𝟏𝟓-𝐌. Valoración y
crítica || Por José Luis García Rúa (in memoriam).
#15M || La juventud fue siempre mi
medio. Siempre escuché a mayores con interés, gana de saber y respeto, pero mi
acción fue siempre dirigida, en primer término, a los jóvenes, quizá porque, de
niño, adolescente y ya crecido, siempre me gustaron los niños, quizá porque
siempre, para mí mismo deseé la condición de niño y me incliné a las
naturalezas espontáneas, posiblemente también por mi oficio de enseñante y
convivente en centros de estudio de la más variada índole. CRAS (Comunas
Revolucionarias de Acción Socialista), el grupo político-social que yo
promocioné en los últimos años de los sesenta y que probó en la época una
notable eficacia fue un movimiento joven. Organizado ya con viejas estructuras
clandestinas, admiré el valor, la lucha y la inquebrantable fe de los viejos,
pero mi esperanza estuvo siempre en la juventud. Por eso, aunque para muchos
fue éste, el llamado 15M, un movimiento inesperado, yo sí llevaba y llevo esperando
mucho tiempo este levantamiento. Amagos de cosas parecidas y hasta bien
fundamentadas hubo antes, pero siempre el papel corruptor, manipulador y
ofuscador del Estado se salió con la suya en trastear, envenenar y destruir los
impulsos juveniles. En esta ocasión, sin embargo, el Estado está ya perdiendo
los papeles, al Capital no le salen las cuentas y el ímpetu vital de los
jóvenes ha hecho colmar el vaso. La juventud, con los ojos todavía medio
abiertos, se decidió, al fin, a tomar la palabra y sacudir el infernal status
quo establishment. Está todavía por ver si de ésta es de todo y a por todas, o
si habrá fuerzas retardatarias que logren, una vez más, embaucar, adormecer,
engañar y destruir al grueso de los levantados.
Las razones del levantamiento son
varias, diversas y, desgraciadamente, oscuras en algunos puntos centrales,
hasta el extremo de que, ante el hecho de la disposición resuelta de la
juventud, es visible que determinadas fuerzas han estado y siguen estando en la
tesitura de provocar o aprovechar el levantamiento con vistas a una
recuperación del prestigio perdido que concluya en una integración de la movida
en puras reformas formales que dieran alguna fuerza y estabilidad al
tambaleante Estado de la actualidad.
Si prescindimos del a priori, siempre
incógnito como fenómeno acabado, el a posteriori no deja, en esto, lugar a
dudas esenciales. Que uno se mueva, a este respecto, en ámbitos de sospecha no
presupone ningún indicio de paranoia conspiracionista, pues las críticas al
capitalismo, bien fundadas pero puramente reformistas, por parte de Susan
George, el grito refundatorio del Capital promovido por Sarkozy, los reiterados
y reiterativos trabajos de Ignacio Ramonet al frente de Le Monde Diplomatique,
con su instrumento Attac como propuesta política, alimentadora del sector
antiglobalización, viajero permanente a Porto Alegre en el Foro Social y
claramente subvencionado por algunas multinacionales francesas, el hecho de que
Attac haya estado presente en la generación internetiana de la cosa; que se
haya luego silenciado ante la consigna “no partidos”, pero que, habiendo sido
expresa y unilateralmente llamado, aparece en momentos claves para dar a luz
con su voto a manifiestos claramente rechazados por la mayoría desorganizada,
como en el caso del 15-O en Palma de Mallorca; el hecho de que Ricardo García
Zaldivar, presidente de Attac en España, aluda al descontento de la juventud y
su anhelo de horizontalidad y rotación, como ocasión favorable, para añadir a
continuación, en justificación y alabanza de la labor de su grupo: “había
aceite y huevo, pero no mayonesa”, con lo que quería significar que ellos se
encargaron de hacerla, es también altamente significativo y todo ello, en
conjunto, aporta más datos explicativos a las disensiones internas del
movimiento que la pura alusión a grupos inorganizados naturalmente diferentes.
Las propuestas, según un comentario anónimo muy bien informado, no son algo
estático, y desde el 15 de mayo se ha desarrollado un intenso debate tanto en
la red como en las asambleas. Los 8 puntos del manifiesto de "Democracia
Real Ya " han sido el punto de partida de muchos debates. Desde entonces
ha habido movimientos en varios sentidos. Por una parte se puede destacar la
llamada al “consenso de mínimos”que pretendía enfocar los esfuerzos en los
puntos del manifiesto dedicados a la mejora de la participación y la renovación
de la democracia, excluyendo, así, las reivindicaciones sociales y económicas.
Algunos de los defensores de esta postura argumentaban que estos puntos constituían
el medio y las exigencias económicas el fin, es decir, que, mejorando la
participación en el sistema democrático, podrían plantearse y alcanzarse los
objetivos sociales y económicos. Otros simplemente pretendían eliminar el
contenido social y el cariz izquierdista del movimiento. La propuesta del
referéndum del 15 de octubre, lanzada, por otra parte, con oscurantismo y de
forma unilateral por un sector muy minoritario de la Acampada Sol, que había
sido incapaz de convencer a la asamblea, es un ejemplo de esta tendencia. Otro
ejemplo: que en la redacción del manifiesto convocador en red de
"Democracia Real Ya" hayan intervenido empresarios como Ricardo
Gallio Julio Alonso, un profesor como Enrique Dans o abogados como Sánchez
Almeida, J. Maestre, D. Bravo y J. De la Cueva, puede tener cierta
significación sobre el carácter de ese primer lanzamiento. Que, en el
desarrollo posterior muestren su enardecido apoyo la empresaria multinacional
del grupo Zara, Rosalía Mera o Francisco González, presidente del BBVA, así
como, claramente, partidos o grupos de izquierda comprometidos de hoz y coz
en el Estado siguen dando pábulo a la
sospecha sobre a prioris y a posterioris concretos.
