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martes, 17 de noviembre de 2020

SALUD AUTOGESTIONADA EN LA REGION CHILENA


Salud autogestionada en la región chilena: El legado del medico anarquista Juan Gandulfo

El legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942).

Los años alrededor de 1920 estuvieron marcados por inestabilidad política y ebullición social, productos de la caída en el precio internacional del salitre, la migración campo-ciudad y las paupérrimas condiciones de salud, vivienda y trabajo en que se encontraban las clases sociales desfavorecidas.

En este escenario, en 1919 se fundó la sección chilena de la Industrial Workers of the World (IWW), organización sindical de inspiración anarquista fundada en junio de 1905 en Estados Unidos de Norteamérica. Ésta preconizaba la “acción directa”; es decir, la directa participación de los trabajadores en la resolución de sus problemáticas, ya fuese mediante la propaganda, el boicot a los explotadores, la huelga, la democracia directa, etc. Al alero de esta organización, y bajo los principios de autogestión y acción directa, tuvieron lugar las experiencias descritas en el presente artículo.

LA HOJA SANITARIA I.W.W.

Bastante se ha escrito sobre el Dr. Juan Gandulfo como dirigente estudiantil, algo menos, como médico. Pero sin duda, poco o nada se ha escrito sobre aquella particular faceta que mezcló su profesión con el genuino interés por la cuestión social de la época.

El 22 de marzo de 1957 se inauguró en el Hospital Calvo Mackenna el Taller de Prótesis Ortopédicas Dr. Juan Gandulfo Guerra. En dicha ocasión, Pedro Godoy (Rector de la Universidad de Chile en 1932) pronunció un discurso en que dijo: “Por espíritu previsor gastó mucho de su bien ganado dinero en enseñar la higiene entre los obreros por la propaganda más directa y más sencilla: en hojas volantes”(1). Dichas hojas volantes pretenden ser rescatadas del olvido mediante el presente trabajo.

La Hoja Sanitaria fue la publicación mensual del Comité Sanitario, dependiente de la IWW. Es uno de los pocos rastros que quedan de una iniciativa por la autogestión de la salud en Chile. Cobra relevancia el examen de este periódico para comprender cómo un puñado de hombres se dio a la labor de intentar desterrar arraigados mitos y constituirse en referentes para la educación de los obreros en materia de salud.

Sin embargo, no fue tarea fácil; en alguna medida, por el escaso apoyo que encontró en ciertos sectores obreros, ora porque consideraran inútil la labor realizada, ora porque tuvieran la arraigada costumbre de muchos grupos “pseudo-libertarios” de usufructuar de los beneficios sin apoyar económicamente el desarrollo de iniciativas autogestionarias (i).

Respecto al primer punto, el propio Gandulfo declararía: “(…) se ha mirado despectivamente la labor que realiza esta Hoja, por considerarla casi inútil. Profundo error ha sido éste. Tenemos la pretensión de ir formando una fuerza nueva en la organización obrera, ya que cada hombre que tenga conciencia de su derecho al bienestar irá sintiéndose descontento del ambiente en el cual el actual régimen lo mantiene y –por consiguiente– nacerá en él y se desarrollará la idea y luego la necesidad de romper el actual estado de cosas para reemplazarlo por uno nuevo en que cada individuo viva mejor y sea más libre…”(2).

La imprenta Libertá, ubicada en Nataniel 1057 el mismo sitio donde funcionaba en las noches el Policlínico Obrero–, se encargó de elaborar la publicación, que vio la luz con su primer número en junio de 1924, distribuyéndose de manera gratuita hasta la extinción del “superávit” generado por el Policlínico (que financiaba la publicación), en diciembre de 1925. Desde el número once, el valor del periódico sería de 10 centavos para costear el tiraje de 2.000 ejemplares.

Pero no sólo debieron enfrentarse problemas de financiamiento y desidia de parte de algunos sectores obreros. La persecución política fue otro reto a resolver. La IWW, declarada ilícita por la superioridad gubernativa, no pudo seguir a cargo del Policlínico; por lo cual, en el último número disponible de la Hoja Sanitaria (noviembre de 1927) y tras un silencio de cinco meses –tiempo hipotéticamente destinado a la reorganización de los servicios–, apareció la noticia de que dicha “Repartición Sanitaria Popular” pasó a ser propiedad del Dr. Gilberto Zamorano.

Así, el Centro de Salud continuaría –bajo dirección del Dr. Gandulfo– “…atendiendo solícitamente a los trabajadores y a todas las personas que soliciten los servicios sanitarios (…) a pesar de este cambio y de no tener subvención de filántropos ni de nadie; no ha cambiado su fin de altruismo y bien social por el mezquino mercantilismo. No ha variado los honorarios (…) Se garantiza que en el servicio no hay distingos ni preferencias de clase…”(3).

