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martes, 20 de febrero de 2018

BIOGRAFIA DE EMILIO GARCIA GARCIA - PADRE DE JOSE LUIS GARCIA RUA


Biografía de Emilio García Garcia   padre de Jose Luis Garcia Rua

Por Boni Ortiz

 Emilio García nació en Avilés en 1894. Allí pasó su infancia y juventud, iniciándose en el oficio de carpintero, que ejerció durante toda su vida. Muy pronto se vinculó a la UGT y al PSOE, que abandonaría, como otros muchos jóvenes revolucionarios de su tiempo, por el influjo de la Revolución de Octubre de 1917. Emilio fue uno de ellos y, aunque desconocemos su trayectoria concreta, es de suponer que formó parte del inicial PCE, cuyo grupo fundamental estaba en Gijón, realizando un recorrido político y organizativo en paralelo a José María Loredo Aparicio y otros muchos que posteriormente formaron parte de la Oposición de Izquierda y más tarde de la Izquierda Comunista. Piénsese que en 1921 aparece su firma junto a otros comunistas asturianos como Amaro del Rosal y José Trians en un manifiesto con el título de «A los comunistas españoles», en el que se proponía trabajar «por depurar el partido de todos los elementos semirreformistas, arribistas e inactivos». El manifiesto estaba firmado por un numeroso grupo de comunistas de todo el Estado, lo que demuestra el reconocimiento y representatividad de la que ya gozaba Emilio al comienzo de la década de los veinte. También sabemos que en el Congreso de la CNT de 1919, celebrado en Madrid, donde la delegación asturiana proponía una declaración por la «Unificación del Proletariado Español», ya forma parte del sindicato confederal en Asturias, que en esos años miraba con entusiasmo al país de los soviets.

 El año de aquel congreso del Teatro de La Comedia de Madrid, Emilio García se casó con Pilar Rúa en Avilés y al año siguiente tuvieron a Pilar, su primera hija, y al segundo hijo en 1921, al que llamaron Emilio. Al comienzo de los años veinte, Emilio fue movilizado en el servicio militar obligatorio y destinado a Marruecos, donde participa en las campañas contra las tropas guerrilleras de Mohamed Abd-el-Krim. En un lance del combate, por su valentía, se le concedió un «Hecho de Armas». De vuelta a Gijón, en la ciudadela de Anselmo Solar, en 1923, su compañera Pilar Rúa trae al mundo a su hijo menor: José Luis García Rúa, que muchos años después, y para muchos de nosotros, habría de ser un singular maestro.

 A Emilio García en Gijón se le conocía por Milión el Bomberu, porque además de ser un buen mozo, alto y fuerte, pertenecía al Cuerpo de Bomberos, por aquel entonces conformado por voluntarios. Hasta ahí llegaba su magnífica solidaridad y su disposición para todo el que lo necesitara, incluso en estas tareas tan arriesgadas. Una pequeña ventaja que tenían los bomberos y que les proporcionaba una singular popularidad era su presencia obligada en los espectáculos públicos. No había función de teatro o sesión de cine que no contara con la presencia de uno de ellos en los extremos de la primera fila de butaca.

 Su hijo José Luis recuerda algunas anécdotas de su padre, como cuando, en vísperas de la comuna asturiana, picaron a la puerta de su casa en la calle Caridad. Su padre, que estaba escribiendo algún artículo o proclama seguramente relacionada con lo que se estaba organizando, le dice: ¡«Pepín», abre tú!». Pepín, obediente como un buen chaval de 11 años, así lo hizo, encontrándose diez fusiles Máuser que le apuntaban: uno por cada guardia de asalto. «¡Padre, están aquí los guardias preguntando por ti!». Pilar, alarmada, acudió a la puerta, y al ver a los guardias apuntándola, se desmayó. Se acercó Emilio a la puerta: «Esperen, mi mujer se ha desmayado. Ahora la atiendo y luego voy con ustedes». José Luis le oyó hacer ruido en el váter, rompiendo y tirando lo escrito, y después les acompañó.

