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sábado, 12 de mayo de 2018

EL VALLE DE LAS VERGUENZAS


EL VALLE DE LAS VERGUENZAS
Extraído del periódico CeNiT  31-Marzo.1998 nº 722
Por la Sierra de Guadarrama, hace siglos se marcaron dos rutas. A la izquierda, la de los Asturias, que descendía en El Escorial. A la derecha, sobre la esmeralda del campo, la de los Borbones. Hace bastantes ya, después de la sublevación militar-clerical-falangista – 18 de Julio de 1936 – se abrió paso en medio de ellas, como empujando la negra historia de España. La idea es que, con el tiempo se le “llamó la tumba de Franco”. La nueva ruta, bajo el firmamento claro, conduce al Valle de los Caídos…
“El macabro Franco” inicialmente, al parecer, pensó construir allí su tumba. Un mausoleo hecho a la medida para césares o reyes, que superara en boato y grandeza a la blanca parrilla que evoca el martirio de San Lorenzo del patrón de Gratallops – Alto Priorato – El Escorial, levantado por Felipe 2º. Después por lo visto, reflexionó… Era demasiado… Dijo entonces que la construcción sería el camposanto de los “caídos” durante la Guerra Civil que él mismo provocó y llevó hasta las más extremadas consecuencias, a la cual bautizó de “Cruzada de la Liberación”. Después, “el todo poderoso” Franco volvió a reflexionar y agregó que, sería panteón de todos los españoles muertos en la “cruzada”.
La obra material, cuando yo la vi aún no estaba concluida del todo. Faltaba poca cosa. No obstante, se podía adivinar ya, y “admirar” la enorme cruz hueca que remataba la iglesia. Seguramente es la cruz mas alta que se conoce en el mundo. De sus brazos brotaba la música del coro, que nace a varios metros abajo y desaparece al viento sus notas y sus cantos litúrgicos cargados de humo de “butafumeiro” santiaguense compostelano…
Cuando el visitante se aproxima al sitio, desde lejos puede oír el canto del Valle de las Vergüenzas, imponente, triste y lánguido… Como si toda España franquista llorara por “sus “ muertos… lomando la idea inicial del “caudillo” (por la “gracia de dios”, como dicen algunas monedas en circulación) se diría que es el mayor monumento que se ha levantado a la vanidad humana y a la prepotencia a un tirano. El enano “generalísimo” debió soñar en las pirámides de Egipto, en las tumbas faraónicas de las riberas del Nilo, en el Tamojal de la hambrienta y depauperada India… ¡Pensó superarlos…! El Escorial era poca cosa para él…
Las bóvedas son fastuosas, los pisos de mármol, las maderas ornamentales, todas labradas por talladores seleccionados; las puertas debieron lograrse por pinos o robles gigantescos. El costo, desde luego, fantasmagórico, incalculable… Sólo un país que ya no tiene nada que realizar, un país que no tiene problemas con que luchar, podría darse tales lujos, hacer estos derroches, al finalizar la contienda armada, con más de un millón de muertos en su haber de asesinos apoyados por las potencias bélicas mas incruentas de Europa y resto del mundo. En esa época a España le faltaba carreteras, obras sanitarias, electrificación publica, escuelas, bibliotecas, y numerosas otras cosas básicas para un país en ruinas. Pero, la voluntad del “caudillo” era intachable, él afirmaba y opinaba y era intocable y se imponía sobre cualquier otra opinión que pudiera tener el martirizado pueblo español. Para no apartarse del periodo de “opulencia” franquista, Franco no se apartó un ápice de su línea de mesiánico peligroso, mezcló a los obreros constructores con los esqueléticos presos políticos. Y allí dejaron muchos sus vidas por un ruin salario “redentor”, doloridos por el frio y el helado viento del Guadarrama que soplaba sin entrañas sobre los cuerpos de los esclavos que Franco disponía con crueldad. A todos esos “rojos” seguro que se les enterrará, seguro, en la grandiosa tumba en el Valle de los Caídos.
El Escorial comenzó a edificarse en Abril de 1563. Pero la primera piedra el rey don Felipe, y aun tuvo tiempo colocar la última, en 1584. En el acta de su fundación quedó asentada el deseo del monarca para construir ese monumento en honor de su padre Carlos V aquel que dijo: “En mis dominios no se pone el sol”.
… Así vemos que Felipe II rendía tributo a sus progenitores y al mismo tiempo preparaba, con gran pompa su sepultura. Pero antes de morir, en 1597, también reflexionó. Y pensó que además de sus padres y de él, debían de ser llevados allí los cuerpos “de sus sucesores, por allí desfilaron nuestras animas y asi nuestra conservación de nuestro espíritu de nuestro Estado Real…” Felipe creyó, como han pensado muchos, que a grandes pecados, grandes monumentos terrenales, precisa elevar al cielo limpias oraciones. Y que a sus “salvadores” les harían mucha falta las plegarias. A partir de entonces, El Escorial se convirtió en panteón de reyes. Andando el tiempo crece y es Palacio, Monasterio, Museo y Basílica, y Congresos… al mismo tiempo.
Hace algunos años llegó al Escorial un extraño huésped; el cuerpo de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange Española a quien los republicanos antifascistas fusilaron en Alicante, lo mismo diremos, que, los falangistas de Granada asesinaron al gran poeta y hombre que ni siquiera lo juzgó ningún Tribunal Jurídico de Justicia, nos referimos, claro está a Federico García Lorca.