Que, en el origen del movimiento y
como acicate, interviniera la cuestión Ley Sinde sobre cuya aprobación pesaron
las presiones del embajador americano en España, siguiendo instrucciones del
vicepresidente USA Joe Biden (lo que dio lugar a que la ley pasara a nombrarse,
con rechifla, Ley Biden-Sinde), con el fin de restringir el uso de Internet,
evitando infiltraciones como las que dieron lugar al caso Wikileaks, tampoco es
ajeno a la sospecha. Los orígenes del movimiento en la red, Facebook, blogs y
Twitter nos presentan ya grupos inconexos como "Democracia Real Ya "
(DRY), "Juventud Sin Futuro" (JSF), "No les Votes " (NLV),
"Estado del Malestar", "Plataforma Ciudadana"…que, en su
arranque, promueven ya lo que en la gran generalidad de la juventud es voluntad
operativa, la asamblea, la horizontalidad, la rotación de quehaceres, el miedo
a la contaminación de lo desconocido, junto al rechazo político, total en unos
casos, por simple desconfianza, en otros.
El arranque no puede ser más explícito
en la intención aglutinadora de pluralidades. Su pancarta de cabecera lo dice
todo, “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, más que
suficiente para atraer la tromba y producir la ola. Junto a los grupos ya
mencionados, más inconcretos o con relaciones más oscuras, se suman, al primer
toque, grupos virtuales como "Anonymous " o izquierdistas con o sin
partido y libertarios de diferentes especies. Lo claro y fundamentalmente
aglutinante es el aire y la metodología de carácter libertario: base, asamblea,
horizontalidad, no vanguardias. Esto es lo fundamentalmente unitivo.
Pronto, sin embargo, en el propio
Manifiesto del fin del 15 M, aparecen diferencias radicales y difícilmente
conciliantes, de mantenerse igual. En el caso de Palma de Mallorca se repite,
para la manifestación del 15 de Octubre, la misma historia, con el agravante de
la aparición de maquinaciones. Allí, los elementos claramente transformadores
son borrados del mapa en el Manifiesto, cuatro meses después de iniciado el
Movimiento. En él no se hablaba de la necesidad de la extensión de las
asambleas, de la búsqueda de una huelga general ni de la voluntad de superación
del capitalismo como tal. Sus reivindicaciones fueron puramente reformistas,
como la del voto electrónico, la dación de pago, un referéndum, el libre acceso
al crédito, el control de los mercados y finanzas o el reconocimiento de los
poderes políticos, jurídicos y militares. Lo “democrático” hubiera sido poner
sólo los puntos comunes o exponer todas las posturas. Pero no. ¿Cómo fue,
entonces, posible la aprobación del manifiesto? El copo de comisiones y la búsqueda
de prioridad informativa y convocante son manifiestos (caso de Palma en el
15-O) y probativos, ambos, de desigualdad y diferencias inconciliables.
Las posiciones claramente
ciudadanistas están sólo por buscar la manera de que el Estado se abra un poco
a la participación ciudadana, con el mínimo resultado de unos cambios formales,
pero en total ignorancia de la etiología y finalidad de la actual situación de
crisis, de la ambigua y desigual lucha entre los Estados y el gran Capital
financiero por la primacía absoluta del poder (con resultados claramente
favorables a este último) y preparatoria de lo que puede o podría ser la
historia de la humanidad en los próximos cuarenta o cincuenta años. El papel
del izquierdismo político, desde fuera, por antonomasia, y desde dentro, como
elemento manipulador, al menos en el método, no está lejos de las posiciones
ciudadanistas: para ellos, ampliar su influencia en los asuntos de Estado y de
gobierno, con la pretensión, al menos propagandística, de defender y mantener
el Estado del Bienestar, cosa en la que, difícilmente, pueden creer ellos
mismos, o, en todo caso, hacerse fuertes para obtener apoyos en esta
reivindicación y combatir, así, al Capitalismo financiero para acceder, único
recurso, al Capitalismo de Estado, con todos los cambios políticos que ello
conlleva, en todo caso, hipercentralización y autoridad para dirigir un mundo
de privación y recortes económicos, tarea en la que derechas e izquierdas se
confunden. Esa es o sería la razón de su apoyo táctico y metódico al proceder
ciudadanista de promover, y en su caso, forzar manifiestos, que no acuerdos, en
las diferentes fases del desarrollo iniciado el 15 de Mayo.
Gente sin formación ideológica, sin
ideas ni perspectivas políticas puede ser y es de hecho fuertemente atraída por
la metodología externa de participación y apertura, pero su ingenuidad y
carencia de ideas y de experiencia en las luchas políticas puede ser llevada de
comparsa mecánica al seguidismo de conclusiones tortuosamente tomadas. Las
posiciones libertarias tienen a su favor que la metodología general de la voz
convocatoria, la horizontalidad, el asambleísmo, el impulso de abajo, el
apoliticismo, el no vanguardismo, únicas perspectivas atrayentes para la
juventud, constituyen la esencia del ser libertario, y ello sería definitivo si
las palabras y formulaciones se cohonestaran con los hechos, pero esto está
lejos de ser así.
