RECORDANDO: Las cartas de apoyo de políticos que Martín
Villa ha presentado a la jueza argentina Servini
P.D.
La foto no pertenece a la noticia del diario.es
Zapatero: "Claridad de
convicciones y propósitos"; González: "Comprometido con el respeto al
Estado de Derecho"
— Cuatro expresidentes del Gobierno
defienden ante la jueza de la querella argentina al exministro, que declara por
delitos del franquismo
Olga Rodríguez
@olgarodriguezfr
El exministro de la Transición Rodolfo
Martín Villa ha remitido cartas de apoyo de diferentes personalidades políticas
y económicas a la jueza argentina Servini, ante la que declarará este jueves
vía online desde la embajada argentina de Madrid por "delitos de homicidio
agravado" en un contexto de crímenes de lesa humanidad por sucesos como
los de los Sanfermines de 1978 (un muerto, 150 heridos) o la masacre de Vitoria
el 3 de marzo de 1976 (5 muertos, más de 100 heridos), entre otros.
Se
trata de misivas de apoyo de Felipe González, José María Aznar, José Luis
Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, de los exsecretarios generales de UGT y
CCOO Nicolás Redondo, Cándido Méndez, Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo,
de dos "padres de la Constitución" –Miguel Herrero y Rodríguez de
Miñón y Miquel Roca–, del exministro y presidente de la Fundación España
Constitucional Eduardo Serra, del exministro y presidente de la Fundación
Transición Española Rafael Arias-Salgado, del senador Jaime Ignacio del Burgo,
del exministro Marcelino Oreja y del exministro portugués Jaime Gama. También
destacan las misivas del exministro y hoy vicepresidente de la Comisión Europea
como Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep
Borrell.
Las de Zapatero, González, Cándido
Méndez y Nicolás Redondo, a las que ha tenido acceso elDiario.es, se reproducen
a continuación:
José Luis Rodríguez Zapatero:
"Claridad de convicciones y propósitos"
En la causa seguida contra el Sr. Don.
Rodolfo Martín Villa, deseo, en mi condición de exPresidente del Gobierno de
España y tras una ya larga trayectoria política, prestar el siguiente
testimonio en su favor, manifestando mi pleno respeto por la Justicia
argentina:
La llamada Transición a la democracia
fue un proceso político ciertamente singular que hizo posible que los españoles
hayamos disfrutado, por vez primera vez en nuestra historia, de los beneficios
de lo que nuestra Constitución califica como un Estado social y democrático de
derecho, homologable al de los demás países de nuestro entorno europeo.
La singularidad de este proceso radica
en el hecho de que fuera producto de un gran pacto entre algunos sectores
políticos que procedían del anterior régimen autoritario, la dictadura
franquista, y las fuerzas de la oposición democrática, y de que obtuviera el
resultado esperado, esto es, alcanzar, de un modo pacífico, esa democracia
europea sin cortapisas.
Para entender su significado, hay que
tener en cuenta la clara conciencia que tenían entonces unos y otros actores
políticos, y más allá de ellos el conjunto del pueblo español, de la necesidad
de superar una historia jalonada por episodios de violencia, de represión o de
enfrentamiento sangriento, hasta concluir en la terrible Guerra Civil que dio
paso al régimen franquista.
Cada país ha escogido su propia forma
de acabar con episodios dictatoriales o autoritarios y dar paso a la
democracia. Así lo hizo la sociedad española hace ya más de 40 años, con un
proceso que comenzó con la reforma del franquismo y a los pocos meses produjo
una ruptura irreversible con él.
Porque debe destacarse que el pueblo
español ratificó con un nítido y reiterado apoyo el pacto de la Transición. Lo
hizo, primero, con ocasión del referéndum sobre la Ley para la Reforma
Política, en diciembre de 1976; lo hizo, unos meses más tarde, en junio de
1977, ya en una situación legal de plena disputabilidad democrática, apoyando
de modo abrumador a los partidos que, desde una y otra orilla, secundaban en
aquel momento el denominado ‘consenso’ sobre la vía para alcanzar la
democracia; y lo hizo, finalmente, con ocasión del referéndum para aprobar la
vigente Constitución de 1978, en el mes de diciembre de aquel año.
Lo hicieron también los grandes
partidos de la izquierda política, el PSOE -en el que yo ya militaba desde
1978- y el Partido Comunista de España, que concurrieron libremente a las
elecciones de junio de 1977 y que participaron inmediatamente después, de un
modo muy destacado, en la elaboración de la Constitución.
Deseo recordar, asimismo, que fruto de
ese mismo consenso fue la aprobación en octubre de 1977 de la Ley de amnistía,
por una amplísima mayoría de las Cortes democráticas, con el fin de declarar la
extinción de las responsabilidades penales derivadas de actividades políticas.
