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martes, 20 de junio de 2023

JUAN CUNILL CAÑELLAS - UNA MUERTE ANUNCIADA



Juan Cunill Cañellas. Una muerte anunciada.

Autor: Miguel Garcia Diaz

El Sr. Juan Cunill Cañellas es el protagonista de esta historia, una de las muchas que  se produjeron, tanto en un bando como en el otro, durante la Guerra Civil iniciada el 18 de julio de 1936  y que tuvieron un trágico y lamentable final.

Juan era natural de Santa María del Camí (Mallorca) donde nació el 5 de octubre de 1892. De profesión pastelero, trabajó en el horno Santo Cristo de Palma de Mallorca hasta que fue llamado a filas y tuvo que irse a Barcelona a hacer el Servicio Militar. Cuando su hermano Miguel se casó, lo declararon exento por ser de padre sexagenario y pobre.

Volvió a Palma de Mallorca reincorporándose a su trabajo en el mismo horno, hasta que un buen día apareció por el mismo Salvador Robles, un industrial gaditano que probó las ensaimadas que allí se hacían y quedó asombrado de la exquisitez de las mismas. Motivo por el cual contrató a Juan Cunill para trabajar en el obrador de la Pastelería “Viena”de su propiedad. Fue por tanto él quien introdujo en Cádiz las ensaimadas, especialidad pastelera hoy en día tan conocida y extendida. Al mismo tiempo que a Juan, el citado industrial contrató también a Antonio Valls como encargado de su pastelería. (1).

Juan vino a Cádiz en 1921 y una vez establecido en la ciudad conoció a la joven Catalina Aragón Utrera,  natural de Chiclana de la Frontera, con quien se casó en el año 1924. Se fueron a vivir a un piso alquilado en el número 17 de la calle Ramón Ventín (Sacramento).

En el vivió hasta el día de su detención. Al fundar una familia(2) y pensando en mejorar económicamente dejó la Pastelería “Viena” y llegó a un acuerdo con Salvador Robles, para comprarle un local de su propiedad, el bar “La Diana”, sito en la Avenida Alejandro Lerroux número 2, comprometiéndose con él en pagarle semanalmente una cantidad hasta abonarle la cantidad pactada. (3)

El bar estaba frente por frente del Cuartel de Santa Elena, sede del Regimiento de Infantería número 33 de Cádiz. El sitio era ideal para hacer negocio porque en las casas próximas del barrio de Santa María vivían la mayoría de los sargentos y demás clases del Regimiento y enfrente, además de lo que era el cuartel propiamente dicho, existían unos Pabellones Militares donde vivían jefes, oficiales y suboficiales de la unidad. Por aquel entonces eran bastantes los militares dados a alternar en la barra de un bar y éste lo tenían muy cerca por lo que la clientela la tenía asegurada. A primera hora eran muchos los que allí se tomaban el café, la copa o desayunaban y que repetían la visita al mediodía para tomar unos vinos antes de comer. Entre sus clientes habituales se encontraba un comandante de Infantería que vivía en la planta alta izquierda de los citados pabellones. Era muy corriente también entonces el consumir “de fiado” y el comandante llegó a acumular una suma de consideración, de forma que cuando en una ocasión mandó a su asistente a por unos cafés, Juan le dijo al soldado que le dijera al comandante que le pagara lo que le debía pues él tenía que dar de comer a sus cuatro hijas. El comandante se personó en el bar muy airado y ofendido y tras pagarle lo que le debía le dijo textualmente: “Te voy a meter en un sitio donde no vas a ver más la luz del día”.

En la tarde del 18 de julio de 1936 se dio lectura al Bando de Guerra en la plaza de Argüelles por una Batería del Regimiento de Artillería de Costa numero 1 y la guarnición de Cádiz al mando de los generales López Pinto y Varela se sumó al Movimiento iniciado la tarde anterior por el Ejército de África. Ese sábado por la mañana los oficiales hicieron su vida normal y acudieron como siempre al bar en las horas habituales. Tras la marcha de las tropas al Gobierno Civil para proceder al asedio de éste, los establecimientos fueron cerrando y el bar “La Diana” también.

Según contaba su hija Antonia, todos los domingos, durante el verano, Juan acostumbraba a llevar  a su familia a la playa (4) y el domingo 19 de julio, a pesar de lo que ocurría en Cádiz y en toda España, no fue una excepción. Estando en la playa un amigo le advirtió que esa noche no durmiese en su casa, pues tenía noticias de que estaban produciéndose detenciones por parte de la policía, y él tenía antecedentes de haber pertenecido al sindicato anarquista de su gremio.(5).

Juan decidió quedarse a dormir en el bar, y a la vuelta de la playa, mientras que su familia marchó a su domicilio él se dirigió al establecimiento. Eran las 18,30 horas. Al llegar  vio que las puertas se encontraban precintadas. Poco después, en la misma puerta fue detenido, siendo conducido a la Prisión Provincial e ingresado en la misma.(6) A través de una nota dirigida a un amigo llamado Pepe que vivía en la calle Santo Domingo número 47, hizo saber a su mujer que se encontraba en la cárcel, pidiéndole que le mandara una toalla y la comida, por las mañanas de 10 a 11 y por las tardes de 4 a 5. Enterada Catalina del paradero de su marido fue a la cárcel y durante los cuatro días que estuvo en la misma le llevaba la comida en un canasto y a través de notitas ocultas entre la comida se comunicaban. Ella le hacía llegar lo que él le pedía depositándolo en la guardia. Un mechero, tabaco, una camiseta, una toalla…lo que él iba necesitando. Por este procedimiento del papelito en el canasto, Juan le pidió también a Catalina que comunicara a Rosalía, una conocida, que su marido Paco López estaba también allí encarcelado. (7)

El 24 de julio, ante la masificación producida en la cárcel por las recientes y numerosas detenciones, Juan y otros presos fueron conducidos por la Guardia Civil a la prisión eventual que se habilitó en la llamada Fábrica de Torpedos (actual Instituto Hidrográfico).(8) Un buen día, cuando él creía que iba a ser puesto en libertad, fue trasladado al Penal del Puerto de Santa María. Le dejó a su mujer una nota comunicándoselo y dándole instrucciones.(9)

En el penal le fue levantada la incomunicación y Catalina iba a visitarle cada jueves con alguna de sus hijas. Hablaba con él a través de una reja que los separaba dos metros, aunque a las niñas si le era permitido acercarse a su padre y estar con él.  Por otra parte su mujer inició gestiones con conocidos y personas importantes en aquellos días para tratar de sacar de la cárcel a su marido.

El día 25 de octubre, cuando fueron a visitarle, le dijeron simplemente a su mujer que “no estaba”. Le hicieron entrega de sus objetos personales entre los que se encontraba una almohada en la que  descubrió unas notas a ella dirigida. En la noche del 22 al 23 de octubre de 1936 había sido sacado del Penal y fusilado. A su mujer nunca le dijeron donde estaba su cuerpo. Un cuerpo que tapado por la tierra de una fosa común en algún lugar le impediría para siempre ver la luz del día, como le vaticinaron. Se supone que fue ejecutado en cumplimiento de una desconocida sentencia emitida por un desconocido juez que resolvería el caso de un reo acusado de no se sabe que delito. ¿Por sus ideas políticas próximas al anarquismo?. ¿Por su pertenencia a un sindicato gremial de carácter anarquista?. ¿Por una venganza?.

Después del suceso, temerosas, Catalina y sus hijas se fueron a Mallorca donde vivían los hermanos de Juan. Como dato anecdótico, el dinero para el viaje a Mallorca se lo dio el alcalde Ramón de Carranza. Hizo gestiones para recuperar la gramola que había en el bar de su marido pero todo fue inútil, pues la misma fue incautada por orden de la Comandancia Militar. Catalina, la mujer de Juan, estaba embarazada de cuatro meses de su quinta hija, a la que puso de nombre María Luisa. Juan murió sin saber que su esposa estaba embarazada, pues no quiso decírselo para no aumentar su angustia. El bar permaneció cerrado muchos años, la casa fue derribada y construido un nuevo inmueble en su lugar y curiosamente más o menos donde estaba existe en la actualidad otro bar.

Catalina murió muy joven de una enfermedad muy corriente en aquella época de miseria, cuando contaba con sólo  39 años de edad y sus cinco hijas quedaron huérfanas de padre y madre. Antes de morir, con fecha 5 de abril de 1945, solicitó la inclusión de sus hijas en el Censo de Huérfanos (Huérfanos de la Revolución y la Guerra) y en el año 1946 les fue concedida una pensión de orfandad. (10)

Su familia siempre ha creído que fue una cruel venganza del antes citado comandante de Infantería, al que acusan de ser el culpable de lo sucedido. Éste  fue dado de baja en el Ejército en el año 1937 por tener antecedentes masónicos, más tarde sufrió la amputación de sus dos piernas y un hermano suyo fue fusilado de igual forma que  Juan Cunill en la matanza de Paracuellos.

Hoy en día las hijas que aún viven y los nietos de Juan Cunill, el pastelero, el de las ensaimadas de “Viena”, el honrado industrial de “La Diana”, Cafés y Vinos, siguen buscando el lugar donde puede hallarse sepultado su cuerpo, pero no encuentran el sumario de un posible Consejo de Guerra, que parece que nunca existió, ni expediente judicial ni documento alguno que les ayude a esclarecer el caso. Quizás se le aplicó directamente el Bando de Guerra. Quizás nunca se sabrá de qué fue acusado y por quien, que fue de él y donde está, pero la esperanza es lo único que se pierde. Algún día Juan Cunill Canellas verá la luz.

 

(1)   Antonio Valls, fue contratado como encargado de la Pastelería “Viena” y fue abuelo de Antonio Valls Garrido, concejal del Ayuntamiento gaditano y propietario después de la Pastelería “Viena”.

(2)   En 1925 nació su primera hija a la que puso de nombre Antonia.

(3)   El bar tenía dos puertas a la calle y ocupaba parte del bajo de la casa en un lugar muy próximo al que hoy ocupa el bar “Río Saja”. En la misma casa vivían además Fernando Martín Batilla(sombrerero), Antonio Sampayo Pérez (carpintero), Eduardo Alonso Tabeada (cochero), Cristóbal León López (retirado) y los operarios Alfonso Barrios Martín, Manuel Sánchez Doval y Salvador Díaz Ventura.

(4)   En 1930 nació Catalina a la que llamaban Nani, en 1932 Margarita y en 1934 Juana.

(5)   Estando en Barcelona fue fichado por tomar parte en una huelga de panaderos y además fue autor de un panfleto titulado “Crónica obrera”.

(6)   El 19 de julio se produjeron más de 50 detenciones por la policía obedeciendo órdenes del Comandante Militar. Todos los detenidos fueron llevados a la Prisión Provincial.

(7)   “Catalina mándame tabaco y harás el favor de decir a Rosalía que Paco López está aquí. Sin más, besos a Antoñita y la Nani y Margarita y Juanita. Tu Juan.”

(8)   Fueron habilitadas como prisiones eventuales, además de un barracón de la Fábrica de Torpedos sita en el barrio de San Severiano, el vapor “Miraflores”.

(9)   “Catalina, sabrás que hoy hemos salido de Torpedos para el Puerto. No te apures, tu sigues y no pares hasta que hayas  conseguido mi libertad y si es que no esté el jueves ven o escribes de lo que hay. No me mandes más que tabaco y papel para fumar. Si vienes no traigas más que una niña. Si te hace falta dinero se lo pides a Rafael. Esa ha sido una sorpresa. Yo esperaba mi libertad y me mandan al Puerto. Que le vamos a hacer, paciencia, ya vendrán tiempos mejores como dice la copla. A ver si a la noche esta …(ilegible)…libertad y me alegraría bastante. El jueves trae una sábana y una funda. Juan Cunill.”

(10)  En 1948, su hija Antonia volvería a solicitar otra pensión para su hermana María que no estaba incluida, concediéndosele igualmente.

Fuente: http://estoespasionporcadiz.blogspot.com/2011/08/mis-articulistas-preferidos-miguel.html

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