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domingo, 25 de junio de 2023

RECORDANDO: LAS CARTAS DE APOYO DE POLITICOS QUE MARTIN VILLA HA PRESENTADO A LA JUEZA ARGENTINA SERVINI



RECORDANDO: Las cartas de apoyo de políticos que Martín Villa ha presentado a la jueza argentina Servini

P.D.  La foto no pertenece a la noticia del diario.es

Zapatero: "Claridad de convicciones y propósitos"; González: "Comprometido con el respeto al Estado de Derecho"

— Cuatro expresidentes del Gobierno defienden ante la jueza de la querella argentina al exministro, que declara por delitos del franquismo

Olga Rodríguez

@olgarodriguezfr

El exministro de la Transición Rodolfo Martín Villa ha remitido cartas de apoyo de diferentes personalidades políticas y económicas a la jueza argentina Servini, ante la que declarará este jueves vía online desde la embajada argentina de Madrid por "delitos de homicidio agravado" en un contexto de crímenes de lesa humanidad por sucesos como los de los Sanfermines de 1978 (un muerto, 150 heridos) o la masacre de Vitoria el 3 de marzo de 1976 (5 muertos, más de 100 heridos), entre otros.

Se trata de misivas de apoyo de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, de los exsecretarios generales de UGT y CCOO Nicolás Redondo, Cándido Méndez, Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo, de dos "padres de la Constitución" –Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca–, del exministro y presidente de la Fundación España Constitucional Eduardo Serra, del exministro y presidente de la Fundación Transición Española Rafael Arias-Salgado, del senador Jaime Ignacio del Burgo, del exministro Marcelino Oreja y del exministro portugués Jaime Gama. También destacan las misivas del exministro y hoy vicepresidente de la Comisión Europea como Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell.

Las de Zapatero, González, Cándido Méndez y Nicolás Redondo, a las que ha tenido acceso elDiario.es, se reproducen a continuación:

José Luis Rodríguez Zapatero: "Claridad de convicciones y propósitos"

En la causa seguida contra el Sr. Don. Rodolfo Martín Villa, deseo, en mi condición de exPresidente del Gobierno de España y tras una ya larga trayectoria política, prestar el siguiente testimonio en su favor, manifestando mi pleno respeto por la Justicia argentina:

La llamada Transición a la democracia fue un proceso político ciertamente singular que hizo posible que los españoles hayamos disfrutado, por vez primera vez en nuestra historia, de los beneficios de lo que nuestra Constitución califica como un Estado social y democrático de derecho, homologable al de los demás países de nuestro entorno europeo.

La singularidad de este proceso radica en el hecho de que fuera producto de un gran pacto entre algunos sectores políticos que procedían del anterior régimen autoritario, la dictadura franquista, y las fuerzas de la oposición democrática, y de que obtuviera el resultado esperado, esto es, alcanzar, de un modo pacífico, esa democracia europea sin cortapisas.

Para entender su significado, hay que tener en cuenta la clara conciencia que tenían entonces unos y otros actores políticos, y más allá de ellos el conjunto del pueblo español, de la necesidad de superar una historia jalonada por episodios de violencia, de represión o de enfrentamiento sangriento, hasta concluir en la terrible Guerra Civil que dio paso al régimen franquista.

Cada país ha escogido su propia forma de acabar con episodios dictatoriales o autoritarios y dar paso a la democracia. Así lo hizo la sociedad española hace ya más de 40 años, con un proceso que comenzó con la reforma del franquismo y a los pocos meses produjo una ruptura irreversible con él.

Porque debe destacarse que el pueblo español ratificó con un nítido y reiterado apoyo el pacto de la Transición. Lo hizo, primero, con ocasión del referéndum sobre la Ley para la Reforma Política, en diciembre de 1976; lo hizo, unos meses más tarde, en junio de 1977, ya en una situación legal de plena disputabilidad democrática, apoyando de modo abrumador a los partidos que, desde una y otra orilla, secundaban en aquel momento el denominado ‘consenso’ sobre la vía para alcanzar la democracia; y lo hizo, finalmente, con ocasión del referéndum para aprobar la vigente Constitución de 1978, en el mes de diciembre de aquel año.

Lo hicieron también los grandes partidos de la izquierda política, el PSOE -en el que yo ya militaba desde 1978- y el Partido Comunista de España, que concurrieron libremente a las elecciones de junio de 1977 y que participaron inmediatamente después, de un modo muy destacado, en la elaboración de la Constitución.

