por
Federico Urales
“ De lo que piensen los otros no nos ha de importar mas que el momento
que piensen coartar nuestros pensamientos y nuestras acciones “.
Capitulo I.
En la serie de
capítulos que este inaugura nos proponemos explicar, con frase corriente y
concepto claro, el funcionamiento de una sociedad sin gobernantes ni
propietarios.
Consideramos necesario, ya que no
ha llegado el momento, porque estos momentos llegan siempre, de reconstituir y
exponer el pensamiento libertario en su oposición a la actual manera de vida y
en su razón y bondad.
Y para ser más
comprensivos, particularmente para aquellas personas que por primera vez lean
una exposición de nuestros principios, los iremos exponiendo de lo simple a lo
compuesto, usando, siempre, un lenguaje que este al alcance de toda condición
de lectores.
Primero pondremos de manifiesto
los defectos y las injusticias de la sociedad presente y luego levantaremos
ante quien nos oyera una visión de la sociedad por nosotros vislumbrada para
que si tanto fuere nuestro acierto y nuestra influencia, sirviese de tanteo en
estos albores de la revolución social.
Cualquiera que
sea el concepto que sobre la idealidad anarquista tenga el lector, el que la va
a exponer le ruega que no deje de leerla con buena voluntad y que si luego de leída
le quedare alguna duda sobre su practica o su justicia, la exponga en una
cuartilla prometiéndole que le será publicada y desvanecida además.
¿ Que es la anarquía?
Adelantaremos que es el mas bello y mejor
pensamiento que han tenido todas las
criaturas, solo en el anarquismo es posible y cuantas dificultades ha tenido,
en la practica, la mejor y mas bella intención de nuestra vida, han surgido de
una sociedad antianarquista; esto es, de una sociedad constituida sobre la
preocupación religiosa, la tiranía política y la desigualdad económica.
Es una falta
de medios materiales o de sobra de autoridad o de temores divinos lo que se ha
opuesto a la realización de nuestras bellas y buenas intenciones.
Pero no basta decir que anarquía
es una sociedad sin gobierno, precisa demostrar que tal sociedad es posible. Yo
quisiera que cuantos me leen pensaran en que asunto de su vida ha intervenido
el gobierno, por si o por delegación, que haya resultado en bien suyo o de
algunas de sus relaciones.
Yo quisiera se
me demostrase cuando ha intervenido la autoridad para imponer justicia donde no
la hubiere.
Yo quisiera
que mis lectores recorrieran con la imaginación, los actos y los momentos de su
vida y me dijeran cuando el temor a la autoridad les ha obligado a cumplir con
su deber o bien realizar un acto que hayan estimado justo.
La conclusión será
que el temor a la autoridad o a la intervención del gobierno en los actos de
nuestra vida, no la ha mejorado moralmente.
Ahora,
recuerda, lector, tu existencia a la inversa, piensa en las malas intenciones
que la conducta de los gobernantes han hecho brota de tu cerebro; piensa en las
malas acciones que las injusticias de la justicia te obligaron a realizar, y te
convencerás de que la intervención del gobierno, con todos sus resortes, ha
influido para mal y no para bien en tu vida.
¿ A que, pues,
sostener una organización autoritaria que no tiene, en nuestros actos, ninguna
influencia bienhechora?.
Supongamos que
de repente han desaparecido del mundo los gobiernos y autoridades. ¿Creéis que
en la humanidad caería en el caos del crimen y del desorden? No, porque los
gobiernos y sus auxiliares, no solo no impiden los crímenes y los desordenes,
sino que ellos derivan de ese sistema social que hace necesaria la autoridad
para sostener la injusticia.
Si mañana se
dijera: de aquí en adelante a nadie le faltaran elementos de vida ni albergue;
trabajando todo el mundo podrá comer y vestir, pero no se dispondrá de gobierno
ni de autoridades que os administren o dirijan. ¿Creéis que no se viviría mejor
que ahora? ¿Creéis que se acometerían más crímenes?.
Al contrario,
viviríamos tranquilos y seguros, no habiendo quien tuviera la misión de
desgobernarnos y perturbarnos.¿ Que falta, pues, harían los gobiernos en una
sociedad en la que todos los hombres tuvieran la vida asegurada y el mismo
derecho a ella?.
Ninguna.
Analizad,
lectores, la causa de los crímenes que hayáis visto o bien oído contar. O se
tratara de una injusticia del rico contra el pobre, del fuerte contra el débil,
injusticia que la justicia no ha sabido o no ha querido evitar, o es una
cuestión de intereses, de diferencias sociales que no habrían de existir en una
sociedad igualitaria.
En muchos
pueblos no hay más que alcalde y juez municipal, y cuando el juez y el alcalde
no se meten a caciquear, para nada útil y bueno se les necesita como tales
autoridades. Son precisamente ellos los que perturban la tranquilidad del
vecindario estableciendo injustos repartos de recargos públicos y
contribuciones que han de servir para sostener un Estado que te pide dinero o
hijos y algunas veces hijos y dinero, sin que a cambio de tu sangre, te
proporcione ningún beneficio.
