La Matanza de Katyn
Katyn constituyó uno de los crímenes más
famosos de la Segunda Guerra Mundial. Perpetrado por la Unión Soviética,
aprovechado por la propaganda anticomunista del Tercer Reich y silenciado por
los Aliados Occidentales, Katyn sería durante largas décadas un foco de
discusión entre los defensores de las víctimas y los seguidores de los verdugos
que dividiría a la opinión pública hasta casi el mismo final del siglo XX.
Orígenes
El 1 de Septiembre de 1939, la
Alemania Nacionalsocialista de Adolf Hitler invadió Polonia desencadenando la
Segunda Guerra Mundial. Dos semanas después, la Unión Soviética de Iósif
Stalin, se sumó a la campaña germana y atacó a Polonia por la espalda. Bastó
únicamente un mes para que el Estado Polaco dejase de existir tras quedar
repartido entre el Tercer Reich y la URSS al oeste y este respectivamente.
Más de 1.500.000 prisioneros de
guerra polacos fueron capturados nada más consumarse la ocupación de Polonia
Oriental por la Unión Soviética. Como ya venía siendo habitual en la URSS, el
Ejército Rojo separó a los cautivos de más baja condición social, en este caso
los soldados; segregándoles de la alta oficialidad o militares destacados en el
mundo de la política o la cultura. Así fue como cerca de 20.000 presos polacos,
fueron montados en trenes y trasladados a los campos de concentración
provisionales ubicados en los monasterios de Starobielsk, Ostaszków y Kozielsk.
Mientras los oficiales presos
pasaban el resto del año 1939 aprendiendo a soportar las difíciles condiciones
de vida invernales en los campos de concentración rusos, Stalin debatió con el
resto de miembros del Partido Comunista Soviético (PCUS) qué hacer con los
prisioneros. Por aquel entonces la Polonia Oriental recién conquistada había
sido incorporada a la República Socialista Soviética de Ucrania y los
habitantes polacos habían perdido toda condición respecto a su origen anterior.
Aquella sovietización del territorio polaco implicaba borrar cualquier vestigio
artificial, pero también humano, del Estado anterior al comunismo. Fue por eso
por lo que el 5 de Marzo de 1940 se firmó en Moscú un decreto por el cual se
suspendía la categoría de “prisioneros de guerra” a los polacos por el de
“terroristas contrarrevolucionarios” y por ello se aprobaba su inmediata
ejecución.
Matanza de Katyn
Todo comenzó a principios de
Abril de 1940, cuando las autoridades soviéticas informaron a los prisioneros
en los campos de concentración de Starobielsk, Ostaszków y Kozielsk que iban a
ser trasladados a nuevos centros de internamiento mucho más cómodos que los
anteriores para que tuvieran unas mayores condiciones de vida. Pronto la
noticia fue acogida con optimismo entre los polacos y muchos empezaron a hacer
su equipaje para partir cuanto antes a sus nuevos alojamientos. Así pues,
cientos de polacos fueron conducidos a las diferentes estaciones ferroviarias
de Bialystock, Wilno, Wilejka, Wolozyn, Pinsk, Brzesc, Lwów, Luck, Tarnopol,
Stanislawów y Drohobycz, donde montaron en los trenes. Fue en ese momento
cuando las dudas asaltaron a los polacos tras ser encerrados en vagones de
ganado provistos de jaulas y ser llevados durante largas horas hacia el este de
Rusia, muy lejos de su patria en Polonia. Precisamente uno de los reos grabó en
la madera del interior del vagón una frase pesimista que decía: “No creo que
nos vayamos a casa”.
A primera hora de la mañana del 4
de Abril de 1940, el primer contingente de 390 polacos desembarcó en la
Estación de Gniezdovo, a 16 kilómetros de Smolensk. Sobre los andenes, un
pelotón de guardias del NKVD hicieron bajar a los prisioneros del tren y les
obligaron a subir a la parte trasera de una serie de camionetas que rápidamente
les condujeron hacia el interior del oscuro Bosque de Katyn, una inmensa y
oscura arboleda de 4 kilómetros cuadrados compuesta por abetos rojos entre una
elevación llamada Colina de las Cabras (Kosogory) y las orillas del Río
Dniéper. Primeramente la más alta oficialidad fue separada de sus hombres y
trasladada a una cárcel solitaria, donde tras ser desprovistos de sus objetos
personales, les fueron pasando a una sala insonorizada con un guardia detrás de
la puerta que les fue disparando un tiro en la nuca para acto seguido dejar
caer el cadáver por un tobogán que descendía a la parte exterior del edificio
sobre una camioneta vacía que poco a poco se fue llenando de cuerpos de sin
vida. Mientras tanto se llevó al resto de prisioneros, la gran mayoría, a un
claro del bosque con grandes fosas comunes excavadas en el suelo. Uno por uno
los soldados polacos, maniatados por los brazos con cuerdas y alambres a la
espalda, fueron puestos en fila y asesinados brutalmente de un tiro en la
cabeza con ritmo y apenas sin pausa. Cuando una de las fosas se llenaba con
decenas de muertos y los fusileros del NKVD terminaban de rematar a los
moribundos con afiladas bayonetas, una máquina excavadora echaba tierra sobre
los cadáveres, para a continuación seguir la masacre en nuevos agujeros. Así
fue como al final de la jornada se asesinó a 390 polacos.
