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viernes, 7 de diciembre de 2012

MASACRE EN CIENAGA (COLOMBIA)


Masacre de Ciénaga

El 6 de diciembre de 1928, en Ciénaga (Magdalena, Colombia), tropas del Ejército Nacional Colombiano dispararon sobre una concentración pacífica de miles de huelguistas, matando más de mil trabajadores. El 12 de noviembre de 1928 había estallado la huelga masiva en la zona bananera de Ciénaga, Santa Marta, Aracataca, Fundación y Pivijay, en el departamento colombiano del Magdalena, de la que será uno de los dirigentes principales el militante anarcosindicalista Raúl Eduardo Mahecha. Más de 25.000 trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar las bananas producidas por la compañía multinacional estadounidense United Fruit Company y por productores nacionales bajo contrato de la compañía, sino aceptaban sus reivindicaciones: seguro obligatorio, reparación por accidentes de trabajo , habitaciones higiénicas y descanso dominical remunerado, aumento del 50% de los jornales, supresión de los comisariatos (economatos donde estaban obligados a comprar los obreros), eliminación de los anticipos mediante vales, pago semanal, abolición de los contratistas, mejora del servicio hospitalario. A pesar de la presión, la multinacional y sus trabajadores no lograron un acuerdo colectivo. La United Fruit Company llegó a controlar el 80% de la industria bananera mundial y constituyó el Caribe un vasto imperio de casi 1.400.000 hectáreas de tierra, 70.000 de ellas sembradas de bananas; miles de kilómetros de ferrocarriles y cables de telégrafo , una flota de unos cien barcos y una fuerza laboral de 150.000 hombres, que recolectaban anualmente 65 millones de uvas para la exportación. Para acabar con la huelga, el gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez ordenó la militarización de la región, declarando el Estado de sitio, y nombró como jefe civil y militar de la zona el tristemente famoso general Carlos Cortés Vargas. La noche del 5 de diciembre los huelguistas se concentraron en Ciénaga por la mañana partir hacia Santa Marta a exigir a las autoridades que obligaran la multinacional a firmar un acuerdo. Miles de obreros se concentraron en la plaza de la estación de ferrocarril y al 1 .30 de la madrugada del 6 de diciembre de 1928, al tiempo que un capitán leía el decreto que ordenaba los huelguistas dispersarse, las ametralladoras dispararon contra la multitud enmudeciendo los gritos de «Viva Colombia Libre». Aunque el gobierno hizo lo posible para esconderlo - oficialmente murieron «nuevo revoltosos comunistas" -, fueron asesinadas unas 1.500 personas (hombres, mujeres y niños); muchas fueron ejecutadas durante los días posteriores y tuvo cientos de detenciones, de las cuales más de 60 acabaron en consejos de guerra. El terror se instauró en la región: los oficiales y soldados asaltan, violan y roban; encarcelan civiles exigiéndoles dinero si quieren ser liberados; imponen multas, cobran impuestos, envían a trabajos forzados, rematan los heridos, torturan y asesinan. El caos llegará a proporciones tan enormes que incluso será condenado por varios políticos liberales y conservadores y por el propio cónsul estadounidense de Santa Marta.

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