EDUARDO ESCOT BOCANEGRA A LOS OCHO
AÑOS DE SU FALLECIMIENTO
En la pasada madrugada del 23 de mayo
2015 fallecía por parada cardiaco-respiratoria en su domicilio de
Rosny-sous-Bois, Francia, Eduardo Escot Bocanegra. Tenía 95 años de edad y era
uno de los últimos republicanos andaluces y españoles que fueron deportados al
campo de Mauthausen. Su muerte supone una enorme pérdida porque nos avisa de la
definitiva extinción de los testigos presenciales del horror concentracionario
nazi. Y siempre quedará la pregunta sobre si la sociedad y las instituciones
estatales han reconocido lo suficiente a estas víctimas.
Eduardo Escot nació en 1919 en Olvera,
en la sierra de Cádiz, en el seno de una familia jornalera “muy pobre y
analfabeta”. Sin embargo, esta circunstancia, por otra parte muy extendida
entre la población campesina olvereña, excluida de los servicios culturales más
básicos, no impide que desde niño, Eduardo, muestre una gran sensibilidad por
el estudio:
“Yo empezaba a aprender el oficio de
zapatero, pero siempre con una afición terrible por estudiar mucho. Daba clases
con un institutor muy interesante que se llamaba Don José Sepúlveda, este
hombre daba clases de noche y este hombre fue fusilado el mismo día que
entraban las tropas de Franco en Olvera, el mismo día fue fusilado cerca de su
casa. Y el otro institutor que tuve, también fue fusilado. Así que de los dos
maestros que yo he tenido en la escuela los dos han sido fusilados”
El otro maestro a quien se refiere es
Antonio Juarino, y como el anterior, ambos de Izquierda Republicana. Este hecho
no fue una particularidad local, pues conforme se iba extendiendo la
sublevación militar, los maestros fueron uno de los principales colectivos
destinatarios de la represión. El derecho a la cultura, a la formación humana e
intelectual, había sido una de las reivindicaciones máximas de las
organizaciones progresistas y revolucionarias que con tanta fuerza habían
penetrado en las comarcas gaditanas desde finales del siglo XIX. La
transformación social deseada empezaba por uno mismo. En este sentido, la
instrucción era la herramienta más eficaz para combatir la miseria que atrapaba
a buena parte de la población andaluza. Eduardo Escot responde a ese perfil de
personas autodidactas y comprometidas socialmente desde muy jóvenes que tan
hermosamente detalla Juan Díaz del Moral, entre otros, en su impagable obra
Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Personas con un enorme
sentido de la dignidad humana, que surgieron en muchos pueblos andaluces bajo
las influencias del ideario libertario.
Yo leí ya en mi pueblo a Víctor Hugo
con 15, 16 años… Y con esa edad, por las noches en la casa, en el comedor de la
casa de mis padres, yo leía los periódicos y había por lo menos 15 personas
para escuchar.”
UN MITIN DE ÁNGEL PESTAÑA
Eduardo adquiere muy pronto conciencia
social. Le parecía intolerable el sufrimiento y las penurias de su entorno
familiar y no las asumía como consustanciales a la condición humana: “Olvera
era un pueblo lleno de miseria donde solo podías comer de prestado. Yo me
rebelé contra la miseria degradante que había en el pueblo. El ideal vino
después. A mi me echaron del taller de zapatería donde aprendía a trabajar por
revolucionario”. Bajo estas circunstancias, ingresa en la CNT en la primavera
de 1936. En aquellos meses tuvo la oportunidad de conocer a un destacado líder
anarcosindicalista por el que sentirá una honda admiración: Ángel Pestaña,
histórico cenetista y fundador del Partido Sindicalista. Lo vio en dos
ocasiones: una, en una conferencia en Olvera con motivo de la campaña electoral
del Frente Popular en febrero de 1936. Y otra, en Sevilla, meses después, en un
mítin en la plaza de toros con destacados dirigentes anarcosindicalistas. A
pesar de su juventud, forma parte del comité de defensa local que se conforma
el mismo día que los militares se sublevan contra el gobierno de la República.
La Guardia Civil de Olvera se alinea con los golpistas y se enfrenta a los
defensores de la legalidad republicana:
“Yo tenía dieciséis años y medio
cuando empezó el movimiento, pero a pesar de ello, de los dieciséis años y
medio, formé parte, el 17 de julio,
cuando estalló todo ya, del comité de defensa del pueblo. Estaba en la reunión
con el alcalde de Olvera, José María Sánchez Reviriego, alcalde republicano,
para decidir qué es lo que había que hacer contra el movimiento, y mientras
estábamos reunidos, el jefe de la Guardia Civil telefoneó diciéndole al
alcalde: mire usted, yo voy a sacar a las tropas por medidas de seguridad a los
sitios estratégicos. Y él nos miraba con el teléfono puesto: No, no… que no
salgan las tropas, yo no quiero las tropas. A pesar de que el alcalde dijo eso,
salieron pegando tiros al aire.
Hubo unos tiroteos, tres muertos de
nuestra parte; en la Guardia Civil parece que hubo uno o dos heridos, eso no
puedo saberlo. Hubo dos muertos que cayeron al lado mío y yo me escape de los
tiros, yo me escapé, de los tiros yo me escapé…
Nosotros nos defendimos en los barrios
obreros unos cuantos días pero luego nos tuvimos que marchar… Estuve escondido
unos siete días en las montañas cercanas, en un ranchito, con un amigo
socialista de Olvera hasta que nos fuimos a Ronda”.