Desde el 5 de Abril de 1940, el
proceso se fue repitiendo en el Bosque de Katyn, aunque en esta ocasión se
redujo el asesinato de prisioneros a 250 diarios, todos ejecutados por pistolas
alemanas Walther II y en menor medida por revólveres Nagant M1895. Las matanzas
se repitieron durante muchas semanas, con excepción del 1 de Mayo, Día del
Trabajador, jornada que era festiva en la Unión Soviética y por tanto los
verdugos aprovecharon para descansar y tomarse unas vacaciones. También algunas
de las víctimas fueron asesinadas fuera del Bosque del Katyn para acelerar el
exterminio, por lo que fueron ejecutadas en los alrededores de Kharkov y Tver,
siendo sus cuerpos enterrados más tarde en Piatykhatky, Mednoye, Bykivnia y
Kurapaty.
Prácticamente toda la élite
militar e intelectual de Polonia fue aniquilada en la Matanza de Katyn. Entre
los militares asesinados hubo 13 generales (León Billewicz, Stanislaw Haller,
Bronislaw Bohatyrewicz, Aleksander Kowalewsi, Henryk Minkiewicz, Kazimierz
Orlik-Lukoski, Konstanty Plisowski, Rudolf Prich, Franciszek Sikorski, Leonard
Skierski, Piotr Skuratowicz, Mieczyslaw Smorawinski y Alojzy Wir-Konas), 1
almirante (Xawery Czernicki), 24 coroneles, 79 teniente coroneles, 258
comandantes, 654 capitanes, 17 capitanes de navío, 9.227 oficiales, 3.420
suboficiales, 600 pilotos y 85 soldados rasos. Con ellos también fueron
eliminados 1 príncipe, 3 terratenientes y 7 sacerdotes; mientras que entre los
intelectuales hubo 800 médicos, 300 físicos, 100 ingenieros, 100 escritores,
100 abogados, 20 profesores de universidad, 12 catedráticos, 1 científico, 1
neurólogo y 1 cirujano. A nivel étnico se fusiló a algunos ucranianos y
bielorrusos nacionalizados polacos, así como un buen número de judíos que
constituyeron el 8% de los asesinados. Incluso hubo una mujer asesinada llamada
Janina Lewandowska.
El 11 de Mayo de 1940 finalizaron
los asesinatos en masa sobre el Bosque de Katyn. Hasta ese momento habían sido
aniquilados 25.700 polacos en poco más de un mes; salvando la vida únicamente
448 supervivientes.
Polémica
Cuando Alemania invadió la Unión
Soviética el 22 de Junio de 1941 mediante la “Operación Barbarroja”, Rusia se
sumó a los Aliados alineándose con Reino Unido, país que curiosamente también
era aliado del Gobierno Polaco en el exilio de Londres. Aquella situación imprevista
obligó a Stalin a ocultar su odio contra los polacos y verse presionado a
cooperar con ellos. Así pues, Inglaterra exigió a Stalin que liberase cuanto
antes a todos los polacos capturados en 1939 y los enviase a Oriente Medio para
constituir el II Cuerpo Polaco Libre del general Wladyslaw Anders que iba a
enfrentarse a los alemanes. La Unión Soviética respondió concediendo una
amnistía general y liberando a miles de militares polacos que inmediatamente se
trasladaron al Mandato Británico de Palestina. No obstante el pánico cundió
entre los rusos al imaginar las explicaciones que tendrían que dar sobre los
27.500 polacos asesinados en Katyn y su paradero.