La “Hoja Sanitaria”, a secas, pasaría a ser la publicación del Policlínico Obrero. Luego de 24 números de regularidad encomiable, vería truncada su labor de propagación de la higiene.

Es necesario entender la publicación como una instancia destinada a la educación de los trabajadores en importantes aspectos de salud: higiene, salud mental, educación sexual, enfermedades infecto-contagiosas (E.T.S., tuberculosis, viruela, rabia, pediculosis, sarna, tifus exantemático, etc.), temas de pediatría y puericultura, nutrición, salud buco-dental, entre otros. Es importante destacar, además, la lucha contra el alcoholismo del Dr. Guillermo Puelma.

Así también, desde esta tribuna se dio una batalla sin cuartel a la automedicación y a los charlatanes, que lucraban con los problemas de salud de los obreros, generando graves complicaciones de las enfermedades que éstos padecían. El Dr. Gandulfo aprovechó su experiencia con los “componedores de huesos” describiendo errores gravísimos: fracturas que de cerradas pasaron a expuestas, obligando a amputación de extremidades; o enfermos con mal de Pott que, en lugar de ser inmovilizados, fueron tratados con maniobras hasta generar fracturas (cuyo sonido atribuyeron a curación).

Impresionan los avanzados conceptos de salud integral que se manejaban: concepción de la importancia de la higiene, el aire puro, el ejercicio físico (incluidas lecciones de natación mediante textos y fotografías), la salud mental y la nutrición. Respecto al último punto, se educaba a obreros y madres de familia en la creación de un menú semanal accesible y nutritivo, y la compra de alimentos económicos de alto rendimiento energético.

Por ejemplo, sostiene el Dr. Uribe y Troncoso:

“Durante una huelga, una pobre mujer gastó sus últimos diez centavos en lechugas para alimentar a su familia que tenía hambre. Si hubiera comprado frejoles, habría obtenido con el mismo dinero setenta veces tanto alimento (…) Con muy poco dinero, un ama de casa puede alimentar a su familia buscando los alimentos baratos que den los materiales reconstituyentes y la fuerza necesaria al organismo; y aprendiendo, además, cómo debe cocinarlos de manera que sean agradables al gusto y se digieran con facilidad”(4).

Así también, la labor educativa del periódico no se limitaba a las enfermedades somáticas, sino también a la protección de la infancia: “(…) téngase presente que a las guaguas puede educárseles, esto es, formarles hábitos, pero sin necesidad de pegarles, como suele hacerse por muchas madres.”

Merece ser destacado el tercer número (septiembre de 1924), dedicado a los obreros carboníferos de la región sur. En éste aparece un artículo del Dr. Walter Fernández (por ese entonces, jefe del Laboratorio de Histología de la Escuela de Medicina) que aborda el tema de la anquilostomiasis. Resulta interesante detenerse en su historia, descrita en el editorial del periódico con las siguientes palabras:

“La forma más sublime del heroísmo es la proporcionada por el héroe científico; la del hombre que, conociendo los peligros de una enfermedad, se la produce inoculándose los parásitos que la determinan a objeto de beneficiar a sus semejantes.

Tal es el caso del doctor Walter Fernández, quien, para demostrar la existencia de la anquilostomiasis en nuestras minas de carbón, introdujo en su cuerpo y en el de su hermano el agente de la anemia de los mineros.

Demás está decir que esto no ha conmovido a nadie, pues el Gobierno no ha tomado ninguna medida para curar a los obreros, a quienes tanto ama; y las Compañías Mineras llegaron a impedir violentamente al doctor Fernández la terminación de sus investigaciones. Los obreros, por su parte, mandan diputados y senadores a gritar al parlamento… (…) el doctor Fernández no ha podido curar de su enfermedad, que adquirió con su interés de sabio y de amigo de los obreros”.

En el mismo sentido, ni las actividades de difusión de la Hoja Sanitaria, ni la labor desarrollada por el Policlínico, perseguían fines puramente asistenciales; pues se entendía su labor autogestionaria como parte de un proceso revolucionario que no estaba desligado del quehacer de la IWW, pese al grupo variopinto de colaboradores y el carácter ecléctico de los artículos. Sin embargo, la figura aglutinadora –constituida por Gandulfo– imprimía un carácter radical a la labor, encaminada hacia la revolución social.

