Las manos de Víctor Jara (46 años de su muerte)
Se cumplen 46 años del asesinato de Víctor Jara, el cantor
de la democracia chilena, ejecutado en el Estadio Nacional de Chile.
¿No os sucede que la mayoría de los días pasáis por alto las
pequeñas cosas: la belleza de las calles y las aceras, del invierno, la cálida
mirada de las limpiadoras del metro?... Luego aparecen los días perdidos en el
bolsillo de un pantalón, recoges la casa y un disco te devuelve a la vida real.
Tengo 41 años y me siento más joven cada día, quedan tantas cosas por hacer,
por reír, por vivir... los mismos años que tenía él cuando le mataron.
Hace 46 años torturaron y asesinaron impunemente a una
generación entera de chilenos. Lo recuerdas porque, en la vida real, los mismos
que patrocinaron el golpe de Pinochet siguen invictos, aniquilando iraquíes,
afganos o somalíes, y no entiendes muy bien cómo se puede liberar a alguien
matándole antes o vendiendo armas a quien es un asesino.
Incluso parece gracioso que el mismo fastuoso general fuese
aplaudido, amnistiado, por haber masacrado a infames como Víctor Jara que se
atrevieron a cantar canciones al pueblo, a enarbolar la poesía como arma de
futuro; por enseñarnos a amar esas pequeñas cosas que hacen que un país, una
ciudad, sea una, grande y libre no por su petróleo, las empresas o los
ridículos destinos imperiales, sino por su paisanaje.
Deberíamos pensarlo cada vez que subimos a un escenario,
pensar que realmente estamos armados, "las palabras son el espejo de la
acción", decía Solón. Él mismo pareció presagiar su final en 1966 en su
Canción del soldado: ‘’Soldado, no me dispares / soldado. Yo sé que tu mano
tiembla / soldado, no me dispares. / ¿Quién te puso las medallas? / ¿Cuántas
vidas te han costado? / Dime si es justo soldado / con tanta sangre, ¿quién
gana? / Si tan injusto es matar, / ¿por qué matar a tu hermano?".
"Tú eres ese maldito cantante, ¿no?", le dijo un
suboficial al tiempo que lo golpeaba en la cabeza, lo derribaba y le pateaba el
vientre y las costillas. Llamó a los guardias y añadió: "No permitan que
se mueva de aquí. Éste me lo reservo". Después, Víctor fue trasladado al
sótano donde se le ve fugazmente en un pasillo, el mismo en el que con tanta
frecuencia se había preparado para cantar, ahora cubierto de sangre y tumbado
en un suelo lleno de orina y excrementos.
Al día siguiente, viernes 14 de septiembre, Víctor,
ligeramente recuperado, preguntó a sus amigos si alguien tenía lápiz y papel y
comenzó a escribir su último poema. Víctor garabateaba a toda prisa e intentaba
registrar parte del horror al que se estaba dando rienda suelta en Chile, a fin
de que el mundo lo supiera.
Al borde de la histeria y perdido el dominio de sí, el
oficial apodado "El Príncipe" le golpeó y le gritó: "Canta ahora
si puedes, hijo de puta". Después de cuatro días de sufrimiento, la voz de
Víctor sonó en el estadio para cantar un verso de "Venceremos", el
himno de la Unidad Popular.
A continuación, fue golpeado y evacuado a rastras para
someterle a la última etapa de su agonía. Un grupo de guardias fue a buscarlo y
él le pasó el papelito a un compañero, que lo escondió en el calcetín mientras
se lo llevaban. Cada uno de los amigos intentó aprenderse de memoria el poema a
medida que era escrito para poder sacarlo del estadio. No volvieron a ver a
Víctor.
(Fragmento del libro Víctor Jara, una canción inacabada, de
su viuda Joan Turner. Ediciones B).
Luego le cortaron los dedos, la lengua y le machacaron las
manos, para que no pudiera tocar más su guitarra, ni trovar por los chilenos. Y
su cuerpo apareció con 44 impactos de bala. ¿Cuánto odio?, demasiado para un
pobre cantor que recorría los pueblitos cantando a los niños pobres.
Luego piensas de qué madera tendría que estar hecho un tipo
que en medio de la tortura escribe un verso y canta para apaciguar a sus
compañeros presos, y te sientes ínfimo, aunque feliz, fuerte por no perder la
memoria y hacerle vivir.
Agradecido por hacerte recordar la esencia que nos hace
humanos y no animales. Con ganas de gritar, de cantar: "No me asusta la
amenaza, patrones de la miseria, la estrella de la esperanza continuará siendo
nuestra".
Aquel 16 de septiembre de 1973 Víctor Jara no murió, sólo le
cortaron las manos y ya no puede tocar su guitarra. Su voz sigue intacta.
Rubén Buren para el Periódico Diagonal
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