De los que
acuden a los tribunales para sostener algún derecho puesto en litigio, ¿Cuántos
salen satisfechos del pleito? Nadie. El que ha perdido porque no ha ganado, y
el que ha ganado porque la llamada justicia se quedo con todo.
Acordaos de
los motivos de vuestro malhumor, cuando lo sufrís o de vuestras querellas
familiares, cuando las tenéis.
Siempre obedecerán
a haber sido despedidos del taller, a falta de dinero con que afrontar una
necesidad o curaros algún dolor; al poco cariño que os rodea si tenéis
intereses que testar. Es decir, el
motivo de vuestros disgustos o de vuestras querellas será siempre de
orden económico.
Ya dice un
refrán castellano que donde no hay harina todo es mohína. Lo que equivale a
decir que donde no existen preocupaciones económicas se puede vivir
relativamente feliz.
A los partidarios
de la autoridad les ocurre lo que a los católicos. Creen que todo el mundo
sustenta su religión y que las demás son obra de media docena de herejes. Tal
opina la mayoría católica, a pesar de que el catolicismo es una minoría aun
dentro del cristianismo.
Con la
autoridad pasa otro tanto. Los partidarios del gobierno creen que el mundo no podría
vivir sin autoridades y que los anarquistas somos media docena de locos, cuando
no de criminales, como eran, para los gentiles, los primeros cristianos. No
obstante, son muchos millones de seres humanos que viven sin gobierno
propiamente dicho. Los habitantes del centro de África, los habitantes del
centro de la India ,
los habitantes del centro de la
China , los habitantes del centro de América. Es decir, toda
la parte del mundo que no esta dominada por gente extraña ni por esta
civilización que solo manifiesta sus adelantos en maquinas de guerra y en el
modo de robar al prójimo.
Se dirá que en
los países que viven las libertades naturales se respeta la autoridad del jefe
de familia o del jefe de la tribu, conjunto de familias o conjunto de una muy
numerosa. Pero una cosa es la autoridad paternal o pratiarcal que aconseja y
dirige amorosamente y otra es la autoridad que reprime, persigue y mata.
Capitulo II
Ya hemos dicho
que las diversas opiniones que hacen necesaria la intervención de la autoridad
nacen de la diversidad de intereses y de privilegios. Si el interés de uno
fuese el de todos, ¿a santo de que la existencia de unas autoridades que te
obligaran a servir conveniencias que no fuesen tuyas?.
Mientras el interés
de uno fue el de todos, no hubo necesidad de autoridades coercitivas. No la hay
aun donde el ganado y la tierra es de la familia o de la tribu. La autoridad
nació cuando uno quiso para si lo que necesitaban otros y cuando hubo quien, a
cambio de parte de lo robado, hacia leyes, considerandos y sermones, o
perseguía, armado, a los despojados sin armas.
Quizá algún
lector diga que el que tiene más talento y cultura justo es que ilustre y dirija
a los otros.
Cuando la
observación es bien intencionada, basta decir, que la inteligencia, como la
tierra, cuando se cultiva por igual, por igual produce, sometiéndola,
naturalmente, a una producción adecuada a sus condiciones.
Unas tienen
sobra de arcilla, otras, sobra de arena, cal o yeso, pero todas se pueden
aprovechar y hacer buenas para algún cultivo necesario a la vida.
1 En las inteligencias ocurre lo propio. Si
queremos que todas sirvan para una misma finalidad, naturalmente unas producirán
mas que otras, pero si las damos aplicación distinta y apropiada, todas serán
igualmente útiles y siendo todas igualmente útiles no hay que hacer
distinciones ni otorgar privilegios.
Además, es
preciso tener en cuenta que la mayoría
de los casos la diferencia de talento es obra de la diferencia de
cultura y que la diferencia de cultura es un resultado de la diferencia de
riqueza.
Lo que
equivale a decir que si todos gozáramos de iguales derechos humanos y sociales,
la diferencia de talento no seria tanta como ahora, ya que por algo somos de la
misma especie, y si esta diferencia de talento tuviera distinta aplicación, la
utilidad social seria la misma.
Por otra
parte, el que realmente fuese superior, considerado como persona de dotes
perfectos por haberse adelantado a los demás en el camino de la evolución
general humana, no pediría por ello privilegios y si lo quisiera, el solo hecho
de quererlo demostraría que no los merece.
Cuando la
observación se hace de mala fe, bien serán decir, con alguna acritud, que no
son, precisamente, los más sabios ni los mejores los que gobiernan, sino los
que hablan mas extensamente, aunque jamás hayan trabajado ni sepan gobernar su
casa.
Muchos
opinaran, conmigo, que, verdaderamente, en una sociedad de abundantes elementos
de vida no se producirán las discordias que algunas veces hacen necesaria la
intervención de las autoridades, pero lo que ellos y no yo encontraran difícil,
es la constitución de una sociedad de tan exuberantes elementos de vida que las
personas no hayan de querellarse para ponerla fuera de todo riesgo.