Resulta fácil comprender, desde la personalidad de dicho personaje, la colaboración de hombres con distintos sustratos ideológicos, pero de base humana cabal cuya convicción estaba al servicio de la medicina social. Como señalara Armando Alonso Vial: “pocos prescindían tanto de la ideología de los demás para otorgar el aprecio como él (…)”(7).

Algunos artículos de Gandulfo revelan la finalidad libertaria de las acciones desarrolladas. A pesar de que las alusiones a temas contingentes o de difusión del ideario anarquista fueron escasas – comprensible por la línea editorial de la publicación–, no estuvieron ausentes del todo; quedando bien delimitadas las relaciones entre la Hoja Sanitaria, el Policlínico, la IWW, y otras organizaciones obreras y de arrendatarios (figura 1).

La Hoja Sanitaria y el Policlínico Obrero, junto a su labor específica en salud, representaron a su manera otra forma de la “propaganda por el hecho” desarrollada por los anarquistas (cuya acepción histórica llegó a ser tan tristemente célebre como sinonimia del magnicidio, asesinato político o atentados con bombas). Fue así que mediante su acción se estimulaba la afiliación de los obreros a la IWW, al obtener de este modo los servicios del Policlínico a bajo costo. El propósito: “… fomentar la organización y demostrar, con hechos bien fehacientes, que los productores, estrechamente unidos son capaces de asegurarse –sin necesidad de leyes draconianas y leoninas (…)–la salud y la vida (…)”(8).

EL POLICLÍNICO, UNA REALIDAD AUTOGESTIONARIA

En junio de 1922, la Unión Local de la IWW propició la formación de un policlínico para atender a los trabajadores y sus familias. En ese entonces, Gandulfo expuso detalladamente los beneficios que éste reportaría, “ya que la ciencia médica está acaparada por el capital con el consiguiente perjuicio para la mayoría de la humanidad”(9).

En noviembre de 1922, el periódico Acción Directa –órgano de difusión de la IWW– advirtió: “(…) Al Marjen (sic) de Nuestra Unión se está formando un policlínico donde puedan ser atendidos los obreros en las diferentes enfermedades que entran dentro de las fábricas y en los cuartos inmundos que se ven obligados a habitar en este régimen corrompido y corruptor. La actividad que se está viendo en la comisión encargada, nos hace confiar que pronto sea una bella realidad”(10).

En diciembre de 1922, el proyecto gozaba de un éxito halagador (figura 2), reuniéndose más de mil pesos para su instalación, además de instrumental quirúrgico y mobiliario (9). El 11 de junio de 1923, se inauguró el Policlínico de la IWW (11).

Desde el día siguiente, se abrirían las puertas de Nataniel 1057 para atender a los obreros y sus familias y no se cerrarían, pese a las adversidades, hasta bastantes años después. Este Centro de Salud funcionaba de lunes a sábado (prestando atención médica los días lunes, miércoles y sábado; y dental, los martes y sábado), de siete y media a nueve de la noche, a fin de poder atender a los obreros luego de finalizadas sus faenas.

Para gozar de los servicios se debía pagar una cuota de incorporación (un peso) y una cuota mensual (dos pesos). La familia del cotizante tenía acceso a los mismos beneficios, pagando la mitad del precio que el público general (8); en cuanto a los procedimientos dentales, los socios de la IWW tenían un descuento de 10% (12).

Un requisito indispensable para la atención era mostrar al delegado y al médico de turno la libreta social con las cuotas (social y sanitaria) al día (13).

El funcionamiento del Centro estaba a cargo de un médico jefe y dos auxiliares (estudiantes del último año de medicina), una matrona, un dentista, un practicante y un delegado de turno (13). Se realizaban consultas, inyecciones, curaciones, lavados, pruebas para el diagnóstico de la sífilis (R. Wassermann), exámenes de jugo gástrico y orina, extracciones y curaciones dentales (14).

Posteriormente, durante la primera semana de marzo de 1926, se ampliaría el Servicio Dental (15), realizándose extracciones bajo anestesia, obturaciones con amalgamas, oro o cemento, tratamientos radiculares, topes de oro, coronas, placas, parches, ganchos de oro, etc (12).

Sin embargo, como he destacado anteriormente, el Policlínico IWW no cumplía funciones puramente asistenciales, como bien da cuenta su balance luego de tres años de funcionamiento: “(…) En este tiempo hemos creído probar con hechos que los obreros somos capaces de organizar nuestros servicios médicos sin la ayuda del Estado, ni de las instituciones filantrópicas, gracias a la iniciativa libre” (11).

Labor que se vería entorpecida en noviembre de 1927, cuando el Policlínico dejó de pertenecer a la IWW, pese a lo cual, continuó su actividad. Y lo seguiría haciendo, incluso posterior a la muerte de uno de sus principales impulsores: el Dr. Gandulfo.

