteniéndose las líneas fundamentales del franquismo, se vuelve a la situación de condicionamiento del sindicalismo. Esta vez y por la apariencia obligada de democracia, estableciendo un sistema forzado de “representatividad”, que deja fuera de él y sometidos a persecución y aislamiento a los sindicatos que no aceptan las impuestas elecciones sindicales, un sistema que, pisoteando la libertad sindical de organización y funcionamiento, promueve el traslado al campo obrero del régimen parlamentario con todas las lacras de origen que arrastra y que, por medio de la subvención estatal y otras prebendas de profesionalismo, convierte al sindicalismo en una pieza institucionalizada destinada a suscribir y facilitar todos los planes económicos del capitalismo.

Este papel es el que vienen cumpliendo los sindicatos CCOO y UGT con carácter de representatividad exclusiva, y, en menor grado, por mor de escasez de afiliación, todos los otros sindicatos que, como USO y CGT, suscriben y apoyan la estrategia estatal de las elecciones sindicales. La comparación de la situación de la clase obrera española con la demás de la Comunidad Europea no deja lugar a dudas en cuanto a la situación de indefensión de la misma. La reivindicación de confrontación ha, prácticamente, desaparecido, y, cuando se da, se produce por un impulso inaguantable de las bases obreras, pero ahí están los aparatos sindicales para retener, convencer y apagar fuegos, con el consiguiente desencanto, escepticismo, desesperanza y desconcierto de la clase obrera en su conjunto.

Se trae todo esto a colación por lo difícil que resulta comprender la pasividad general de los trabajadores en una situación como la presente. Se dieron, en efecto, huelgas generales, casi siempre, como antes se dijo, por el imperativo inaguantable de los trabajadores forzando a declarar la huelga a los aparatos sindicales interesados en impedir el fenómeno de “huelga salvaje”, descubridor para ellos de su falta de dominio de dominio y control de las bases. Por eso nunca tuvieron la entidad de llevar a algo verdaderamente positivo. Se trató, así, más bien de huelgas simbólicas destinadas a decirle al patrón, “mira el poder que tengo para cortar esto” e inmediatamente plantearle la necesidad de mejoras en que se encuentra el mantenimiento de sus aparatos, siempre de cuestión de subvenciones extraordinarias, de los llamados programas de formación muy bien pagados, de entretenimiento de desempleados, en fin, de cualquier cosa que signifique el impedimento de la acción directa de la clase trabajadora. Estos son los impedientes obstáculos que llevan a esa incomprensible pasividad. Pero todo tiene un límite, y la clase obrera aprende, indudablemente, del movimiento juvenil presente. Lo que, por lo tanto debe emprender ese movimiento es seguir una ruta de coherencia que no lleve también al desencanto de la propia clase obrera, y, por ello, no seguir ninguna táctica de carácter ciudadanista y politizante, donde, con toda seguridad, aparecerán los apagafuegos suficientes para llevar al desencanto al propio movimiento juvenil y, con ello, a su disolución.

Edita: CNT-AIT Granada

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