Deseo recordar, asimismo, que fruto de ese mismo consenso fue la aprobación en octubre de 1977 de la Ley de amnistía, por una amplísima mayoría de las Cortes democráticas, con el fin de declarar la extinción de las responsabilidades penales derivadas de actividades políticas. Quien haga memoria no puede sino reconocer que aquella Ley fue un elemento central del Pacto de la Transición.

Debo destacar, igualmente, y por lo que aquí interesa, que a partir de mi propia memoria de la Transición vi desde un principio en la figura del Sr. Martín Villa a uno de los jóvenes políticos que, aunque habían pertenecido a alguno de los últimos gobiernos del franquismo, como el propio Adolfo Suárez, con más convicción y eficacia contribuyeron, y lo tuvieron que hacer en un contexto político nada fácil, a afianzar el nacimiento de la democracia en mi país. No tengo duda de que esa y no otra es precisamente la huella que él deja en la historia reciente de España.

Personalmente, además, he tenido un conocimiento muy cercano de su ejecutoria, favorecido por nuestro común origen territorial de nacimiento en España, y debo decir que siempre le he tenido por persona comprometida con la consolidación de la democracia y el Estado de Derecho. En mi larga etapa como parlamentario y luego como Presidente del Gobierno, nunca recibí ningún testimonio que no fuera en la misma dirección.

Quiero, por último, incorporar a este testimonio una iniciativa adoptada por el Gobierno que tuve el honor de presidir relacionada con el significado de la Transición. Me refiero a la aprobación de la llamada Ley de memoria histórica. En efecto, la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura -esta es su denominación oficial-, fue impulsada por mi Gobierno con la finalidad de articular un conjunto de medidas reparadoras de diversa índole en favor de las víctimas de la guerra civil y de la dictadura. Aunque algunas de estas medidas ya se habían venido aprobando desde la Transición, quedaban pendientes otras que me parecía de estricta justicia incorporar la ordenamiento jurídico, como el derecho a conocer, y en su caso rescatar, los cuerpos de los familiares violentados o la solemne declaración de ilegitimidad de las condenas sufridas por ellos, entre otras.

Pues bien, me parece pertinente invocar que esta Ley, aprobada casi tres décadas después de que entrara en vigor la Constitución de 1978, engarza con el espíritu de la Transición, como expresamente se pone de manifiesto en su Exposición de motivos.

Ese “espíritu de reconciliación y concordia” -se dice en ella- “da sentido al modelo constitucional de convivencia más fecundo que hayamos disfrutado nunca y explica las diversas medidas y derechos que se han ido reconociendo, desde el origen mismo de todo el período democrático, en favor de las personas que, durante los decenios anteriores a la Constitución, sufrieron las consecuencias de la guerra civil y del régimen dictatorial que la sucedió”, pretendiéndose con la nueva Ley “contribuir a cerrar heridas todavía abiertas en los españoles y a dar satisfacción a los ciudadanos que sufrieron, directamente o en la persona de sus familiares, las consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la represión de la Dictadura... desde el pleno convencimiento de que, profundizando de este modo en el espíritu del reencuentro y de la concordia de la Transición, no son sólo esos ciudadanos los que resultan reconocidos y honrados sino también la Democracia española en su conjunto”.

En definitiva, España llegó a la democracia a través de un gran pacto que solo se entiende a la vista de nuestra accidentada y muchas veces violenta historia política precedente, un pacto que el pueblo español ratificó y legitimó, y que protagonizaron, junto a la participación creciente de los líderes de la izquierda política en aquél proceso, jóvenes dirigentes que habían comenzado su andadura política en la etapa final del franquismo, pero cuyas acciones ya directamente atribuibles a su propia iniciativa política consistieron precisamente en contribuir de forma decisiva a esa ansiada llegada de la democracia a su país.

El Sr. Martín Villa fue entre ellos uno de los más destacados. De la claridad de sus convicciones y propósitos da cuenta el registro histórico de sus decisiones como miembro integrante de los Gobiernos que la facilitaron. Y también, si se me permite, el conocimiento personal directo de quienes, en este caso desde las diferencias ideológicas, hemos tenido de su trayectoria.

En Madrid, a 1 de julio de 2020

Fdo: José Luis Rodríguez Zapatero

Felipe González: "Comprometido con el respeto al Estado de Derecho"

A la atención de la jueza Servini.

Julio 2020

He conocido con asombro e incredulidad el procedimiento incoado por su señoría contra Rodolfo Martín Villa.

Con todo respeto a la Justicia Argentina, coincido plenamente con las resoluciones de la Audiencia Nacional de España denegando las peticiones que se le hicieron de su parte.