Quien haga memoria no puede sino reconocer que aquella Ley fue un elemento
central del Pacto de la Transición.
Debo destacar, igualmente, y por lo
que aquí interesa, que a partir de mi propia memoria de la Transición vi desde
un principio en la figura del Sr. Martín Villa a uno de los jóvenes políticos
que, aunque habían pertenecido a alguno de los últimos gobiernos del
franquismo, como el propio Adolfo Suárez, con más convicción y eficacia
contribuyeron, y lo tuvieron que hacer en un contexto político nada fácil, a
afianzar el nacimiento de la democracia en mi país. No tengo duda de que esa y
no otra es precisamente la huella que él deja en la historia reciente de
España.
Personalmente, además, he tenido un
conocimiento muy cercano de su ejecutoria, favorecido por nuestro común origen
territorial de nacimiento en España, y debo decir que siempre le he tenido por
persona comprometida con la consolidación de la democracia y el Estado de
Derecho. En mi larga etapa como parlamentario y luego como Presidente del
Gobierno, nunca recibí ningún testimonio que no fuera en la misma dirección.
Quiero, por último, incorporar a este
testimonio una iniciativa adoptada por el Gobierno que tuve el honor de
presidir relacionada con el significado de la Transición. Me refiero a la
aprobación de la llamada Ley de memoria histórica. En efecto, la Ley 52/2007, de
26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen
medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la
guerra civil y la dictadura -esta es su denominación oficial-, fue impulsada
por mi Gobierno con la finalidad de articular un conjunto de medidas
reparadoras de diversa índole en favor de las víctimas de la guerra civil y de
la dictadura. Aunque algunas de estas medidas ya se habían venido aprobando
desde la Transición, quedaban pendientes otras que me parecía de estricta
justicia incorporar la ordenamiento jurídico, como el derecho a conocer, y en
su caso rescatar, los cuerpos de los familiares violentados o la solemne
declaración de ilegitimidad de las condenas sufridas por ellos, entre otras.
Pues bien, me parece pertinente
invocar que esta Ley, aprobada casi tres décadas después de que entrara en
vigor la Constitución de 1978, engarza con el espíritu de la Transición, como
expresamente se pone de manifiesto en su Exposición de motivos.
Ese “espíritu de reconciliación y
concordia” -se dice en ella- “da sentido al modelo constitucional de
convivencia más fecundo que hayamos disfrutado nunca y explica las diversas
medidas y derechos que se han ido reconociendo, desde el origen mismo de todo
el período democrático, en favor de las personas que, durante los decenios
anteriores a la Constitución, sufrieron las consecuencias de la guerra civil y
del régimen dictatorial que la sucedió”, pretendiéndose con la nueva Ley
“contribuir a cerrar heridas todavía abiertas en los españoles y a dar
satisfacción a los ciudadanos que sufrieron, directamente o en la persona de
sus familiares, las consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la
represión de la Dictadura... desde el pleno convencimiento de que, profundizando
de este modo en el espíritu del reencuentro y de la concordia de la Transición,
no son sólo esos ciudadanos los que resultan reconocidos y honrados sino
también la Democracia española en su conjunto”.
En definitiva, España llegó a la
democracia a través de un gran pacto que solo se entiende a la vista de nuestra
accidentada y muchas veces violenta historia política precedente, un pacto que
el pueblo español ratificó y legitimó, y que protagonizaron, junto a la
participación creciente de los líderes de la izquierda política en aquél
proceso, jóvenes dirigentes que habían comenzado su andadura política en la
etapa final del franquismo, pero cuyas acciones ya directamente atribuibles a
su propia iniciativa política consistieron precisamente en contribuir de forma
decisiva a esa ansiada llegada de la democracia a su país.
El Sr. Martín Villa fue entre ellos
uno de los más destacados. De la claridad de sus convicciones y propósitos da
cuenta el registro histórico de sus decisiones como miembro integrante de los
Gobiernos que la facilitaron. Y también, si se me permite, el conocimiento
personal directo de quienes, en este caso desde las diferencias ideológicas,
hemos tenido de su trayectoria.
En Madrid, a 1 de julio de 2020
Fdo: José Luis Rodríguez Zapatero
Felipe González: "Comprometido con
el respeto al Estado de Derecho"
A la atención de la jueza Servini.
Julio 2020
He conocido con asombro e incredulidad
el procedimiento incoado por su señoría contra Rodolfo Martín Villa.
Con todo respeto a la Justicia
Argentina, coincido plenamente con las resoluciones de la Audiencia Nacional de
España denegando las peticiones que se le hicieron de su parte.
