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jueves, 31 de agosto de 2017

UNA VISION DE LAS COLECTIVIDADES


UNA VISION DE LAS COLECTIVIDADES
En julio de 1936, una parte de los militares de la II República deciden dar un golpe de Estado con la intención de frenar cualquier inquietud revolucionaria del pueblo. La reacción de los trabajadores no se hizo esperar y se enfrentaron a los militares allá donde pudieron conseguir armas para hacerles frente, mientras que el Gobierno republicano se negó a suministrarles esas armas por miedo a la misma revolución que querían parar los militares. Las capas populares no cejaron en su intención de acabar con la insurrección militar y, pasando por encima de las órdenes gubernamentales, asaltarán cuarteles y conseguirán acabar con la militarada en innumerables ciudades españolas.
 A partir de ese momento el control pasa a manos de los que han conseguido liberar de la militarada a la población y se va ha iniciar un proceso de guerra y de iniciativas revolucionarias que no estaban previstas para ese momento.
 El análisis y estudio del proceso revolucionario en la España de 1936 a 1939 se ha convertido en una superposición de tópicos típicos que lo han circunscrito a la simplicidad por no querer hacer uso de la empatía con los protagonistas del movimiento revolucionario de aquel momento.
 Unas veces por la inquina ideológica de quienes fueron adversarios acérrimos de un proceso de transformación social que superaba cualquier otro iniciado en el mundo. Otras por el inmovilismo que representaba haber alcanzado una democracia que se demostró insuficiente para una gran parte de la población.
 Estos análisis han querido representar como un fracaso y una quimera todo este proceso, pero poco o casi nada han hablado o escrito de la tremenda oposición emanada desde los grupos políticos e inmovilistas contra las realizaciones revolucionarias que se estaban produciendo y que era algo muy necesario para mantener implicados a los desheredados del sistema en una lucha contra el fascismo mientras transformaban las estructuras sociales. Todo lo que les llevaba hacia la libertad deseada y la propiedad de los medios de producción que les había estado negada hasta ese momento.
 En España siempre se había negado el acceso a la propiedad a aquellos que habían sido la mano de obra, los no privilegiados. Lo fue en el momento de las desamortizaciones, cuando no se produjo una verdadera revolución agraria sino que lo único que supuso fue un cambio de manos de la propiedad entre aquellos que tenían el dinero suficiente para poder acceder a ella. Lo será durante la Segunda República, con la famosa Reforma Agraria, cuando no se llegó a empezar el proceso de reparto de las tierras entre los colonos y campesinos que se pretendía.
 Llegado el momento de hacer frente al golpe militar, en julio de 1936, las capas populares serán la fuerza necesaria e imprescindible para hacerlo; momento en que, ante la falta de acción del Gobierno de la República, se aprovechará para desarrollar las iniciativas revolucionarias que transformarán la sociedad burguesa en una sociedad basada en los principios generales del comunismo libertario.
 Era una revolución que no encajaba en la mentalidad de los partidos republicanos, una sociedad que iba mucho más allá de lo que se planteaban los socialistas y que acababa con las posibilidades de realizar una revolución bolchevique que diera como resultado la dictadura comunista del proletariado.
 Ante esta situación, la lucha a la que se enfrentan las masas trabajadoras del país es en varios frentes y aunque, en muchos casos la unidad obrera UGT-CNT será una realidad, en otros, donde no se daba, se intentaría relegar la fuerza de los anarquistas por la imposición de los dirigentes políticos para que hubiese representación de los dos sindicatos aunque se tuviese que hacer por la fuerza de las armas.
 
Antecedentes
 Aunque en el Congreso de Zaragoza, de mayo de 1936, la CNT elaboró su posición con respecto a la Reforma Agraria y su Concepto Confederal del Comunismo Libertario, como guía del proceso revolucionario, no se tenía nada claro que la mayoría de la población estuviese suficientemente preparada para iniciar una transformación económica que acabara con la explotación que sufrían los trabajadores españoles.