En realidad este procedimiento debería haber sido archivado y, si acaso, se deberían depurar responsabilidades de los que, a mi juicio, de mala fe lo instaron sobre bases falsas y sin sentido.

Salvo por la decisión del Sr. Martín Villa de comparecer ante su señoría, todo este asunto habría acabado hace tiempo. No comparto esa decisión pero la respeto, porque sé que desea aclarar su actuación buscando una verdad que sus detractores no persiguen. Aunque el derecho, sobre todo en el ámbito penal, debería garantizarnos como ciudadanos que uno no debe probar su inocencia, como si estuviéramos en la Edad Media. Pero en el caso de Rodolfo Martín Villa su deseo es preservar su honorabilidad.

Por mi parte, debo aclararle que antes de llegar a la presidencia del Gobierno de España,  participe de manera activa, como líder de la oposición, en todo el proceso de pactos que nos  llevaron a la Constitución y al desarrollo de un Estado Social y Democrático de Derecho, como establecía la Carta Magna, que ha sido ampliamente reconocido en el mundo.

En esa tarea, Rodolfo Martín Villa fue Ministro del Gobierno del Presidente Adolfo Suárez, que dirigió e impulsó la transición española. Y no en un ministerio menor o fácil en aquellos momentos de acoso terrorista de ETA, Grapo, grupos de extrema derecha y movimientos militares contrarios a la transición democrática.

Como he vivido en primera persona esos momentos de la historia de España y he trabajado con el Presidente Suárez y sus ministros, puedo asegurarle que el comportamiento de Martín Villa al frente del Ministerio de Gobernación -el más complicado del momento- fue impecable y fuertemente comprometido con el respeto al Estado de Derecho, su preservación y su desarrollo. Así lo han reconocido en aquellos difíciles momentos, los partidos políticos que veníamos de la lucha contra la dictadura franquista, incluidos el Partido Comunista dirigido por Santiago Carrillo y el Partido Socialista del que yo era el máximo responsable.

Por todo esto, señora Jueza, puedo testimoniar mediante esta declaración, la entrega de Rodolfo Martín Villa a la recuperación de las libertades democráticas de los españoles y su intenso quehacer en defensa del estado de derecho, como ministro del gobierno de Adolfo Suárez. Esta tarea culminó con la Constitución más respaldada de la historia de España y, en el caso de Martín Villa, con las reformas en las Fuerzas de Seguridad del Estado que él dirigía.

Con todo respeto le ruego que lo tenga en consideración y, si lo tiene a bien, depure las responsables que correspondan de los responsables de estas denuncias temerarias y la campaña de acoso contra Rodolfo Martín Villa.

Felipe González

Presidente del Gobierno de España desde diciembre de 1982 a mayo de 1996.

 

Cándido Méndez: "Fueron años agitados"

Excma. Sra. Dª María Romilda Servini de Cubría

Magistrado -Juez Juzgado Nacional Criminal y Correccional Federal NQ1

Buenos Aires, Argentina

Cualquier análisis de la Transición Española tiene que partir de una realidad que, en aquellos años 76 y 77, comentábamos en las reuniones, todavía ilegales, usando la frase "Franco murió en la cama", que reconocía la evidencia de que el régimen no había sido derrocado y que esperaba una ardua labor para alcanzar las libertades democráticas.

Las organizaciones sindicales de clase y los partidos democráticos, junto a los movimientos populares generaron las condiciones para que se produjera una salida, hacia una sociedad plenamente democrática, pero eso no impide reconocer la importancia que los denominados "jóvenes reformistas" del régimen franquista tuvieron para, desde las entrañas del propio régimen propiciar los cambios nucleares para que la reforma de las instituciones franquistas mutaran en una ruptura plenamente democrática con el régimen anterior, y las Cortes Generales Constituyentes elegidas por sufragio universal en Junio de 1977, alumbraran la Constitución Española de 1978, que recoge lo mejor, en términos sociales y políticos, del constitucionalismo democrático europeo, y que asentaba las bases para la solución, o el encauzamiento, de las cuatro grandes cuestiones que han aquejado a España, la Cuestión militar, la Cuestión social, la Cuestión territorial y la cuestión religiosa.

