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martes, 19 de junio de 2012

HUELGA DE HAMBRE PARA PEDIR TRABAJO Y DIGNIDAD


HUELGA DE HAMBRE PARA PEDIR TRABAJO Y DIGNIDAD

Santos G. Monroy.- España estaba el lunes pendiente de un partido de fútbol que prometía glorias europeas, pero la verdadera proeza no estuvo en el gol de Navas. La auténtica gesta la escriben, desde el anonimato y ahogada por los gritos de ánimo a la Selección Española, personas como José Antonio Giménez Giménez, un ciudadano de Puertollano (Ciudad Real) que ha iniciado una huelga de hambre para reivindicar dos derechos amenazados, aunque inherentes al ser humano: trabajo y dignidad.

José Antonio Giménez Giménez es un hombre de principios. Da la impresión de estar dispuesto, si fuera necesario, a llegar a las últimas consecuencias. Lleva 36 horas de huelga de hambre, y una noche en vela al cobijo de su tienda de campaña. Se niega a ingerir alimentos sólidos. Dos botellas de agua son su cena. Mira lacónicamente a los ciudadanos de Puertollano que pasean bajo su puesto en la Concha de la Música, en el corazón de una ciudad brutalmente sacudida por la crisis. Ellos le devuelven la mirada con ajena extrañeza, quizá terriblemente acostumbrados a escenas parecidas.

José recibe el apoyo de pocos. De unos pocos jóvenes que se acercan a acompañarle, preocupados por su estado. Una chica de mirada limpia y asombrada. Miembros del 15-M de Ciudad Real y Puertollano. Su propia familia.

Esta es la forma de luchar de José Antonio. Según sus palabras, “por la dignidad de todos”. ¿Quién rescata al ciudadano?, reza la pancarta que ha colgado junto a su tienda de campaña. ¿Quién le rescata a él?, se pregunta. ¿Quién rescata a buena parte de esta sociedad que parece condenada a vivir en la cuerda floja?, se repite.

Este puertollanero de 56 años lleva dos en el paro, y faltan sólo dos meses para que finalice su prestación por desempleo. Después, el vacío, si nadie lo remedia. Si no lo remedia él mismo con su lucha. Toda la vida trabajando en la construcción no le ha valido el paraíso del Estado del Bienestar. Ahora, tras una infructuosa búsqueda de empleo, se debate en el limbo de la protesta. Dispuesto, asegura, a bregar hasta que el cuerpo aguante.

¿Abandonará pronto la huelga de hambre? Mira con sinceridad mientras señala que no lo sabe. “Nunca he hecho una huelga de hambre, nunca imaginé que me vería así”. Sólo sabe que lucha por lo que considera justo. Aquí. Ahora.

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