EN DEFENSA DE LOS PUEBLOS NATIVOS
La historia de los pueblos, son
escritas por los vencedores y por lo tanto, la de los vencidos, volcada al
ostracismo, relegada y culpabilizada por una intolerancia infinita que los
expropian de sus tierras, de su moral y costumbres, de su libertad y sus vidas.
Nada justifica tales actos ignominiosos y contra ellos hemos de revelarnos
demostrando y activando nuestra solidaridad internacional. Que sus historias
crezcan y permanezcan en nuestra memoria.
Mi primer grano de arena se ha
inclinado hacia dos pueblos (existen más de trescientos) que llaman
profundamente mi atención y que respeto profundamente por la riqueza de su
organización social, por su rebeldía y por su imponderable “democracia
directa”: IROQUESES Y MAPUCHES.
Es evidente que cuando comenzamos
a leer, lo hacemos de forma dubitativa e inconstante. Con el tiempo (no sin
esfuerzo) con perseverancia y empeño,
logramos convertirla en una soberana y hermosa pasión. En ése caminar, de
tropezón en tropezón, apenas sin entender, hasta que lo releemos años más tarde
y logramos comprender, los por qué y sus enseñanzas. Vamos pasando de un libro
a otro, obligado por su contenido, sus notas y referencias. Fue así como creció en mí un gran
interés por el conocimiento de las ideas y la toma de conciencia, en la
relación del hombre con la naturaleza. El Apoyo Mutuo de Piotr Kropotkin y el
Hombre y la Tierra de Élisée Reclus
fueron obras que me marcaron y señalaron un camino, en la defensa de
los pueblos autóctonos, derrotados y
oprimidos; física y culturalmente masacrados por los Estados, cuya ambición de
poder es inagotable.
LOS IROQUESES
Gracia a la lectura del Origen de
la Familia de Friedrich Engels, supe de Lewis Henry Morgan, considerado uno de
los fundadores de la antropología moderna. A través de él pude ilustrarme y
comprender, la grandiosidad de la organización social y económica de los
pueblos Iroqueses.
Estos pueblos se constituían en
una cultura matrilineal, donde la tradición y las decisiones más importantes
pasaban por la senda de las mujeres. El clan o la comunidad estaba constituido
por familias centradas en la mujer. Los hijos recibían el nombre del clan de la
madre. Eran las mujeres, las que elegían a los nuevos jefes y a los cincuenta
delegados o hombres buenos para los Concilios de las Cinco Naciones y además
administraban lo que se debía cultivar y su extensión. Tenían vigente una
especie de matrimonio fácilmente disoluble por ambas partes, la descendencia de
este tipo de parejas era reconocida por toda la tribu, pero los iroqueses no
solo llamaban hijos e hijas a los suyos propios sino a todos los hijos de sus
hermanos, por el contrario llamaban sobrinos y sobrinas a los hijos de sus
hermanas.
Las naciones conservaban su
soberanía y participaban en las decisiones de la Confederación y la
responsabilidad de proteger la paz, el mundo natural y las futuras
generaciones.
En 1640 se desató la Guerra de
los Castores, donde los iroqueses quedaron enfrentados a los franceses aliados
con las tribus algonquinas por el monopolio de las pieles alentados y
manipulados por holandeses, franceses y británicos.
En conjunto estos pueblos
constituyen la más antigua democracia participativa de América, y tuvo una
influencia directa tanto en la democracia y el constitucionalismo, como en la
idea de la igualdad de mujeres y hombres en la sociedad moderna. En especial
Benjamín Franklin, quien tuvo trato directo con ellos en 1753, destacó en sus
obras que el grado de autonomía individual que gozaban los habitantes de la confederación
era desconocido en Europa y publicó los tratados indios, considerada como una
de sus obras más importantes.
Todas las tribus se organizaban
en un sistema de clanes con diferentes denominaciones. Se dividían en ohwachira
(gran familia), cada una de las cuales tenía un Oyaron (espíritu protector
propio) y eran de tipo matriarcal, hecho que se reflejaba en la costumbre de
que el niño recibía un nombre del clan de la madre. Ningún hombre podía
presidir un clan y ninguna mujer ser jefe militar o Sachem. A las jefas de los
clanes correspondía elegir a los jefes militares.