Respecto a las causas inmediatas
originarias del levantamiento pueden aducirse varias, de distinta índole, pero,
en tal tarea, conviene distinguir las que conciernen al fondo de las que
estriban en la sólo forma del mismo, y tampoco dejar de tener en cuenta que, en
la valoración de las mismas, no deben olvidarse los presupuestos de interés
político sobre quienes blanden unas y otras. Alguien dijo, en refuerzo de la
afirmación de
Blonch de que las revueltas campesinas
fueron tan inseparables del régimen aristocrático-feudal como la huelga lo es
de la era industrial, que hoy puede afirmarse lo mismo del ciberactivismo como
inseparable de la nueva era post-industrial y de la información. A este
respecto y con relación a la labilidad y movilidad de los medios cibernéticos
puede traerse a colación la calificación de los movimientos apoyados en estos
medios como de entidad líquida, tal como lo sostiene el filósofo polaco Zigmunt
Bauman. El concepto de liquidez aquí opuesto al de solidez, y se emplea para
caracterizar movimientos que no tienen consistencia en sí mismos, y que, por
ello, tienen un muy probable destino de autodisolución. Yo veo en esta clase de
juicios, a la vez que reconozco su brillantez, una cierta inseguridad por
descuido de otros factores. Movimiento, y mucho más masivo que el 15-M fue la
movilización general por el no a la guerra, en tiempos de la invasión de Irak por
los USA, pero este movimiento, que tenía una muy fuerte razón de ser y
consistencia en sí mismo, se quedo, no mucho tiempo más tarde en agua de
borrajas. Sería, sin embargo, de una gran ligereza el calificar o encuadrar tal
movimiento en el rango de "liquidez", según el lenguaje de Bauman, y
el fenómeno no tendría una cabal explicación sin tener, en ello, en cuenta la
enorme capacidad envenenadora de los medios de comunicación y el enorme aparato
de integración de los Estados.
Es indudable que la crisis no puede
dejar de actuar en el fenómeno como un importante factor desencadenante.
Potencialmente, tal factor habría de ser un desencadenante general, con la
restricción de que los intereses creados de ámbito político y sindical lo
impidan. Ello produce un aun mayor desprestigio en estos medios, lo que no
puede dejar de afectar a la visión particular y general de la juventud, que se
ve, en ello, más desvalida, pero que también, a la vez y por estar menos o nada
sujeta y condicionada por aquellos medios institucionales o
institucionalizados, se ve también más libre de expresar su deterioro, con un
paro en sí misma superior al 43% y bajo los efectos en sí del descalabro en la
burbuja inmobiliaria y en la tormenta hipotecaria. Estas y otras del mismo
rango son razones de mucho peso para la originación del movimiento, pero lo más
importante y deseable, en ello, puede ser el hecho de despertar de una
situación de ignominia moral a la que ha venido siendo sometida durante muy
largo tiempo y más concretamente desde el inicio del régimen llamado de
“transición” hasta la fecha actual. Tenida desde largo tiempo en situación de
amaestramiento, de desmemorización construida, de dependencia familiar forzada,
de desocupación, de envenenamiento social, de frivolización, de sujeto de
espectáculo industrial, de sometimiento a los más diferentes tipos de
endrogamiento, de pasto de televisiones, de hedonísticas vías de
marginalización programada, de pleno vaciamiento de
contenidos reales, sin quehaceres
propios de su naturaleza espontánea y social, sin ilusión ninguna, sin ninguna
esperanza. Sólo esto puede ser o haber sido lo más decisivo e importante para
desprenderse de aquellos rasgos de liquidez que Zigmunt Bauman nos hablaba.
Poner como decisivo del lanzamiento el texto “Indignaos” de Stèphane Hessel es
conceder al movimiento juvenil una dosis de ligereza y futilidad, que, aunque
ocasional y anecdóticamente se muestren en el mismo, no son, ni mucho menos, lo
que de él se puede detraer como sustancialmente definitorio. La gran
inconsistencia del texto de Hessel y, más aun, su práctica de seguidismo,
halago y apoyo baboso al PSOE, cuando este partido se encuentra en el blanco de
las iras de los levantados, descarta que la intención y acción de tal personaje
pueda tener nada que ver en la significación profunda del movimiento juvenil,
fuera de los ecos mediáticos, exageradamente aumentados y, sin duda,
intencionalmente mantenidos que la industria comunicativa le haya querido dar.
Recuperar una vida propia, escapar de
un presente sórdido, de un horizonte cerrado en engaños, en mentiras
manifiestas o peores aun por su disfraz de retórica, en opresiones, robos,
injusticias del sector mandante, en tapujos de toda índole, trampantojos de
toda laya, presidido todo ello por el cínico lema machacón de “Estado de
derecho”. El descaro más rotundo, la insensatez más lela, el jaleo y el ruido
constante, ruido, siempre ruido y ruido ensordecedor de todo pensamiento, la
imagen persistente, continua que mezcla espacios y tiempos no procesados mentalmente
y destinados a confundir, a hacer flaquear confianzas y seguridades, a vaciar
de contenido las voluntades…ese es el panorama del escape; escapar, escapar,
escapar, no saben muy bien cómo, pero escapar. Esa parece ser la razón profunda
del movimiento juvenil. Y esa misma y profunda razón es la que quieren
aprovechar los que quieren atraer y desviar el movimiento, beneficiando de esa
nesciencia nacida de la desmemorización programada, ofreciéndoles al escape un
sitio que es justamente aquel del que quieren escapar.
Desde el gobierno y desde los partidos
e instituciones, se tenía el convencimiento, por la coincidencia de la fecha,
de que la intención del movimiento era la de influir en las elecciones del
22-M, y que esto era lo que tal acción tenía de político. Incluso sesudos
profesores de la Universidad de Salamanca hicieron a posteriori largos estudios
estadísticos para probar que el movimiento juvenil había tenido su influencia
en los resultados electorales. La presencia de los votos nulos y en blanco no
fueron, sin embargo de entidad suficiente como para atribuir al movimiento una
intención significativa de alteración en los resultados electorales. Incluso
algunos pretenden que lo que pudo haber habido de tal intención sólo había
servido para evitarle al PSOE un descalabro aun mayor del que
sufrió, y éste fue, a todas luces,
rotundo; por otro lado, tampoco Izquierda Unida logró, en ese momento,
capitalizar en votos el descontento. Podían tener gobierno y partidos la
percepción de que, siendo, como creían, aquélla la intención, el movimiento se
desvaneciese pasadas las elecciones del 22-M. Pero las acampadas decidieron
continuar y extenderse, con lo que la clase política y mediática queda un tanto
descolocada. Todo lo cual no contradice, sin embargo, la intención de ciertas
fuerzas políticas de promover o tantear a priori el hecho, de movilizarlo hacia
maniobras de tipo político, o de su condicionamiento y aprovechamiento a
posteriori.
