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viernes, 27 de diciembre de 2019

LA MATANZA DE KATYN


 La Matanza de Katyn

 Katyn constituyó uno de los crímenes más famosos de la Segunda Guerra Mundial. Perpetrado por la Unión Soviética, aprovechado por la propaganda anticomunista del Tercer Reich y silenciado por los Aliados Occidentales, Katyn sería durante largas décadas un foco de discusión entre los defensores de las víctimas y los seguidores de los verdugos que dividiría a la opinión pública hasta casi el mismo final del siglo XX.

Orígenes

El 1 de Septiembre de 1939, la Alemania Nacionalsocialista de Adolf Hitler invadió Polonia desencadenando la Segunda Guerra Mundial. Dos semanas después, la Unión Soviética de Iósif Stalin, se sumó a la campaña germana y atacó a Polonia por la espalda. Bastó únicamente un mes para que el Estado Polaco dejase de existir tras quedar repartido entre el Tercer Reich y la URSS al oeste y este respectivamente.

Más de 1.500.000 prisioneros de guerra polacos fueron capturados nada más consumarse la ocupación de Polonia Oriental por la Unión Soviética. Como ya venía siendo habitual en la URSS, el Ejército Rojo separó a los cautivos de más baja condición social, en este caso los soldados; segregándoles de la alta oficialidad o militares destacados en el mundo de la política o la cultura. Así fue como cerca de 20.000 presos polacos, fueron montados en trenes y trasladados a los campos de concentración provisionales ubicados en los monasterios de Starobielsk, Ostaszków y Kozielsk.
Mientras los oficiales presos pasaban el resto del año 1939 aprendiendo a soportar las difíciles condiciones de vida invernales en los campos de concentración rusos, Stalin debatió con el resto de miembros del Partido Comunista Soviético (PCUS) qué hacer con los prisioneros. Por aquel entonces la Polonia Oriental recién conquistada había sido incorporada a la República Socialista Soviética de Ucrania y los habitantes polacos habían perdido toda condición respecto a su origen anterior. Aquella sovietización del territorio polaco implicaba borrar cualquier vestigio artificial, pero también humano, del Estado anterior al comunismo. Fue por eso por lo que el 5 de Marzo de 1940 se firmó en Moscú un decreto por el cual se suspendía la categoría de “prisioneros de guerra” a los polacos por el de “terroristas contrarrevolucionarios” y por ello se aprobaba su inmediata ejecución.

Matanza de Katyn


Todo comenzó a principios de Abril de 1940, cuando las autoridades soviéticas informaron a los prisioneros en los campos de concentración de Starobielsk, Ostaszków y Kozielsk que iban a ser trasladados a nuevos centros de internamiento mucho más cómodos que los anteriores para que tuvieran unas mayores condiciones de vida. Pronto la noticia fue acogida con optimismo entre los polacos y muchos empezaron a hacer su equipaje para partir cuanto antes a sus nuevos alojamientos. Así pues, cientos de polacos fueron conducidos a las diferentes estaciones ferroviarias de Bialystock, Wilno, Wilejka, Wolozyn, Pinsk, Brzesc, Lwów, Luck, Tarnopol, Stanislawów y Drohobycz, donde montaron en los trenes. Fue en ese momento cuando las dudas asaltaron a los polacos tras ser encerrados en vagones de ganado provistos de jaulas y ser llevados durante largas horas hacia el este de Rusia, muy lejos de su patria en Polonia. Precisamente uno de los reos grabó en la madera del interior del vagón una frase pesimista que decía: “No creo que nos vayamos a casa”.

A primera hora de la mañana del 4 de Abril de 1940, el primer contingente de 390 polacos desembarcó en la Estación de Gniezdovo, a 16 kilómetros de Smolensk. Sobre los andenes, un pelotón de guardias del NKVD hicieron bajar a los prisioneros del tren y les obligaron a subir a la parte trasera de una serie de camionetas que rápidamente les condujeron hacia el interior del oscuro Bosque de Katyn, una inmensa y oscura arboleda de 4 kilómetros cuadrados compuesta por abetos rojos entre una elevación llamada Colina de las Cabras (Kosogory) y las orillas del Río Dniéper. Primeramente la más alta oficialidad fue separada de sus hombres y trasladada a una cárcel solitaria, donde tras ser desprovistos de sus objetos personales, les fueron pasando a una sala insonorizada con un guardia detrás de la puerta que les fue disparando un tiro en la nuca para acto seguido dejar caer el cadáver por un tobogán que descendía a la parte exterior del edificio sobre una camioneta vacía que poco a poco se fue llenando de cuerpos de sin vida. Mientras tanto se llevó al resto de prisioneros, la gran mayoría, a un claro del bosque con grandes fosas comunes excavadas en el suelo. Uno por uno los soldados polacos, maniatados por los brazos con cuerdas y alambres a la espalda, fueron puestos en fila y asesinados brutalmente de un tiro en la cabeza con ritmo y apenas sin pausa. Cuando una de las fosas se llenaba con decenas de muertos y los fusileros del NKVD terminaban de rematar a los moribundos con afiladas bayonetas, una máquina excavadora echaba tierra sobre los cadáveres, para a continuación seguir la masacre en nuevos agujeros. Así fue como al final de la jornada se asesinó a 390 polacos.

