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viernes, 24 de enero de 2014

37 AÑOS DEL ASESINATO DE ABOGADOS DE ATOCHA


"En su entierro el silencio dolía más que los disparos”

Por Francisco Naranjo LLanos | Director Fundación Abogados de Atocha | Como es conocido, el 24 de enero de 1977, un grupo de pistoleros de extrema derecha irrumpieron en el despacho de abogados laboralistas de CCOO y del PCE situado en el número 55 de la calle Atocha en Madrid y ametrallaron a las nueve personas presentes. Fallecieron los abogados, Javier Sauquillo, Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y el sindicalista Ángel Rodríguez Leal. Resultaron gravemente heridos Alejandro Ruiz Huertas, Mª Dolores González, Luís Ramos y Miguel Sarabia.

Creo, que todo lo dicho anteriormente, es más o menos conocido por aquellos que hayan profundizado mínimamente en la historia de este país, pero yo había cogido la pluma hoy para hablar del bolígrafo de Alejandro Ruiz-Huertas y de la agenda de Ángel Rodríguez Leal. Temas seguro, bastante menos conocidos.

Conocí, o mejor dicho oí hablar de Alejandro y de Ángel, al igual que la gran mayoría, a raíz del brutal atentado de aquella semana trágica para la democracia en nuestro país, semana que posteriormente Juan Antonio Bardem, la inmortalizo en su película  “7 días de enero”.

Después, muchos años después, conocí personalmente a Lola González, Miguel Sarabia, Luís Ramos y Alejandro Ruiz-Huerta, todos ellos sobrevivientes de la Matanza de Atocha, como se le llamó durante muchos años a aquel atentado terrorista. Cuatro personas que, conjuntamente con los cinco asesinados, son iconos de la lucha por la libertad y por la democracia en nuestro país, después de 40 años de dictadura franquista.

Sobre Alejandro y la importancia de su bolígrafo, se lo he oído contar en varias ocasiones, pero así lo escribe el propio Alejandro: “Yo evite la muerte aquella noche, en primer lugar, porque el cuerpo sin vida de Enrique Valdelvira cayó encima del mío y tapó mis zonas vitales.. Antes, en la primera oleada de disparos me dieron un tiro en el esternón, pero tuve la suerte de que la bala dio en el bolígrafo que llevaba en la camisa, un Inoxcrom“.

Alejandro en la actualidad ejerce de profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de Córdoba y es el Presidente de Honor de la Fundación “Abogados de Atocha”.

Con motivo del 25 aniversario Alejandro publicó un libro sobre aquellos sucesos, titulado: "La memoria incómoda",  Los Abogados de Atocha 1977/2002. Después ha editado otro libro, titulado. “Los ángulos Ciegos”. Una perspectiva crítica de la transición española, 1976-1979.

En cuanto a Ángel Rodríguez Leal, fue a través de su hermano José Luís, cuando fui conociéndolo Ángel. Había sido represaliado y despedido de Telefónica y trabajaba en el despacho laboralista como administrativo.

Aquel aciago día, por la mañana, Ángel había acudido para reclamar sus derechos al sindicato vertical franquista, donde se celebraba una reunión del transporte (Telefónica estaba encuadrada en el área de Comunicaciones y Transporte), y allí se encaró con Francisco Albadalejo, que era secretario del Sindicato Provincial del Transporte y que después fue uno de los condenado por los crímenes de Atocha. Allí estaban, también, los pistoleros que acudieron por la noche al despacho de Atocha y acribillaron a tiros a todos los presentes.

Por la noche, tras concluir su trabajo, Ángel entró en un bar con unos amigos. Se estaba tomando una cerveza, cuando se acordó de que había olvidado en el despacho su ejemplar de Mundo Obrero, el periódico oficial del PCE, y subió a recogerlo, Eran las 10,50 horas de la noche. Ángel ya no volvió con sus amigos.

Minutos después de esa hora, dos ultras  habían llamado a la puerta del bufete, mientras otro vigilaba desde la escalera. Ángel les abrió la puerta y ellos preguntaron por Joaquín Navarro, un dirigente  de CCOO que había destacado como uno de los principales promotores de la huelga del transporte. Uno de aquellos ultraderechistas reconoció a Ángel Rodríguez como el joven, que por la mañana, se había enfrentado en el sindicato vertical a su jefe, Francisco Albadalejo.

Fue solo hace unos años, en la conmemoración del 30  aniversario, cuando el hermano de Ángel, José Luís Rodríguez Leal, me dijo, que en la agenda que llevaba Ángel, aquella nefasta noche, figuraba mi nombre y teléfono y que si conocía a su hermano.

Teniendo en cuenta que Ángel era trabajador represaliado de Telefónica y yo sindicalista de Renfe, podía ser, seguro que hable con Ángel, pero no lo recuerdo y eso que viví aquellos sucesos con intensidad, incluso yendo al entierro, acompañado por otros compás de RENFE, portando un par de coronas de flores, en nombre del denominado Pleno de Representantes Ferroviarios, organismo unitario de los trabajadores de Renfe por aquel entonces.

Aquel entierro, seguramente ha sido la manifestación más multitudinaria conocida en España aún hoy en día, manifestación que colapso la ciudad entera. No se quien dijo sobre la manifestación: "El silencio dolía más que los disparos. Los claveles fluían como un manto de sangre”. Para mí ha sido la más impresionante y emotiva que he asistido en mí vida, aquellos miles y miles de hombres y mujeres, aquélla tensión contenida, aquel silencio, solo roto con algunos vivas a los muertos y por el canto de la internacional, -ya en el cementerio- fue algo que el pueblo de Madrid, el país entero, nunca olvidara.

Ángel, fue enterrado en el cementerio de la Almudena y años después trasladado al cementerio de su pueblo, Casasimarro (Cuenca). Un día, sobre estas fechas, hace ya más de diez años, estuvimos en su pueblo, acompañando a las autoridades regionales y locales en la inauguración de un parque, en su recuerdo.

Aquella agenda, con mi nombre y mi teléfono, que solo hace unos años, que supe de su existencia, quizás la olvide, pero a Ángel Rodríguez Leal, ese compañero, sindicalista y trabajador, represaliado de Telefónica, uno de los mártires de la libertad, asesinado por un comando fascista, residuo de la dictadura franquista, solo porque defendía los derechos de los trabajadores, me acordaré siempre.

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