Elegir que alguien decida por ti no es decidir
Tradicionalmente, CNT ha propugnado la abstención en todo tipo de comicios, y lle- vamos casi un siglo de existencia, por lo que raramente se nos puede acusar de hacer el juego a tal o cual partido. La democracia representativa se basa en la mentira de que las personas, eligiendo que alguien tome las decisiones que deberíamos tomar entre todos y todas, estamos decidiendo realmente. Lo que se presenta como un día en el que los ciudadanos y las ciudadanas son soberanos y deciden es pura impostu- ra. Porque si uno se para a pensar con la cabeza fría... ¿Qué decidimos? ¿Decidir que alguien decida por nosotros es realmente decidir? ¿Elegir entre diferentes élites que se encarguen de tomar las decisiones colectivas...es democracia? La respuesta no es muy difícil: No. Un claro y rotundo NO.
Es muy irresponsable otorgar a una camarilla de elegidos nuestra capacidad de decisión sobre el mundo que nos rodea, sean del color que sean. Y además es iluso el creer que metiendo un voto en una urna y reclamando responsabilidades (?), estamos decidiendo realmente.
EL VOTO, la gran mentira
Votar no hace sino ayudar a mantener el statu quo del sistema, independientemente de quien de forma circunstancial gobierne. El voto, lejos de dar la palabra a los ciuda- danos, lo convierte en sujeto pasivo presto a convalidar la dedocracia de los jefes polí- ticos que mandan en los partidos que son, al fin y al cabo, quienes eligen a los que van a ser elegidos: No se elige a la persona ideal, si es que existen estas personas, se elige a quién te pone la dirección política de un partido.
El voto anula la capacidad de auto-organización de la sociedad al delegar en otras tareas que nos corresponde a los ciudadanos, acostumbrándonos a ser meros actores de nuestras vidas que son organizadas desde fuera. Los ciudadanos no tenemos ca- pacidad de veto sobre los elegidos, siendo éstos personajes impunes durante cuatro años. La capacidad de control de los ciudadanos sobre sus gobernantes queda así supeditada al "vote a otro la próxima ocasión" repitiéndose de forma viciosa el círculo de descontrol al poder.
El voto, pues, no es la solución sino la trampa.
CAMBIAR LAS COSAS
Frente a quienes piensan que hay que cambiar de gobierno o seguir con el mismo por las circunstancias de todos y todas conocidas y que día si día también nos recuerdan los políticos y sus voceros, no está de más recordarles que los acontecimientos que nos está tocando vivir no es sino puro juego político-parlamentario. En realidad, no hay grandes diferencias entre los partidos políticos y basta leer o ver cualquier medio para darse cuenta que solo comentan cosas anecdóticas, que cualquiera de las cosas que preocupan al grueso de ciudadanos y ciudadanas quedan relegados a grandilocuentes frases vacías de contenido. Pensar que cualquier cambio pueda venir por este lado es política-ficción.
En efecto, en ningún lado del mundo a través del juego político-parlamentario se ha logrado un cambio sustancial de las relaciones entre los ciudadanos y el poder. En ninguno.
Si de verdad queremos un mundo mejor, si queremos más cuotas de libertad, si que- remos ser justos y solidarios con los de fuera y dentro, respetuosos con el medio am- biente no hay más camino que el trabajo del día a día y por esas causas. Ni gobiernos ni estados, ni partidos ni políticos, ni capital ni nadie lo van a solucionar ya que ellos son la causa de la desigualdad. Sólo organizándonos de forma horizontal (sin que na- die esté por encima de nadie), autónoma al poder (para ser dueños verdaderos de nuestras decisiones), gestionando nuestras actividades por nosotros mismos, y repar- tiendo por igual tareas y riquezas podemos empezar a tomarnos en serio aquello de la “democracia”.
Por todo lo dicho planteamos que ante las próximas elecciones del 9 de marzo no hay que ir a votar, porque la mejor forma de decirles NO es simplemente no entrando en su juego.
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