En realidad este procedimiento debería
haber sido archivado y, si acaso, se deberían depurar responsabilidades de los
que, a mi juicio, de mala fe lo instaron sobre bases falsas y sin sentido.
Salvo por la decisión del Sr. Martín
Villa de comparecer ante su señoría, todo este asunto habría acabado hace
tiempo. No comparto esa decisión pero la respeto, porque sé que desea aclarar
su actuación buscando una verdad que sus detractores no persiguen. Aunque el
derecho, sobre todo en el ámbito penal, debería garantizarnos como ciudadanos
que uno no debe probar su inocencia, como si estuviéramos en la Edad Media.
Pero en el caso de Rodolfo Martín Villa su deseo es preservar su honorabilidad.
Por mi parte, debo aclararle que antes
de llegar a la presidencia del Gobierno de España, participe de manera activa, como líder de la
oposición, en todo el proceso de pactos que nos
llevaron a la Constitución y al desarrollo de un Estado Social y
Democrático de Derecho, como establecía la Carta Magna, que ha sido ampliamente
reconocido en el mundo.
En esa tarea, Rodolfo Martín Villa fue
Ministro del Gobierno del Presidente Adolfo Suárez, que dirigió e impulsó la
transición española. Y no en un ministerio menor o fácil en aquellos momentos
de acoso terrorista de ETA, Grapo, grupos de extrema derecha y movimientos
militares contrarios a la transición democrática.
Como he vivido en primera persona esos
momentos de la historia de España y he trabajado con el Presidente Suárez y sus
ministros, puedo asegurarle que el comportamiento de Martín Villa al frente del
Ministerio de Gobernación -el más complicado del momento- fue impecable y
fuertemente comprometido con el respeto al Estado de Derecho, su preservación y
su desarrollo. Así lo han reconocido en aquellos difíciles momentos, los
partidos políticos que veníamos de la lucha contra la dictadura franquista,
incluidos el Partido Comunista dirigido por Santiago Carrillo y el Partido
Socialista del que yo era el máximo responsable.
Por todo esto, señora Jueza, puedo
testimoniar mediante esta declaración, la entrega de Rodolfo Martín Villa a la
recuperación de las libertades democráticas de los españoles y su intenso
quehacer en defensa del estado de derecho, como ministro del gobierno de Adolfo
Suárez. Esta tarea culminó con la Constitución más respaldada de la historia de
España y, en el caso de Martín Villa, con las reformas en las Fuerzas de
Seguridad del Estado que él dirigía.
Con todo respeto le ruego que lo tenga
en consideración y, si lo tiene a bien, depure las responsables que
correspondan de los responsables de estas denuncias temerarias y la campaña de
acoso contra Rodolfo Martín Villa.
Felipe González
Presidente del Gobierno de España
desde diciembre de 1982 a mayo de 1996.
Cándido Méndez: "Fueron años
agitados"
Excma. Sra. Dª María Romilda Servini
de Cubría
Magistrado -Juez Juzgado Nacional
Criminal y Correccional Federal NQ1
Buenos Aires, Argentina
Cualquier análisis de la Transición
Española tiene que partir de una realidad que, en aquellos años 76 y 77,
comentábamos en las reuniones, todavía ilegales, usando la frase "Franco
murió en la cama", que reconocía la evidencia de que el régimen no había
sido derrocado y que esperaba una ardua labor para alcanzar las libertades
democráticas.
Las organizaciones sindicales de clase
y los partidos democráticos, junto a los movimientos populares generaron las
condiciones para que se produjera una salida, hacia una sociedad plenamente
democrática, pero eso no impide reconocer la importancia que los denominados
"jóvenes reformistas" del régimen franquista tuvieron para, desde las
entrañas del propio régimen propiciar los cambios nucleares para que la reforma
de las instituciones franquistas mutaran en una ruptura plenamente democrática
con el régimen anterior, y las Cortes Generales Constituyentes elegidas por
sufragio universal en Junio de 1977, alumbraran la Constitución Española de
1978, que recoge lo mejor, en términos sociales y políticos, del
constitucionalismo democrático europeo, y que asentaba las bases para la
solución, o el encauzamiento, de las cuatro grandes cuestiones que han aquejado
a España, la Cuestión militar, la Cuestión social, la Cuestión territorial y la
cuestión religiosa.