Para vencer
este segundo temor bastara decir que de cada mil metros cuadrados de tierra
cultivable, solo se cultiva, en la actualidad, medio metro, y que cada hectárea
de tierra cultivada, únicamente diez
metros se cultiva con intensidad. Lo cual supone que un noventa por ciento de
la escasa tierra que recibe cultivo,
podría producir 20 veces más de lo que produce ahora.
Por otra
parte, de cada mil hombres aptos para el trabajo, solo trabajan cuarenta y
cinco y de cada cien que creen trabajar, solo cinco lo hacen en labores útiles.
Los demás se ocupan en industrias superfluas o mortíferas: productos químicos, joyería,
armas, etc..
Si a los que
trabajan inultimente y hasta perjudicialmente para si y para los demás, se
agregan, militares, curas, curiales, intermediarios, patronos, rentistas, políticos,
banqueros, etc. Resultara tan grande la desproporción entre los que trabajan y
los que podrían hacerlo, como entre la tierra cultivada y la que podría recibir
cultivo.
De manera, que
la tierra es susceptible de producir muy cerca de cien mil veces mas de lo que
ahora produce con los actuales medios de producción agrícola, que no son muy
rápidos, y los hombres cerca de dos mil veces mas.
Y sin embrago,
son solo lo que produce hoy la tierra y lo que producen los hombres, habría
suficientes medios de vida si no se almacenasen para encarecerlos y no se
averiaran por no quererlos vender barato y no se paralizaran ciertas industrias
por exceso de producción.
Alguien habrá
que diga: Esto esta muy bien, pero se olvida un pequeño detalle, y es que el
hombre no trabajaría si no fuese obligado por la fuerza, y, naturalmente, si el
hombre trabaja solo porque a ello le obliga la ley económica de la sociedad y
las necesidades domesticas, cae por su base la situación sin gobierno y con
abundancia de elementos de vida que se preconiza.
Esta duda es
muy natural y muy antigua. La pone ya Platón en su Republica cuando dice que
sin esclavos no se podría vivir en ella, sin esclavos que trabajasen para los
señores e hicieran los menesteres más prosaicos y vulgares. Era el suyo un
comunismo de patricios como esta sociedad es solo para los que tienen dinero,
como lo es todo comunismo que distingue entre directores y dirigidos.
Tienen también
tal duda cuantos actualmente no trabajan por disponer de asalariados, o sea,
esclavos, que lo hacen por ellos y la tienen igualmente esos mismos esclavos
cuando consideran que cogen las herramientas sin ganas de trabajar y solo por
ganar el jornal con que comer el y los suyos.
Dejaremos,
para probar nuestra opinión de que el hombre es productor por excelencia, todo
argumento científico sobre la ley de la vida y sobre la tendencia de la energía
humana a buscar siempre el equilibrio orgánico, y lo dejaremos para atenernos,
únicamente, a hechos prácticos y de sentido común, conforme hace presumir el
carácter de estos artículos.
La mayoría de
los lectores deben haber trabajado casi siempre por cuenta de otro y alguna vez
por cuenta propia, y deben haber notado el gusto y el entusiasmo que ponen
cuando trabajan para si y el cansancio y el hastío que hay en sus músculos y en
su animo cuando lo hacen para otro. En este ultimo caso, las horas son
monotomas y pesadas, y cuando trabajan para si transcurren sin que uno se de
cuenta.
Como en una
sociedad de intereses generales, cada productor, al trabajar para todos,
trabajara para si, todos los productores pondrán en su obra las energías y las
ilusiones de su vida.
Se dice: Hay gente tan mal
avenida con el trabajo que ni aun trabajando para así lo hace a gusto. Si ello
fuera cierto existiría el holgazán por excelencia.
Veamos si existe.
Ante todo
hemos de hacer notar que el individuo nace con una fuerza determinada que ha
heredado de sus padres y que esa fuerza puede aumentar o disminuir según la acción
que el medio ejerza sobre su vida.
Así, por
ejemplo, cuando nace un individuo nace con una fuerza inicial de cincuenta
años, pero esos cincuenta años pueden reducirse a cuarenta según si la sociedad
obliga al individuo a realizar un trabajo superior a sus fuerzas, y al
contrario, los cincuenta años de vida que llevamos al nacer pueden alargarse a
sesenta según el trato que de la sociedad reciba y según el trabajo sano y poco
pesado a que las necesidades de la vida nos sometan.
Tenemos, pues,
que una sociedad justiciera, que una sociedad de protección y amparo común, en
lugar de la presente fomentadora de luchas morales y materiales, no solo
aumentaría nuestra fuerza inicial, aumentaría la de nuestros hijos que nacieran
en condición de vivir mas que sus padres, así como ahora nacemos en condiciones
de vivir menos.