Desde el 5 de Abril de 1940, el proceso se fue repitiendo en el Bosque de Katyn, aunque en esta ocasión se redujo el asesinato de prisioneros a 250 diarios, todos ejecutados por pistolas alemanas Walther II y en menor medida por revólveres Nagant M1895. Las matanzas se repitieron durante muchas semanas, con excepción del 1 de Mayo, Día del Trabajador, jornada que era festiva en la Unión Soviética y por tanto los verdugos aprovecharon para descansar y tomarse unas vacaciones. También algunas de las víctimas fueron asesinadas fuera del Bosque del Katyn para acelerar el exterminio, por lo que fueron ejecutadas en los alrededores de Kharkov y Tver, siendo sus cuerpos enterrados más tarde en Piatykhatky, Mednoye, Bykivnia y Kurapaty.

Prácticamente toda la élite militar e intelectual de Polonia fue aniquilada en la Matanza de Katyn. Entre los militares asesinados hubo 13 generales (León Billewicz, Stanislaw Haller, Bronislaw Bohatyrewicz, Aleksander Kowalewsi, Henryk Minkiewicz, Kazimierz Orlik-Lukoski, Konstanty Plisowski, Rudolf Prich, Franciszek Sikorski, Leonard Skierski, Piotr Skuratowicz, Mieczyslaw Smorawinski y Alojzy Wir-Konas), 1 almirante (Xawery Czernicki), 24 coroneles, 79 teniente coroneles, 258 comandantes, 654 capitanes, 17 capitanes de navío, 9.227 oficiales, 3.420 suboficiales, 600 pilotos y 85 soldados rasos. Con ellos también fueron eliminados 1 príncipe, 3 terratenientes y 7 sacerdotes; mientras que entre los intelectuales hubo 800 médicos, 300 físicos, 100 ingenieros, 100 escritores, 100 abogados, 20 profesores de universidad, 12 catedráticos, 1 científico, 1 neurólogo y 1 cirujano. A nivel étnico se fusiló a algunos ucranianos y bielorrusos nacionalizados polacos, así como un buen número de judíos que constituyeron el 8% de los asesinados. Incluso hubo una mujer asesinada llamada Janina Lewandowska.

El 11 de Mayo de 1940 finalizaron los asesinatos en masa sobre el Bosque de Katyn. Hasta ese momento habían sido aniquilados 25.700 polacos en poco más de un mes; salvando la vida únicamente 448 supervivientes.

Polémica

Cuando Alemania invadió la Unión Soviética el 22 de Junio de 1941 mediante la “Operación Barbarroja”, Rusia se sumó a los Aliados alineándose con Reino Unido, país que curiosamente también era aliado del Gobierno Polaco en el exilio de Londres. Aquella situación imprevista obligó a Stalin a ocultar su odio contra los polacos y verse presionado a cooperar con ellos. Así pues, Inglaterra exigió a Stalin que liberase cuanto antes a todos los polacos capturados en 1939 y los enviase a Oriente Medio para constituir el II Cuerpo Polaco Libre del general Wladyslaw Anders que iba a enfrentarse a los alemanes. La Unión Soviética respondió concediendo una amnistía general y liberando a miles de militares polacos que inmediatamente se trasladaron al Mandato Británico de Palestina. No obstante el pánico cundió entre los rusos al imaginar las explicaciones que tendrían que dar sobre los 27.500 polacos asesinados en Katyn y su paradero.

