FORO PARA EL DEBATE Y EL CONOCIMIENTO
Abreviado
de lo expuesto sobre:
La
cuestión catalana – El Estado y La Independencia – Nacionalismo y Cultura
(Segundo encuentro
celebrado el 22 Enero 2018)
El término
Nación
El término significa: "lugar donde
se nace" y desde el punto de vista de las ciencias sociales y políticas,
la "nación" es una realidad constituida por un conjunto personas que
además de un lugar común y de vida, tienen una serie de características que los
identifican: idioma, costumbres, tradiciones, historia, etc.
Antecedentes
Las primeras formulaciones teóricas
sólidas de la "nación" y su plasmación en movimientos políticos
concretos se dan en obras de fines del s. XVIII y en las Revoluciones:
Americana y Francesa.
El origen de "nación" es
incierto y las disputas en cuanto a éste conforman un capítulo importante de la
teoría del nacionalismo. Existen teorías biológicas de sus orígenes que ven al
humano como animal territorial y a la "nación" como a un territorio
en este sentido. Sin embargo, la mayoría de los teóricos rechazan esta teoría
por simplista y tratan a las naciones como a una agrupación social humana
relativamente nueva.
La
nación cobra entidad sólo cuando los individuos manifiestan, mediante el
reconocimiento de tales nexos, la voluntad de vivir juntos.
El Romanticismo: como movimiento cultural y político
originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII, surge como
una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el
Clasicismo. Ejemplos que afirmaron las bases ideológicas del Nacionalismo, fueron
autores como: Herder, Fichte, Wagner y
Goethe. Tal movimiento supone una ruptura con la tradición de un orden anterior
y de una jerarquía de valores culturales y sociales, en nombre de una libertad
auténtica, confiriendo prioridad a los sentimientos.
Qué es
Estado:
El Estado es una forma de
organización cuyo significado es de naturaleza política. Se trata de una
entidad con poder soberano para gobernar una nación dentro de una zona
geográfica delimitada.
Los elementos que constituyen el
Estado son: Población, Territorio y Poder.
Las funciones tradicionales del
Estado se engloban en tres áreas: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder
Judicial. En una nación, el Estado desempeña funciones políticas, sociales y
económicas. Dentro del Estado también existen instituciones fundamentales tales
como las fuerzas armadas, la administración pública, los tribunales y la
policía, que asumen las funciones de defensa, gobernación, justicia, seguridad
y otras, como las relaciones exteriores y la represión.
Los elementos que constituyen el
Estado son: Población, Territorio y Poder.
Existen distintas formas de
organización de un Estado, pudiendo abarcar desde concepciones centralistas, a
las federalistas o las autonomistas.
La
identidad catalana
La identidad catalana es antigua, de
la alta edad media sobre el siglo X, pero
eso no que significa que sea una identidad moderna, es más bien imprecisa. Cuando los territorios
al sur de los pirineos, se empiezan a independizar del dominio musulmán y bajo
la protección y con la ayuda de los carolingios franceses, se constituye sobre
lo que se llama la marca hispánica, que cubre todo el sur de los pirineos.
El catalanismo en el sentido moderno procede entre los años 1880 y 1890.
Uno de sus principales valedores fue Valentí Almirall, fundador del Diario
Catalán y organizador del Primer Congreso Catalanista. Durante la mayoría del
siglo XIX en Cataluña hay la doble identidad o doble patriotismo. De un lado el
apego a la lengua y sus tradiciones y cierta nostalgia a sus propias
instituciones y, de otro lado, el sentimiento de integración en la nación
política que es España.
Durante la primera república no hay
ningún catalanismo, lo que sí hay es, un fuerte arraigo del federalismo, cuyo
mayor impulsor fue Francisco Pi y Margall que fue Presidente de Gobierno en la
primera república. En 1886 se celebra por primera vez La Diada. Desde Barcelona
grupos nacionalistas van expandiendo por el campo y los pueblos catalanes a
través de excursiones los símbolos de su identidad. En 1901 se forma la LLiga
Regionalista por Francés Cambó y se presentan a las elecciones que las ganan en
Barcelona. Este fue un momento crucial ya que se produce durante una gran
crisis del estado español y después de la pérdida de la guerra y las colonias
en 1898.
En dos ocasiones en Abril de 1931 y
en Octubre de 1934, los presidentes Francés Macia y posteriormente Lluís
Companys, proclaman la República Catalana dentro de la República Federal
Española. Pasos cortados por el gobierno central, donde, incluso Companys es
detenido.