La mayor salud
que habrá de darnos una sociedad mejor, producirá mayor fuerza siempre, mayor
fuerza hasta llegar al limite que la naturaleza señala para la vida de la raza
humana, limite que hoy solo alcanza uno por millón y que mañana, si fuese larga
la existencia de la presente sociedad, no alcanzaría mas que un hombre cada dos
millones, porque nuestra especie, en la actual civilización, degenera continuamente.
Aquí caería
bien una estadística, si las estadísticas no fuesen pesadas, demostrativa de
que las vidas mas largas son las que mas han trabajado, las mas activas, pero
las que han trabajado mas a gusto en un ambiente de higiene y en una medida de
equilibrio en la reposición y en el gasto de energías.
Si gastamos
mas fuerza que reponemos, a la postre nos quedaremos sin ella, porque la vida
es un caudal que se agota si no se repone, y si ya nacemos con poca, por poca
que gastemos se agota pronto.
Pero hay otra cuestión
y aquí esta el equilibrio entre la fuerza que uno tiene, la que gasta, y la que
repone. Si gastamos menos fuerza que reponemos, esto es, si trabajamos menos de
lo que debemos, la vida se pierde también, solo que ahora se pierde por exceso
de ella, y antes por defecto.
Lo que prueba que lo mismo se
muere por trabajar más de la cuenta que por trabajar menos, y quien dice
trabajar dice gastar energías. Esto es, emplear vida, la que uno pueda, en una
producción útil, en una producción que al mismo, satisfaga nuestros gustos y
nuestras ilusiones.
Capitulo III
Existen aun
mas argumentos a favor de que no puede haber holgazanes en una sociedad bien
organizada y de que en ella todo el mundo desearía trabajar y contribuir al
bien general que fuere el suyo propio.
Porque en esto
pasa lo que con las epidemias, que las incuban los pobres por falta de
asistencia natural y social, pero luego las padecen los ricos por contagio. La
salud de uno ha de ser la salud de todos, porque de otro modo nadie tiene la
vida asegurada. La felicidad de uno ha de ser la de todos, porque en caso
contrario nadie puede ser feliz, ya que la infelicidad de los demás es una
amenaza para todos, por ricos que seamos.
Aquello que
vulgarmente se dice, aplicado a quien nunca tuvo ganas de trabajar: “ Este nació
cansado “, puede ser verdad. Nació cansado, sus padres le trajeron al mundo
pobre de energías y si sobre esa pobreza de fuerza le damos una ocupación que
no responda a sus condiciones, el trabajo, para ese infeliz, será un martirio.
Hoy ha de ser,
necesariamente, una maldición. El capitalismo lo ha especializado todo para
producir mucho en poco tiempo. El trabajo es monótono, igual siempre. Te pasas
al dia, la vida entera, haciendo lo mismo. ¿Cómo no ha de aburrir el trabajo en
la actual sociedad, si hasta comer siempre la misma cosa por buena que sea y
por mucho que nos guste, nos cansa?.
Por otra
parte: ¿Cómo se eligen hoy las carreras, las profesiones y los oficios? Los
pobres, antes de dárselo a sus hijos, pasan revista a los que ofrecen mayor
jornal y trabajo más tiempo. Los ricos tienen en cuenta las carreras de mas
lucimiento personal, y la clase media calcula la que cuesta menos para poderla sufragar. Las condiciones del
joven no se estudian y allá va uno para carpintero, que mejor estaría en
metalurgia, y allá va otro para ingeniero agromono, que mejor estaría en
medicina.
2
¿Cómo, en
estas condiciones, el trabajo, la ciencia, el profesorado, ni aun el arte, la
ocupación mas libre y más rebelde a la disciplina social y mental, pueden
obtener la atención y el gusto de la energía que hay dentro de cada individuo?
Es tan imposible que la obtenga como que el hombre deje de emplear toda su vida
y todo su amor en aquello por el cual reúne condiciones, en aquello que atraiga
su gusto y su dicha.
Se dice, a
menudo, que para que la anarquía fuese posible seria preciso que los hombres
fueran mejores que son, y lo dicen unos que estiman que las personas somos
hijos de Dios, todo poder, bondad y misericordia y que, además, las hizo a su
semejanza, y lo dicen otros que creen que el ser humano es una magnifica obra
de la evolución animal.
¿Cómo pueden
ser mejores los hombres en el caso de ser fruto de un Dios sabio, justo y
omnipotente?
¿Ni como
podemos ser mejores, si somos la suma mejora en la evolución?
Pero veamos si
somos malos, y si, comparados con los demás seres, hemos sabido constituir una
sociedad mejor que todos.
Seria prolijo
y pesado enumerar aquí la solidaridad que existe en las sociedades animales.
El insigne y
pacienzudo Fabre lo cuenta y lo aprueba de una manera magistral en su obra –
La vida en los
seres inferiores.