Pronto los británicos y polacos libres en Londres empezaron a sospechar después de darse cuenta de que faltaban más de 20.000 nombres en los registros por presentarse a los cuarteles del II Cuerpo Polaco Libre en Palestina. En seguida pidieron explicaciones a la Unión Soviética, asegurando Stalin que no había podido enviarlos a Oriente Medio debido a que se encontraban en regiones del Círculo Polar Ártico y Siberia de muy difícil acceso aquel invierno o bien habían escapado a la Manchuria ocupada por Japón. La excusa no convenció a las autoridades de Londres, por lo que tras una comisión de investigación el 6 de Octubre de 1941 en la cual se notificaron 49 notas diplomáticas a la URSS sin respuesta, enviaron al capitán polaco Józef Czapski a indagar sobre lo sucedido. Así pues, Czapski marchó a la URSS a finales de 1941, donde buscó a sus compatriotas sin éxito y se entrevistó con autoridades de la talla del diplomático Andrei Vichinsky o el general Leonid Reichman a los que no pudo sonsacar información relevante. Retirado de su misión en Abril de 1942 ante la falta de datos, le sustituyó el embajador polaco en Moscú, Stanislaw Kot, quién tampoco logró avances significativos a pesar de haber hablado personalmente con el Ministro de Asuntos Exteriores ruso Vyacheslaw Molotov. Ni siquiera el Presidente polaco Wladyslaw Sikorski, acompañado del general Wladislaw Anders en Diciembre de 1942 durante una visita al Kremlin de Moscú, recibió aclaraciones del mismo Stalin después de que cínicamente les comunicase: “No sé donde pueden estar. Tal vez se hayan quedado en el territorio ocupado por los alemanes, tal vez se hallan dispersado por aquí y por allá”.

Inesperadamente el 13 de Abril de 1943, el Ejército Alemán (Wehrmacht) descubrió por casualidad las fosas comunes de los polacos en el Bosque de Katyn tras su victoria en la Batalla de Smolensk. Radio Berlín comunicó la noticia a las 15:15 horas de la tarde de la siguiente manera: “Ha sido encontrada una gran fosa, de 28 metros de larga y 16 de ancha, llena con 12 capas de cadáveres de oficiales polacos con un total de casi 3.000 hombres”. El anuncio del hallazgo fue rápidamente difundido por los alemanes a través de varias emisoras internacionales en lengua inglesa, francesa, rusa, italiana y polaca. Ese mismo día también Noruega fue la primera nación extranjera en comunicar el suceso desde Radio Oslo.

Al día siguiente del macabro descubrimiento en Katyn, el 14 de Abril de 1943, todos los países del mundo conocían atónitos la verdad de la masacre, oportunidad que sin duda el Eje aprovechó para intentar minar la frágil alianza entre la Unión Soviética con Gran Bretaña y Estados Unidos. Así lo hizo el Ministro de Propaganda, Josef Goebbels, difundiendo una y otra vez el hallazgo por todos los medios de comunicación a su alcance. Gracias a toda aquella campaña propagandística surgieron grietas entre los Aliados, sobretodo cuando el 25 de Abril de 1943, la Unión Soviética rompió relaciones diplomáticas con el Gobierno Polaco en el exilio de Londres, a quién acusó de haberse creído las “mentiras alemanas”.

Mientras tanto la Cruz Roja Internacional decidió hacer una investigación a cuenta propia y desde una óptica neutral sobre la masacre para formular un veredicto al respecto. Así fue como representantes de los países en guerra y también neutrales se presentaron en el Bosque de Katyn. Entre ellos estaba el general de las SS Leonard Conti que mostró las fosas comunes a los delegados del bando de los Aliados (Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Yugoslavia), del Eje (Alemania, Italia, Rumanía, Bulgaria y Finlandia) y neutrales (Suiza). En seguida los representantes internacionales quedaron estupefactos ante el horror de la masacre al ver las fosas de 26 metros de largo por 16 metros de ancho con doce capas de cadáveres unos encima de otros. De hecho los forenses extrajeron a varios cuerpos todavía conservados por la tierra y a causa del líquido cadavérico a los que identificaron como polacos por los uniformes fácilmente reconocibles a pesar de haberse desteñido el color. También encontraron entre la ropa medallas, insignias de rangos, fotografías, bíblias, crucifijos, cigarrillos, ejemplares de los periódicos La Voz de la Unión (Glos Radzichi) y Camino Obrero (Rabocij Puth) datados en Abril de 1940, 3.300 cartas también escritas en Abril de 1940 y 12 diarios que una vez más no superaban la fecha de Abril de 1940. Precisamente uno de los diarios de un polaco llamado Adam Solski decía: “Abril 9, son las 5 de la mañana. Somos bajados del tren y nos hacen subir en camiones. Llegamos a un bosque. Nos hacen entregar los anillos de boda. La jornada empieza mal”. Tampoco se obvió el testimonio de un testigo, en este caso un obrero ruso llamado Iván Krivozhertzov que vivía en el número 9 de la localidad cercana de Nove Baticki, quién aseguró haber visto las ejecuciones. Incluso se pudo demostrar que los árboles que había sobre los cadáveres tenían cinco años de edad desde su nacimiento, pero sólo habían transcurrido dos años desde que habían sido plantados sobre los cuerpos. Tales pruebas no hicieron dudar a ninguno de los representantes internacionales, ni siquiera de los Aliados, que certificaron la matanza como un crimen soviético. De este modo en Mayo de 1943 la Cruz Roja emitió su veredicto: “Está probada la responsabilidad soviética en la masacre”.