Para mí es evidente que se produjo,
para que la Constitución del 78 fuera una realidad, una conjunción
intergeneracional en sus resultados, que no en sus dinámicas internas, de las
que fueron protagonistas los que vivieron la guerra civil en el ámbito de los
partidos republicanos, de izquierdas, y sindicatos obreros, represaliados y que
sufrieron la inhumanidad de la Dictadura, con la muerte, el exilio, el
encarcelamiento y la represión de sus familias, las generaciones jóvenes que no
habíamos vivido la guerra civil, pero que militábamos en la clandestinidad en
los partidos y sindicatos de izquierdas, y desde el interior del régimen los
denominados jóvenes reformistas dirigidos por Adolfo Suarez, ya fallecido y
entre los que se encontraba Don Rodolfo Martin Villa, que encabezó distintos
gobiernos desde el 1976, y que a partir de las elecciones generales del 15 de
Junio de 1977, dichos gobiernos fueron plenamente democráticos.
Es evidente de que, en el interior del
régimen agonizante había grupos, compuestos por militares y miembros de los
cuerpos de seguridad, junto a una trama civil que se empeñaban en abortar
cualquier transformación hacia una sociedad libre y democrática, que incluso·
provocaron el intento de golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981, por el que
secuestraron al gobierno democrático, encabezado por Don Adolfo Suarez (que
entregaba en esas fechas el testigo a Don Leopoldo Calvo Sotelo ya fallecido) y
a los diputados a Cortes Generales, asaltando el Congreso de los Diputados,
intentona frustrada, en pocas horas, por la intervención del Rey. Estos grupos
en su hostilidad violenta a cualquier cambio incluían, a mi juicio y como
demostró el 23 de febrero, a personas como Don Adolfo Suarez o Don Rodolfo
Martin Villa.
Los años 76 y 77, fueron
particularmente agitados, produciéndose fuertes movilizaciones, que
incorporaban un núcleo de demandas económicas y sociales, como consecuencia de
las dificultades de la sociedad española, con una infraestructura atrasada y
fuertemente golpeada por la primera crisis del petróleo de 1973, lo que provocó
despidos y cierres de empresas que generaron una fuerte conflictividad laboral,
a la que se unía la irrefrenable aspiración de alcanzar las libertades y
democracia plenas, puente que nos uniría, y así fue, a los países europeos, que
gran parte de las familias trabajadoras ya conocían, por ser protagonistas
obligadas de la emigración, permanente o temporera, o por el fenómeno del
turismo europeo de sol y playa, que ya era una realidad en España.
Esa alta conflictividad, pero sobre
todo la incapacidad de las fuerzas de seguridad del Estado de gestionar, en
términos democráticos el conflicto social tuvo consecuencias trágicas, como los
terribles sucesos de Marzo de 1976 en Vitoria, año en el que hubo en España más
de 18000 huelgas, hecho injustificable, se mire desde el ángulo que se mire y
que exige de una total reparación, en relación con los responsables materiales
o políticos. Sin embargo, esa reparación no puede extraerse imputando del
delito de genocidio, o crímenes contra la humanidad, a responsables políticos
que, en aquellas fechas, y en otras posteriores, estaban esforzándose,
precisamente, para generar las condiciones de asentar cuanto antes una sociedad
pacífica, libre y democrática, con respeto a los cauces democráticos de la
libertad de expresión.
Deseo aportar este testimonio para
contribuir, en la medida de mis posibilidades, al esclarecimiento de la
actuación política de Don Rodolfo Martin Villa en la Transición española, y en
relación con los cargos a los que tiene que hacer frente en el proceso abierto
por los tribunales de Argentina.
Firmado.
Cándido Méndez Rodriguez, jubilado
desde marzo de 2016, y con 68 años.
Afiliado a la Unión General de
Trabajadores de España, y al Partido Socialista Obrero Español desde 1970.
Diputado a Cortes Generales entre 1980
y 1986, por la circunscripción de Jaén.
Secretario General de la Unión General
de Trabajadores de España entre 1994 y 2016.
Presidente de la Confederación Europea
de Sindicatos entre 2003 y 2007.
Nicolás
Redondo Urbieta: "Contra el olvido y la banalización de los delitos"
A la excma. sra doña María Romilda
Servini de Cubria.
Magistrada del Juzgado Nacional
Criminal y Correccional Federal nº 1 Buenos Aires- Argentina
Alegato a favor de D. Rodolfo Martín
Villa
Siendo uno de los muchos protagonistas
de La Transición española y habiendo sido mi familia y yo duramente reprimida
por el franquismo, debido a nuestra lucha por la libertad en España, debo y
quiero prestar mi testimonio a favor de D. Rodolfo Martín- Villa.
Empezaré por una reflexión de carácter
general, para concluir con cuestiones concretas que muestran la determinación
con la que trabajaron D. Rodolfo y muchos compañeros suyos por conseguir la
libertad en España sin revoluciones, sin hacer tabla rasa de nuestra historia,
sino, al contrario, buscando la reconciliación entre españoles y el denominador
más amplio posible para todos los cambios que dejaban en el pasado la dictadura
y abrían nuestra vida cotidiana a la esperada democracia.