Cuando
se presenta en términos nacionalista la guerra civil como una guerra contra
Cataluña, se está deformando una vez más el pasado. Gran parte de la oligarquía
catalana, el noventa por ciento apoyó a Franco. Luego llegó el franquismo y fue
evidente el acoso a la lengua catalana y la imposición de la cultura
castellana. El franquismo ha sido clave en la anti españolidad de los catalanes
y en la actualidad con su política centralista, le da continuidad el Partido Popular.
En los
últimos treinta años, se ha difundido desde el poder una versión nacionalista
por la cual, Cataluña es un ente que existe desde tiempos inmemoriales y que,
no ha hecho más que sufrir agresiones de otro ente malévolo llamado España.
Todo nacionalismo se
agarra a un hecho o acontecimiento histórico para sus argumentaciones.
La construcción de la identidad nacional permite montajes
diferentes a partir de las mismas categorías elementales.
En ése periodo
concreto, de la mano del romanticismo, políticos, artistas, historiadores,
clérigos y filósofos, construyeron las modernas naciones europeas, y lo hicieron siguiendo un modelo similar, imitado por una nación detrás de otra.
De un modo u otro, todas las naciones modernas siguieron
una serie de pasos, encaminados a construir una identidad que hasta
entonces no existía. Son estos:
1. Inventar un origen remoto
Toda nación, para ser tomada en
serio, tiene que tener una cierta antigüedad. Esto lo entendieron bien los escoceses
que, fueron los primeros en construir su identidad.
2. Buscar héroes legendarios, de raza.
Alemania fue el segundo país,
después de Escocia, que más contribuyó a crear la mitología nacionalista en
Europa. Y partía de una gran ventaja respecto a estos: El gran historiador
romano Tácito (56-117) había
escrito un librillo sobre las costumbres y pueblos de Germania, más conocido, como
la Germania.
Desde su
publicación en época moderna, los humanistas alemanes se lanzaron sobre él y lo
convirtieron en una indiscutible, precisa y exacta
descripción de cómo era su pueblo en la antigüedad: héroes como Arminio, altos,
rubios de ojos azules…
3. Unirse frente a un enemigo común.
Toda nación, para su construcción,
necesita de un archienemigo, y al igual
que Cataluña, el País Vasco y Galicia tienen a España; España tuvo a Francia
e Inglaterra.
4. Homogeneizar
la lengua
Hoy nos parece un hecho natural que
en Francia se hable francés; en Italia, italiano o en Alemania, alemán. Pero ni
es natural ni siempre ha sucedido así. Durante siglos en ningún lugar de Europa
existió algo parecido a una lengua oficial. El latín cumplía la función del
inglés, era la lengua académica y culta, y el francés, más adelante, se
convirtió en el idioma por antonomasia de las cortes. Por lo demás la
diversidad lingüística era abrumadora.
La situación española era parecida,
se calcula que en 1860 en torno al 50% de los 16 millones de habitantes no eran
castellanoparlantes. No existía la tan cacareada “lengua común”, la
escolarización de la población en la lengua nacional fue una decisión política
5. Diseñar
una bandera, un himno y un traje típico
La mayoría de los elementos de
distinción de una nación, como la bandera, el himno o el traje típico, nacieron
también de la nada, a la vez que se construían las identidades nacionales.
El himno más antiguo del mundo
tampoco es demasiado viejo. Se trata de La Marsellesa, que se escribió en 1792. Y las banderas se crearon todas al
mismo tiempo que las naciones, como adaptación de los estándares militares y
las enseñas marítimas de uno u otro reino o, directamente, a partir de
planteamientos originales.
6. Celebra
una fiesta nacional
Toda nación tiene que tener un
momento fundacional, un día en que se celebre el despertar del pueblo (por usar
la retórica típicamente nacionalista). Que lo que ocurriera ese día no tenga
nada que ver con lo que se está festejando, importa poco.
Caso
paradigmático es el 11 de septiembre catalán. Todos los años una comitiva
encabezada por el presidente de la Generalitat se dirige al monumento a Rafael
Casanova, donde se vienen depositando flores desde el año 1894.
Entre
los asistentes que entonan el himno Els segadors (compuesto en 1899), se da por
supuesto que Casanova fue algo así como el iniciador de la lucha por la
independencia de la nación, por la que resistió heroicamente en 1714 el asedio
de la ciudad de Barcelona, frente a las tropas españolas que acabarían
arrasando la ciudad y suprimiendo sus tradicionales derechos y centenarias
libertades.
Pero lo
que se vende como una guerra entre Cataluña y España fue en realidad una guerra
entre dos bloques europeos, los Habsburgo de Austria frente a Francia, y cada
bando trataba de situar a su propio candidato al trono vacante de la Corte
española. Dentro de la propia España las simpatías políticas por uno u otro
bando estaban muy divididas. Rafael Casanova, el héroe nacionalista catalán,
partidario de los Austrias, creía y confesaba luchar por la libertad de toda
España. Considerar esta contienda como una guerra de España contra Cataluña es
un desvarío.