Desgraciadamente para los polacos en el exilio que pedían justicia, los países democráticos prefirieron silenciar la matanza y difundir la falsa versión soviética que afirmaba que la masacre había sido efectuada por los alemanes. La razón de ello era que reconocer el crimen supondría romper la alianza con la Unión Soviética y por tanto la victoria contra Alemania. Así pues la prensa de Gran Bretaña y Estados empezó a culpar a los alemanes, a criticar a los polacos por señalar a Rusia e incluso llegar al límite de satirizar a las víctimas en viñetas de periódicos. De hecho el Presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt, rechazó las investigaciones sobre la autoría soviética en el crimen y el Primer Ministro británico, Winston Churchill, reprochó a los polacos: “Hablando de los asesinados no los váis a resucitar”. Pero el circo mediático alcanzó su máxima expresión en los Juicios de Nuremberg de 1946, cuando el fiscal soviético Roman Rudenko abrió un proceso fraudulento contra 22 militares alemanes que afortunadamente no fructiferó por falta de pruebas concluyentes.

Terminada la Segunda Guerra Mundial y puesta Polonia bajo la órbita del comunismo, las nuevas autoridades socialistas impusieron la censura sobre todo lo relacionado con Katyn. Una de las primeras víctimas del silencio fue el abogado Roman Martin, asesinado a tiros de metralleta en su casa de Cracovia por los pistoleros comunistas polacos Stanislav Wroblevsky y Jolanda Maklakiewicz. De hecho los familiares de las víctimas tuvieron que esconder que tenían un familiar asesinado en Katyn para poder alcanzar puestos de trabajo en el mundo de la administración o la cultura. Ni siquiera en las lápidas de algunos asesinados se dejó poner la fecha exacta de su muerte datada en el año 1940, siendo esculpida una en su lugar que debía marcar el año 1941 según la versión soviética sobre la falsa culpabilidad alemana. Por suerte países como Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Francia o el Vaticano reconocieron la autoría rusa sobre Katyn, tal y como dictaminó una Comisión del Congreso Estadounidense en Washington presidida por el senador Ray Madden. También en Polonia grupos clandestinos empezaron a recabar pruebas para demostrar la verdad, entre ellos el Papa polaco Juan Pablo II desde su nombramiento como tal en Roma.

Disuelta la Unión Soviética en 1990, el Presidente de la Federación Rusa, Mikhail Gorbachov, entregó al general polaco Wojcieh Jaruzelski, un documento que probaba la culpabilidad comunista sobre Katyn. Tendrían que pasar dos años, hasta 1992, para que el Presidente Boris Yelstein entregase al Presidente polaco Lech Walesa del sindicato Solidaridad Obrera, el papel original firmado por el propia Stalin que daba la orden de ejecución de los 25.700 polacos en Katyn.

Por fin en la última década del siglo XX, tras más de cuarenta años de silencio, la verdad sobre la Matanza de Katyn salió a la luz. Como muestra de disculpa ante lo sucedido, Rusia erigió en los bosques de Smolensk el Memorial de Katyn, un lugar de culto y oración para el recuerdo. Así fue como tras una larga espera la dignidad de las víctimas fue restaurada.

Bibliografía:
Francisco Luis del Pino Olmedo, Katyn 1940. Expediente Criminal Abierto, Revista Especial Clio Nº20, (2014), p.16-25
Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. Volumen 3. “La Matanza de Katyn”, S.A.R.P.E. (1978), p.288-289


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