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sábado, 10 de enero de 2009

Teresa Mañé, la abuela de las “Mujeres Libres”


Pepe Gutiérrez-Álvarez.

Cuando hace unos cuantos años publiqué en el Diari de Vilanova (i la Geltrú,) una página entera sobre Teresa Mañé Miravet (conocida como Soledad Gustavo), recordando que según su hija (Federica Montseny) había nacido en dicha ciudad (luego su partida de nacimiento se encontró en Cubelles, el pueblo de Charly Rivel), y que sus apellidos eran uno de los más habituales de la capital del Garraf, resulta que nadie, ni tan siquiera los amigos de la CNT y de la CGT de la localidad, lo sabía. No fue hasta entonces que el Ayuntamiento encargó un estudio a un reconocido historiador local, mientras que la Escuela de Adultos que se acababa de construir, tomó orgullosamente un nombre que figuraba en todas las grandes historias del movimiento obrero. Esto no dejaría de ser una anécdota historiográfica más, si no fuera por qué y ante todo, considerando que la CNT tuvo una importancia de primera magnitud en esta ciudad, y lo que es más, que su gestión municipal y colectivizadora había sido considerada como modélica para los componentes del Comité Central de Milicias (que, por ejemplo, enviaron a Simone Weil a Vilanova para que supiera lo que era una ciudad bajo el poder obrero) revela el trágico hueco que la barbarie franquista había dejado en la memoria popular, y ofrecía un buen ejemplo sobre hasta qué punto “todo aquello” había sido borrado por los supervivientes, amén de la carencia de entidades sociales empeñadas en recuperar una memoria que para la propia izquierda oficial le resultaba tan lejana y tan ajena. Mujer con ideales emancipadores, anarquista, periodista legendaria, la vida de Teresa Mañé, (a) Soledad Gustavo, es de las que merecen ser conocidas y divulgadas hasta en los libros escolares. Compañera inseparable del insigne Federico Urales (Juan Montseny), y madre de Federica Montseny (Cubelles, Barcelona, 1865-Perpiñán, 1938). Su padre era republicano federalista y propietario de una fonda muy conocida en Vilanova i la Geltrú. Cuando sus padres reconocieron su capacidad, no regatearon esfuerzos para conseguir que estudiara para maestra en una escuela de librepensamiento. Teresa «fue la primera mujer que hizo giras de conferencias por España con Tarrída de Mármol, con Anselmo Lorenzo; pero el escándalo, de que una chica joven, maestra, todavía soltera, que hacía giras de conferencias con hombres, era mayúsculo…» (Federica Montseny). Contrajo matrimonio con Urales en 1891; la pareja llegó a ser el equipo propagandista más prolífico que haya conocido el movimiento obrero español. Sus actividades le llevaron, en 1897, a tener que huir de España después de que su compañero fuera detenido, arbitrariamente acusado de complicidad en el atentado del Corpus. En Londres, Teresa trabajó de bordadora, y después de pasar muchas calamidades, ambos regresaron clandestinamente a España. Durante cierto tiempo, pudieron aprovechar la plataforma de la prensa liberal para denunciar la represión antiobrera, pero en 1898 crearon su propio órgano de expresión, la famosa La Revista Blanca (nombre utilizado en honor a su homóloga francesa que había demostrado una gran sensibilidad ante los anarquistas perseguidos en España), que se subtituló «Publicación quincenal de sociología, ciencia y arte», y que Díaz del Moral calificó como «la publicación más importante del movimiento obrero en lengua española». Teresa fue su directora y administradora tanto en su primera etapa (1898-1905), como en la segunda que se inicia en 1923 y se mantiene hasta la guerra civil. En noviembre de 1898, consiguió el primer premio del Certamen Socialista en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona por su trabajo llamado El amor libre, en el que afirmaba: «En una sociedad anarquista está igualada la relación de cualidades y de sexos: la fuerza no se impone a la libertad, ya que ni el hombre es más fuerte con relación a la mujer, ni la mujer más débil con relación al hombre. La Naturaleza libre y razonadora como el sistema que la rige, con naturalidad y razón, da igualdad de armas a los sexos y a los dos enseña el camino de sus derechos y deberes». En otros escritos pone especial énfasis en la “emancipación de la mujer”, convencida de que «el problema de la mujer está unido al problema del hombre. Ella quería liberar a la especie de tabúes sexuales y religiosos, y de la presión económica: consideraba que la mujer tenía que procurar bastarse a sí misma para poder ser libre» (Federica Montseny). La responsabilidad de la situación opresiva de la mujer correspondía al orden capitalista, que hacía de las mujeres «esclavas cuando solteras, cuando casadas y cuando viudas, del padre, del marido y del burgués». La libertad empezaría cuando las mujeres pudieran decirle al hombre: «No te necesito para nada. Si tengo que acostarme contigo, es porque nos ponemos de acuerdo para satisfacer un gusto, un deseo, o porque nos queremos; pero no necesito casarme contigo para vivir» (idem). En 1899, Teresa publicó con Urales Tierra y Libertad, como suplemento periódico de La Revista Blanca. Dicho periódico consiguió en muy poco tiempo un eco formidable en las masas campesinas. Desde él, Teresa inició una valiente campaña de solidaridad con los condenados por los hechos de Jerez de La Frontera conocidos como los de «La Mano Negra». Su intervención como periodista comprometida fue decisiva, tanto en este último hecho como en el de los encarcelados por el atentado de Cambios Nuevos, en Barcelona. En el primer caso, con ocasión de un viaje a Sevilla en 1901, inició una campaña nacional e internacional, intentando demostrar que —como se pondría en evidencia con el tiempo— todo se reducía un montaje policial. El escándalo fue tal que Eduardo Dato pidió el cese de la campaña a cambio de una amnistía. En el segundo, que comenzó en 1900 desde el diario liberal El Progreso, Teresa contrarrestó con su pluma la intoxicación de la prensa reaccionaria y demostró que no existían pruebas de la culpabilidad de los detenidos. Sus denuncias comenzaron a sensibilizar al movimiento obrero y a la opinión pública, Y las autoridades se vieron obligadas a dar la libertar a los inculpados. Después de vivir durante 16 años en Madrid, la familia Montseny se trasladó a Barcelona, al barrio de Horta, donde intentaron crear una academia de enseñanza que fue frustrada por la presión reaccionaria. Entonces se fueron a vivir a Cerdañola a una granja. Durante estos años, Teresa no dejó de escribir artículos, novelas ejemplares obreristas y de traducir a numerosos autores anarquistas. Después de esta etapa agrícola y naturalista, regresó al escenario de las luchas sociales en 1920. De una forma incesante y silenciosa, siguió trabajando para la propagación de su ideario anarquista preindustrial, manteniendo un enorme prestigio moral e intelectual entre los trabajadores. Murió al poco tiempo de comenzar su trágico exilio.

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