La caja de Pandora y el cajón de sastre del antiterrorismo
español
La mañana del martes 16 de diciembre nos ha sorprendido con
una oleada de registros y detenciones… ¿Nos ha sorprendido? No vamos a mentir.
Volvamos a empezar. La mañana del martes 16 de diciembre NO nos ha sorprendido.
La policía autonómica catalana, los Mossos d’Esquadra, la Guardia Civil y
agentes judiciales de la Audiencia Nacional asaltaron más de 10 domicilios y
algunos locales anarquistas en Barcelona, Sabadell, Manresa y Madrid, con sus
respectivos registros, detenciones, confiscación de material propagandístico e
informático, además de aprovechar la ocasión para allanar y saquear también,
utilizando todo el cuerpo antidisturbios de la Brigada Móvil de los Mossos
d’Esquadra, la antigua Kasa de la Muntanya, un espacio ocupado que acaba de
cumplir 25 años.
Según la prensa, evidenciando como siempre su rol de vocero
policial, el objetivo de estas detenciones es desarticular “una organización
criminal con finalidad terrorista y de carácter anarquista violento”. Aunque
suena fácil repetir una frase hecha una vez más, lo haremos: la única
organización criminal que busca aterrorizar a la gente con su carácter violento
es el Estado y sus tentáculos: la prensa, el aparato jurídico, sus cuerpos
represivos y sus políticos, sean del espectro que sean.
¿Por qué no nos ha
sorprendido la actuación represiva? Porque la estábamos esperando.
No se trata de jugar a ser oráculos ni nada de eso, sino de
saber leer entre líneas, y a veces de manera literal, los acontecimientos. Como
sucedió con la detención de otros compas el año pasado, desde hace largo tiempo
se están orquestando oleadas como la del martes contra entornos libertarios y
antiautoritarios, y si bien las diferentes redadas no fueron tan grandes,
evidenciaban un horizonte con situaciones de este tipo.
Operación “a la
italiana”
Desde hace un par de décadas el entorno anarquista de la
vecina región de Italia vive cada cierto tiempo, y en los últimos años con cada
vez más regularidad, macro operaciones similares a la del martes. No sólo en el
formato de redadas simultáneas y registros en diferentes casas, también la
utilización de nombres que suenen fáciles de recordar y con cierto humor negro,
como en esta actual operación, denominada Pandora debido a que este caso, según
la prensa repitió de sus fuentes judiciales “era una caja que pese a los
numerosos sustos que llevábamos, no había manera de abrir”. Con “numerosos
sustos” hacen referencia a diversas acciones que sucedieron en los últimos años
en todo el territorio del Estado español. Volviendo a las operaciones italianas,
no hay que recordar los nombres de algunas ocurridas en los últimos años, como
la Operación Thor, cuyo nombre aludía a la acusación de una serie de ataques
con martillos a cajeros automáticos y otras oficinas, la Operación Ixodidae,
que hace referencia al nombre técnico de la familia de las garrapatas, la
manera en como llamaban los fascistas a los comunistas y anarquistas, u otras
como Osadía, Cervantes, Nottetempo, etcétera.
Además del procedimiento y la nomenclatura, un factor que
nos recuerda mucho al país vecino es el rol de la prensa, la cual también nos
ayudó a visibilizar lo que se avecinaba. Desde hace aproximadamente 3 años o
incluso un poco más, la prensa española comenzó una campaña para abonar el
terreno de manera tal que operaciones como estas sean no sólo posibles, sino
también predecibles. Señalando entornos, incluso en ocasiones espacios o
personas con nombres y apellidos, colectivos, etcétera, trabajando en construir
una imagen caricaturizada y un tanto bizarra de un enemigo interno, que si bien
desde hace décadas es habitual, en los últimos años fue cogiendo un carácter
muy específico, el “anarquista violento”, el “insurreccionalista”, el
“antisistema que se infiltra en los movimientos sociales”, etcétera.
El fiasco chileno
El año 2010 fue un año glorioso para el Estado chileno.
Además de ser elegido presidente el empresario y cuarta fortuna del país, el
derechista Sebastián Piñera, se orquesta una operación policial, mediática y
judicial contra el entorno antiautoritario con el saldo de más de una decena de
registros y detenciones, conocida como Operación Salamandra, que popularmente
se denominó como “Caso bombas” al estar basada en la investigación de una serie
de atentados explosivos ocurridos en los años previos, y la creación mediante
la imaginería policial de una macroestructura jerárquica de una supuesta red
encargada de todas esas detonaciones: un circo que no solamente debilitó la
imagen del Estado, además de dejarlo en ridículo, sino que puso en evidencia lo
burdo de los procedimientos de investigación, que incluían la falsificación de
pruebas, el chantaje o la presión para conseguir informantes o “arrepentidos”,
el azar, etcétera. El proceso finalizó con la absolución de todas las imputadas
y con una sed de venganza por parte del Estado chileno contra el entorno y las
personas investigadas.