La gran difusión en Twitter es
indicativa de la importancia del fenómeno. No sabemos si el emblema general de
Spanish Revolution tener una intencionalidad preventiva, haciendo velada
alusión a la revolución española de los años 36-39, o señalándola como fenómeno
típicamente local: España, toros, Virgen y anarquismo. Puede que, en esto, las
intenciones sufran, a nivel internacional, sobre todo, occidental, un proceso
de mezcla de hechos y conceptos.
El caso, como ya hemos visto, es que
el fenómeno no deja de tener, antes al contrario, relación con la crisis y que
ésta es universal. Por esta relación con la crisis y encaramados en la
“doctrina del shock” de Naomi Klein, producida por la misma crisis, se
intensifican fuertes medidas restrictivas en lo económico por parte de los
mercados internacionales que alcanzan, sólo en una primera ronda, a los más
vulnerables dentro del sistema capitalista, Portugal, Irlanda, Grecia, España,
los conocidos como PIGS por sus siglas, que, de paso y como propaganda
denigratoria para esos países y justificativa de sus denunciantes y "rescatadores",
dentro del sentir capitalista, son “nominalmente” cerdos, en lengua inglesa,
pero que, en turnos sucesivos, irá alcanzando, de un modo u otro a todos los
componentes del Sistema.
Lo cierto es que la situación de
descontento es universal, como se ve en el documental “Incide Job” de Charles
Ferguson, y como se prueba, aunque con matices diferentes, en movimientos
populares de Francia, Grecia, Portugal, Reino Unido y, particularmente, en
Islandia, donde la rebelión cívica del pueblo parece haber logrado resultados
bastante concretos, aunque, en modo alguno, los que puedan llevar a una
situación de auténtica igualdad y autogestión. Movimientos de protesta de uno u
otro paralelismo alcanzan ciudades como Florencia, Budapest, Viena,
Montpellier, Londres, Buenos Aires o Nueva York, sólo como ejemplos, pues, de
hecho, más de 100 importantes ciudades de todo el mundo se hacen eco, en mayor
o menor medida, del movimiento juvenil español.
En EEUU y a partir de septiembre, se
empiezan a producir movimientos de acampada semejantes a los españoles, lo que
no quiere decir que hayan tenido a éstos como precedente y causa real. No debe
olvidarse que fue en USA donde arrancó el movimiento antiglobalizador en su
forma más pura y espontánea. La sombra de Seattle se ha venido, así,
proyectando sobre los futuros movimientos antiglobalizadores, que, a su vez,
fueron, en variado modo, degenerando por la presión de formaciones políticas
sobre ellos. El movimiento “Occupy Wallstreet” de Nueva York fue pionero de los
mismos, se extendió como la pólvora y dio nombre al “International Occupy
Movement”, un movimiento que se caracteriza por la heterogeneidad y la
diversidad de posturas y planteamientos, con el descontento por denominador
común. Hay diferencias notables de ciudad a ciudad por las diferentes
circunstancias de cada una. Mediáticamente, mientras Occupy Wall Street gran
margen, Occupy Minnesota, por ejemplo, no aparece en la televisión a pesar de
haber llevado a cabo acciones muy serias, como, en el solo mes de octubre,
cuatro marchas a las cárceles, en protestas por los malos tratos y en
reivindicación de la abolición de las penas de larga duración.
En Nueva York, interviene,
decisivamente, en el movimiento la "Direct Action Network" que ya
había organizado la contracumbre de Seattle, en 1999. El tono mediático se
encargó de desvirtuar bastante el movimiento, invitándole a exagerar el tono
festivo y presentándolo, a veces, como caricatura rocambolesca. Pero la
seriedad del movimiento queda probada en los fuertes enfrentamientos con la
policía que los desaloja de Wall Street, y en su voluntad de persistencia con
la acampada en el parque Zuccotti de donde los manifestantes son violentamente
desalojados por la policía, el 15 de noviembre, lanzándoles a la cara gas
pimienta, a pesar de lo cual las manifestaciones siguen adelante.
En Oakland (California), la lucha
directa se emplea a fondo contra los poderes económicos de la ciudad, dando
lugar, el 10 de octubre, a durísimos enfrentamientos con la policía en la plaza
Oscar Grant. El movimiento Occupy Oakland , por ello, también conocido como “La
Comuna de Oakland” y en ella participan gran número de estudiantes de la
Universidad de Berkeley, conocida por su radicalidad. Se proclama huelga
general, y, el 2 de noviembre, activistas y trabajadores portuarios cierran el
puerto de Oakland, el más grande de toda la costa oeste americana, se paralizó
toda la industria, y con tres huelgas generales en menos de un mes, se procedió
a ataques contra sucursales bancarias. A pesar de la dura represión, se sigue
manteniendo una dura lucha, y, en Seattle se desarrollan asambleas semejantes a
las de Madrid y acciones contra desahucios y abusos laborales. Las acciones en
EEUU están siendo, así, bastante más radicales que el 15-M.