 La Alianza Obrera

 Emilio había sido fundamental en la defensa de la Alianza Obrera en el seno de la CNT —cuyos mayores exponentes serían José María Martínez, Avelino González Entrialgo y Eleuterio Quintanilla—, que contaba con la oposición tajante de la FAI, aunque no de toda. Ya en el seno de la clase trabajadora asturiana iban cuajando esas ideas unionistas, como la que permitió establecer en enero de 1934 la Alianza Obrera contra el Paro Forzoso, constituida en Oviedo por una asamblea de 180 delegados obreros de la CNT, UGT, PC y BOC; o con la huelga general convocada para el 19 de febrero contra la represión del levantamiento socialista en Viena, secundada por 10.000 mineros; y de forma primordial por los compromisos establecidos en los diez puntos por la Alianza Sindical de la CNT y la UGT el miércoles 28 de marzo de 1934.

 Tres días después se constituye la Alianza Obrera, quien publica una declaración en el diario socialista Avance al día siguiente, el domingo 1 de abril. El sábado 7, en el Centro de Sociedades Obreras de Oviedo se reúne el Comité de la Alianza y, entre otros temas, como el establecimiento de alianzas por los pueblos asturianos, se leen las cartas con las peticiones de ingreso del BOC y de la IC. La carta del BOC —con fecha del 4— estaba firmada por Marcelino Magdalena y Benjamín Escobar, facultando a Manuel Grossi Mier como su representante. La segunda, de la Izquierda Comunista, con fecha del lunes 2, estaba firmada por José María Loredo Aparicio, Ignacio Iglesias, Aurelio Solares y Emilio García.

 Se acercaba el Primero de Mayo y la Alianza Obrera aprovechó la ocasión para lanzar una ofensiva. Las huelgas, las manifestaciones y los mítines recorrieron Asturias de punta a cabo. La importancia que la Alianza Obrera y las organizaciones componentes le dieron a este primero de mayo lo muestra la presencia en los mítines de Matilde de la Torre, diputada asturiana del PSOE, o la del secretario General del BOC, Joaquín Maurín, que días antes recorriera los ateneos obreros de Mieres, La Peña, Turón, La Felguera, Lada, Sama y Gijón, conferenciando sobre Comunismo y fascismo, La crisis del capitalismo, Causas económicas de la caída de la monarquía, El problema agrario en España y Leninismo y trotskismo. Maurín participó en los mítines de Sama y Mieres. De todos los actos convocados el más numeroso sería el celebrado en la Casa del Pueblo de la CNT, que reunió a 10.000 obreros y obreras de todas las tendencias. El diario La Prensa de Gijón, al día siguiente, relataba así aquel multitudinario acto:

 Mitin en la Casa del Pueblo. A las seis de la tarde se celebró, como estaba anunciado, en el patio de la Casa del Pueblo, el mitin organizado por la Alianza Obrera para conmemorar la fiesta del trabajo. El local se hallaba rebosante de obreros de todas las tendencias que existen en Gijón, figurando también muchas mujeres. Presidió Ángel Martínez, por la Agrupación Socialista, quien dijo que venían a hablar en nombre de la Alianza Obrera, que se ha hecho para defender los principios que son comunes a todos los trabajadores y combatir el fascio, y que en esta fecha simbólica del Primero de Mayo quiere presentarse ante todos sus fines. Recomienda orden y concede la palabra a Emilio García, quien habla en nombre del Partido de Izquierda Comunista, refiriéndose a la significación del Primero de Mayo. Dice que la Alianza Obrera hace tiempo que debiera haberse hecho, y cree que para que sea eficaz hay que estar todos muy compenetrados, sin pensar en exclusivismos y pensando sólo en combatir al enemigo común, determinando la misión de cada uno. Encarece la necesidad de la disciplina para conseguir el triunfo que se pretende.

 Después habló José María Martínez por la CNT, que según el redactor de La Prensa recordó:

 […] el Primero da Mayo de 1885 en que los trabajadores da Chicago se alzaron en protesta contra la jornada excesiva que entonces imperaba, reclamando la de ocho horas […] fueron ejecutados cuatro obreros y otros encarcelados, y expone que para evitar posibles males a la clase trabajadora se ha formado en Asturias la Alianza Obrera, que debiera haberse hecho ya nacionalmente […]. Combate a quienes están contra la Alianza, que ha de crear un régimen en que los trabajadores se desenvuelvan mucho mejor para vivir en la forma a que tienen derecho.

 Y por último, habló el alcalde socialista de Siero Inocencio Burgos en nombre de la UGT:

 […] se trata de transformar lo que todos anhelan y que el entusiasmo debe de ser reflexivo, pues un momento de entusiasmo fue también aquel en que llegó la República que todos contribuyeron a traer, creyendo que serviría para preparar el bienestar del pueblo y ha venido a parar en lo que es actualmente.