Pronto los británicos y polacos
libres en Londres empezaron a sospechar después de darse cuenta de que faltaban
más de 20.000 nombres en los registros por presentarse a los cuarteles del II
Cuerpo Polaco Libre en Palestina. En seguida pidieron explicaciones a la Unión
Soviética, asegurando Stalin que no había podido enviarlos a Oriente Medio
debido a que se encontraban en regiones del Círculo Polar Ártico y Siberia de
muy difícil acceso aquel invierno o bien habían escapado a la Manchuria ocupada
por Japón. La excusa no convenció a las autoridades de Londres, por lo que tras
una comisión de investigación el 6 de Octubre de 1941 en la cual se notificaron
49 notas diplomáticas a la URSS sin respuesta, enviaron al capitán polaco Józef
Czapski a indagar sobre lo sucedido. Así pues, Czapski marchó a la URSS a
finales de 1941, donde buscó a sus compatriotas sin éxito y se entrevistó con
autoridades de la talla del diplomático Andrei Vichinsky o el general Leonid
Reichman a los que no pudo sonsacar información relevante. Retirado de su
misión en Abril de 1942 ante la falta de datos, le sustituyó el embajador polaco
en Moscú, Stanislaw Kot, quién tampoco logró avances significativos a pesar de
haber hablado personalmente con el Ministro de Asuntos Exteriores ruso
Vyacheslaw Molotov. Ni siquiera el Presidente polaco Wladyslaw Sikorski,
acompañado del general Wladislaw Anders en Diciembre de 1942 durante una visita
al Kremlin de Moscú, recibió aclaraciones del mismo Stalin después de que
cínicamente les comunicase: “No sé donde pueden estar. Tal vez se hayan quedado
en el territorio ocupado por los alemanes, tal vez se hallan dispersado por
aquí y por allá”.
Inesperadamente el 13 de Abril de
1943, el Ejército Alemán (Wehrmacht) descubrió por casualidad las fosas comunes
de los polacos en el Bosque de Katyn tras su victoria en la Batalla de
Smolensk. Radio Berlín comunicó la noticia a las 15:15 horas de la tarde de la
siguiente manera: “Ha sido encontrada una gran fosa, de 28 metros de larga y 16
de ancha, llena con 12 capas de cadáveres de oficiales polacos con un total de
casi 3.000 hombres”. El anuncio del hallazgo fue rápidamente difundido por los
alemanes a través de varias emisoras internacionales en lengua inglesa,
francesa, rusa, italiana y polaca. Ese mismo día también Noruega fue la primera
nación extranjera en comunicar el suceso desde Radio Oslo.
Al día siguiente del macabro
descubrimiento en Katyn, el 14 de Abril de 1943, todos los países del mundo
conocían atónitos la verdad de la masacre, oportunidad que sin duda el Eje
aprovechó para intentar minar la frágil alianza entre la Unión Soviética con
Gran Bretaña y Estados Unidos. Así lo hizo el Ministro de Propaganda, Josef
Goebbels, difundiendo una y otra vez el hallazgo por todos los medios de
comunicación a su alcance. Gracias a toda aquella campaña propagandística
surgieron grietas entre los Aliados, sobretodo cuando el 25 de Abril de 1943,
la Unión Soviética rompió relaciones diplomáticas con el Gobierno Polaco en el
exilio de Londres, a quién acusó de haberse creído las “mentiras alemanas”.
Mientras tanto la Cruz Roja
Internacional decidió hacer una investigación a cuenta propia y desde una
óptica neutral sobre la masacre para formular un veredicto al respecto. Así fue
como representantes de los países en guerra y también neutrales se presentaron
en el Bosque de Katyn. Entre ellos estaba el general de las SS Leonard Conti
que mostró las fosas comunes a los delegados del bando de los Aliados (Estados
Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Yugoslavia), del
Eje (Alemania, Italia, Rumanía, Bulgaria y Finlandia) y neutrales (Suiza). En
seguida los representantes internacionales quedaron estupefactos ante el horror
de la masacre al ver las fosas de 26 metros de largo por 16 metros de ancho con
doce capas de cadáveres unos encima de otros. De hecho los forenses extrajeron
a varios cuerpos todavía conservados por la tierra y a causa del líquido
cadavérico a los que identificaron como polacos por los uniformes fácilmente
reconocibles a pesar de haberse desteñido el color. También encontraron entre
la ropa medallas, insignias de rangos, fotografías, bíblias, crucifijos,
cigarrillos, ejemplares de los periódicos La Voz de la Unión (Glos Radzichi) y
Camino Obrero (Rabocij Puth) datados en Abril de 1940, 3.300 cartas también
escritas en Abril de 1940 y 12 diarios que una vez más no superaban la fecha de
Abril de 1940. Precisamente uno de los diarios de un polaco llamado Adam Solski
decía: “Abril 9, son las 5 de la mañana. Somos bajados del tren y nos hacen
subir en camiones. Llegamos a un bosque. Nos hacen entregar los anillos de
boda. La jornada empieza mal”. Tampoco se obvió el testimonio de un testigo, en
este caso un obrero ruso llamado Iván Krivozhertzov que vivía en el número 9 de
la localidad cercana de Nove Baticki, quién aseguró haber visto las
ejecuciones. Incluso se pudo demostrar que los árboles que había sobre los
cadáveres tenían cinco años de edad desde su nacimiento, pero sólo habían
transcurrido dos años desde que habían sido plantados sobre los cuerpos. Tales
pruebas no hicieron dudar a ninguno de los representantes internacionales, ni siquiera
de los Aliados, que certificaron la matanza como un crimen soviético. De este
modo en Mayo de 1943 la Cruz Roja emitió su veredicto: “Está probada la
responsabilidad soviética en la masacre”.