Para mí es evidente que se produjo, para que la Constitución del 78 fuera una realidad, una conjunción intergeneracional en sus resultados, que no en sus dinámicas internas, de las que fueron protagonistas los que vivieron la guerra civil en el ámbito de los partidos republicanos, de izquierdas, y sindicatos obreros, represaliados y que sufrieron la inhumanidad de la Dictadura, con la muerte, el exilio, el encarcelamiento y la represión de sus familias, las generaciones jóvenes que no habíamos vivido la guerra civil, pero que militábamos en la clandestinidad en los partidos y sindicatos de izquierdas, y desde el interior del régimen los denominados jóvenes reformistas dirigidos por Adolfo Suarez, ya fallecido y entre los que se encontraba Don Rodolfo Martin Villa, que encabezó distintos gobiernos desde el 1976, y que a partir de las elecciones generales del 15 de Junio de 1977, dichos gobiernos fueron plenamente democráticos.

Es evidente de que, en el interior del régimen agonizante había grupos, compuestos por militares y miembros de los cuerpos de seguridad, junto a una trama civil que se empeñaban en abortar cualquier transformación hacia una sociedad libre y democrática, que incluso· provocaron el intento de golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981, por el que secuestraron al gobierno democrático, encabezado por Don Adolfo Suarez (que entregaba en esas fechas el testigo a Don Leopoldo Calvo Sotelo ya fallecido) y a los diputados a Cortes Generales, asaltando el Congreso de los Diputados, intentona frustrada, en pocas horas, por la intervención del Rey. Estos grupos en su hostilidad violenta a cualquier cambio incluían, a mi juicio y como demostró el 23 de febrero, a personas como Don Adolfo Suarez o Don Rodolfo Martin Villa.

Los años 76 y 77, fueron particularmente agitados, produciéndose fuertes movilizaciones, que incorporaban un núcleo de demandas económicas y sociales, como consecuencia de las dificultades de la sociedad española, con una infraestructura atrasada y fuertemente golpeada por la primera crisis del petróleo de 1973, lo que provocó despidos y cierres de empresas que generaron una fuerte conflictividad laboral, a la que se unía la irrefrenable aspiración de alcanzar las libertades y democracia plenas, puente que nos uniría, y así fue, a los países europeos, que gran parte de las familias trabajadoras ya conocían, por ser protagonistas obligadas de la emigración, permanente o temporera, o por el fenómeno del turismo europeo de sol y playa, que ya era una realidad en España.

Esa alta conflictividad, pero sobre todo la incapacidad de las fuerzas de seguridad del Estado de gestionar, en términos democráticos el conflicto social tuvo consecuencias trágicas, como los terribles sucesos de Marzo de 1976 en Vitoria, año en el que hubo en España más de 18000 huelgas, hecho injustificable, se mire desde el ángulo que se mire y que exige de una total reparación, en relación con los responsables materiales o políticos. Sin embargo, esa reparación no puede extraerse imputando del delito de genocidio, o crímenes contra la humanidad, a responsables políticos que, en aquellas fechas, y en otras posteriores, estaban esforzándose, precisamente, para generar las condiciones de asentar cuanto antes una sociedad pacífica, libre y democrática, con respeto a los cauces democráticos de la libertad de expresión.

Deseo aportar este testimonio para contribuir, en la medida de mis posibilidades, al esclarecimiento de la actuación política de Don Rodolfo Martin Villa en la Transición española, y en relación con los cargos a los que tiene que hacer frente en el proceso abierto por los tribunales de Argentina.

Firmado.

Cándido Méndez Rodriguez, jubilado desde marzo de 2016, y con 68 años.

Afiliado a la Unión General de Trabajadores de España, y al Partido Socialista Obrero Español desde 1970.

Diputado a Cortes Generales entre 1980 y 1986, por la circunscripción de Jaén.

Secretario General de la Unión General de Trabajadores de España entre 1994 y 2016.

Presidente de la Confederación Europea de Sindicatos entre 2003 y 2007.

 

 Nicolás Redondo Urbieta: "Contra el olvido y la banalización de los delitos"

A la excma. sra doña María Romilda Servini de Cubria.

Magistrada del Juzgado Nacional Criminal y Correccional Federal nº 1 Buenos Aires- Argentina

Alegato a favor de D. Rodolfo Martín Villa

Siendo uno de los muchos protagonistas de La Transición española y habiendo sido mi familia y yo duramente reprimida por el franquismo, debido a nuestra lucha por la libertad en España, debo y quiero prestar mi testimonio a favor de D. Rodolfo Martín- Villa.

Empezaré por una reflexión de carácter general, para concluir con cuestiones concretas que muestran la determinación con la que trabajaron D. Rodolfo y muchos compañeros suyos por conseguir la libertad en España sin revoluciones, sin hacer tabla rasa de nuestra historia, sino, al contrario, buscando la reconciliación entre españoles y el denominador más amplio posible para todos los cambios que dejaban en el pasado la dictadura y abrían nuestra vida cotidiana a la esperada democracia.