 La noticia recogía una serie de reclamaciones y exigencias a los «poderes públicos y en las que se protesta contra la Ley de amnistía y se pide su ampliación; se reclama la jornada semanal de 40 horas; se protesta contra la vulneración de las leyes sociales, el proyecto de pena de muerte, al amparo del Gobierno a las fuerzas reaccionarias, la pasividad del Gobierno ante los conflictos sociales, y contra la guerra, y se pide un mejor trato para los presos y el derecho de asilo a Trotsky».

 Ya el 29 de abril se había reunido el Comité de la Alianza Obrera en Oviedo, confirmando la incorporación del BOC y de la ICE, además de hablar sobre el armamento necesario para llevar a cabo la revolución. El domingo 13 de mayo se formaliza la presencia del BOC y la ICE, representadas, respectivamente, por Manolo Grossi y Emilio García.

Convendría recordar que en diciembre de 1933 Asturias tenía una población ligeramente superior a los 800.000 habitantes, de los cuales 110.000 era trabajadores. Pues bien, casi el 70 % (aproximadamente 75.000) estaban sindicados: el 58 % lo estaban en la UGT, en la CNT el 35 %, en la CGTU el 5 % y un 2 %, de «amarillos». El Sindicato Obrero Minero Asturiano (el SOMA), que representaba más de la mitad de los 40.000 afiliados de la UGT, era toda una potencia económica, con propiedades como La Mina San Vicente, el diario Avance, once casas del pueblo en las cuencas mineras, además de la monumental Casa del Pueblo de Mieres, el Teatro Llaneza, un par de edificios de Sama y el Orfanato Minero en el Naranco.

 Otro momento decisivo para la Alianza obrera, para su continuidad y afianzamiento en el seno de la clase trabajadora asturiana, sería el Pleno Regional que la CNT celebró en Gijón en septiembre de 1934. En él, junto a la voz siempre unitaria de José María Martínez, se alzaron otras también imprescindibles, como la de Aurelio Solares y la de Emilio García, los dos de la ICE.

 En aquel Pleno Regional estuvieron representados 21.556 afiliados, siendo Gijón el que llevaba el mayor peso: 12.467, de los que 3.298 pertenecían al Sindicato Único de la Construcción y Madera. Emilio García García era el secretario local de ese sindicato que, tras una heroica lucha, había logrado la jornada de 44 horas semanales en el sector gijonés, haciéndola después extensiva a toda Asturias. A pesar de conocerse su militancia política en la Izquierda Comunista y de la imposibilidad de responsabilidades sindicales que ello le suponía, era elegido por sus compañeros para representarlos, no sólo en acciones y negociaciones sindicales o de empresa, sino también como delegado por el Sindicato Único de la Construcción en el III Congreso de la CNT de 1931, celebrado en el Teatro Conservatorio (María Guerrero), y en el IV Congreso celebrado en mayo de 1936, en el Teatro Iris de Zaragoza.

 La guerra civil

 A pocos metros de su casa en la calle Caridad estaba la magnífica sede del Ateneo Obrero de Gijón, con sus tres pisos, que poco tiempo después sería incendiada por los fascistas, tras asaltarla y saquearla, rematando la tarea destructiva iniciada desde la costa gijonesa por el buque Libertad en sus tareas de represión de la Comuna, cuando tiró unos pepinazos, alcanzando la Sala de Exposiciones del Ateneo Obrero, en la que colgaban cuadros de Gutiérrez Solana que, milagrosamente, no sufrieron ningún daño.

 Aquella estupenda vecindad con el Ateneo Obrero de Gijón permitía a su hijo José Luis sacar libros de la Sección Infantil de su Biblioteca Circulante, de la que tenía el carné, o participar en las clases de francés que Eleuterio Quintanilla daba en el Ateneo. Justo enfrente estaba (y está) el Colegio de San Vicente, y en plena campaña de las elecciones de febrero de 1936, desde el balcón de casa, José Luis y Emilio vieron a una colegiala de las monjas pintando «el yugo y las flechas» falangistas. Emilio, que nunca hablaba de política en casa, le preguntó a su hijo: «¿Qué te parece Pepín?». «Mal». «A mi también». Caída la tarde, el chaval y unos amigos embadurnaron como pudieron aquella imagen del fascismo que pronto habría de llenar las tierras de España de dolor y muerte. De todos modos, a Pepín y a su hermano otros emblemas sí que les gustaban, como la «foceta y el martiellu» del sello del POUM que tenía su padre en un cajón de la casa, con el que se marcaban los brazos para salir a la calle e impresionar a los güajes del barrio.