El Policlínico debió no sólo enfrentar la persecución política del Estado, sino también, las habladurías y el abandono por parte de los obreros:

“Durante 12 años de labor sin interrupción ha servido para demostrar lo que puede la voluntad de los hombres al servicio de una causa. Hemos laborado en silencio, pero con entusiasmo. No queremos dejar en silencio ya nuestra obra, por razones fáciles de explicar. Los trabajadores aún no han comprendido que esta obra es de los trabajadores y para los trabajadores. No hay ni un derecho para hacer juicio equívoco, porque nuestra conciencia de revolucionario está trazada por la senda recta y justiciera. Nada hemos hecho que esté reñido con nuestra moral revolucionaria. Desde su fundación este Policlínico ha tenido por única divisa servir a los trabajadores, no sólo en medicina y curaciones sino en atenciones cuando las circunstancias lo han requerido. Por eso invitamos a los trabajadores vengan a ayudarnos a cuidar lo que han dejado abandonado (…) Este Policlínico no sólo sirve para curaciones del cuerpo físico, también ha servido para curar a enfermos del régimen cuando fueron violentados por ráfagas reaccionarias” (16).

El “Policlínico Obrero Juan Gandulfo Guerra, de la IWW” (como sería llamado posterior a la muerte de éste) –ubicado en Avenida Matta 832–funcionaría, a lo menos, hasta 1942, fecha en que se pierde la pista de su existencia (ii), tras diecinueve años de ardua labor.

JUAN GANDULFO: MÉDICO Y ANARQUISTA

Quizás una de las figuras más recordadas vinculada a estas experiencias sea la del Dr. Gandulfo, quien junto a otros profesionales (Pedro Sáez, Luís Soza, Segundo Pereira, Pedro Calderón, Francisco Urbina, Luís Pinto, Manuel Oñate, etc.) dedicó sus más nobles esfuerzos a la mejoría de las condiciones de salud de los obreros. Su estampa ha sido previamente retratada (7,17,18). Es por esto que el presente apartado sólo busca contextualizar los antecedentes históricos anteriormente presentados a la luz de algunos aspectos de su biografía.

Juan Gandulfo Guerra, nacido en Los Vilos el 16 de julio de 1895, desarrolló desde su infancia un acercamiento instintivo y leal hacia las clases desposeídas –pese a provenir de una familia acomodada de Viña del Mar– definiéndose como amigo de hombres francos, leales y valientes (7).

Su participación en el movimiento anarquista de la época y sus dichos le costaron persecución y cárcel, lo que lejos de desanimarlo, le impulsó a organizar la salud física y espiritual del resto de los prisioneros. Como señalara González Vera “el ocio no le robaba sino aquellos instantes en que abandonaba una actividad para iniciar otra” (1).

Probablemente, los prejuicios acarreados, fruto de visiones parceladas, interesadas e ignorantes del ideario ácrata, han confluido en la escasa atención que se ha prestado a su contribución en la vida y obra del Dr. Gandulfo. A este respecto, señala Armando Alonso Vial:

“Necesito aquí decir en honor de la verdad algo que parece desconocerse: Gandulfo ha sido siempre anarquista; no ha abandonado nunca su credo anarquista (…) Me consta, aun cuando seguramente me faltan méritos para apreciar el pensamiento, el sentimiento y la obra anarquista (…) Gandulfo pudo no etiquetarse nunca de anarquista; pero lo era por antonomasia, yo lo sentí, a cada instante, feliz de serlo y creo que, en esa convicción, y en esa felicidad radica gran parte de su triunfo integral como médico. Siempre he pensado que hombres con profundas convicciones, como la cristiana o la anárquica que se acercan tanto, llevadas en lo hondo, son los mejor preparados para obtener el tipo de médicos que hemos concebido; honesto y libre, ecuánime y recto, alegre y humano. Si nos faltara la primera, nosotros desearíamos alcanzar la segunda, para obtener algún día estas virtudes que Gandulfo ha tenido entre otras cosas porque ha poseído aquella convicción” (7).

Inspirado tempranamente por la lectura de Kropotkin y Malatesta, trabajó con fervor en la IWW, desarrollando el Policlínico Obrero y participando en la Sección Local mediante conferencias sociales o biológicas.

Como médico sería “todos los días el constante defensor del enfermo contra todo, incluso contra el enfermo mismo…” (7). Se desempeñó como cirujano en el Hospital Arriarán, la Asistencia Pública y la Clínica del Dr. Lucas Sierra; sus principales áreas de interés en la Cirugía Infantil fueron la ortopedia y la cirugía plástica.