 No hay que olvidar el planteamiento salido del Congreso de Zaragoza con respecto a la famosa Reforma Agraria; hablaba de la explotación directa y colectiva por parte de los Sindicatos de Campesinos de todas las tierras comunales, de todas las tierras que estuviesen insuficientemente cultivadas y la expropiación de todas aquellas propiedades mayores de 50 hectáreas. Para conseguir la aceptación por el campesinado de la colectivización se plantean un plan de propaganda que les acerque hacia los postulados colectivistas.
 Estaba claro que, en ese momento, los miembros de la CNT no veían nada claro que los campesinos pudiesen abrazar sus planteamientos sin un adecuado plan de propaganda en el que se les explicasen los fundamentos del colectivismo y lo beneficioso que podía ser para todos.
 En sus objetivos son mucho más ambiciosos y plantean el colectivismo como una forma de educar a los trabajadores del campo en "hábitos de solidaridad colectiva que los disponga y capacite, sin reservas y en interés propio, para la implantación de un régimen comunista libertario".
 Este dictamen quedaría completado con el Concepto Confederal del Comunismo Libertario en el que sí se establecen las formas organizativas de la nueva sociedad, así como el funcionamiento interno de las comunas.
 Por todo ello no es difícil concluir que los anarquistas, poco dados a leyes y normativas, con esto tenían suficiente para poder hacer frente a las situaciones que se pudiesen producir; los hechos nos demostrarán que las situaciones no serán tan sencillas y que en muchos casos la falta de preparación de los campesinos, que ellos ya preveían, y la oposición, esperable, de los instituciones estatales y de los partidos dificultará el funcionamiento de las colectividades y su estructuración.
La revolución como alternativa al caos guerrero
 Los anarquistas van a tener, sobre todo, una preocupación obsesiva por una organización solidaria de abajo a arriba; la contraposición entre Revolución y Estado y la diferenciación entre "colectividades agrarias" (interesadas en la explotación colectiva de la tierra) y los pueblos en comunismo libertario (donde se haya realizado la "esperada revolución social" capaz de controlar el poder municipal, dirigir la incautación de toda la riqueza y organizar la colectivización total conforme a los principios anarquistas).
 La lucha contra aquellos que pretenden garantizar la continuidad del régimen republicano será una grave dificultad en el proceso revolucionario iniciado como respuesta al levantamiento militar.
 Desde el momento que inician el proceso revolucionario ven que sus planteamientos colectivistas se ponen en marcha de forma poco organizada y más voluntariosa que consecuente.
 La CNT ante esta situación, durante los años 1936 y 1937, iría perfilando su política agraria y la fisonomía que debían tener sus colectividades. Poco a poco los libertarios irán adaptando sus acuerdos y sus planteamientos a las circunstancias y llegarían a crear un tipo de organización colectivista adaptada a la legalidad republicana y que se conoció como Colectividad Cooperativa Confederal de Trabajadores Campesinos. Estas colectividades adoptarían unos mismos estatutos que les facilitarían la legalización por parte del Gobierno, pero esto sucedería ya a mediados del año 1937, antes las colectividades se fueron formando y rigiéndose por sus propios estatutos, los de las "bases" del sindicato con respecto al trabajo colectivo, a la propiedad y a la sociedad que pretendían conseguir.
 
Cómo solía ser la colectividad campesina
 Cabe reseñar las diferencias entre la colectivización según el anarquismo y el marxismo, esto nos puede servir para entender las diferencias morales y éticas entre dos formas de pensamiento que preconizan su lucha contra el capitalismo explotador.
 El colectivismo inspirado en las teorías marxistas es el sistema económico socialista de los tiempos modernos, que consiste en hacer de la propiedad colectiva todos los elementos de la producción, distribuyendo la riqueza social entre los trabajadores a proporción del trabajo que realizan o bien del servicio que prestan.
 El colectivismo inspirado en las teorías libertarías, en cambio, es un sistema económico social que consiste en hacer de la propiedad colectiva todos los elementos de la producción, distribuyendo los beneficios de la riqueza social, teniendo en cuenta las necesidades individuales de cada uno y no su capacidad de trabajo intelectual o manual.