La primera mitad del siglo XX fue un tormentoso periodos de guerras de dimensión desconocida, que tienen el terrible honor de ser conocidas como "Guerras Mundiales". Es cierto que ambas guerras se desarrollaron fácticamente en todo el mundo; pero es también cierto que de una u otra forma participaron un número suficiente de países como para considerarlas globales. A esta circunstancias se suma otra realidad para que las dos guerras sigan ostentando tan triste connotación. Efectivamente, creo que son mundiales también por la inmoralidad desconocida, por los rasgos de inhumanidad que descubrimos en ambas contiendas y muy especialmente en la 11 Guerra. Esta inmoralidad nos permitió contemplar lo que nunca creímos posible, la expresión trágica de unos comportamientos criminales, que hasta entonces no entraban en nuestros marcos mentales y que no podemos más que calificar de inhumanos, fuera de los límites conocidos del ser humano. Pudieron observar los atónitos ojos de nuestra historia a personas como nosotros cometiendo crímenes tan execrables que no podían ser recogido en la amplísima colección de delitos cometidos por la humanidad desde que había puesto su pie y su razón sobre este planeta. La industria, su organización, su jerarquía, su eficacia, todas estas virtudes, que habían sido base del progreso humano, puestas al servicio del exterminio de unos pueblos considerados menos que humanos y muy especialmente dirigidas a conseguir la desaparición del pueblo judío. En esas circunstancias, obedeciendo a esa inaudita gravedad aparecieron nuevos tipos de delitos: el de genocidio y el de crímenes contra la humanidad. Porque los occidentales que hemos sido capaces de las mayores atrocidades también hemos sido capaces de expiarlas, castigarlas y superarlas; nos hemos beneficiado durante la historia de la esclavitud, pero también conseguimos abolirla, impulsamos terribles guerras por motivos religiosos, pero con el tiempo triunfó la laicidad en el espacio público, la intransigencia y la intolerancia fueron moneda común en nuestro pasado, pero fuimos capaces igualmente de conquistar un mundo tolerante, plural y en el que todos fuéramos iguales y libres ante y por la ley ... colonizamos países, pero también salieron de las propias entrañas europeas las ideas de emancipación y descolonización de los pueblos oprimidos, porque siendo capaces de lo peor, también hemos sido capaces de lo mejor.

En realidad, sí pudiéramos trasladar el exacto lenguaje jurídico a uno con menos límites, podríamos decir que tanto el genocidio como los crímenes contra la humanidad recogen  "excepcionales actos inhumanos del ser humano".

La humanidad no debe olvidar aquellos crímenes, que con dimensiones distintas y características diferentes, se han vuelto a cometer en distintos puntos de nuestro planeta. Debemos mantener una dura lucha contra el olvido. Pero debemos tener en cuenta que una forma de olvido, además muy perversa porque se hace sin cargo de conciencia, es la banalización, con más o menos buena voluntad, de estos tipos penales, que deben considerarse tan extremos y excepcionales como las conductas que describen. Nuestra lucha debe ser contra el olvido y contra la banalidad que provoca la generalización desordenada de la aplicación de estos tipos penales, porque resta trascendencia a lo que sucedió y sigue sucediendo hoy en día.

Después de la II Guerra Mundial hemos asistido lamentablemente a demasiadas experiencias de inhumanidad por motivos políticos, religiosos, ideológicos o identitarios. Le aseguro que la Transición española representa el ejemplo contrario, el más opuesto. Después de una guerra civil y cuarenta años de dictadura, el esfuerzo principal consistió en crear un marco político en él que ideologías, religiones, identidades culturales diferentes pudieran convivir libre y pacíficamente. Ese empeño tuvo actores principales como la sociedad española y los líderes políticos, sindicales y empresariales, a los que todavía recordamos con agradecimiento, pero su esfuerzo necesitaba del apoyo y de la colaboración de otros de una importancia singular. Entre estos sobresale con luz propia el nombre de Rodolfo Martín Villa.

No se puede considerar una democracia asentada sin el reconocimiento de la realidad sindical. Los protagonistas de la legalización de los sindicatos, que se hizo firme con anterioridad a la aprobación de la Constitución del 78, fueron los trabajadores representados por UGT y CCOO principalmente; pero también fue necesario el convencimiento de los sucesivos gobiernos de Adolfo Suárez de que una democracia era incompleta sin unos sindicatos libres. Entre los ministros de aquellos gobiernos de Suarez sobresalió Martín Villa, encargado en aquel tiempo de la cartera de "relaciones sindicales", La Transición española fue un proceso de conquista de parcelas de libertad, porque los protagonistas de aquel periodo, excepcional en nuestra " poco canonica" historia, como le gustaba decir a Américo Castro, acogido fraternalmente por el pueblo argentino, lucharon con todas sus fuerzas por evitar un proceso político en el que medía España sustituyera a la otra media.

