Revolucionarios sí;
voceros de la revolución, no
En tiempos, no muy lejanos, era uso y costumbre entre los militantes del socialismo, del anarquismo y del sindicalismo apelar a la Revolución Social para todos los menesteres de la propaganda, de la oratoria y hasta de la correspondencia privada. El abuso llegó a tal extremo, que la locución pasó a mejor vida completamente desgastada y sin provocar la más ligera protesta.
Este cambio en las costumbres no fue meramente de fórmula, como pudieran imaginarse los poco versados en el movimiento social contemporáneo. Más o menos, todos creíamos, a puño cerrado, que la Social estaba a la vuelta de cualquier esquina y que el día menos pensado íbamos a encontrarnos en pleno reinado de la anhelada igualdad. Andando el tiempo, la imaginación hizo plaza a la reflexión, el corazón cedió la preeminencia al entendimiento y fuímonos dando cuenta de que por delante de nosotros había un largo camino que recorrer, camino de cultura y de experimentación, camino de lucha y de resistencia, camino indispensable de preparación para el porvenir.
Y todos nos pusimos a estudiar y todos, estudiando, aprendimos a luchar, a propagar, hasta a hablar con maneras nuevas que correspondían a maduras reflexiones. El cambio en el uso de las locuciones que parecían insustituibles, respondió al cambio de las ideas y los sentimientos que, al precisarse, se hicieron más exactas y más conformes a la realidad.
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