La primera mitad del siglo XX fue un
tormentoso periodos de guerras de dimensión desconocida, que tienen el terrible
honor de ser conocidas como "Guerras Mundiales". Es cierto que ambas
guerras se desarrollaron fácticamente en todo el mundo; pero es también cierto
que de una u otra forma participaron un número suficiente de países como para
considerarlas globales. A esta circunstancias se suma otra realidad para que
las dos guerras sigan ostentando tan triste connotación. Efectivamente, creo
que son mundiales también por la inmoralidad desconocida, por los rasgos de
inhumanidad que descubrimos en ambas contiendas y muy especialmente en la 11
Guerra. Esta inmoralidad nos permitió contemplar lo que nunca creímos posible,
la expresión trágica de unos comportamientos criminales, que hasta entonces no
entraban en nuestros marcos mentales y que no podemos más que calificar de
inhumanos, fuera de los límites conocidos del ser humano. Pudieron observar los
atónitos ojos de nuestra historia a personas como nosotros cometiendo crímenes
tan execrables que no podían ser recogido en la amplísima colección de delitos
cometidos por la humanidad desde que había puesto su pie y su razón sobre este
planeta. La industria, su organización, su jerarquía, su eficacia, todas estas
virtudes, que habían sido base del progreso humano, puestas al servicio del
exterminio de unos pueblos considerados menos que humanos y muy especialmente
dirigidas a conseguir la desaparición del pueblo judío. En esas circunstancias,
obedeciendo a esa inaudita gravedad aparecieron nuevos tipos de delitos: el de
genocidio y el de crímenes contra la humanidad. Porque los occidentales que
hemos sido capaces de las mayores atrocidades también hemos sido capaces de
expiarlas, castigarlas y superarlas; nos hemos beneficiado durante la historia
de la esclavitud, pero también conseguimos abolirla, impulsamos terribles
guerras por motivos religiosos, pero con el tiempo triunfó la laicidad en el
espacio público, la intransigencia y la intolerancia fueron moneda común en
nuestro pasado, pero fuimos capaces igualmente de conquistar un mundo
tolerante, plural y en el que todos fuéramos iguales y libres ante y por la ley
... colonizamos países, pero también salieron de las propias entrañas europeas
las ideas de emancipación y descolonización de los pueblos oprimidos, porque
siendo capaces de lo peor, también hemos sido capaces de lo mejor.
En realidad, sí pudiéramos trasladar
el exacto lenguaje jurídico a uno con menos límites, podríamos decir que tanto
el genocidio como los crímenes contra la humanidad recogen "excepcionales actos inhumanos del ser
humano".
La humanidad no debe olvidar aquellos
crímenes, que con dimensiones distintas y características diferentes, se han
vuelto a cometer en distintos puntos de nuestro planeta. Debemos mantener una
dura lucha contra el olvido. Pero debemos tener en cuenta que una forma de
olvido, además muy perversa porque se hace sin cargo de conciencia, es la
banalización, con más o menos buena voluntad, de estos tipos penales, que deben
considerarse tan extremos y excepcionales como las conductas que describen.
Nuestra lucha debe ser contra el olvido y contra la banalidad que provoca la
generalización desordenada de la aplicación de estos tipos penales, porque
resta trascendencia a lo que sucedió y sigue sucediendo hoy en día.
Después de la II Guerra Mundial hemos
asistido lamentablemente a demasiadas experiencias de inhumanidad por motivos
políticos, religiosos, ideológicos o identitarios. Le aseguro que la Transición
española representa el ejemplo contrario, el más opuesto. Después de una guerra
civil y cuarenta años de dictadura, el esfuerzo principal consistió en crear un
marco político en él que ideologías, religiones, identidades culturales
diferentes pudieran convivir libre y pacíficamente. Ese empeño tuvo actores
principales como la sociedad española y los líderes políticos, sindicales y
empresariales, a los que todavía recordamos con agradecimiento, pero su
esfuerzo necesitaba del apoyo y de la colaboración de otros de una importancia
singular. Entre estos sobresale con luz propia el nombre de Rodolfo Martín
Villa.