Aquella campaña electoral se estaba celebrando mientras continuaban en Gijón los consejos de guerra contra los revolucionarios de Octubre, o se esperaba con impaciencia el traslado a Gijón de los 210 presos en el fuerte de San Cristobal de Pamplona, y Emilio García, que participó en algunos mítines del Frente Popular, tenía que referirse a ello. El domingo 2 de febrero —una semana después de que la Casa del Pueblo de Gijón, sede de los sindicatos de industria de la CNT, hubiera sido abierta tras una clausura gubernativa de casi 16 meses como represalia a la Comuna Asturiana— se realizó un gran mitin en el cine Los Campos Elíseos por la mañana, ya que por la tarde «en todas las secciones», se ofrecía el «regocijante sainee (sic), joya de la Lírica Española: Los claveles». El diario republicano El Noroeste lo recogía así:

 En Gijón. El mitin del domingo en Los Campos. Organizado por el Frente Popular de Izquierdas, y en cine Los Campos Elíseos, se celebró el pasado domingo por la mañana un mitin de propaganda electoral. Dio apertura al acto el presidente del Comité Local de Izquierda Republicana, don José Valdés, y, seguidamente comenzó la intervención de los oradores. Emilio García, de la Unificación Marxista, dedicó un recuerdo a los muertos de la revolución y a los presos por el mismo motivo. Hizo un llamamiento a los sindicalistas para que no se abstengan en la próxima lucha.

 La amplia nota de El Noroeste continuaba resumiendo las intervenciones de «Don Carlos Martínez, de Izquierda Republicana», además de la de Inocencio Burgos, que cerraba el acto recordando a los caídos como «José María Martínez y Baldomero del Val, que aunque no murió en la lucha, sí a consecuencia de ella». Antes hablaba Dolores Ibarruri haciendo «alusión a la acogida que tuvo últimamente en Gijón, donde fue duramente atacada por los sindicalistas, y dice que entre aquella ocasión y esta, está la gesta heroica de la revolución proletaria. Propugna por que se olviden las pequeñas diferencias ante la lucha que se avecina, uniéndose todos para emprender el camino de la revolución proletaria».

 Precisamente en aquella campaña electoral, Emilio García participó junto a Joaquín Maurín en un acto político del POUM celebrado en el Cine Los Campos Elíseos. No era la primera vez que Maurín estaba en Gijón y en todas las ocasiones, comía en casa de Emilio.

 Ni Emilio, ni José Luis sabían que aquel colegio de las monjas que tenían en frente de casa, poco después de empezada la guerra civil, habría de convertirse en el Orfanato Miliciano Alfredo Coto, dirigido por la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Asturias (ATEA), ni tampoco que José Luis pasaría allí varios meses de internado antes de su evacuación a Cataluña en septiembre de 1937, ni que allí habrían de enseñarle el gusto por los libros, la lectura, la poesía y por el teatro, participando en un homenaje infantil a Federico García Lorca.

 El 18 de julio de 1936, y después de que el general Aranda prometiese lealtad a la República, Emilio García formó parte de la Columna Minera que se proponía llegar a Madrid e impedir allí la sublevación militar. Era tan grande su ascendente dentro del campo anarquista, que partió como responsable de uno de los autocares de las JJ. LL. Partió, como la mayoría, armado solamente con la voluntad de vencer al fascismo. Pararon en León, donde consiguieron armas el 19 de madrugada, y por la noche, ya en Benavente, el diputado socialista José Andrés Manso (que sería fusilado poco después en Valladolid por los fascistas) les comunicó una mala noticia: en León y Oviedo se había sublevado el Ejército. Decidieron regresar, pero ya no pudieron pasar por León. Emilio trajo el primer fusil que empuñó en la guerra civil y que en esta ocasión servía para avanzar y defender las conquistas proletarias. Tuvieron que hacerlo en autocares por carreteras secundarias, pasando el Puerto de Somiedo, hasta llegar el 21 de julio a las afueras del frente del Oviedo sublevado. Emilio García participó con valentía y empeño en el cerco de los focos sublevados de Gijón: los cuarteles de Zapadores y de Simancas.