Los animales,
todos los animales de una misma especie, se ayudan en los momentos difíciles y
de peligro, y algunos tienen establecido el comunismo de por vida. Solo los
hombres se atacan entre si y ¡ caso raro! En algunas ocasiones, los animales
domésticos.
De aquí deduce
el asombroso naturalista y nosotros con el, que la domesticidad, digamos
civilización y casi podríamos decir educación, ha influido para mal en el
hombre y en cuantos animales ha logrado domesticar.
Las razones
son lógicas.
Obligados los
seres humanos, por una falsa civilización, a vivir en un círculo reducido,
reducido en relación del espacio que la materialidad y la intelectualidad del
hombre necesita, sus facultades morales se exasperan e irritan por falta de lo
que podríamos llamar libertad y vida.
El sociólogo
señala aquí, separándose ya del naturalista, pero tomándole como punto de
partida para su sociedad libertadora, que donde los hombres viven mas
apretados, mas amontonados atraídos por el desarrollo de una o de algunas
industrias, es donde se atacan y dañan mas a menudo.
Es el mismo
caso de los animales que el hombre ha domesticado, obligados, por su misma domesticidad,
a vivir en espacio reducido. Se atacan porque, acumulados se estorban, se
molestan, quitándose mutuamente lo que mutuamente necesitan.
Libres como
los demás animales, no se molestarían, y no se molestarían porque la
Naturaleza ha
sido tan sabia que a todos ha dado gusto diferente, lo mismo que a las plantas,
y para todos produce. Cada especie de animales necesita alimento distinto, como
cada género de plantas necesita, para nutrirse, substancias diferentes.
Ç
De lo dicho
podemos encontrar pruebas a cada momento y en todas partes, ofreciéndonos los
árboles ejemplos vivos plántese de un mismo genero en espacio reducido y no prospera uno plántense y plántense pocos y
prosperan todos. Plántense pocos y de diferente clase y prosperaran aun mas, porque
no se quitaran mutuamente las substancias que hay en la tierra necesarias a
todos, y que el sol y el agua reponen sin cesar.
Y esos seres
que no tienen voluntad ni movimiento cuando se les obliga a vegetar muchos en
espacio reducido, se atacan y luchan también, por la vida, como los animales y
como los hombres.
Así que la
lucha entre seres de una misma especie no es natural, es una consecuencia del
amontonamiento en que la civilización y al domesticidad les obliga a vivir.
Pues bien, si
el hombre es, moralmente, superior a
todos los seres animales y vegetales, lo mismo siendo hijo de Dios, que
siéndolo de la evolución ¿A santo de que
tendrían que dañarse y matarse si les diéramos la tierra y la libertad que
necesitan? No es racional sospecharlo. Pero la domesticidad en los hombres a
causado muchos mas estragos morales y físicos que en los demás animales.
Cuando un
animal domestico tiene hambre, por muy
domesticado que este es inútil que se le vaya con sermones ni con leyes, comerá
de lo que tenga a boca y si esta atado romperá la cuerda y luego, si es
preciso, derribara el tabique que lo separe del saco lleno de lo que acostumbra
a comer.
Así el
solípedo, así el bovino, el paquidermo. En cambio poned un hombre hambriento
delante de un escaparate lleno de fiambres y no se atreverá a romper el
cristal, temeroso del castigo que habrán de imponerle el sacerdote y el juez.
Todos los
animales se convierten en fieras cuando a sus hijos se trata. En cambio, el
hombre los ve morir de frió, de hambre, de falta de dinero para comprar la
medicina o el aparato que ha de salvarles sin rebelarse, sin atacar, sin salir
a la calle matando a quienes tienen la culpa de la muerte de sus hijos sin
zapatos, sin vestidos y sin pan, estando de ellos llenos los escaparates y las
tiendas.
Y si ante la
domesticidad de este hombre que muere de hambre y deja que de ella mueran sus
hijos, habiendo en todas partes lo que a él le falta, podemos afearle de algo,
no será, ciertamente de malo, o será de malo por demasiado bueno.
De suerte que
aquí lo que le sobra al hombre es bondad, lo mismo para vivir libremente hoy
que para hacerlo mañana.
Así como con
trabajo, agua y abono no hay tierra mala, así también, con libertad, pan y
trabajo no hay hombre malo.
Capitulo IV
Si las leyes
no tuvieran un origen injusto puesto que están destinadas a mantener y ha hacer
respetar los privilegios de unos contra las necesidades de otros, tendrían el
defecto gravísimo que las viole el poderoso y de caer sobre el humilde con
todos los agravantes que su interpretación permita. No hemos de emplear tiempo
explicando lo que esta en la conciencia de todo el mundo.
Los códigos si
son una balanza no son la de la justicia, por cuanto las pesas están en el
bolsillo de cada uno y los bolsillos, así los que nada pesan como los que pesan
mucho representan u horas muy amargas o grandes atentados a la salud y a la
vida de nuestros semejantes.