No se puede considerar una democracia
asentada sin el reconocimiento de la realidad sindical. Los protagonistas de la
legalización de los sindicatos, que se hizo firme con anterioridad a la
aprobación de la Constitución del 78, fueron los trabajadores representados por
UGT y CCOO principalmente; pero también fue necesario el convencimiento de los
sucesivos gobiernos de Adolfo Suárez de que una democracia era incompleta sin
unos sindicatos libres. Entre los ministros de aquellos gobiernos de Suarez
sobresalió Martín Villa, encargado en aquel tiempo de la cartera de
"relaciones sindicales", La Transición española fue un proceso de
conquista de parcelas de libertad, porque los protagonistas de aquel periodo,
excepcional en nuestra " poco canonica" historia, como le gustaba
decir a Américo Castro, acogido fraternalmente por el pueblo argentino,
lucharon con todas sus fuerzas por evitar un proceso político en el que medía
España sustituyera a la otra media.
Quisieron sustituir las trincheras por
una concordia suficiente para asentar una democracia comparable a las de
nuestro entorno, consiguieron sustituir el revanchismo por una política de
reconciliación. Pretendieron, entre ellos personas como Martín Villa, hacer de
las dos a Españas una amplia, acogedora y respetuosa con los diferentes modos
de sentir, de pensar, de ver la vida y el mundo. En el trayecto hubo errores y
excesos, pero fueron juzgados, como reconoció en su momento Santiago Carrillo,
con rapidez y ejemplaridad. No es posible analizar aquel periodo y las
responsabilidades individuales sin tener en cuenta la tensión existente en
aquellos azarosos tiempos. Sectores del ejército fueron reticentes durante
mucho tiempo al proceso democrático, no comprendían los nuevos tiempos y, como
suele suceder, los que no comprenden se ponen aunque no tengan razones. La
oposición culminó con el intento de golpe de estado de Antonio Tejero el 23 de
febrero de 1981, por aquel entonces Martín Villa era ministro de
administraciones territoriales. En sentido contrario, pero con una gran fuerza
perturbadora, la acción criminal de ETA marco en aquel tiempo con negro luto
muchos de los días de aquellos esperanzadores y también terribles años, llenos
de ilusión y de incertidumbre. Los que combatimos la dictadura franquista
encontramos compañeros de aventura en personas como Rodolfo Martín Villa. Fue
un tiempo compartido que hemos dejado en herencia a los españoles sin necesidad
de ningún testamento y lo hicimos unidos en las diferencias, con objetivos
compartidos. De aquella aventura política nació la España del 78 y
agradecimientos y amistades que perdurarán hasta el final de nuestras vidas.
En Madrid a 23 de julio de 2020
Fdo. Don Nicolás Redondo Urbieta
Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/cartas-apoyo-politicos-martin-villa-presentado-jueza_1_6194239.html
P.D.
La foto no pertenece a la noticia del diario.es
“Ahora sí le doy las gracias a Martín
Villa”: la carta de apoyo del exsecretario de CCOO Antonio Gutiérrez
En la carta, a la que ha tenido acceso
eldiario.es, el ex secretario general del sindicato cuenta cómo fue torturado
por Antonio Tejero y exime a Martín Villa de los delitos por los que se lo
investiga
elDiario.es 3 de septiembre de 2020
22:31h
El exministro Rodolfo Martín Villa ha
presentado varias cartas de apoyo a su persona para su declaración ante la
jueza de la querella argentina María Servini. Entre ellas, la del ex secretario
general de CCOO Antonio Gutiérrez, que titula su escrito “Ahora sí le doy las
gracias a Martín Villa”. En él lo exime de responsabilidad en los asesinatos
investigados y afirma que imputarle tales delitos “no es sólo una sarcástica e
insostenible tergiversación de su trayectoria, sino de todo el proceso de
Transición a la democracia”.
A continuación reproducimos el
contenido completo de la carta, a la que ha tenido acceso eldiario.es.
A
la atención de la Excma. Sra. Dª María Romilda Servini de Cubría
Magistrado-Juez Juzgado Nacional Criminal y Correccional Federal nº1 Buenos
Aires, Argentina
AHORA
SÍ LE DOY LAS GRACIAS A MARTIN-VILLA
A finales de febrero de 1976 fui
detenido a las puertas de la factoría que Michelin tiene en Lasarte, pegando a
San Sebastián. Era trabajador de la multinacional en la fábrica de Valladolid y
la dirección acababa de decretar el cierre patronal por la huelga que diez
antes habíamos iniciado reclamando el cumplimiento de la Ordenanza Laboral de
las industrias químicas que fijaba la jornada semanal en 45 horas, mientras la
empresa nos imponía 48 en turnos rotatorios que cambiábamos cada quincena; de
tal forma que en los cambios de turno el descanso apenas duraba un domingo
escaso y agriado (se plegaba a las seis de la mañana del domingo y había que
volver al tajo a las seis del lunes).