7. Escribe
buenos libros de texto
El sistema escolar es el instrumento
por antonomasia para lograr la identificación de los ciudadanos con la idea de
nación. La historia nacional española “oficial”, inamovible de los libros de
texto hasta la Constitución de 1978, fue obra del palentino Modesto Lafuente,
que redacto una Historia General de España, entre 1850 y 1867, que recogió
todos los tópicos del nacionalismo español: los visigodos, Numancia, la
reconquista, el Cid campeador, los Reyes Católicos, los comuneros…
Los
estudiantes catalanes y vascos están acostumbrados a mapas donde Euskal Herria
o los Països Catalans son entidades geográficas y políticas diferenciadas. El
reduccionismo castellanista de Lafuente era evidente, pero eran los
nacionalistas españoles los que tenían el poder de imponer la enseñanza a toda
la población cautiva en las aulas de España. Con la llegada de la democracia,
se dio la vuelta a la tortilla, y las otras nacionalidades, se esforzaron por
hacer sus propios libros de texto.
El
nacionalismo siempre es de derechas
Cuando la burguesía comienza a
afianzar su poder difunde, desde mediados del siglo XIX, la teoría de la
soberanía nacional e inventa una ideología basada en sentimientos patrióticos,
que logra excitar en las clases populares el odio y el resentimiento de agravio
contra los pueblos vecinos, y consigue convencer a muchos trabajadores para que
se enfrenten entre sí mortalmente en la I Guerra Mundial, a fin de hacer más
grande el poder colonial de unas cuantas oligarquías.
Por el
contrario, el proletariado, aprendiendo de los estudios y análisis de Bakunin y
de Marx, comienza a organizarse en sindicatos y partidos que defiendan sus
intereses, frente a los de las burguesías que acaparan todo el poder en Europa
y en las colonias. Es el momento en que la Confederación Nacional del Trabajo,
anarquista, tiene más de un millón de afiliados en España, la mayoría en
Cataluña, y afirma que la única patria de los trabajadores es el mundo y su
familia la humanidad. Este movimiento obrero rechaza rotundamente seguir las
consignas disgregadoras y de enfrentamiento entre los trabajadores de las
diferentes partes de España, negándose incluso a hablar en catalán y
difundiendo el esperanto. Sería bueno que nuestros intelectuales de izquierda
leyeran a Bakunin..
Son los
burgueses los que construyen la teoría de la identidad propia de Cataluña,
puesto que difícilmente los obreros y las obreras podían dedicarse a tan
imaginativas tareas sometidos a la salvaje explotación de los industriales
catalanes, propia de la época del industrialismo, y sobre todo teniendo en
cuenta que el proletariado en Cataluña está compuesto también con la
inmigración masiva de los campesinos y campesinas hambrientos del resto de
España.
Por si
cabe alguna duda de los motivos económicos que llevaban a la burguesía a
defender y difundir el nacionalismo es
bueno leer las Memorias de Francesc Cambó, donde escribe: “Diversos motivos
ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y la aún más rápida ascensión de
sus dirigentes. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de
desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos
representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido
enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se
repatriaban de las perdidas colonias, dio a los catalanes el orgullo de las
riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras
propagandas dirigidas a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y
merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.
El
nacionalismo catalán y su evidente adscripción a la derecha le impulsó a
participar en los últimos gobiernos de la Restauración y en 1923 no se opuso a
la dictadura de Primo de Rivera, que sin embargo disolvió la Mancomunidad. Por
su parte, la mayoría del proletariado apoyaba el anarquismo, representado por
la CNT.
La
bandera del nacionalismo la enarbola más tarde Esquerra Republicana de
Catalunya, pero cierto es que tanto Maciá como Companys no eran
independentistas -mucho es exagerar llamarlos de izquierdas, cuando el ideal de
ERC era que cada catalán tuviera “la caseta y el huerto” y tampoco bajo la
dictadura se definían independentistas los de CIU y todos los de ERC. Pero
precisamente porque no lo eran, a qué
viene ahora mostrarse tan apasionada y febrilmente independista cuando las
represiones franquistas han desaparecido.
Que el
Partit Socialista Unificat de Catalunya se sumara a las reivindicaciones
nacionalistas en los tiempos de la dictadura no significa que tales
reivindicaciones sean de izquierda. La convocatoria, suicida, de manifestarnos
en los años sesenta el 11 de septiembre para conmemorar el momento en que
hirieron al Conseller Casanovas, que nos imponía el PSUC, solamente favorecía a
los Heribert Barrera y los Pujol, que nunca asistieron a aquellas
manifestaciones.