Falleció en un accidente de tránsito, el 27 de diciembre de 1931, camino a Casablanca. Tenía 36 años y sería recordado como un hombre sensible, bueno y generoso, al mismo tiempo que duro e implacable; como un hombre de estudio y de paz, a la vez que luchador combativo y valiente. Físicamente pequeño y débil, pero con una valentía, arrojo y vitalidad que le permitieron salir airoso de persecución, privaciones, duelos y cárcel, siempre más fuerte y vigoroso: física, espiritual y moralmente (1).

Agradecimientos

A Juan Gandulfo Jerez, sobrino de Juan Gandulfo Guerra, por su interés y cooperación. A Mario Araya, licenciado en historia, por la orientación en la búsqueda de fuentes. Al Dr. Álvaro Jeria y a Luis Hernández, por sus atingentes comentarios. A José Sepúlveda, sección periódicos y microformatos de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, por su gentil disposición.

NOTAS:

i) Las dificultades de financiamiento de la publicación y el escaso apoyo de algunos sectores obreros quedan de manifiesto en editoriales y artículos aparecidos en La Hoja Sanitaria: «A las Sociedades Obreras» (enero 1925, N°5), «¡Oiga, compañero» (febrero 1925, N°6), «¡No sea ciego, compañero! (diciembre 1925, N°11), «Pedimos» (marzo 1926, N°14), «Se previene» (abril 1926, N°15) y «Por otra parte» (mayo 1926. N°16).

ii) La última alusión al Policlínico que se encuentra disponible se halla en Acción Directa, número 3, de agosto de 1942. Aunque es necesario destacar que los números 4 al 7 no han sido ubicados. El último número disponible de «Acción Directa» data de febrero de 1944 (N°16).

REFERENCIAS

1. GONZÁLEZ VERA J. (comp.). Juan Gandulfo Guerra: homenaje de sus amigos. Santiago, Chile: Ed. Del Pacífico S.A.; 1957; 16-31.

2. GANDULFO J. Educación, organización y emancipación. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, mayo de 1926, Nº 16.

3. Redacción. Policlínico obrero nocturno, ex – IWW. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, noviembre de 1927, Nº 24.

4. URIBE Y TRONCOSO M. Cartilla de Higiene Personal, Capítulo IV: Elección de los alimentos. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, septiembre de 1924, Nº 3.

5. GRAF C. Instrucciones elementales para los cuidados del niño. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, julio de 1924, Nº 2.

6. Redacción. Editorial: La anquilostomiasis o anemia de los mineros. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, septiembre de 1924, Nº 3.

7. ALONSO A. Nota Biográfica sobre Juan Gandulfo. Rev Méd Chile 1932; 60: 99-114.

8. Comité Sanitario. Atención. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, diciembre de 1925, Nº 11.

9. Unión Local I.W.W. Resumen General de la labor desarrollada durante el presente año. Acción Directa, Santiago de Chile, segunda quincena de diciembre de 1922, Nº 20, p. 5.

10. Redacción. Lucha cotidiana. Acción Directa, Santiago de Chile, primera quincena de noviembre de 1922, Nº 18.

11. Comité Sanitario. Tres años. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, junio de 1926, Nº 17.

12. Redacción. Servicio dental. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, marzo de 1926, Nº 14.

13. Redacción. Policlínico de la I.W.W. Acción Directa, Santiago de Chile, primera quincena de julio de 1923, Nº 25.

14. Redacción. Precios Policlínico I.W.W. Hoja sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, septiembre de 1924, Nº 3.

15. Comité Sanitario. Avisamos. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, febrero de 1926, Nº 13.

16. Redacción. La Y.W.W. y su Policlínico. Acción Directa (Segunda época), Santiago de Chile, segunda quincena de octubre de 1934, Nº 2.

17. ZALAQUETT R. ¡Siembra, juventud! la tierra es propicia, el momento es único: No es Neruda sino Gandulfo, el cirujano. Rev Méd Chile 2005; 133: 376-82.

18. ORTIZ O. La historia de Juan y Pedro Gandulfo. En: Nuevas crónicas anarquistas de la subversión olvidada. Santiago, Chile: Editorial La Simiente; 2008; 59-70.

Por Fabián Pavez Reyes

Dr. Fabián Pavez Reyes. Clínica UC San Carlos, Departamento de Psiquiatría.

Email: fapavez@uc.cl

Artículo publicado en Revista Médica de Chile 2009; Nº 137, páginas 426-432.

Escrito por Fabián Pavez Reyes

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Desde: Metiendo Ruido.

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