Quisieron sustituir las trincheras por una concordia suficiente para asentar una democracia comparable a las de nuestro entorno, consiguieron sustituir el revanchismo por una política de reconciliación. Pretendieron, entre ellos personas como Martín Villa, hacer de las dos a Españas una amplia, acogedora y respetuosa con los diferentes modos de sentir, de pensar, de ver la vida y el mundo. En el trayecto hubo errores y excesos, pero fueron juzgados, como reconoció en su momento Santiago Carrillo, con rapidez y ejemplaridad. No es posible analizar aquel periodo y las responsabilidades individuales sin tener en cuenta la tensión existente en aquellos azarosos tiempos. Sectores del ejército fueron reticentes durante mucho tiempo al proceso democrático, no comprendían los nuevos tiempos y, como suele suceder, los que no comprenden se ponen aunque no tengan razones. La oposición culminó con el intento de golpe de estado de Antonio Tejero el 23 de febrero de 1981, por aquel entonces Martín Villa era ministro de administraciones territoriales. En sentido contrario, pero con una gran fuerza perturbadora, la acción criminal de ETA marco en aquel tiempo con negro luto muchos de los días de aquellos esperanzadores y también terribles años, llenos de ilusión y de incertidumbre. Los que combatimos la dictadura franquista encontramos compañeros de aventura en personas como Rodolfo Martín Villa. Fue un tiempo compartido que hemos dejado en herencia a los españoles sin necesidad de ningún testamento y lo hicimos unidos en las diferencias, con objetivos compartidos. De aquella aventura política nació la España del 78 y agradecimientos y amistades que perdurarán hasta el final de nuestras vidas.

En Madrid a 23 de julio de 2020

Fdo. Don Nicolás Redondo Urbieta

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/cartas-apoyo-politicos-martin-villa-presentado-jueza_1_6194239.html

P.D.  La foto no pertenece a la noticia del diario.es

 

“Ahora sí le doy las gracias a Martín Villa”: la carta de apoyo del exsecretario de CCOO Antonio Gutiérrez

En la carta, a la que ha tenido acceso eldiario.es, el ex secretario general del sindicato cuenta cómo fue torturado por Antonio Tejero y exime a Martín Villa de los delitos por los que se lo investiga

elDiario.es 3 de septiembre de 2020 22:31h

El exministro Rodolfo Martín Villa ha presentado varias cartas de apoyo a su persona para su declaración ante la jueza de la querella argentina María Servini. Entre ellas, la del ex secretario general de CCOO Antonio Gutiérrez, que titula su escrito “Ahora sí le doy las gracias a Martín Villa”. En él lo exime de responsabilidad en los asesinatos investigados y afirma que imputarle tales delitos “no es sólo una sarcástica e insostenible tergiversación de su trayectoria, sino de todo el proceso de Transición a la democracia”.

A continuación reproducimos el contenido completo de la carta, a la que ha tenido acceso eldiario.es.

A la atención de la Excma. Sra. Dª María Romilda Servini de Cubría Magistrado-Juez Juzgado Nacional Criminal y Correccional Federal nº1 Buenos Aires, Argentina

AHORA SÍ LE DOY LAS GRACIAS A MARTIN-VILLA

A finales de febrero de 1976 fui detenido a las puertas de la factoría que Michelin tiene en Lasarte, pegando a San Sebastián. Era trabajador de la multinacional en la fábrica de Valladolid y la dirección acababa de decretar el cierre patronal por la huelga que diez antes habíamos iniciado reclamando el cumplimiento de la Ordenanza Laboral de las industrias químicas que fijaba la jornada semanal en 45 horas, mientras la empresa nos imponía 48 en turnos rotatorios que cambiábamos cada quincena; de tal forma que en los cambios de turno el descanso apenas duraba un domingo escaso y agriado (se plegaba a las seis de la mañana del domingo y había que volver al tajo a las seis del lunes).