El
resultado está a la vista: el abandono de las luchas sociales, el sometimiento
del movimiento obrero a las condiciones del gobierno de la Generalitat, y la utilización de las organizaciones
culturales y políticas a la reclamación de la independencia, olvidando el
lamentable estado en que se encuentran la sanidad, la escuela, la Universidad,
la justicia, la asistencia social, las mujeres, catalanas. Este abandono de las
luchas de clase por parte de la izquierda se refleja en los resultados de las
sucesivas elecciones desde finales del siglo XX.
Lo que
es realmente irritante es que los defensores del referéndum se camuflen bajo la
añagaza de que no se trata de pedir la independencia sino de votar una
consulta. En primer lugar, si las izquierdas, como aseguran, no quieren la
independencia sino el federalismo, lo que deben hacer es defender este y
dedicar todos los esfuerzos, tiempo y dinero en explicarlo a la ciudadanía, tan
ayuna de conocimientos políticos, en vez de darse abrazos y dejarse fotografiar
con Artur Mas.
En
segundo y no menos importante, es no engañar a sus electores y ciudadanos en
general. Porque ese plebiscito está espúreamente publicitado por el gobierno,
CIU y Esquerra, con los fondos de la Generalitat, con el propósito de convencer
a los que viven en Cataluña de las ventajas que obtendrán con su propio Estado,
trastocando el objetivo de la consulta al asegurar que no se trata de optar por
la independencia sino de decidir. Ese será un referéndum como el de la OTAN.
Organizado, dirigido e impuesto por el
Govern, con el dinero de nuestros impuestos y los numerosos medios que tiene a
su alcance: televisión, prensa, radio, policía, ayuntamientos de CIU, esa ANC
financiada por él.
No cabe
duda de que Franco fue el que más catalanes convirtió al independentismo, con
sus medidas de abolición del Estatuto y de persecución del idioma, pero
resultaba mucho más agradable y alentador vivir en Barcelona en esos trágicos
años, hermanados todos, catalanes, castellanos,
murcianos y andaluces antifranquistas en aquella interminable lucha
contra la dictadura, que hoy, cuando restaurada esta democracia burguesa
resulta que los que seguimos siendo de izquierda pero no nos mostramos de
acuerdo con ese remedo de referéndum y la reclamación de la independencia,
somos enemigos de la patria, tildados de nacionalistas españolistas, término
que equiparan al de fascistas.
Resulta
absolutamente inaceptable que los partidos y formaciones de izquierda en
Cataluña – especialmente la CUP- se alineen con semejantes personajes y sus
secuaces, como con el heredero de Artur Mas, el inesperado Puigdemon que, a
mayor abundamiento, han demostrado que su principal objetivo al detentar el
poder es apropiarse de los bienes de todos para su mejor beneficio.
Democracia
y nación
Nadie puede establecer un mapa
nítido e indiscutible de los pueblos o naciones existentes en el mundo. Las
identidades se mezclan en todas partes. Con lo que el principio de las
nacionalidades da lugar a conflictos sin fin. Como comprendieron amargamente
quienes trazaron las fronteras europeas al final de la Gran Guerra, aplicar el
dogma de la autodeterminación de los pueblos era imposible sin dejar por
doquier territorios irredentos y minorías discriminadas. Pese a ello, lo
hicieron. Y pavimentaron el camino para la Segunda Guerra Mundial.
La
combinación entre nación y democracia es, en realidad, explosiva. La democracia
es un principio que puede defenderse racionalmente. La nación, no. Es algo
afectivo, arraigado en los estratos emocionales más profundos; como el
atractivo de aquellos a los que amamos o las gracias de nuestros hijos o
nietos, imposibles de discutir ni argumentar. Pese a esta incompatibilidad,
toda democracia necesita apoyarse en una identidad colectiva, una nación, un
demos. Esa colectividad básica para la democracia ni fue decidida racionalmente
en su origen ni es posible hacerlo ahora. Y como su definición se apoya en
afectos y emociones, y no en datos ni argumentos objetivos, los conflictos
sobre lo que sea o no democrático son de imposible solución.
Texto
basado en trabajos y publicaciones de: Santos julia -Álvarez Junco - Lidia
Falcón - Rudolf Rocker - Pi y Margall y otros.
Aconsejamos
la lectura de Nacionalismo y Cultura de Rudolf Rocker y Las Nacionalidades de
Pi y Margall.
CNT-AIT Puerto Real –
Biblioteca Anarquista “José Luis García Rúa”
Puerto Real 24 Enero
2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario