DESPUES DE CADA GUERRA…
(YALTA)
A Wislawa Szymborska
Después
de cada guerra
alguien
tiene que limpiar.
Pongamos por ejemplo a los
camaradas:
Franklin Delano Roosevelt, Iósif Stalin y Churchill, que
en la conferencia de Yalta
exponen:
–A mí me toca… Soltó Roosevelt, a bote pronto, dirigiéndose a Stalin…
–Y, a mí…y a mí también me
toca, no te jode…! –Mosqueado le respondió Stalin.
–¡Y, yo qué, no pinto nada…!
Gritó Churchill, tirando el puro y saliendo de la sala.
–Roosevelt.
Está bien, tranquilo. El
gordito ya volverá. En tanto, continuemos tú y yo decidiendo
en qué sentido ha de girar
la tierra.
¿Qué te parece para ti un
tercio? Del mundo se entiende.
–Stalin.
Dejémoslo en el sesenta
cuarenta. Para ti el sesenta claro, te lo debo.
–Roosevelt.
Y qué coño hacemos con
Churchill. Ya sabes lo retorcido que es el amigo.
–Stalin.
Qué me vas a contar; el muy
cabrón la va a liar parda en cuanto, –Lenin, no lo permita– desaparezcas.
Éste, está por otra guerra,
pero más fría y duradera.
–Roosevelt.
Bueno, tú sigue a tu royo
con los Gulag que, por cierto, según me cuenta
John Silas Reed, forman
parte de unas fantásticas instalaciones deportivas.
Deberías presentar vuestra
candidatura para las olimpiadas de invierno.
Yo, en tanto, me ocuparé de
mi patio trasero.
Te vale una cerveza? ¡Ah,
perdona! Se me olvidó que eres abstemio,
y un furibundo ecologista.
Que conste, que siempre fui un admirador de tu mano izquierda.
–Por cierto, qué haremos con
los científicos nazis. –Preguntó Stalin.
–Yo no sé, pero… seguro que
uno de éstos nos lleva a la luna. –Le contestó Roosevelt.
–Stalin.
Espero verte pronto. Salud y
vida te deseo… «¡Paralítico de mierda!»
–Roosevelt.
Lo mismo: a tus amigos y
enemigos… «¡Será hijo de puta!»
Pepe Gómez. Puerto
Real.
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