La casa comunal era un rasgo
característico de los pueblos iroqueses. Cada una de ellas constituía un
microcosmos de la comunidad entera y se convertía en un símbolo de su
identidad. Así, normalmente hablaban de ellos mismos como "El pueblo de
las casas comunales".
Algunos iroqueses fueron
convertidos al catolicismo y lucharon contra los que habían mantenido la
religión nativa. Durante las luchas por la independencia de Inglaterra los iroqueses
se dividieron, una parte apoyó a los ingleses y otra peleó al lado de los
rebeldes. Los norteamericanos invadieron los terrenos de los iroqueses, los
vendieron y fragmentaron su cultura enfrentándolos. Después de la independencia
de los Estados Unidos gran cantidad de iroqueses tuvieron que emigrar a Canadá
y el resto fue desplazado de sus territorios originales.
LOS MAPUCHES
Si en el caso de los iroqueses mi
atención hacia su historia fue debida a la lectura del Origen de la Familia, la
de los mapuches me abordó a contra mano, y por mi propia familia. Lo cierto es
que mi hija Susana, ha vivido en Chile cerca de trece años, dedicada a sus
estudios y posterior empleo como profesora e investigadora de biología en las
universidades de Concepción y de Chillán. De su relación con Julio su pareja
nos gratificaron con un hermoso niño hispano chileno: mi primer nieto. En sus
visitas, siempre me aportaba algún detalle; entre los que más me agradaron
fueron: una bandera mapuche y un libro
editado por Pehuén, sobre el testimonio de un cacique mapuche llamado: Longo
Pascual Coña. Pero sobre todo ha sido el trabajo de José Bengoa: Los Mapuches:
historia, cultura y conflicto quién me ha permitido un mayor entendimiento y
comprensión sobre la historia y los problemas actuales de éste gran pueblo.
Vaya para José Bengoa mi agradecimiento
por poder mostrar parte de su trabajo.
Los Mapuches son el pueblo nativo
más numeroso de Chile. Casi un millón de personas se consideran miembros de esa
cultura. La historia del país es inseparable de la historia mapuche. Los
españoles los denominaron araucanos y la voz la hizo famosa en el poema de La
Araucana, del poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga. Habitaban a la llegada de los
españoles un enorme territorio desde los valles al norte de lo que hoy es la
capital de Chile, Santiago, hasta donde comienzan las islas del Sur, el
Archipiélago de Chiloé. Hoy, habitan en comunidades rurales en el sur de Chile
y en menor medida en el sur de Argentina y muchos han migrado a las ciudades.
Es un pueblo con una fuerte identidad y que mantiene vivas la mayor parte de
sus tradiciones y su lengua.
Los mitos de origen de los
mapuches muestran hasta el día de hoy esa lucha despiadada entre la tierra y el
agua, entre la lluvia y las montañas, siempre refugio para los humanos.
Allá en el fondo del mar en lo
más profundo, vivía una gran culebra que se llamaba Kaikai. Las aguas obedecían
a las órdenes de la culebra y un día comenzaron a cubrir la tierra. Había otra
culebra tan poderosa como la anterior que vivía en la cumbre de los cerros. El
Ten Ten aconsejó a los mapuches que se subieran a los cerros, cuando comenzaron
a subir las aguas. El agua subía y subía y el cerro flotaba y también subía,
los mapuches se ponían cantaritos sobre la cabeza para protegerse de la lluvia
y el sol, y decían cantando Kai, Kai, Kai, y respondía, Ten, Ten, Ten, Hicieron
sacrificios y se calmó el agua, y los que se salvaron bajaron del cerro y
poblaron la tierra.
El centro de la cultura mapuche
antes de la llegada de los españoles se encontraba alrededor de los grandes
ríos del sur de Chile. Podemos denominarla como una “sociedad ribereña”, ya que
transcurría a las orillas de los ríos y lagunas que abundan en esa parte del
territorio. Por sus aguas remaban en sus canoas, algunas muy grandes, se
reunían en hermosos parajes, denominados “aliwenes”, donde realizaban sus
fiestas interminables. Era una sociedad opulenta. Una “sociedad sin Estado”
donde la cortesía permitía que se mantuviera la paz. Los jefes, llamados
“lonkos” o cabezas, dictaban justicia sentados en amplios asientos de madera
bajo los árboles. Sus sentencias eran inapelables. Enormes familias poligámicas
permitían que se relacionaran todos con todos y que la sociedad mapuche fuera
una red entrelazada de parientes.