Aunque la huelga se había desencadenado por mi despido y se limitaba a las instalaciones vallisoletanas, el motivo interesaba a todos los trabajadores del grupo Michelin por lo que decidimos buscar su solidaridad y su implicación en la lucha. Para ello fletamos varios coches con piquetes con los que fuimos informando en asambleas, improvisadas e ilegales entonces, a los compañeros de Aranda de Duero (la más reciente); de Vitoria (la más grande) y de Lasarte (por aquellos años la cabecera del grupo para toda España). Mientras esperaba la salida de los trabajadores del turno de tarde apareció un utilitario camuflado de la Guardia Civil con varios números a las órdenes de un sargento primero quien, poniéndome el “naranjero” (subfusil) en el pecho me aclaró, contundentemente, que estaba detenido. Del retén de Lasarte fui conducido a la Comandancia 511 de S. Sebastián (Intxaurrondo). Su Comandante era Antonio Tejero quien, tras arrojar sobre la mesa unos folios que, al parecer, contenían mi ficha policial, me dio la bienvenida con las siguientes palabras: “… dale gracias a esos ministrillos reformistas que son unos rojos y unos liberales; porque con este expediente no salías vivo de aquí, hijo…”

Permanecí detenido varios días sin pasar a disposición judicial recibiendo metafóricas “chuletas de Mombuey” (en aquél momento desconocía la existencia de tan bonito pueblo en la inmediaciones de Sanabria y más aún que tuvieran tan excelente carne).

Los empleados de las demás dependencias de Michelin aún tardaron alguna semana en incorporarse a la huelga, que duró en total 105 días. En todo aquél período no fue posible negociación alguna, ni siquiera con el intento de mediación que sugirió el ministro de Relaciones Sindicales, Rodolfo Martín-Villa. El entonces jefe de recursos humanos del grupo, formado para la delicada función de gestionar el “capital humano” en la guerra de Argelia como miembro de la OAS, nos espetó que: “él no había negociado con el FLN argelino que tenía metralletas y menos lo iba a hacer con trabajadores, que encima eran españoles”.

Precisamente mantuvimos una reunión de coordinación de las Comisiones Obreras de Michelín en Vitoria en el entorno del 3 de marzo, en la que analizamos la generalización de conflictos en toda la provincia, que en principio se incardinaban con la ola de huelgas que se estaban desarrollando durante todo el primer trimestre de aquél año “76” promovidas en la mayoría de los casos por Comisiones Obreras, pero que allí adquirían una tensión creciente con la que se estrechaban los cauces para la negociación; anegados ante todo por unas patronales cerradas en banda que se retroalimentaban con la exacerbación de los conflictos a cargo de unas denominadas Comisiones Anticapitalistas. Y al final estalló la tragedia.

Los disparos de la policía contra los manifestantes que salían de una asamblea en una iglesia y los cinco muertos que ocasionaron sus balas no tuvieron ni tienen justificación alguna. Pero la justicia y reparación que merecen las víctimas en este y en cualquier otro caso, nunca se logra señalando a un falso culpable. Paradójicamente, la figura de los chivos expiatorios ha servido para todo lo contrario: desnaturalizar la justicia y procurarle impunidad a los verdaderos culpables.

Como está sobradamente acreditado Rodolfo Martin-Villa no sólo no dio orden de disparar sino que, junto con otros miembros de aquél gobierno como Adolfo Suárez o Alfonso Osorio, participó de las decisiones que cortaron la espiral de violencia que se vivía en Vitoria en la tarde de aquél 3 de marzo de 1976, nada más enterarse de lo que había sucedido al filo del mediodía. 

Contra lo que se aduce en la querella presentada contra Rodolfo Martín-Villa, atribuyéndole la responsabilidad directa de la actuación policial en los sucesos de Vitoria, me permito sugerir que gracias a que en ausencia de un ministro titular tan temperamental que exclamaba “¡la calle es mía!”, tuvimos activo, entre otros, a Rodolfo Martín-Villa volcado justo en lo contrario, en compartir el espacio público, físico e institucional, para que de una vez pudiéramos convivir en paz, se puso fin a la tragedia de Vitoria. Él no mandó disparar, sino templar; y lo consiguió.

La Transición española no fue un edulcorado proceso exento de violencia y repleto de diálogo y buenas maneras. De la primera hubo más de la cuenta y el segundo llegó tarde y fragmentado. Tampoco es un modelo a seguir miméticamente, como a veces se ha pretendido por algunos tratando de exportarlo a otros países que habían padecido dictaduras, particularmente en América Latina. Pero sí es ejemplar que por primera vez en la historia de España el empeño modernizador de una parte de su sociedad no terminase abortado a palos por la parte más reaccionaria, la que generalmente ha detentado más poder. Por una vez el “duelo a garrotazos” con el que de forma genial Goya había plasmado los reiterados fracasos históricos de nuestro país, se quedó colgado en las paredes del museo de El Prado. 