El ex oficial legionario de Franco, dispuso “por su cuenta y riesgo” que los huesos de José Antonio fueran sepultados al pie del altar mayor del templo de los reyes. Un fraile de verdad, de carne y hueso, incluida su típica vestimenta, me dijo: mientras veía la plancha de mármol donde se grabó su nombre, que José Antonio sería trasladado en fecha próxima al Valle de los Caídos. En realidad nada tiene que hacer en El Escorial.
El “generalísimo” homenajeó tanto al fundador y Jefe de su propio jonsenista que les cambió a la Gran Vía de Madrid y a la Diagonal de Barcelona, sitios característicos y populares. Pero, ni en un caso, como el otro, la gente jamás se acostumbró llamar a la Gran Vía con el de José Antonio, ni a la Diagonal, tampoco con la del Generalísimo… que yo sepa, nada hay en la España actual todavía que recuerde, oficialmente, ni a Federico García Lorca, ni al luchador anarquista Buenaventura Durruti; pero esto tampoco importa demasiado ahora. Porque la obra literaria ha recorrido culturalmente y artístico en todos los idiomas. Porque el poeta Federico García Lorca… y nuestro Buenaventura Durruti, sin lugar a dudas, están por encima de toda la chapuzaría politiquera, puro relleno y sin valor humano.
Entre Madrid y Toledo el polvo persistente ha encanecido los caminos. A lo largo de la ruta, a uno y otro lado, los sembradíos eclipsaron su verde con el polvo que arroja continuamente sobre ellos el viento secular de Castilla la Vieja… La ciudad parece desde lejos una historia de príncipes y hadas, mejor dicho, una estampa venida de la Edad Media. Los montes donde se levanta y los que le rodean son restos de la Cordillera Oretana que después se pierde en los confines del territorio cuyo nombre glorioso y sus maltratados de nuestro estimado Miguel de Cervantes puso en labios del mundo entero; La Mancha…
Cuando se habla de Toledo tiene que pensarse en el genio de la pintura; el Greco. Y dejó lo mejor de su obra. Y se sabe de gentes, de ayer y de hoy, que han recorrido medio mundo con la sola esperanza de clavar los ojos sobre “el entierro del Conde de Orgaz”.
El Greco floreció en Toledo como las plantas cultivadas en su jardín. La que fue su casa ya no existe, pero los responsables españoles fabricaron otra que enseñan a los turistas como autentica. En ella se guardan cosas que pertenecieron al artista universal; toscas mesas que al tiempo ha respetado, algunos utensilios de cocina, una cama del siglo XVI y así por el estilo… No es este mi papel que nos recuerde al genio; ni una paleta rota donde algún día se pegaron los colores que utilizó su mano creadora. De todas maneras, es la casa del Greco. No importa que nunca la haya visto. Al menos simbolizan paso por la tierra toledana.
Por curiosidad visité la Catedral de Toledo, observé que sobre las lapidas que cubren los restos de varios cardenales españoles sepultados a lo largo de las naves del templo, cuelgan allí las capas purpúricas y los ribetes que en vida usaron que sostienen del techo prendidas de un alambre, allí han permanecido años y siglos, sin que se sepa que alguna vez se hayan desprendido.
Capas y ribetes, que el tiempo ha desteñido, lucen polvorientos, pero se veían bien conservados. Vi acercarse hacia mí un cura joven de una redonda e hipócrita sonrisa. Como, por curiosidad, tenía interés, me acerqué a él y le pregunté sin más; si sabía que alguna vez, que cualquiera de una de esas prendas, librándose de sus amarraderas, hubiese venido abajo, quiero decir, al suelo, alguna de ellas. El cura me sonrió con cierta malicia, con esa malicia sana, franca e ingenua  de las gentes de los pueblos de Castilla y, sin pensarlo nada me dijo. “No que yo sepa, y además, hay sobre este punto, una “conseja”… Iba a marcharme ya, pero al decirle que ignoraba aquello de la “conseja” se detuvo y reiteró: “Si la capa y el ribete caen al suelo, luego el Cardenal Plá y Daniel, sube al cielo…” algo mas dijo, en esta misma catedral, que es un gigante de piedra de granito pelada, sobre la Sierra, también de piedra pelada, nos ha llamado la atención; muy cerca de la espada del rey Fernando III, hay otra espada puesta allí en piedra reciente. Fernando III, hacia el siglo XIII, puso las bases e inició lo que podía llamarse el esplendor de Castilla. La Iglesia dice que predicó el amor contra el odio, la virtud contra el crimen, la paz contra la guerra; la otra espada de que hablamos, tuvo un dueño único, absoluto, que hizo el “honor” a España y a su historia maltrecha y vestida de harapos zurcidos carnavalescos, y, sobre todo, para domarla, ordeñarla y domarla, para que se conservara cerca de la espada de Fernando III.
Esa otra espada la donó, ni nada más ni nada menos que el mismísimo “macabro del Pardo” el más sanguinario, criminal que parió el periodo más reaccionario y atrasado de la historia de la España negra… Y ese monstruo de sete escalofriante capitulo no fue otro que, el que se hacia llamar con el nombre de Francisco Franco Bahamonde, el “Caudillo” por “la gracia de dios” y el poder omnipotente del “patrón” de España, Santiago compostelano, “arquitecto” y creador en exclusive del Valle de las Vergüenzas, enclavado cerca de Madrid y la Sierra de Guadarrama y del Escorial levantado por Felipe II.
 
Ramón Sentís Biarnau

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