Aunque la huelga se había
desencadenado por mi despido y se limitaba a las instalaciones vallisoletanas,
el motivo interesaba a todos los trabajadores del grupo Michelin por lo que
decidimos buscar su solidaridad y su implicación en la lucha. Para ello
fletamos varios coches con piquetes con los que fuimos informando en asambleas,
improvisadas e ilegales entonces, a los compañeros de Aranda de Duero (la más
reciente); de Vitoria (la más grande) y de Lasarte (por aquellos años la
cabecera del grupo para toda España). Mientras esperaba la salida de los
trabajadores del turno de tarde apareció un utilitario camuflado de la Guardia
Civil con varios números a las órdenes de un sargento primero quien, poniéndome
el “naranjero” (subfusil) en el pecho me aclaró, contundentemente, que estaba
detenido. Del retén de Lasarte fui conducido a la Comandancia 511 de S.
Sebastián (Intxaurrondo). Su Comandante era Antonio Tejero quien, tras arrojar
sobre la mesa unos folios que, al parecer, contenían mi ficha policial, me dio
la bienvenida con las siguientes palabras: “… dale gracias a esos ministrillos
reformistas que son unos rojos y unos liberales; porque con este expediente no
salías vivo de aquí, hijo…”
Permanecí detenido varios días sin
pasar a disposición judicial recibiendo metafóricas “chuletas de Mombuey” (en
aquél momento desconocía la existencia de tan bonito pueblo en la inmediaciones
de Sanabria y más aún que tuvieran tan excelente carne).
Los empleados de las demás
dependencias de Michelin aún tardaron alguna semana en incorporarse a la
huelga, que duró en total 105 días. En todo aquél período no fue posible
negociación alguna, ni siquiera con el intento de mediación que sugirió el
ministro de Relaciones Sindicales, Rodolfo Martín-Villa. El entonces jefe de
recursos humanos del grupo, formado para la delicada función de gestionar el “capital
humano” en la guerra de Argelia como miembro de la OAS, nos espetó que: “él no
había negociado con el FLN argelino que tenía metralletas y menos lo iba a
hacer con trabajadores, que encima eran españoles”.
Precisamente mantuvimos una reunión de
coordinación de las Comisiones Obreras de Michelín en Vitoria en el entorno del
3 de marzo, en la que analizamos la generalización de conflictos en toda la
provincia, que en principio se incardinaban con la ola de huelgas que se
estaban desarrollando durante todo el primer trimestre de aquél año “76”
promovidas en la mayoría de los casos por Comisiones Obreras, pero que allí
adquirían una tensión creciente con la que se estrechaban los cauces para la
negociación; anegados ante todo por unas patronales cerradas en banda que se
retroalimentaban con la exacerbación de los conflictos a cargo de unas
denominadas Comisiones Anticapitalistas. Y al final estalló la tragedia.
Los disparos de la policía contra los
manifestantes que salían de una asamblea en una iglesia y los cinco muertos que
ocasionaron sus balas no tuvieron ni tienen justificación alguna. Pero la
justicia y reparación que merecen las víctimas en este y en cualquier otro
caso, nunca se logra señalando a un falso culpable. Paradójicamente, la figura
de los chivos expiatorios ha servido para todo lo contrario: desnaturalizar la
justicia y procurarle impunidad a los verdaderos culpables.
Como está sobradamente acreditado
Rodolfo Martin-Villa no sólo no dio orden de disparar sino que, junto con otros
miembros de aquél gobierno como Adolfo Suárez o Alfonso Osorio, participó de
las decisiones que cortaron la espiral de violencia que se vivía en Vitoria en
la tarde de aquél 3 de marzo de 1976, nada más enterarse de lo que había
sucedido al filo del mediodía.
Contra lo que se aduce en la querella
presentada contra Rodolfo Martín-Villa, atribuyéndole la responsabilidad
directa de la actuación policial en los sucesos de Vitoria, me permito sugerir
que gracias a que en ausencia de un ministro titular tan temperamental que
exclamaba “¡la calle es mía!”, tuvimos activo, entre otros, a Rodolfo
Martín-Villa volcado justo en lo contrario, en compartir el espacio público,
físico e institucional, para que de una vez pudiéramos convivir en paz, se puso
fin a la tragedia de Vitoria. Él no mandó disparar, sino templar; y lo
consiguió.
La Transición española no fue un
edulcorado proceso exento de violencia y repleto de diálogo y buenas maneras.
De la primera hubo más de la cuenta y el segundo llegó tarde y fragmentado.