El movimiento se demuestra como
internacional, y, a medida que pasa el tiempo, avanza progresivamente en este
carácter. No puede dejar de ser así, pues el proceso de globalización económica
termina, al cabo, por globalizarlo todo. Sin embargo, esto hace que
determinados analistas, y, con seguridad, los poderes políticos establecidos
hayan llegado a la conclusión de que la solución, para ellos positiva, de todos
estos movimientos descanse en puras reformas políticas de los pasos que, por
esta vía, se han venido dando hasta ahora. Creen tanto tales analistas como,
inconfesamente, los poderes establecidos que no habrá solución al problema sin
una “intervención internacional”, y plantean esto en el sentido de una reforma
“profunda” de la democracia, que, según los unos, abiertamente, y, según los
otros, tácitamente, sólo puede venir de la ciudadanía, de una sociedad que,
dejando de ser mera “espectadora”, pase a tomar la palabra y a ejercer su
legitimidad. No plantean la cuestión del poder en sí, no pueden apuntar a su
propia línea de flotación, por lo que no pueden dejar de moverse en el terreno
de la palabra “democracia” como pura declaración formal. No entran, ni pueden
hacerlo, en el análisis del kratos del demos (poder del pueblo), tienen sólo
que atener a la pura verbalización de la palabra para decir que el poder es del
pueblo. Por lo que no pueden entrar ni atenerse a las enseñanzas de historia,
que, para ellos, se mueve en un puro mantenimiento de Las formas, vaciadas de
su contenido declarado. Sólo aluden, para ello, al antes y al después de la
Revolución Francesa, pero no hacen hincapié en que la esencia del poder se
mantiene siempre como tal, ni en que el triple grito de aquella revolución,
“libertad, igualdad y fraternidad”, continuó su existencia como una declaración
vacía. A este respecto, los que de veras quieren aprender de la historia,
sacan, corrigiendo sus propios errores, consecuencias válidas que sirven para
la aportación de algo nuevo. Un caso paradigmático de esa voluntad de
superación de esquemas mentales adquiridos nos lo ofrece el joven Marx. En el
origen revolucionario del Marx joven aparecen tres primeras obras, en evolución
de permanente corrección la una de la otra, significativas, así, de un
pensamiento que se cuestiona a sí mismo sobre lo que, sucesivamente, va
adquiriendo.
En el verano de 1843, escribe Marx la
Crítica del derecho público en Hegel, y sostiene, en ella, que, en el estado
político que surge de la Revolución Francesa, las diferencias de las vidas
privadas de los ciudadanos en la sociedad civil, no tienen relevancia material,
por ser ricos y pobres, políticamente, iguales. En el otoño del mismo año, con
pequeña diferencia de meses, escribe el joven Marx La cuestión judía, en la que
manifiesta que las diferencias civiles
podían no tener importancia en la esfera política, pero que era la esfera
política misma la que tenía poca importancia, mientras que, en modo alguno,
podían pasarse por alto las diferencias civiles. Entre el otoño de 1843 y el
invierno temprano de 1844, escribe el joven Marx la Crítica de la filosofía del
derecho en Hegel, donde las diferencias de categoría civil se convierten en
contradicciones de la propia sociedad civil. Se niega, ahora que el Estado,
propuesto por Hegel como la gran panacea, sea como el Reino de los Cielos aquí
en la tierra, y se afirma, rotundamente, que “un Estado clasista no puede
cumplir la idea de Estado como realización de la eticidad de la especificidad
humana”, cual era la pretensión de Hegel. La filosofía y las filosofías son
ahora, para el joven Marx, pura palabrería, y debe desecharse como tal o como
tales. La sociedad, se añade, será cambiada por obras, hechos, no por meras
palabras, lo que quiere decir que, en la escena histórica, han de entrar otros
hombres encargados de hacer el barrido necesario. La emancipación ha de
sobrevenir de una clase dentro de la sociedad civil, pero que no sea,
propiamente, una clase de la sociedad civil, sino de una esfera universal (aquí
el internacionalismo), porque su sufrimiento es universal. Hasta aquí el joven
Marx.
Respecto a los análisis de los
comentaristas bienpensantes, hay que insistir en que este régimen progresado
desde la Revolución francesa es realmente superior porque ha sido perfeccionado
y dotado de los medios precisos, precisamente para mantener y asegurar el
poder, razón por la cual, los poderosos que lo detentan lo tienen como cerrado
y definitivo. Pensar, pues, que, desde él, pueda promoverse una situación
político-social y económica de igualdad y justicia y libertad auténticas es
como ir a buscar cotufas en el golfo. Los estamentos políticos, tanto a nivel
nacional como internacional, son muy conscientes de sus deficiencias, pero, por
definición, no están ni pueden estar en la disposición de renunciar al poder,
pues la naturaleza del poder es como es. No en vano, desde Hobbes para la
modernidad, se certifica al poder como Leviatán, el monstruo que, desde el
Apocalipsis de Isaías, es la representación del poder pagano, y tanto más
pagano cuanto más se disfraza de hábitos religiosos, sin olvidar que, hoy más que
nunca, el gran dios de la actualidad es el dinero, y que el poder, todo el
poder, hoy, es la religión del Dinero.
El levantamiento juvenil actual, como
pionero del levantamiento general social, es un movimiento, fundamentalmente,
internacional e internacionalista, porque, como bien dijo el joven Marx, al que
anteriormente aludimos, la clase emancipadora no será una clase de la sociedad
civil, sino que ha de ser la clase del sufrimiento, el sufrimiento que, por
igual padecen chinos y bengalíes, americanos, africanos o
europeos, el sufrimiento, que es
universal y no conoce fronteras ni formalidades políticas que lo diferencie,
Esa línea es la que ha de seguir el levantamiento, los múltiples levantamientos
que se produzcan.