Hemos de
mantener con el nombre de leyes una reglamentación perjudicial a la dicha misma
de los que en ellas amparan sus intereses, aunque, a decir verdad, esa
reglamentación les garantiza a ellos una vida mejor que la que gozan los que no
tienen privilegios que amparar. Y es porque,
a pesar de la fuerza que representa toda ley en la ignorancia del
vulgo, ni es por este lo suficiente
respetada para ser eficaz, ni la ley otorga el bienestar que la sociedad
anarquista ofrecerá a todos los seres humanos, incluso a los que actualmente
son sus enemigos.
Con otros
jueces sucedería lo mismo y dueño del poder otra clase se repetiría igual
fenómeno, por que el mal no esta en el juez ni en la clase esta en un sistema
que admitiendo la existencia de ricos y pobres, todo el mundo quiere ser de los
primeros, en perjuicio de los segundos, sin que esto equivalga a que los pobres
y menos en nuestros días, sancionen, de buena gana un estado social que los
condena a la escasez y a la ignorancia.
Ser poderoso
actualmente no es sinónimo de ser inteligente, ni de ser bueno, ni de ser
sabio: solo lo es de ser rico. Y la riqueza no se alcanza produciendo ni
estudiando ni beneficiando a nuestros semejantes sin adulterando los productos
envenenando o explotando a la humanidad, sembrando desdichas y disgustos en las
Bolsas, en el mercado, en el taller, acaparando y encareciendo los artículos de
primera necesidad, en fin, haciendo uso de unos recursos innobles y agudizando
unas facultades que, por cierto, no son
las superiores del hombre. Siendo el dinero el poder y alcanzándose de
manera tan ruin, las clases que dirigen los destinos de las naciones,
moralmente consideradas, son las peores.
¡Cuantas veces
hemos leído que el trigo se ha averiado en poder de los acaparadores, al mismo
que los pobres de alguna región se han sublevado por falta de pan!.
A los cerebros
sanos y estudiosos deberían les bastar estos detalles para convencerse de que
el mundo funciona pésimamente. Y el hecho de que estos mismos males se
desarrollen en todos los sistemas políticos en funciones, debería convencerles,
también, de que no han de curarse con los remedios que pueden ser utilizados
dentro de la sociedad actual.
Contra estos
argumentos, tan claros y precisos, todos los sofismas se estrellan. Una
sociedad que estos permiten no tiene defensa. La escasez, si no fuera justa, a
lo menos se explicaría se proviniese de la falta de artículos, si los hombres
con su actividad pudieran corresponder al consumo; pero desde el momento que es
un recurso para multiplicar el capital en poco tiempo, a de merecer y merece, y
ha de obtener y obtienen, las censuras y ataques de los que apoyados en el
principio de la dignidad del hombre y de inviolabilidad de la autonomía humana
defendemos aquella dignidad y esta autonomía.
Los sanos de
inteligencia y los buenos de corazón no podemos estar con esta sociedad
metalizada y no lo estamos.
3Hemos visto
al hombre explotando al hombre, al padre subyugando y estrujando al hijo; al
hijo menos preciando y abandonando al padre; a los hermanos contendiendo; a la
madre fastidiarle los hijos; y a estos aborrecer a la madre y hemos visto a los
seres humanos todos, tratarse como enemigos. Hemos visto, también al entupido
en las cumbres y al sabio vilipendiado; al honrado en presidio y al criminal en
el trono; a la mujer candida y amorosa echada al lupanar, y a astuta y viciosa
respetarla, santificarla; y no cubriendo con un velo infamia tal, no
idealizando para engañarnos mismos, no negando las pasiones, sino estudiándolas
y ahondando en las causas hemos podido encontrar el germen de aberraciones
semejantes: el capitalismo, la autoridad y las desigualdades sociales.
Y que ningún
efecto real tienen para detener el mal las limitaciones escritas ni las
represiones efectivas, pruébalo abundantemente que con tanto código, tantas
leyes, tanto decreto, contactos crueles castigos, presidios y demás medios de
represión, el mal existe y los descontentos también.
Demostrando,
pues, que la sociedad actual es fatalmente desastrosa y que sus códigos y leyes
para nada bueno sirve, queda echa la defensa de una sociedad libertaria.
Para
establecerla es preciso desentumecer las inteligencias aletargadas por siglos
de opresión sacerdotal, por siglos de opresión legal, por siglos de opresión
gubernamental.
Hay que decir
y demostrar a los hombres que son esclavos por que quieren; que tienen amos por
que quieren; que tienen jefes por que quieren; que padecen por que quieren.
Hay que decir
a todo el mundo que sacudan los nervios y los avente para que de ellos salgan
la poquedad, la cobardía, la creencia de que sin protección ajena no seria
posible la vida, cuando, precisamente aquella protección es causa de la muerte
de su felicidad y de su individualidad.
