Cultura
Otto Rühl
Bajo esta palabra cultura comprendemos cuantas medidas y disposiciones han sido arbitradas por la sociedad humana en bien del mantenimiento de la existencia y de su consolidación contra los peligros que, a aquélla, a su descendencia y a su raza, les amenazan por parte de la Naturaleza. Si seguimos el proceso formal y substancial constructivo de la cultura, a través de todas las fases de su desarrollo, llegaremos a la conclusión de que aquélla antes obra de la comunidad ha tomado el carácter de cultura clasista desde la instauración de la propiedad y economía privadas, cuya resultante fue también la división en clases de la sociedad.
La clase poseyente capitalista ha usurpado
el mecanismo cultural de toda la sociedad, poniéndolo al servicio de su
seguridad de clase. La lucha del hombre contra la Naturaleza se tornó desde
este punto en lucha del hombre contra el hombre; los esfuerzos en pro de la
seguridad vital se convirtieron en esfuerzos por adquirir el poderío; la
capacidad dispositiva cultural se identificó con la capacidad del dominio
social, consecuencia, a su vez, de títulos económicos de propiedad y de fuerza
material productiva.
Y a partir de entonces también, la
generación adulta de los poseedores, a la vez que empezó a representar un orden
económico y político, se hizo sostén, forjadora y representante de la cultura e
ideología sociales. Hablando con exactitud, esto sólo aconteció con el sector
masculino de la generación adulta de la clase propietaria, pues todo su sector
adulto femenino quedó de igual modo que la clase desposeída en ambos sexos y
todas sus edades excluido de la actividad cultural, ya que la dependencia
material de la mujer respecto al hombre, que data del final de la fase del
matriarcado, implica también su dependencia cultural. No pueden calcularse las
conquistas y riquezas culturales que ha malogrado a la sociedad humana durante
siglos y siglos esta anulación y exclusión de sus más valiosas energías y
capacidades.
En la sociedad actual, la clase poseyente
es la burguesía; la desposeída, el proletariado. Ambas se encuentran
enfrentadas en recíproca hostilidad económica, cultural y social, pues cada
ventaja de seguridad vital de la clase dominante es una desventaja en la
seguridad de la dominada, y viceversa. Cada una se siente expuesta y amenazada
con el triunfo de la contraria. Y en particular el proletariado, quien, por no
poseer una cultura propia, y estarle impedido crearla por el poderío de la
burguesía, se ve forzado a aceptar los desechos y maulas culturales de esta. Al
primer examen que profundiza en la íntima relación de los fenómenos, la clase
proletaria advierte en la cultura burguesa una tendencia fundamentalmente
hostil a sus intereses vitales. Y con razón. Por eso le hace siempre frente con
recelo, ira, rencor y en interna posición defensiva.
REVISTA ORTO nº 211 – Octubre-Diciembre
2023
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