Un año después de finalizada la farsa del “Caso bombas”, y a
través de una operación, esta vez de este lado del charco, los ministerios,
juzgados y policías españoles y chilenos trabajaron conjuntamente en un nuevo
caso. Mónica Caballero y Francisco Solar, ambos ex procesados en el “Caso
bombas” son detenidos en Barcelona, donde vivían en ese momento, junto a otras
3 personas que luego fueron dejadas fuera del caso, acusadas de la colocación de
un artefacto explosivo en la Basílica del Pilar de Zaragoza, la conspiración
para un hecho similar y la pertenencia a una supuesta organización terrorista.
Estos compañeros actualmente se encuentran en prisión preventiva en espera de
un juicio que no sabemos cuando será, y tampoco sabemos en qué alterará su
proceso esta nueva oleada represiva.
La situación es más o menos sabida por todas y si de una
cosa estamos seguras es que las detenciones recientes sirven para darle cuerpo
a un caso que por sí solo no se sostiene.
¿Casualidad?
Pocas horas antes de las detenciones del martes el gobierno
español hacía eco desde sus medios que los “ministerios del Interior de España
y Chile abren una nueva fase de colaboración reforzada en la lucha contra el
terrorismo anarquista”. El pasado lunes 15 de diciembre, el ministro del
Interior español, Jorge Fernández Díaz, se reunió en Chile con el
vicepresidente y también ministro del Interior chileno Rodrigo Peñailillo, en
el Palacio de La Moneda, sede del gobierno, en Santiago de Chile. “En la lucha
contra el terrorismo, Chile encontrará en España a un sólido aliado”, se
jactaba el español, mientras era condecorado con la Gran Cruz a la Orden del
Mérito de Chile, “la máxima distinción del país al mérito civil” según la prensa,
trofeo que el Estado chileno da en este caso por la labor policial y como
premio por la detención de los compañeros Mónica y Francisco el año pasado.
Además de elogios y premios, el comercial Fernández fue a
vender un poco de lo suyo: adiestramiento policial, judicial, material
represivo variado, etcétera.
Y lo que vendrá…
¿Cuál es el siguiente paso represivo? No sabemos. De momento
poco se sabe de cómo se encuentran nuestros compañeros y compañeras, de qué se
les acusa exactamente, a qué medidas represivas serán sometidas, si entran en
prisión preventiva o no, etcétera.
Lo cierto es que esta operación no es un hecho aislado, sino
que se anilla como un eslabón más de una cadena. Una cadena represiva por
momentos brutal y por otros sutil, en la que entran desde las nuevas leyes (no
hay más que pensar en la reciente Ley Mordaza), el asedio a los sin papeles
mediante cada vez más enormes redadas racistas, la brutalidad policial, hasta
la aspiración a gestionar la miseria y administrar la represión, que después de
todo es lo que hace el Estado, por parte de una pseudo-izquierda (con Podemos a
la cabeza) que es de manera cada vez más evidente una parodia de sí misma.
Desahucios, palos, fascismos, endurecimientos legales y punitivos de toda
índole, espejismos nacionalistas y socialdemócratas, es lo que nos deparará el
presente. No hay que esperar nada peor, lo peor nunca se ha ido.
El abanico de posibilidades del antiterrorismo español es un
cajón de sastre en el que todo cabe. Se encuentra ahí, a la vista, para recordarnos
que para el Estado luchar es terrorismo. Funciona como un espantapájaros. ¿Nos
vamos a asustar?
El Estado y sus agentes dicen haber abierto la caja de
Pandora. En la mitología griega, Pandora es el equivalente a la Eva bíblica.
Con la misoginia característica de ambas mitologías, Pandora abre su caja, al
igual que Eva come su manzana, y libera todos los males que allí se encuentran.
Nosotros somos capaces de crear nuestra propia narración y
pasarnos por donde mejor nos parezca su mierda mitológica. Nuestra historia es
diferente. La “caja” que ha abierto esta operación represiva nos insta a
actuar, a no bajar la guardia, a estar atentas a los pasos siguientes de su
cuento. Nos hace pensar y repensar cual es el mundo que queremos y cual es la
distancia de ese mundo con éste. Nos lleva a ver la urgencia de actuar, de
seguir adelante.
Las compañeras y compañeros detenidas forman parte de
distintos proyectos, espacios, colectivos, etcétera, y es muy importante que
esto no decaiga, que la ruina (en todos los sentidos) a la que suelen llevar
este tipo de situaciones no genere impotencia y un sentimiento de parálisis.
Siempre decimos que “la mejor solidaridad es continuar la
lucha”. Vale, pero ¿qué significa en la práctica eso? También coreamos que “si
tocan a unas nos tocan a todas”. Esto se ha dejado evidenciar en las respuestas
y protestas que hubieron en diferentes puntos, así como el calor incondicional
de las compas que están fuera.
De una cosa podemos estar seguras, y es que las compañeras y
compañeros detenidos pueden sentir ese calor que traspasa los barrotes y el
aislamiento, porque es ese mismo calor que en diferentes ocasiones también
ellas han sabido dar.
Barcelona, 18 de
diciembre de 2014
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