Entre sus artífices no había que darse las gracias pues ninguno otorgó al otro la libertad. Fueron de muy distinta matriz política, de enfrentadas ideologías; participaron de forma diversa y desde períodos diferentes. Aunque todos los mimbres fueron imprescindibles para tejer el cesto de la democracia española en el que cupiésemos todos. Incluso quienes doctrinariamente abjuraban de la democracia.

Pero lamentablemente no se limitaron al negacionismo doctrinario sino que trataron de abortarla matando. Unos, los nostálgicos del franquismo porque calibraron que el simple hecho de reinstaurar la democracia dialogando era una enmienda a la totalidad de la atroz guerra civil a la que recurrieron para usurpar el poder y a sus cuarenta años de dictadura que lejos de ser de paz y de progreso quedaban en evidencia como la etapa de mayor oprobio, injusticia y mediocridad de la historia. Otros, los terroristas de ETA porque carentes de la más mínima justificación para matar durante el franquismo, quedaban definitivamente desarbolados en una España democrática que se estrenaba amnistiándoles y cuya unidad ya no se iba a imponer como un acto de fuerza desde el centro sino que se configuraba como la consecuencia de un pacto constitucional por el que simultáneamente se reconocía el derecho de sus pueblos al autogobierno; como finalmente consagró el título octavo de la Constitución española de 1.978.

En aquel contexto los que más sufrieron la violencia fuimos de un lado el movimiento obrero organizado, objeto de los asesinatos perpetrados por los grupos fascistas, siendo el más conocido el de los abogados laboralistas de CC OO del despacho de la calle Atocha de Madrid; aunque muy pronto también fuimos blanco de los ataques de ETA, pues ya en 1977 fue asaltada e incendiada la sede de nuestro sindicato en Bilbao. En otro lado del espectro político comprometido con la transición a la democracia fueron quienes provenían del régimen los que tuvieron que soportar mayores ataques de ambos lados. Entre ellos, Rodolfo Martín-Villa fue tal vez de los que más amenazas e invectivas recibieron, tanto de los ultraderechistas como de los terroristas; y a unos y a otros respondió redoblando su compromiso con el proceso dialogado hacia la democracia. En consecuencia, imputarle a él delitos de asesinato e incluso de genocidio no es sólo una sarcástica e insostenible tergiversación de su trayectoria, sino de todo el proceso de Transición a la democracia. Así no se honra, sino que se deshonra la memoria de la lucha por las libertades y por la democracia en España.

Las leyes sobre la memoria son útiles para amparar investigaciones históricas y otras actuaciones que contribuyan a esclarecer hechos y aún procurar reparaciones a las víctimas de nuestro pasado. Pero la memoria de un país, no se legisla sino que se atesora enseñando su historia con objetividad y en algunos países como el nuestro aún es necesario el coraje para enseñarla sin mutilaciones. Esa enseñanza germina educando en valores cívicos a una generación tras otra.

Paradójicamente, una forma de arruinar la memoria democrática es sustentar querellas como la que culpa de delitos tan atroces como falsos a Rodolfo Martín-Villa asociados al proceso de Transición a la democracia. Convertir aquél logro colectivo en una frustración histórica sólo beneficiaría a quienes alientan el resentimiento; que antes y ahora es el abono de la intolerancia y a la postre de la violencia.  

Nunca le di las gracias a ninguno de los ministros de aquél gobierno del 76, como me dijo, con rabia, aquél guardia civil devenido en golpista, a quien por cierto destituyó poco tiempo después el propio Martín-Villa para que dejara de hacer fechorías en Intxaurrondo. Bastó con el respeto mutuo desde las notables y nunca ocultadas diferencias políticas que tenemos. Pero ahora sí quiero agradecerle que siendo ministro evitase la violencia siempre que pudo y viniese de dónde viniese. Un agradecimiento cargado de respeto porque si en este país nos perdemos el respeto volveremos a perderlo todo.

Madrid, Julio, 2.020

Fdo.- Antonio Gutiérrez Vegara

Dni.-74151926

Militante de CC.OO. desde 1.967;

Secretario general de CC.OO. 1.987-2000

Diputado independiente en las candidaturas del PSOE 2.004-2011

https://www.eldiario.es/sociedad/ahora-si-le-doy-gracias-martin-villa-carta-apoyo-exsecretario-ccoo-antonio-gutierrez_1_6197627.html

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