Todo cambió terriblemente con la
Conquista. Ha sido sin duda una de las situaciones más duras y brutales que ha
existido en la historia humana: mundos, sociedades, culturas, seres humanos que
no se conocían, ni tenían idea siquiera de su existencia. Lo que ocurrió es
conocido. Los conquistadores españoles demostraron un ímpetu vertiginoso. En
unas pocas décadas cruzaron desde el mar Caribe hasta el estrecho de Magallanes
en el extremo sur americano. Su pasar no fue suave sino apasionado, revuelto,
codicioso, habría que decir también tormentoso.
En el sur de Chile vivía una
población cercana al millón de personas. En menos de cuarenta años se produjo
una catástrofe humana y poblacional. Los mapuches fueron diezmados y la
población quedó reducida a menos de doscientas mil personas. No se levantará de
esa cifra hasta fines del siglo veinte. Las pérdidas por el lado hispánico no
fueron pocas y entre ellos sucumbió el Gobernador y Conquistador de Chile,
Pedro de Valdivia. El joven guerrero, conocido como Lautaro, lo venció en
Tucapel, en el sur del territorio.
La “Pacificación de la
Araucanía”, como se denominó esta operación, se realizó en el marco pleno de la
legalidad republicana del Estado chileno. Decisiones tomadas en el Congreso
nacional, presupuestos aprobados, regimientos del ejército regular de la
República, coroneles y generales profesionales, etc… No es como puede creerse
una historia de aventureros desalmados. Por el lado chileno dirigía las
operaciones el Ministro del Interior Señor Manuel Recabarren y por el lado
Argentino el entonces Coronel y próximo Presidente de la República Julio A.
Rocca. Una operación pinzas, concertada, coordinada, terminó con la oposición
“araucana”.
El 24 de febrero de 1881 es
fundado el Fuerte Temuco en medio de la Araucanía y el 1 de enero de 1883 se
refunda la ciudad de Villarrica que había sido destruida por los mapuches o
araucanos hacía casi tres siglos antes. A partir de 1884 comienza el proceso de
radicación de indígenas en reservaciones. A las agrupaciones mapuches se les entregan
“Títulos de Merced” por esas propiedades. Un promedio de 6 hectáreas por
persona. En total se les entregó quinientas mil hectáreas a un poco menos de
cien mil indígenas, dejando a muchos sin tierra. Tres mil comunidades o
reservaciones fueron constituidas entre 1884 y 1927, en que concluyó el
proceso. La rica sociedad ganadera fue reducida a un pequeño espacio,
empobreciéndose mediante la fuerza. A partir de esta situación comienza un
complejo conflicto indígena en el sur de Chile que dura hasta el día de hoy.
¿Es posible una convivencia en
Chile, de una sociedad criolla moderna, o que se autoconsidera camino a una
modernidad avanzada, y formas de expresión autónomas de la sociedad indígena
mapuche? ¿O cómo dicen los párrafos del epígrafe, se los obligará a la
pertenencia a la común ciudadanía sin apelación? ¿O simplemente, como dice otro
comentarista también anotado, se los deberá reprimir y “encerrar” hasta que se
extingan? Si los mapuches no se movilizan, por cierto que la cuestión étnica
desaparece. Es lo que ha ocurrido cada vez que se llega al límite de las
presiones como han sido estas huelgas de hambre prolongadas. La sociedad vuelve
a olvidarse de su existencia y la “normalidad” se apodera de los satisfechos.
Pero la historia que resumidamente hemos relatado en este artículo, y por eso
vale el recurso a la Historia, muestra que no ha sido así. Cada cierto tiempo,
en una suerte de ciclos trágicos, se rearticulan las demandas, se levantan las
movilizaciones y la reacción del Estado vuelve por sus mismos caminos.
Dedicado a mi gran amigo
Colombiano: Hugo Gómez Ángel, abogado y defensor incansable de los más
oprimidos.
Pepe Gómez, militante de
CNT.AIT Puerto
Real, Diciembre 2018
SOLIDARIDAD CON LA LUCHA DEL
PUEBLO MAPUCHE EN SU LUCHA POR EMANCIPARSE DEL ESTADO CHILENO.
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