Hay, sobre el destino de 15-M, toda
clase de vaticinios. Los elementos de oscuridad en el arranque y algunos
comportamientos de instrumentalización en su desarrollo, así como la inevitable
heterogeneidad inicial de los componentes dan pie, si no a toda clase, sí a una
gran variedad de premoniciones, la más negativa de las cuales, la de la
autodisolución por inconsistencia. Zigmunt Bauman, el polaco ya antes aludido,
califica al 15-M como un movimiento emocional, falto de pensamiento, por lo que
augura su autodisolución. No son estas características las que a nosotros nos
preocupan. Nos preocupa, más bien, la prefiguración que del movimiento tengan
ciertos grupos que faciliten el enorme poder de integración del Estado y sus
medios. En una situación como la española, con el silencio social programado y
construido, junto a la atomización individualizante, igualmente programada y
construida, con el imperio imperante de la imagen, inhibidora o destructiva de
la capacidad de pensar, con la siembra a voleo del escepticismo y la
desconfianza ante toda idea, todo ello igualmente programado y construido, nada
de extraño tiene que los fundamentos de la explosión hayan de ser, en altísimo
grado, emocionales. La emoción, sin embargo, no tiene, como tal, nada de
negativo en sí, la emoción es furia y empuje, energía disparada. Sin ella,
ningún movimiento de real alcance histórico podría alcanzarse. Las ideas, son,
en sí, demasiado estáticas, cerebrales, para promover por sí mismas y solas,
movimientos generales de un alcance determinado. Por otro lado, hay ideas e
ideas, y la razón es demasiado profunda para poder ser encerrada en fórmulas de
carácter abstracto. Ya Pascal, frente a Descartes, nos lo dijo con toda
claridad: “razones tiene el corazón que la razón no entiende”. Además y con
aires más kantianos podríamos concluir que la acción, sin pensamiento, es
ciega, como el pensamiento, sin acción, es vacío. Si ya alguien dijo que el
pensamiento nace del movimiento de la mano, sí podemos llegar a conclusiones
distintas de la pura y simple dicotomía que nos propone Zigmunt Bauman. La
emoción lleva incorporado el movimiento, y el movimiento se da siempre en
situaciones concretas de las que tiene que tomar cuenta, y descubre, así,
obstáculos, dificultades, coyunturas, cauces, experiencias. Es decir, que el
movimiento, ya despierto después del arranque, enseña por sí mismo, descubre,
lleva al pensamiento o facilita su apertura al mismo. Es de este modo como el
propio movimiento descubre la necesidad de la reflexión y la toma de contacto
con discursos previos que han movido su energía en el estudio del ser humano y
su medio, en el análisis de la marcha de la historia, en hacer disecciones
anatómicas y fisiológicas de las
sociedades y sus componentes, en poner ante la mente situaciones similares
anteriores de las que su conocimiento y el de su desarrollo y desenlace
alimentan y fortalecen la seguridad, o, al menos, la prudencia y la confianza
de la marcha. Serán, así, de una ayuda básica y fundamental porque conducen de
la semiceguera del arranque a la conciencia firme de lo que se hace y lo que se
quiere. Ninguna teoría dará a priori el cuadro exacto y completo del destino al
que se apunta. No puede hacerlo y es bueno que no pueda hacerlo. El destino que
a uno le mueve tiene , en sí, y por definición, un elemento incógnito. La guía
de la marcha no debe ser un modelo fijo hacia un destino igualmente modélico y
fijo. Tal cosa no está en las manos de nadie. Pero, además, si así fuera,
podría resultar que, con la intención de dar seguridad a nuestros sucesores,
les estuviéramos privando de su libertad de acción, y la acción debe ser
siempre libre. Las ideas que se aporten y se suscriban no deben ser modelos
fijos, sino ideas generales, en situación de ser enriquecidas por el propio
actor. La utopía es inexcusable como motor de arranque que busca la escapada,
pero no debe convertírsela en modelo estereotipo y fijo para un fin igualmente
fijo, sino en idea viva que funde la coherencia de todos nuestros pasos. Es el
único modo de que la idea teórica y el movimiento material y concreto se
interfundan en un comportamiento ético que siempre debe acompañar a los actores
en la marcha de una transformación cualitativa de la sociedad y su modo de
vida. Que la utopía no sea una cuestión de futuro, sino una cuestión de cada
día y cada momento. Quizá sea ésta la manera de que salgamos o pudiéramos salir
del embrollo teórico del tiempo, para abandonar el mito tanto del futuro como
el del no-futuro, que nos tiene pillados en multitud de laberintos abstractos.
El pasado parece ser algo demasiado
evidente como para crearnos problemas de calificación o delimitación.
Problemas, en el plano teórico, se plantean, más bien, entre el presente y el
futuro, que, entiendo yo, desaparecerían, si, dada la interimbricación de esos
dos conceptos, los subsumiéramos en el concepto más profundo y más general de
vida. Si tenemos en cuenta frases como “después de desayunar”, “en la cena te
veo” o “cuando sane tu hermano”, propias todas ellas de la cotidianidad más
sencilla, vemos con claridad que, en el mayor de los presentes, se comprenden
acciones por venir. Es por esto por lo que yo siempre admiré la frase de Xavier
Zubiri, “el presente es un futuro adelantado de un pretérito detenido”. Con
esto yo quisiera resumir que el porvenir será lo que nosotros hagamos ahora y
en cada momento. Si en este cada momento, nuestra acción es la del súbdito
pasivo del Estado y del Capitalismo, esa pasividad y esclavitud será nuestro
futuro. Si, por el contrario, hemos dicho ¡basta! Y actuamos consecuentemente
por nuestra liberación, esta liberación llegará, y, con ella, la de nuestros
sucesores.