 En algunos de sus descansos del frente, como miliciano de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC), sus compañeros del Secretariado de la Construcción le pedían encarecidamente que se quedara en Gijón en tareas organizativas. Emilio, una y otra vez, les decía que el lugar de los revolucionarios en aquellas horas estaba en el Frente… En todo caso, a lo que sí se había comprometido era a que, una vez tomado Oviedo, se quedaría en Gijón en las numerosas tareas sindicales. A primeros de octubre se intensifica el frente de Oviedo. En la primera ofensiva miliciana contra el Oviedo de Aranda, al lado de la llamada Casa Negra, y al frente de la compañía que iba a su mando, Emilio García cayó muerto en la tarde del domingo 4 de octubre de 1936, justo un día antes del segundo aniversario de la Comuna Asturiana. El disparo que acabó con la honrada vida de Emilio salió de un puesto frente a la Casa Negra defendido por la Guardia Civil. En su cartera llevaba, como únicos documentos, el carné de la CNT y aquel «Hecho de Armas» que le concedieran en Marruecos.

Dolor y despedidas

 El Comercio del lunes 5 daba cuenta de la muerte y el diario La Prensa del martes 6 de octubre de 1936 recogía su entierro de este modo:

 El entierro del compañero Emilio García. A las diez da la mañana de ayer se verificó el entierro de este inolvidable compañero, que el día anterior encontrara la muerte en uno de los frentes de Oviedo, después de una brillantísima jornada durante la que había peleado con el encendido entusiasmo que puso siempre en la lucha por la causa del proletariado. Fue este acto de conducir los restos del compañero Emilio García desde la Secretaría de la Construcción hasta el cementerio de Ceares una imponentísima manifestación de pesar, en la que quedó patentizado el gran dolor que su desaparición hubo de producir en los medios sociales gijoneses, donde tanto y tanto se estimaba a tan inolvidable compañero. Con motivo de este acto, se recordaba la actuación de Emilio García en la organización obrera por la que sentía verdadera pasión, luchando sin descanso en pro del proletariado, primero en Avilés y más tarde en Gijón, donde intervino con entusiasmo en diferentes momentos de gravedad en que peligraban las reivindicaciones obreras, y también en la lucha constante que el ramo de la construcción a que pertenecía tuvo que sostener con la clase patronal para arrancar mejoras de índole moral y material para sus afiliados, que confiaban tales misiones al compañero Emilio, por no desconocer cuánto fuego y pasión ponía siempre en la defensa de los intereses de los que, como él, venían siendo explotados por la burguesía. Y sobre todo esto, se hacía resaltar también la bondad de sus sentimientos y el trato afabilísimo, así como su afán de ser útil en todo momento, haciendo que estas cualidades le granjearan el aprecio y estimación de todos. Nosotros, que vimos siempre en Emilio García al compañero entrañable, hemos sentido hondamente su muerte, que le privó de saborear el triunfo de los trabajadores próximo a conquistar y por el cual vino luchando siempre y luchaba ahora con todo su ardor, y, al rendirle desde aquí el postrer tributo de admiración a tan querido compañero, reiteramos a su apenada compañera e hijos la expresión más sincera de nuestro dolor.

 Así mismo, en La Batalla (órgano central del POUM) del miércoles 14 de octubre se recogía la dolorosa noticia en primera plana escrita por Armando Alonso, del POUM de Gijón, con el siguiente titular: «El POUM en el asalto de Oviedo. Ha muerto Emilio García». La nota seguía así:

 En la tarde del domingo 4 de octubre, cayó para siempre víctima de las balas fascistas nuestro querido camarada Emilio García, cuyo prestigio en los medios confederados era verdaderamente indiscutible. En el Sindicato de la Construcción, al cual pertenecía, desempeñó los puestos de más responsabilidad. Su heroica muerte fue el sublime colofón de toda una vida dedicada al triunfo revolucionario de los trabajadores. Por su reconocido prestigio, por su inteligencia, por su audacia, se le encomendó el mando de una compañía de milicianos que actuaba con admirable arrojo y acierto en el Frente del Naranco. Ya anteriormente, Emilio había dado pruebas concluyentes de sus dotes combativas en la toma de los cuarteles de Zapadores y Simancas, y como buen revolucionario, en el campo de batalla, al frente de sus hombres, entregó Emilio su vida en holocausto a la causa de la Revolución Social. Con su muerte pierde el POUM un magnífico camarada y el proletariado gijonés uno de sus valores más representativos. La sangre derramada por Emilio García y por tantos camaradas del POUM no será estéril: sobre sus tumbas comienza a alborear la revolución socialista que todos los trabajadores anhelamos. Armando Alonso. Asturias, octubre de 1936.