UNA SIERRA EN MANOS DE LA GUARDIA
CIVIL
La situación en la Sierra de Cádiz fue
muy inestable, puesto que la mayoría de sus localidades fueron controladas por
la Guardia Civil afecta a la sublevación militar. Sin embargo, una columna
republicana procedente de Ronda ejerció cierta presión sobre estos núcleos,
llegando a ocupar Olvera durante unas horas el día 27 de julio, causando once
bajas entre los sublevados. Un día después, la columna rebelde de Gómez
Zamalloa entra en el pueblo. Se da inicio a un período de terror que se
prolongaría durante algunos años dejando como saldo noventa y cinco víctimas
mortales, documentadas hasta ahora, entre los republicanos.
En Ronda, Eduardo Escot, se incorpora
a la columna “Ascaso”, liderada por el cenetista sevillano Manuel Mora Torres,
para combatir por diversas zonas de la serranía. De allí se traslada a Málaga y
es testigo de la famosa “Desbandá” que llevó a decenas de miles de personas por
la carretera hacia Almería mientras eran bombardeados por tierra, mar y aire
por los sublevados y sus aliados italianos y alemanes. Ingresa en los batallones
regulares con el grado de teniente de transmisiones en el 598 batallón que
comanda su amigo Manuel Mora Torres. En Madrid estudia unos meses en la Escuela
Militar en el Palacio Real. Se incorpora al frente del Jarama y después a la
carretera de Extremadura. Los frentes de Aragón y Cataluña serán sus últimos
escenarios de batalla. En febrero de 1939 cruza la frontera francesa camino del
exilio en compañía de una gruesa columna de hombres y mujeres desmoralizados:
“El recibimiento al entrar en Francia fue catastrófico”.
DESTINO MAUTHAUSEN
El campo de concentración de Barcarès
es su destino durante unos meses hasta que es obligado a alistarse en las
Compañías de Trabajadores Extranjeros. Con la invasión alemana de Francia en
mayo de 1940, la compañía de Eduardo es apresada muy pronto en la ciudad de
Belfort. Tras varios meses como prisionero de guerra en el Stalag XI-D cerca de
Hamburgo, se produce la deportación a Mauthausen, el llamado campo de los
españoles en Austria, el 27 de enero de 1941 donde se le adjudica el número de
matrícula 5.151 que llevará cosido en el traje rayado que aún conserva. Eduardo
trabaja por unos meses en las célebres canteras del campo central de
Mauthausen, escenario de las más crueles torturas y vejaciones que los SS
infligían a miles de deportados convertidos en esclavos y en verdaderas
piltrafas humanas que, en una buena proporción, tenían como último destino los
hornos crematorios.
En el verano de 1941 Eduardo es
trasladado a Bretstein, donde se construye un pequeño campo conformado
exclusivamente por españoles. Localizado en un valle montañoso en la Estiria
austriaca, lejos del campo central, Eduardo Escot y más de doscientos
republicanos trabajarán, en unas condiciones terribles por las bajas
temperaturas y la falta de alimentos, en la construcción de una carretera
alpina. Un año después es destinado definitivamente al subcampo de Steyr donde
se dedica a la fabricación de automóviles para el III Reich. Su estado físico
se había deteriorado considerablemente a la par de la inmensa mayoría de
deportados para pesar tan solo 35 kilos en el momento en que entran las tropas
norteamericanas en Steyr el 5 de mayo de 1945.
UN RECONOCIMIENTO TARDÍO
Eduardo rehizo su vida en el exilio
francés, en la ciudad de Rosny sous Bois, cerca de París donde fue acogido
junto a 18 deportados españoles. En París conoció a su mujer, Aimée, con la que
tiene dos hijos. Se dedicó, en un principio, a su oficio de zapatero para
terminar trabajando en una empresa dedicada a la publicidad. Durante unos años
siguió vinculado a la CNT en el exilio desempeñando algunas responsabilidades.
Perteneció a la Federación Española de Deportados e Internados Políticos
mientras tuvo actividad. Ha viajado en tres ocasiones a Mauthausen y ha sido
uno de los impulsores del Memorial existente hoy día en la localidad de
Bretstein, en la Estiria austriaca, donde se ubicó un comando de triste y
sentido recuerdo para los republicanos andaluces y españoles.
En marzo de 2007, por iniciativa de
entidades memorialistas, el Ayuntamiento de Olvera le tributa un emotivo
homenaje junto a los otros dos olvereños, Cristóbal Raya y Pablo Barrera,
muertos en el campo de Mauthausen. Se descubre una placa con sus nombres en el
Centro Cultural La Cilla con la presencia de Eduardo y de los familiares de los
deportados y amigos y vecinos. El 19 de marzo del mismo año, la Diputación
Provincial de Cádiz distinguió a Eduardo Escot con la Placa de Oro por su
defensa de los Derechos Humanos.
Con la muerte de Eduardo Escot se va
extinguiendo una generación única en la historia contemporánea que rerpresenta
muy bien el arraigo y pujanza del ideal y la cultura libertaria en Andalucía.
En su biografía se condensan todo los grandes dramas del siglo XX: miseria,
emigración, represión, guerra, exilio, deportación, trabajos forzosos,
genocidio… a la vez que se personifican los grandes ideales de justicia,
igualdad y libertad. Eduardo Escot siempre estuvo dispuesto a prestar su voz
para hacer realidad la declaración llamada “Juramento de los Supervivientes” de
Mauthausen en la que se apela a no olvidar a las víctimas y al deber de
recordar. Su testimonio permanecerá como voz de alerta para no repetir los
graves errores del pasado que siempre parecen acechar a la humanidad, en el
documental sobre los andaluces en los campos nazis Memoria de las cenizas:
https://vimeo.com/68386604 . De ahí la vigencia del legado: ¡Nunca más!
Descanse en Paz.
(*) Ángel del Río Sánchez es delegado
en Andalucía de la Amical de Mauthausen.
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