La posición ciudadanista y politizante
de buscar apertura en el Sistema para dar en él cabida y acomodo reformista a
determinados grupos de las clases medias, no sabemos si premeditada o
inconscientemente, no sería bueno ni siquiera para estas pretendidas clases
medias y lo único que conseguirían es dar al Sistema una mínima porción del
equilibrio que hoy no tiene. Entre la máquina y el hombre se ha roto la coexistencia;
la desigualdad entre los componentes de las clases sociales se ha ido a los
extremos. Hoy los pobres son más pobres que nunca y los ricos más ricos que
nunca. Esa es la tendencia creciente. En esa extremidad nos encontramos y la
prepotencia, si no la omnipotencia, de los medios de comunicación no aciertan,
por más que lo intentan, a enmascarar la situación. El Sistema, el sistema de
la desigualdad y la injusticia, en una situación de desequilibrio creciente, se
pone, así, en riesgo permanente de implosión. Política y políticos se
encuentran en el colmo del desprestigio; economistas y banqueros no sólo
carecen de la mínima credibilidad, sino que están, para el común de las gentes,
en la cumbre de la criminalidad; los sindicatos que han vendido a la clase
obrera, al venderse a un sindicalismo de falsa “representación” conveniente al
Sistema e impuesto por el mismo constituyen un elemento institucional del
aparato Estado-Capital en complicidad flagrante con los desmanes explotadores
de unos y de otros y están, por ello, en el colmo de la degradación y el
desprestigio; los intelectuales de nómina o se evidencian promoviendo las
incongruencias más descaradas, o se encuentran confusos y desconcertados,
desprovistos de cualquier fórmula eufemística, con la que, habitualmente, han
venido travistiendo las situaciones. Ya no hay travestimiento posible, y los
bienpensantes de oficio y beneficio, lejos de entrar en ninguna situación de
compromiso, se refugian en puras y formularias solidaridades verbales que más
encubren que descubren.
Con todo, no se trata, hoy, de ninguna
situación de enfrentamientos físicos, que, a pesar de todo, existirán
promovidos por el Sistema mismo, en su voluntad de proceder al empleo de la
fuerza. El caso de Barcelona, como el de la plaza de Callao, en Madrid, y otros
son ejemplos clarividentes de esa tendencia y deseo del Sistema, del que apenas
si se contiene por motivos formales del mismo que serían contraproducentes para
él, pero que le hacen estar en la tesitura permanente de la provocación para
dar fin, manu militari, movimiento. Cualquier mirada a los dispositivos de
fuerza y represión del Sistema, es suficiente para desaconsejar cualquier
recurso a la violencia que representaría un almibarado caramelo regalado al
Estado. Lo que hoy hay que buscar con
insistencia, y, en este caso, con
facilidad es hacer aflorar las contradicciones y engaños del poder, a fin de
que su desprestigio alcance a áreas cada vez más extensas de la población. La
división entre Estado y Sociedad es notoria y aceptada. Pero, dentro de la
sociedad civil, hay una, relativamente, pequeña masa que vive del, por y para
el Estado, con la que el Estado cuenta, y otra mucho más grande, en términos
absolutos que lo padece y sufre, pero que, en una amplia parte y por obra del
Estado mismo, vive en un proceso habitual de enajenación de su propio ser. Se
trata, pues, con el coherente movimiento de conciencia y, en base a necesidades
visibles, de cohesionar y engrandecer a esa gran masa social que evidencie, de
forma cada vez más manifiesta, el divorcio total entre Estado y Sociedad y que
haga patente la, no expresada, necesidad de ésta de escapar de las garras del
Estado. Se trata, igualmente, de internacionalizar el movimiento de estas
características, de establecer relaciones permanentes entre cada vez más
sociedades diferentes, pues, en todos los estados, en mayor o menor grado y por
razones de estructura, se produce el fenómeno arriba descrito. Un Estado así,
en permanente desequilibrio, no será capaz de subsistir, y el paso a la
autogestión de la sociedad autoemancipada será, de hecho, una realidad y no una
utopía (“en ningún sitio”) que el Estado del poder, en aseguramiento de sus
propios intereses, se encarga, con toda clase de colores y palabrerío de
presentar como ilusa e irrealizable para borrar de las mentes del común
cualquier gesto o movimiento inicial de intentarla.
Cuando se habla de la necesidad de
extensión de los grupos sociales anti-Estado, tenemos en mente al sector obrero
que fue, en otro tiempo, de hecho, y potencialmente sigue siendo, pues tiene el
aparato productivo en sus manos, el factor fundamental en el fenómeno del
cambio social cualitativo. Tardó algo en comprenderlo el Capitalismo, pero, al
cabo, lo comprendió y trató de tener ese problema en sus manos por medio de dos
estrategias, la de intentar una empresa sin obreros o con los menos posibles, y
la estrategia del sindicalismo, por la vía de intentar hacer al propio obrero
cómplice del método y sistema capitalista, a través del ofrecimiento de un
siempre mínimo de mejora, condicionado al mayor beneficio del capitalismo,
detentador, en todo momento del instrumento de transformación del valor de uso
en valor de cambio, erigiéndose, con ello, en estructurador y dueño absoluto de
los mercados.
Tal fue y tal es la ventaja y la
desventaja del fenómeno del sindicalismo para los trabajadores, que, a su
favor, tuvieron, así, la posibilidad y el hecho de aglutinar, en una causa
reivindicativa, grandes masas en torno a sí y de convertirse, con ello, en una enorme
fuerza social de potencialidad emancipadora, sin la cual o frente a la cual el
capitalismo encontraba grandes trabas en el desarrollo constante de su programa
de
crecimiento continuo y de beneficio
exponencial creciente. Se dio, en esto y a favor del capitalismo, la división
obrera entre suscribir la estrategia de atenerse, simplemente, al mejoramiento
continuo de sus condiciones de trabajo y vida, manteniendo la esencia del
Sistema, y la de mantener, con el mismo fin, la práctica de confrontación vindicativa
frente al Capital, a la vez que subsumiéndola en un proyecto activo de
superación del propio sistema capitalista con un cambio cualitativo del sistema
de producción, procediendo a la autogestión de la misma en una sociedad
autoemancipada con superación de todas las falsas e injustas relaciones
sociales y todos los falsos valores impuestos por el Estado
capitalista-burgués. De la primera estrategia mencionada derivó el sindicalismo
reformista o puramente tradeunionista, de la segunda, el sindicalismo
revolucionario.