Es preciso
alzar la frente; es preciso reconstituir nuestro espíritu y mirar cara a cara a
los hombres que se creen de una clase mejor. Si tal hacemos habremos de ver que
los gobernantes, en todos los ordenes, son madera de nuestra madera, condición
de nuestra condición, y que si no sabemos gobernar por incapaces, tampoco ellos
han de saber por esa misma incapacidad; entonces veremos que todos aquellos
que, merced a nuestra buena fe, pasan por buenos gobernantes están gobernados,
a su vez, por un rey, o por un presidente, o por una favorita, o por un hijo, o
por una mayoría.
La paradoja
seria admirable si no encerrase la injusticia la iniquidad que encierra.
Creo que la lógica
de mis razonamientos, que estimo incontrovertibles, habrá convencido a mis
buenos lectores de la justicia y de la posibilidad de una vida humana superior
y racionalmente anarquista.
Creo, además,
que en el animo de cuantos me han leído habrá penetrado la convicción de que
querer es poder y de que estando la Naturaleza
toda constituida para una sociedad y para un hombre libre solo hace
falta prescindir de amos y directores para que no tengamos necesidad de ellos.
Sobre todo no hay que olvidar que el seno de una familia o de una
colectividad que tenga bien provista la
despensa, poco han de intervenir los gobernantes y los directores, como no sea
para perturbar las buenas relaciones sociales.
Ya hemos demostrado que individual y colectivamente, los hombres, todos
pueden tener bien provista la despensa, y que siendo sus discordias de una
maldad social que la misma sociedad produce cambiando las causas, cambiarían
los efectos.
No ignoramos
que a esta visión sencilla y simple de la vida y de los hombres la llaman
ilusión los que estiman que las personas son malas por naturaleza, a pesar de
que demostrado queda que son demasiado buenas; pero cuantos oponen la maldad
del hombre al establecimiento de una sociedad donde los seres humanos sean
absolutamente dueños de sus vidas por serlo de la Naturaleza , se estiman
dignos de vivir la vida patrocinada por los anarquistas.
Las
dificultades de orden moral que a la sociedad libertaria oponen algunos, no
están en ellos, están en los demás ¡Ha si todo el mundo fuera como yo! Exclaman. Y todo el mundo dice lo mismo.
De suerte que
todos nos creemos dignos de una sociedad de intereses generales y que todos
vemos los defectos en los otros y no en nosotros.
¿Y no puede
ocurrir que si nosotros somos buenos por naturaleza, los malos o los llamados
malos lo sean por necesidad social? ¿No puede ocurrir que la maldad que vemos
en los demás y que a veces los otros nos aplican, surja, no de la maldad
individual, sino del amparo que el mal encuentra en las injusticias de la
sociedad?
Porque, ¿Que
haría del dinero el que para adquirirlo matase o robase directamente con su
brazo, o indirectamente con su industria si de nada le habría de servir en una
sociedad en que solo el trabajo valiera?
Por dinero
todo se hace hoy porque con dinero todo se alcanza, pero quitemos al dinero su
imperio, y quedara reducido a la nada como a la nada quedaran reducidas estas
monstruosas maquinas de guerra el día que los hombres digan: ¡No queremos
guerrear!
Demostrada la
justicia de una sociedad libertaria y la injusticia de la presente y todas las
que conserven el mando y el privilegio individual, daremos un bosquejo de
practicas anarquistas para luego disipar las dudas que los presentes escritos
pueden haber dejado en el animo de algún lector.
Hasta ahora
ninguna hemos recibido.
Capitulo V
Trazar una visión
mas o menos aproximada de la sociedad sin gobernantes ni propietarios, tal como
los anarquistas nos imaginamos, es la cosa mas fácil del mundo y la mas
difícil, la mas fácil, porque al hacerlo
no contraemos ninguna responsabilidad y en caso de error nadie nos ha de pedir
cuentas de él. La mas difícil, porque la sociedad anarquista ni siquiera podrá
llamarse sociedad desde el momento que no será la libertaria, una vida uniforme
ni podrá otorgar reglas ni leyes de ninguna clase a la colectividad.
La vida habrá
de ser nuestra vida y como nuestra vida no podrá ser la de otros ni estará a la
de otros ligada por ningún interés, es inútil que nos empeñemos en prescribir
programas ni en encasillar ideas.
Ya dijimos en
otra ocasión que en lo único que ha de haber uniformidad, en la vida anarquista
que es la vida libre y natural será en condenar todo sistema de gobierno y de
propiedad privada.
Fuera el Poder
que traza y limita un Estado y fuera el poder que traza y limita una propiedad,
todas las opiniones y todos los sistemas que pueden surgir de la evolución de
las ideas y de las costumbres, han de ser por todo el mundo respetadas, y han
de entrar, para todo el mundo también, dentro de las posibilidades
individuales, posibilidades que no llamamos sociales para sacarlas, desde este
momento, de la coacción del mayor numero.
Así, pues,
para el hombre partidario de una sociedad libre entendiéndose por sociedad
libre una sin poder económico ni político, una sin la tiranía del que puede mas
que tu porque tiene mas que tú y mientras haya mas que tú habrá quien pueda mas
que tú, no podrán existir enemigos ni adversarios por practicar la vida y
profesar la idea de modo distinto unos de otros.
