1.- La Democracia como sistema político
es también una forma de pensar política y socialmente hablando, más allá de ser
una fórmula bajo la cual presentar a una determinada estructura estatal. Por lo
tanto, es una fórmula que establece un modo determinado de relaciones entre los
agentes, las personas, los grupos, colectivos…etc. Y esta relación se entiende
en las conocidas claves del consenso, la tolerancia, la pluralidad y en general,
la integración de un mismo proyecto pese a las distintas diferencias o las
posiciones de dominio de unas sobre otras. Mientras ninguna de las partes
cuestione la democracia en sí misma y pretenda superar esta fórmula de
integración en la dominación, todo tiene cabida. El contenido, la coherencia
interna en los discursos y sus prácticas, el enfrentamiento, la ruptura por
intereses contrapuestos y, en general, el conflicto que la convivencia de, por
ejemplo, clases sociales con intereses antagónicos queda reconducido al redil
democrático y la gestión institucional que se ofrece para superar estos choques
de intereses.
2.- Este pensamiento democrático, llevado
a terreno de las luchas sociales, ha conllevado funcionar en base a parámetros,
en principios contradictorios, pero unidos por no sabemos muy bien que
objetivos que se han pretendido buscar como comunes. Y una parte significativa
del movimiento anarquista creemos, no ha sido ajeno a este proceso (fuertemente
acelerado con la irrupción del 15M en el mapa político, pero no iniciador,
desde luego).
De la misma manera que Podemos o
sus marcas blancas municipalistas han elaborado un discurso que primaba la
forma sobre el contenido, el eslogan rompedor, la evocación a valores a
abstractos como la “ilusión” y otra serie de golpes emotivos, todo ello para
confluir en la lucha por conquistar el número, la “mayoría” (otro pilar
democrático) los movimientos sociales parecen haber intentado algo similar a
menor escala.
Muchas y muchos anarquistas
reconocidos, obsesionados con la idea de ser masa, pero sin base, y de intentar
reproducir las quimeras de unxs cuantxs profesores de universidad y sus
seguidores de partido, han caído en la busca de resultados inmediatos,
dejándose guiar por lo mediático y buscando que cale un discurso tibio y
descafeinado, que reniega de puntos esenciales del anarquismo para
transformarlo en un mezcla de guiños a sectores afines a la “nueva política”
podemita y un reciclaje de expresiones y conceptos propios del ciudadanismo: democracia,
participación, confluencia, tolerancia…
Por lo tanto, ya no se aspira a
transmitir que la lucha del aquí y ahora, en los centros de estudio y de
trabajo, en los barrios y pueblos debe tener una correlación que una aspiración
a la liquidación definitiva de la sociedad autoritaria, del Estado y el
Capital. Si en la Universidad luchamos y nos organizamos mediante la asamblea,
da igual que votemos en las elecciones municipales o en los mecanismos
democráticos de la universidad. Se busca crear sujetos que fragmenten su
experiencia de lucha, que la horizontalidad y la acción directa se puedan
combinar con la delegación y la colaboración institucional, en sus luchas y
en otros ámbitos de sus vidas. Convertir
el anarquismo en un objeto vendible y asumible por la sociedad de masas, de la
posmodernidad y del pensamiento democrático, implica, irremediablemente,
reducirlo a un objeto maleable y mutable donde solo prime lo pragmático sobre
el fondo, lo que venda sobre sus prácticas y su teoría.
3.- Insertos en esta lógica,
cíclicamente, nos encontramos con anarquistas o personas cercanas al ideal
libertario que pretenden presentarnos como novedoso el viejo debate sobre la
utilidad de la llamada a la abstención activa. Su planteamiento es sencillo: la
abstención activa como táctica, es una táctica caduca. Algunos sencillamente
han dejado de ser anarquistas defendiendo la confluencia en procesos
electorales, ya sea pidiendo el voto para alguna fuerza política obien
directamente participando directamente en algún partido. Sin embargo, existe
una postura que podríamos denominar como intermedia, que viene en consonancia
con lo anteriormente comentado. De forma y breve resumida, observan que la
llamada a no votar es una pérdida de tiempo, que lo importante es que la gente,
vote o no vote, participe en los movimientos sociales y luche. La abstención
activa no funciona, pues simplemente, esta postura, en el corto plazo, no
supone ningún daño al sistema ni a su legitimidad. Esto último en principio es
algo obvio, dado que la abstención activa no computa y es fácilmente asumible
por el sistema. Sin embargo, esto es una falacia. O bien hay desconocimiento o
bien hay manipulación intencionada de lo que realmente implica el
abstencionismo anarquista.
4.- La abstención anarquista no es un
simple y llana táctica, que pueda ser revisada según los intereses del momento
(tal y como hace el marxismo leninismo, que su concurrencia a procesos
electorales lo determina la validez o no estratégica). No queremos sacar mano de
los libros de historia para mostrar lo ocurrido cuando el anarquismo ha tratado
la abstención como mera táctica y estrategia. Para el anarquismo, es una
cuestión de principios. Como alguien dijo alguna vez: la abstención de los
anarquistas no debe confrontarse con la de, por ejemplo, los republicanos. Para
éstos, la abstención es una simple cuestión de táctica: se abstienen cuando
creen inminente la revolución y no quieren distraer fuerzas de la preparación
revolucionaria; votan cuando no tienen nada mejor que hacer y para ellos lo
mejor es el trabajo minoritario, dado que rehuyen, por razones de clase, las
agitaciones que pueden destruir el orden social. En realidad, están siempre en
el buen camino: quieren un gobierno parlamentario y los electores que conquistan
ahora les servirán para mandarlos un día a la constituyente.
Para nosotros, en cambio, la
abstención está estrechamente ligada con las finalidades de nuestro partido.
