POESÍA EN HOMENAJE A LOS ASESINADOS DE
LA GUERRA CIVIL EN PUERTO REAL (Cádiz) POR EL FRANQUISMO 1936
Está instalada en un atril junto al monolito en el Cementerio de San Roque de dicha ciudad.
LA
MEMORIA ALCANZADA
Ocurrió, un
martes, ocho de septiembre.
El reloj lloró
las seis campanadas,
Y el sentir de
sus ecos me señala,
El umbral de una
lúgubre jornada.
La mañana se
muestra nebulosa,
Frígida y
sospechosamente extraña.
Arranco
caminando a la estación,
Con simulada y
temerosa calma.
Por las calles
se cruzan negras sombras,
Que rielan sobre
las casas albeadas.
No hay aquél
¡buenos días! en los saludos,
Como la buena
gente acostumbraba;
Ni apretones de
manos entre amigos
Ni abrazos
limpios entre compañeros
Sólo tristes
miradas que soslayan,
Las esquinas que
al confidente ampara.
Frente al andén
espero el viejo tren,
Que habrá de
conducirnos a la fábrica.
Me arrincono en
un coche deplorable,
Junto a una
desvencijada ventana.
Las palabras
furtivas, humilladas,
Por rehiletes de
irracional venganza.
Las miradas se
inclinan sepultadas,
Bajo un manto de
sombras y de lágrimas.
Sólo rostros
perdidos entre nieblas,
Atisban,
sensaciones que acompañan;
Que a veces se
desnudan por rescoldos,
Que iluminan los
cabos de colillas.
Nos acercamos al
empalme previo,
Para el seguro
cambio de las vías.
El hollín del
carbón ya se acomoda,
En el ambiente
hostil que se respira.
A pesar del
serpenteante camino,
El traqueteo del
tren no nos impide,
Escuchar los
fusiles que disparan,
Muerte por sus
alargadas gargantas.
Veinte rojos
claveles y una rosa,
Yacen junto a la
tenebrosa zanja;
Veinte hombres,
y una madre desolada,
Arrancadas sus
vidas, y esperanzas.
La tapia del
cementerio teñida,
Con pinceles de
criminales balas;
Ornamentan bajo
el espurio cielo,
Un lienzo de
amapolas deshojadas.
El resto del
camino se amordaza,
Con vendas de
sal nuestros alaridos.
Los tarayes que
acompañan las vías:
Rojas sus
flores, sangre su rocío.
Los golpes en tu
puerta, a media noche,
Te confirman el
orden implantado;
Una nueva
familia mutilada;
Un cuerpo que se
muestra, ya sin vida.
Sudamos el
silencio de los miedos,
Del saber: a
quién golpearán mañana.
Chivatos y
asesinos siempre ocultos
Exhiben sus
orejas prolongadas.
Nuestro entender
se ensancha y ratifica,
La respuesta que
entonces vislumbramos:
¡En nuestro
pueblo no hubo guerra, sólo,
Represión y
terror planificado!
Ocurrió un
martes, ocho de septiembre,
De tanta muerte
el reloj fue testigo
Por eso llora
las seis campanadas:
En honor de las
flores cercenadas.
N.V.
Puerto
Real Septiembre 2005
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