De esta suerte
no podrá haber mas, ni fuera bien que los hubiera, que una condición de
anarquistas la de no preocuparse de la vida ni de la idea de nadie: de esta
suerte no podrá haber mas, y fuere mal que los hubiera que una condición de
hombres: la condición que a todos impone la Naturaleza con sus
atributos.
Y la anarquía
no podrá ser un sistema social ni individual: ha de ser la madre y amparo de
todos los sistemas sociales e individuales que se practiquen sin gobiernos ni
propietarios.
No puede ser
el anarquismo un determinado sistema social sin gobierno (Comunista,
individualista o colectivista) por que
entonces declararíamos la uniformidad de la Naturaleza humana, tan
variada e infinita; tan poco puede serlo porque implicaría la uniformidad del
temperamento y el espíritu, la anarquía ha de ser una infinidad de sistemas y
de vidas libres de toda traba. Ha de ser así como un campo de experimentación
para todas las semillas humanas, y ha de ser además, un amparo para todas las
orientaciones y para todos los atrevimientos.
Anarquismo no
puede suponer, no ha de suponer, comunismo ni individualismo: ha de suponer
anarquía solamente; esto es; libertad para que cada individuo sea y haga lo que
se le antoje dentro de una sociedad, mejor dicho, dentro de una humanidad de
intereses políticos y económicos generales. De intereses políticos hemos dicho
por que la libertad de uno habrá de ser la de todos, y de intereses económicos
dijimos, porque la propiedad de uno habrá de ser la de todos, también.
Es así,
universal e infinitamente, como nosotros entendemos ha de ser interpretada la
anarquía, por que otra interpretación supone capilla y limite. Encasillamiento
de la libertad de todos dentro de la opinión de uno, por que moralmente de uno
es la opinión aunque sea colectiva, cuando cierra la puerta al porvenir, cuando
limita el porvenir, que, dentro de la anarquía, ha de ser un porvenir continuo,
siempre constituyente y jamás constituido.
Si damos por
acabada una evolución político – social en un determinado programa de vida, en
una idea de vida social, continuamos la tradición de los principios absolutos
que dieron lugar a las preocupaciones, y, en cierto modo, las continuamos. Las
continuamos en cierto modo desde el momento que estimamos adversario al que no
piensa ni obra como nosotros, aunque como nosotros diga pensar y obrar.
Es la fuerza
del atavismo que nos convierte en inquisidores por haberlo sido nuestro árbol genealógico.
Es preciso
arrancar tantas veces arrancado y siempre vuelto a brotar por haber dejado, en
la tierra, las raíces del poder económico.
Nadie, en el
anarquismo, habrá de creer que lleva dentro de si la verdad, porque la evolución
ha vivido, hasta ahora, de verdades que se iba comiendo así que iba avanzando.
Y si todas la verdades pasadas han sido, a la postre, mentiras, de cuerdos será
suponer que todas las verdades futuras serán, al fin, mentiras también. Así se mataran, las ideas absolutas que
tantas muertes y tantas persecuciones han causado. Así se evitara que una
verdad vaya en contra de otra, y causen todas la victimas para resultar todas
inútiles. No hay mas verdad que la vida
y a ella, únicamente hemos de atender y de defender de toda imposición.
Y no la vida colectiva sino la vida individual., que si la por la libertad
queda amparada la vida de uno, por la misma libertad quedara la amparada la
vida de todos.
Será mas
hombre evolutivo, más hombre de mañana el que mas libertad quiera para si y mas
respete la ajena.
Razón tenemos innegablemente,
contra todas las formas de la autoridad y de la propiedad. Razón podemos no
tener en contra no tener una visión de la sociedad futura que nos sea la
nuestra, porque de la vida futura no sabemos una palabra ni hace falta. Con que seamos libres, nos debe bastar. De lo
que piensen los otros no nos ha de importar mas que el momento que piensen
coartar nuestros pensamientos y nuestras acciones.
Es la razón
que deberíamos poner en practica todas las personas que nos estimamos
emancipadas, iremos solamente contra los hombres y contra los regimenes que
coarten nuestra libertad, directamente por medio de la represión o indirectamente
por medio de las instituciones, por medio de los privilegios políticos y
sociales y cuando hayamos constituido una forma de vida que no coarte la de
nadie, dejaremos libres a los hombres y a los regimenes.
Pero entre
tanto hemos de acarcarnos lo mas posible a la vida futura y la única manera de
acercarnos a ella es siendo tolerantes con todas las opiniones. Así nos será dable empezar las prácticas
libres de mañana.
4
Nuestra vida
actual ha de ser una aproximación de la de otro día, y no solo ha de serlo en
nuestras afinidades doctrinales, ha de serlo, también, en todas las relaciones
que nos imponga, la injusta y triste vida que surge de la sociedad presente.
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