Cuando llegue la revolución nos negaremos a reconocer los nuevos gobiernos que traten
de implantarse, no queremos darle a ninguno un mandato legislativo; por tanto,
tenemos la necesidad de que el pueblo tenga repugnancia a las elecciones, se
niegue a delegar en otros la organización del nuevo estado de cosas, y que, más
bien, se encuentre en la necesidad de actuar por sí mismo.
Debemos hacer que los obreros se
habitúen desde ahora -en la medida de lo posible, en las asociaciones de todo
género- a regular por sí mismos sus propios asuntos y no sigan con su tendencia
a delegarlos en otros.
Por lo tanto, está íntimamente
ligado a una cuestión básica de coherencia entre fines y medios. Negarse a
elegir a nuestros amxs, negarse a delegar en otrxs para que solucionen nuestros
problemas es la esencia misma de las ideas antiaturitarias. Aspiramos desde ya
a subvertir el orden democrático, el cual naturalmente necesita de
especialistas que dirijan la vida de los demás en cada vez ámbitos, y que tal y
como se ha demostrado, la gestión democrática ha demostrado ser la más eficaz a
la hora de potenciar la explotación, la desigualdad y la dominación. Y es de
esta aspiración por la que empezamos ya y en el ahora a combatir la democracia
y sus formas. No lo dejamos para el mañana, ni entendemos que pueda haber
caminos dispares en los medios y los fines.
De igual modo, negamos a aquellxs
que, siguiendo la moda imperante, consideran que la lucha electoral es un
frente más, que no debe restar fuerza a la calle. Para nostrxs, todo acto
delegativo, toda confianza en la institución y en poner nuestras esperanzas en
cualquier profesional de la política, conlleva necesariamente a un
acomodamiento, más tarde o más temprano. Las inquietudes y la responsabilidad
de tomar las riendas de nuestras vidas en y luchas cotidianas no son
compatibles con la delegación y la Fé en las instituciones del Estado (como si
estas, por cierto, fueran neutrales). Una acaba imponiéndose a la otra.
Y, por supuesto, lo mismo tenemos
que decirles a aquellxs anarquistas que entienden que lo importante no es votar
o no votar, sino luchar. Cabría preguntarse qué labor estamos realizando si
aquellas personas con las que compartimos luchas y espacios, son capaces de
organizarse horizontalmente y a las pocas horas plantearse caer en el juego
democrático de las elecciones en cualquier ámbito. La lucha debe ser un medio
para generar conciencia antiautoritaria, sino, la horizontalidad y otros medios
son solo eso, medios tan válidos como pudiera ser el voto u otra forma de
delegación y jerarquía, perdiendo así toda la razón de ser. Nos negamos a convertir
los principios y prácticas anarquistas en una mera aplicación segmentarizada,
propia de una identidad voluble y líquida de los tiempos que corren, donde en
cada ámbito de nuestra vida tenemos que adoptar una ética diferenciada y
contradictoria.
5.- Pero además, según parece, aquellxs que
hablan de caducidad para hablar de la abstención como propuesta anarquista, no
dudan en mostrarse a sí mismos como fervientes estrategas y únicos con una
línea de acción e intervención en la realidad que nos rodea. Esto, nuevamente,
nos parece o una manipulación interesada para mostrar que únicamente solo ellxs
son capaces de aportar reflexiones y análisis mínimamente concreuntes o, una
falta de miras y estrechez, ciertamente, apabullante.
Para nosotrxs, la abstención no
busca un debilitamiento de las instituciones por falta de legitimidad, mostrada
a través de las estadísiticas electorales. No. Eso no sería sino caer
nuevamente, en una percepción democrática de la ley del número, de las mayorías
y las minorías y reducir la voluntad de las personas a mera estadística. Por no
decir que obviamente, el sistema es capaz de gestionar una alta cota de
abstención y de nada servir no votar y quedarse en casa.
La abstención busca en primer
lugar, aprovechar que es un momento de movilización total del sistema
democrático, que empieza en la campaña electoral para finalizar en la fiesta de
la democracia del día de las elecciones, donde de forma, en apariencia,
voluntaria y libre millones de personas acuden al redil democrático a elegir a
sus pastores, para intentar transmitir un mensaje anarquista que rompa
totalmente con la mentalidad democrática (donde todo tiene cabida, dentro del
pluralismo democrático). Es una oportunidad de la que debemos sacar provecho
para difundir las ideas anarquistas y enfrentarlas a la delegación, a los
partidos políticos, al Estado y a sus mecanismos. De igual modo, se ofrecen
multitud de situaciones donde cualquier forma de intervención (en forma de
sabotajes sencillos o más complejos) pueden evidenciar una ruptura y una
alteración de la normalidad democrática. Teoría y práctica son perfectamente
ejecuta en estos momentos. Solo es cuestión de analizar cómo y en qué medida
son más oportunos ponerlos en marcha.
Por último, para nosotrxs y
muchas anarquistas, está claro, que la abstención es una táctica revolucionaria
en el sentido de que no queremos que la gente se habitúe a delegar en otros,
por las consecuencias que ya hemos expresado anteriormente. Si desde el ahora
empezamos a sembrar la semilla del delegacionismo y la enajenación de la
responsabilidad y la libertad colectiva, estaremos poniendo fin a nuestras
luchas y, por supuesto, a cualquier aspiración de ruptura revolucionaria,
puesto que en cuanto se den las condiciones propicias, no faltará tiempo para
que líderes y jefecillxs de turno
aspiren a reconducir cualquier proceso de lucha a la cerca de la
delegación democrática. De nosotrxs depende que los oprimidxs y explotadxs
estén mal acostumbrados a entregar las riendas de su vida en tiempo elecciones
o en cualquier otra circunstancia o posible escenario.
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