Desgraciadamente para los polacos
en el exilio que pedían justicia, los países democráticos prefirieron silenciar
la matanza y difundir la falsa versión soviética que afirmaba que la masacre
había sido efectuada por los alemanes. La razón de ello era que reconocer el
crimen supondría romper la alianza con la Unión Soviética y por tanto la
victoria contra Alemania. Así pues la prensa de Gran Bretaña y Estados empezó a
culpar a los alemanes, a criticar a los polacos por señalar a Rusia e incluso
llegar al límite de satirizar a las víctimas en viñetas de periódicos. De hecho
el Presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt, rechazó las
investigaciones sobre la autoría soviética en el crimen y el Primer Ministro
británico, Winston Churchill, reprochó a los polacos: “Hablando de los
asesinados no los váis a resucitar”. Pero el circo mediático alcanzó su máxima
expresión en los Juicios de Nuremberg de 1946, cuando el fiscal soviético Roman
Rudenko abrió un proceso fraudulento contra 22 militares alemanes que
afortunadamente no fructiferó por falta de pruebas concluyentes.
Terminada la Segunda Guerra
Mundial y puesta Polonia bajo la órbita del comunismo, las nuevas autoridades
socialistas impusieron la censura sobre todo lo relacionado con Katyn. Una de
las primeras víctimas del silencio fue el abogado Roman Martin, asesinado a
tiros de metralleta en su casa de Cracovia por los pistoleros comunistas
polacos Stanislav Wroblevsky y Jolanda Maklakiewicz. De hecho los familiares de
las víctimas tuvieron que esconder que tenían un familiar asesinado en Katyn
para poder alcanzar puestos de trabajo en el mundo de la administración o la
cultura. Ni siquiera en las lápidas de algunos asesinados se dejó poner la
fecha exacta de su muerte datada en el año 1940, siendo esculpida una en su
lugar que debía marcar el año 1941 según la versión soviética sobre la falsa
culpabilidad alemana. Por suerte países como Gran Bretaña, Estados Unidos,
Canadá, Francia o el Vaticano reconocieron la autoría rusa sobre Katyn, tal y
como dictaminó una Comisión del Congreso Estadounidense en Washington presidida
por el senador Ray Madden. También en Polonia grupos clandestinos empezaron a
recabar pruebas para demostrar la verdad, entre ellos el Papa polaco Juan Pablo
II desde su nombramiento como tal en Roma.
Disuelta la Unión Soviética en 1990, el Presidente de la Federación
Rusa, Mikhail Gorbachov, entregó al general polaco Wojcieh Jaruzelski, un
documento que probaba la culpabilidad comunista sobre Katyn. Tendrían que pasar
dos años, hasta 1992, para que el Presidente Boris Yelstein entregase al Presidente
polaco Lech Walesa del sindicato Solidaridad Obrera, el papel original firmado
por el propia Stalin que daba la orden de ejecución de los 25.700 polacos en
Katyn.
Por fin en la última década del
siglo XX, tras más de cuarenta años de silencio, la verdad sobre la Matanza de
Katyn salió a la luz. Como muestra de disculpa ante lo sucedido, Rusia erigió
en los bosques de Smolensk el Memorial de Katyn, un lugar de culto y oración
para el recuerdo. Así fue como tras una larga espera la dignidad de las víctimas
fue restaurada.
Bibliografía:
Francisco Luis del Pino Olmedo,
Katyn 1940. Expediente Criminal Abierto, Revista Especial Clio Nº20, (2014),
p.16-25
Editores de S.A.R.P.E., Crónica
Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. Volumen 3. “La Matanza de
Katyn”, S.A.R.P.E. (1978), p.288-289
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