Tampoco es un modelo a seguir miméticamente, como a veces se ha pretendido por
algunos tratando de exportarlo a otros países que habían padecido dictaduras,
particularmente en América Latina. Pero sí es ejemplar que por primera vez en
la historia de España el empeño modernizador de una parte de su sociedad no
terminase abortado a palos por la parte más reaccionaria, la que generalmente
ha detentado más poder. Por una vez el “duelo a garrotazos” con el que de forma
genial Goya había plasmado los reiterados fracasos históricos de nuestro país,
se quedó colgado en las paredes del museo de El Prado.
Entre sus artífices no había que darse
las gracias pues ninguno otorgó al otro la libertad. Fueron de muy distinta
matriz política, de enfrentadas ideologías; participaron de forma diversa y
desde períodos diferentes. Aunque todos los mimbres fueron imprescindibles para
tejer el cesto de la democracia española en el que cupiésemos todos. Incluso
quienes doctrinariamente abjuraban de la democracia.
Pero lamentablemente no se limitaron
al negacionismo doctrinario sino que trataron de abortarla matando. Unos, los
nostálgicos del franquismo porque calibraron que el simple hecho de reinstaurar
la democracia dialogando era una enmienda a la totalidad de la atroz guerra
civil a la que recurrieron para usurpar el poder y a sus cuarenta años de
dictadura que lejos de ser de paz y de progreso quedaban en evidencia como la
etapa de mayor oprobio, injusticia y mediocridad de la historia. Otros, los
terroristas de ETA porque carentes de la más mínima justificación para matar
durante el franquismo, quedaban definitivamente desarbolados en una España
democrática que se estrenaba amnistiándoles y cuya unidad ya no se iba a
imponer como un acto de fuerza desde el centro sino que se configuraba como la
consecuencia de un pacto constitucional por el que simultáneamente se reconocía
el derecho de sus pueblos al autogobierno; como finalmente consagró el título
octavo de la Constitución española de 1.978.
En aquel contexto los que más
sufrieron la violencia fuimos de un lado el movimiento obrero organizado,
objeto de los asesinatos perpetrados por los grupos fascistas, siendo el más
conocido el de los abogados laboralistas de CC OO del despacho de la calle
Atocha de Madrid; aunque muy pronto también fuimos blanco de los ataques de
ETA, pues ya en 1977 fue asaltada e incendiada la sede de nuestro sindicato en
Bilbao. En otro lado del espectro político comprometido con la transición a la
democracia fueron quienes provenían del régimen los que tuvieron que soportar
mayores ataques de ambos lados. Entre ellos, Rodolfo Martín-Villa fue tal vez
de los que más amenazas e invectivas recibieron, tanto de los ultraderechistas
como de los terroristas; y a unos y a otros respondió redoblando su compromiso
con el proceso dialogado hacia la democracia. En consecuencia, imputarle a él
delitos de asesinato e incluso de genocidio no es sólo una sarcástica e
insostenible tergiversación de su trayectoria, sino de todo el proceso de
Transición a la democracia. Así no se honra, sino que se deshonra la memoria de
la lucha por las libertades y por la democracia en España.
Las leyes sobre la memoria son útiles
para amparar investigaciones históricas y otras actuaciones que contribuyan a
esclarecer hechos y aún procurar reparaciones a las víctimas de nuestro pasado.
Pero la memoria de un país, no se legisla sino que se atesora enseñando su
historia con objetividad y en algunos países como el nuestro aún es necesario
el coraje para enseñarla sin mutilaciones. Esa enseñanza germina educando en
valores cívicos a una generación tras otra.
Paradójicamente, una forma de arruinar
la memoria democrática es sustentar querellas como la que culpa de delitos tan
atroces como falsos a Rodolfo Martín-Villa asociados al proceso de Transición a
la democracia. Convertir aquél logro colectivo en una frustración histórica
sólo beneficiaría a quienes alientan el resentimiento; que antes y ahora es el
abono de la intolerancia y a la postre de la violencia.
Nunca le di las gracias a ninguno de
los ministros de aquél gobierno del 76, como me dijo, con rabia, aquél guardia
civil devenido en golpista, a quien por cierto destituyó poco tiempo después el
propio Martín-Villa para que dejara de hacer fechorías en Intxaurrondo. Bastó
con el respeto mutuo desde las notables y nunca ocultadas diferencias políticas
que tenemos. Pero ahora sí quiero agradecerle que siendo ministro evitase la
violencia siempre que pudo y viniese de dónde viniese. Un agradecimiento
cargado de respeto porque si en este país nos perdemos el respeto volveremos a
perderlo todo.
Madrid, Julio, 2.020
Fdo.- Antonio Gutiérrez Vegara
Dni.-74151926
Militante de CC.OO. desde 1.967;
Secretario general de CC.OO.
1.987-2000
Diputado independiente en las
candidaturas del PSOE 2.004-2011
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