En España, un régimen de fuerza, el de
Miguel Primo de Rivera, de 1923 a 1930, fue el primero que, con el fin de abrir
aun mas la división obrera , intentó esa ingerencia en el campo de la
organización de los trabajadores y su modo de acción, tratando de eliminar
huelgas y confrontaciones en el campo de la lucha trabajadora con la imposición
de los “Comités Paritarios”, organismos compuestos por patronos y obreros
destinados a la negociación sustitutiva de los conflictos con lo inevitable del
doble resultado positivo para los capitalistas, a saber, conclusiones siempre
favorables a los patronos y seguridad para el Sistema. Respecto a lo primero,
es aleccionador el caso Llaneza: los mineros asturianos, entre los que
predominaba el sindicato UGT, habían conseguido tras años de lucha que los
trabajadores del interior de la mina trabajaran siete horas en vez de las ocho
de los del exterior, algo perfectamente comprensible, dada la extrema dureza
del ambiente de abajo. Le pareció al dictador, siguiendo directrices de la
Patronal, que había que sacar más rendimiento al trabajo de la minería y
solicitó de Manuel Llaneza, gran luchador y dirigente máximo de la UGT minera
asturiana, la renuncia al beneficio de la octava hora libre, cosa que el dictador
obtuvo, nos imaginamos que con gran cabreo de la base trabajadora. De la
maniobra comités, se derivó un trato de favor para la UGT que suscribió los
famosos “Comités Paritarios” y apoyó al régimen, así como la ilegalización de
la CNT que rechazó de plano los “Comités Paritarios” y combatió al régimen,
resistiendo a las persecuciones y violencias que el régimen le infligía. Primo
creía, con ello, asestar un golpe mortal a la Organización que, unos años
antes, en 1919 y por medio de la huelga de La Canadiense, había logrado que se
impusiese la jornada de ocho horas para toda la clase trabajadora de España.
Caído Primo e instalada la II
República, los socialistas, en el poder, proclaman, en marzo de 1932, la ley de
“Jurados Mixtos” que reproducía, en esencia, la de los “Comités Paritarios” de
Primo, y que apuntaba a
impedir el crecimiento amenazador de
la CNT, que rechazaba tal ley, una ley que favorecía, indudablemente, a la UGT,
pero que no logró impedir que la CNT mantuviese con fuerza y éxito su lucha revolucionaria.
Saltamos el período de la guerra civil
y, en el franquista, volvemos a constatar cómo, con ausencia de sindicatos
libres, el sindicalismo oficial (CNS) es ya un sindicato que engloba por igual
a patronos y obreros, lo que quiere decir ausencia total de luchas
reivindicativas reconocidas.
Muerto Franco e instalada la monarquía
sucesoria, se promueve el régimen postfranquista conocido con el nombre de
Transición que dura hasta la actualidad y en el que, manteniéndose las líneas
fundamentales del franquismo, se vuelve a la situación de condicionamiento del
sindicalismo. Esta vez y por la apariencia obligada de democracia,
estableciendo un sistema forzado de “representatividad”, que deja fuera de él y
sometidos a persecución y aislamiento a los sindicatos que no aceptan las
impuestas elecciones sindicales, un sistema que, pisoteando la libertad
sindical de organización y funcionamiento, promueve el traslado al campo obrero
del régimen parlamentario con todas las lacras de origen que arrastra y que, por
medio de la subvención estatal y otras prebendas de profesionalismo, convierte
al sindicalismo en una pieza institucionalizada destinada a suscribir y
facilitar todos los planes económicos del capitalismo.
Este papel es el que vienen cumpliendo
los sindicatos CCOO y UGT con carácter de representatividad exclusiva, y, en
menor grado, por mor de escasez de afiliación, todos los otros sindicatos que,
como USO y CGT, suscriben y apoyan la estrategia estatal de las elecciones
sindicales. La comparación de la situación de la clase obrera española con la
demás de la Comunidad Europea no deja lugar a dudas en cuanto a la situación de
indefensión de la misma. La reivindicación de confrontación ha, prácticamente,
desaparecido, y, cuando se da, se produce por un impulso inaguantable de las
bases obreras, pero ahí están los aparatos sindicales para retener, convencer y
apagar fuegos, con el consiguiente desencanto, escepticismo, desesperanza y
desconcierto de la clase obrera en su conjunto.
Se trae todo esto a colación por lo
difícil que resulta comprender la pasividad general de los trabajadores en una
situación como la presente. Se dieron, en efecto, huelgas generales, casi
siempre, como antes se dijo, por el imperativo inaguantable de los trabajadores
forzando a declarar la huelga a los aparatos sindicales interesados en impedir
el fenómeno de “huelga salvaje”, descubridor para ellos de su falta de dominio
de dominio y control de las bases. Por eso nunca tuvieron la entidad de llevar
a algo verdaderamente positivo. Se trató, así, más bien de huelgas simbólicas
destinadas a decirle al patrón, “mira el poder que tengo para cortar esto” e
inmediatamente plantearle la necesidad de mejoras en que se encuentra el
mantenimiento de sus aparatos, siempre de cuestión de subvenciones
extraordinarias, de los llamados programas de formación muy bien pagados, de
entretenimiento de desempleados, en fin, de cualquier cosa que signifique el
impedimento de la acción directa de la clase trabajadora. Estos son los
impedientes obstáculos que llevan a esa incomprensible pasividad. Pero todo
tiene un límite, y la clase obrera aprende, indudablemente, del movimiento
juvenil presente. Lo que, por lo tanto debe emprender ese movimiento es seguir
una ruta de coherencia que no lleve también al desencanto de la propia clase
obrera, y, por ello, no seguir ninguna táctica de carácter ciudadanista y
politizante, donde, con toda seguridad, aparecerán los apagafuegos suficientes
para llevar al desencanto al propio movimiento juvenil y, con ello, a su disolución.
Edita: CNT-AIT Granada
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