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lunes, 13 de abril de 2009

Corruptos pero elegantes

MONCHO ALPUENTE
A Francisco Camps, presidente del
gobierno valenciano, le han hecho un
traje de papel de periódico y a la medida.
En la trama de corrupción que se
descose todos los días van saliendo los
flecos, la madeja se deshace y aparecen
los cabos sueltos de una operación que
salpica sobre las moquetas de la
Generalitat valenciana. Zaplana que
fuera su mentor llamaba a Francisco
Camps, Forrest Camps, bobo de película,
hasta que el hijo tonto le hizo la
cama y le desplazó de su poltrona. Por
sus trajes les conoceréis, los diputados
y altos cargos del PP se reconocen a
primera vista por sus corbatas reflectantes
y sus deslumbrantes trajes.
Camps mandaba al sastre a tomarle
medidas a una suite del Hotel Ritz, los
trajes se los pagaban los corruptos con
billetes de 500 euros en una versión
modernizada del timo de la estampita.
Camps vendía favores y los favorecidos
le regalaban cortes de trajes a la italiana
en el más puro estilo Berlusconi.
Si estableciéramos un ranking de la
corrupción por comunidades autónomas,
la de Valencia ocuparía la primera
plaza en dura competencia con la de
Madrid. En ambas la trama de Correa,
árbitro de la elegancia de esta banda de
desalmados, hacía de las suyas con lo
nuestro. Con lo nuestro se han pagado
sus trajes de diseño, sus coches de alta
gama y los chalés en los que tienen sus
guaridas. La situación es alarmante pero
no preocupante. Solo el dos por ciento
de los encuestados en un reciente sondeo
consideraban la corrupción como
un problema específico y grave en esta
tierra de las mil tramas, tierra mítica de
caciques bien trajeados. La corrupción
se percibe como un inconveniente, un
accidente de la vida política y económica.
Estamos tan acostumbrados a
desayunar todos los días con concejales
prevaricadores, con sobornadores y
sobornados que ya no somos capaces de
escandalizarnos. Aquí nadie se rasga las
vestiduras porque los trajes cuestan un
pico y los proveedores de trajes para
alcaldes y presidentes se han retirado a
sus cuarteles de invierno o a sus celdas
carcelarias.
La trama está ahora en manos de los
jueces y ya se sabe como funciona entre
nosotros la Justicia. Cuando los tribunales
emitan sus conclusiones los vericuetos
del caso y sus protagonistas
habrán sido olvidados y sus desmanes
yacerán sumergidos bajo resmas y resmas
de expedientes de nuevos escándalos.
Aquí no ha pasado nada porque
ha pasado lo de siempre, lo de todos los
días.

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