 También en La Batalla, del domingo 18 de octubre, Eugenio Granell firmaba una sentida «Crónica de Madrid» bajo el título de «Emilio García ha muerto en Oviedo» y que reproducimos a continuación por el gran interés que tiene la descripción hecha por quien fuera gran pintor surrealista y dirigente del POUM:

 Un héroe más de la revolución socialista. Emilio García. Líder destacado de los trabajadores asturianos. Ha caído en Oviedo luchando por la revolución social. De Asturias nos llegan dos noticias desiguales: Oviedo, de una parte, es conquistado heroicamente por las milicias rojas de la revolución proletaria. Pero esta conquista, como todas las conquistas del proletariado, no podía obtenerse sin sangre, sin sacrificios. Y esta es la otra noticia: nuestro camarada Emilio García, dirigente del POUM en Asturias la roja, sucumbió como sólo los caudillos revolucionarios sucumben. Ha sucumbido en el momento de lograr una victoria para las fuerzas obreras, en el momento de lograr una victoria para la causa a la cual había entregado toda su vida. No es solamente el POUM quien pierde un gran camarada. Los compañeros anarquistas pierden también un luchador ejemplar. Emilio García había desempeñado cargos de responsabilidad en el Sindicato de la Construcción de la CNT de Gijón. Ya cuando el movimiento de octubre, Emilio García había dado pruebas de lo que era: un revolucionario cien por cien. En el mes de septiembre de 1934 tuvo lugar en Gijón uno de los comicios obreros que pasarán a la historia de nuestra revolución: fue el pleno regional de la CNT, en el cual debía de inclinarse dicha organización sindical a favor de la Alianza Obrera revolucionaria. En las jornadas históricas que fueron las sesiones de dicho pleno, destacaron sobre todo tres intervenciones decisivas. Fueron las de los camaradas José María Martínez, símbolo del sacrificio de la revolución obrera en Asturias en 1934; Aurelio Solares, militante del POUM y de la CNT en Gijón; y, finalmente, la de Emilio García. Y fue precisamente merced a la decisión de la CNT y del POUM en Asturias que la Alianza Obrera quedó constituida. Y la Alianza Obrera fue también quien hizo posible que en octubre de 1934 ondease en Asturias la bandera roja de la revolución socialista triunfante durante quince días. Ahora esa bandera se levanta de nuevo. Ni José María Martínez, ni Emilio García están ya a nuestro lado. Ambos han caído por la revolución. Pero la revolución triunfó precisamente por ellos. No importa que mientras tanto haya gentes que dediquen sus mejores cuidados a propalar la calumnia, la insidia, el insulto y la mentira contra los mejores luchadores de la revolución obrera. Porque la revolución que triunfa sobre todo, triunfa también sobre el insulto y la calumnia, sobre la insidia y la mentira. José María Martínez y Emilio García, héroes supremos de la emancipación proletaria, proclaman bien alto, con la elocuencia de sus vidas sacrificadas en la revolución, esta gran verdad. Que los escisionistas sempiternos chismorreen a su antojo. Las ranas nada tienen que ver con la revolución socialista. Su puesto está en la cloaca infesta de la podredumbre burguesa.

 Sus compañeros llevaron su cuerpo al local del Sindicato Único de la Construcción de la CNT del que era secretario local: el chalet incautado al constructor Posada. Allí estuvo expuesto para recibir el último adiós del pueblo de Gijón, hasta que el lunes fue conducido al cementerio de Ceares, acompañado por una enorme comitiva, a pesar de las recomendaciones del Comité de Guerra, relativas a no hacer concentraciones por seguridad y por los insistentes bombardeos por aire y mar, de la que fue objeto Gijón durante los 15 meses de Revolución Social y Poder Obrero, hasta la entrada de las tropas fascistas el 21 de octubre de 1937 y con ello la caída del Frente Norte.


 

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