 Si analizamos las dos visiones podremos ver, a simple vista, que los marxistas reparten la riqueza siguiendo una óptica de ganancias capitalista y que el anarquismo hace ese reparto siguiendo una óptica de supervivencia humana.
 Fue esta visión la que alimentaba la filosofía de las colectividades anarquistas donde quien se afiliaba a la colectividad entraba a formar parte de ésta con todas sus pertenencias, que las ponía en el fondo común de la colectividad. Si alguno quería retirarse, por norma general podía llevarse aquello que aportó en el momento de su ingreso y que constaba en el libro de registro de la colectividad.
 Podemos afirmar que los colectivistas de la CNT no eran únicamente jornaleros sino que tenían también posesiones rústicas, por lo que no podemos hablar de luchas entre propietarios y no propietarios, pero sí entre dos visiones diferentes de la nueva sociedad: aquellos que pretendían conservar su propiedad privada e incluso aumentarla y los que pretendían poner en común sus propiedades más las incautadas para beneficio de todos los colectivistas, e incluso de aquellos sectores sociales que no tenían ninguna forma de tener ingresos, como eran los viejos, huérfanos e inválidos de sus poblaciones.
 La colectividad garantizaba a todos sus miembros el consumo, los servicios, la enseñanza, los servicios médicos y sanitarios que se necesiten y la creación de becas para que pudieran cursar cualquier carrera o profesión especial siempre que demostrasen aptitudes; en caso de fallecimiento o movilización del colectivista se le asignaría a la viuda y sus hijos menores la cantidad necesaria para su manutención y necesidades. Además de todo esto, cualquier miembro de la colectividad puede participar en cargos directivos siempre que sea considerado competente; para poder disfrutar de todo ello se facilitaría a los componentes un carné de consumidor y una cartilla de trabajo y profesión.
 En cuanto a su organización se dotarían de tres secciones que serían: la rústica, la urbana y la comercial-industrial.
 Una de las mayores aspiraciones era la desaparición del salario, y para ello cada colectivista, a veces, tenía derecho a una serie de productos y a una "retribución" familiar.
 Cuando hablamos de las colectividades agrarias no podemos dejar de hacer referencia al tipo de salario que se impuso prácticamente en todas, nos referimos al salario familiar.
 Está claro que para los miembros de la CNT de 1936, incluidos los anarquistas, la familia una vez hecha la revolución y cambiado el régimen social no era ningún estorbo. Por tanto, no es difícil concluir que cuando se ponen a estudiar un sistema de remuneración salarial que acabe con las desigualdades, se decidan por el jornal familiar, ya que en una sociedad que se sigue rigiendo por la institución familiar, preconizar el salario único que sería el defendido por el anarquismo, en caso de que persistiera el asalariamiento, se convertiría en un salario injusto puesto que la aportación económica que entraría en una familia de cinco miembros, donde todos trabajasen, sería superior a otras donde sólo trabajasen dos o tres; por lo tanto se volverían a producir desigualdades sociales debido a la acumulación de capitales.
 Cuando los revolucionarios se dieron cuenta de la imposibilidad, en ese momento, de la abolición del dinero y de que el salario único (o igual) era injusto, siguiendo su máxima "a cada uno según sus necesidades" se deciden por el salario familiar, que evitaría las desigualdades e injusticias que suponía el asalariamiento.
 En esta línea se manifestará el Pleno Regional de Sindicatos de Levante en noviembre de 1936 cuando apruebe la implantación del salario familiar, tomaría como base al individuo como consumidor sin distinción alguna de raza, profesión o sexo; se establecería un carné familiar en el que constarían los miembros de la familia y sus edades, controlado por los sindicatos y avalado por el Consejo Local de Economía; el salario lo establecerían los Consejos de Economía con arreglo a los precios de los artículos de consumo; la base del salario familiar será señalada con arreglo a las necesidades de un individuo que debe ser cabeza de familia, y previo este señalamiento, será aumentado el salario en un 50 por cien por ser el primer familiar que tenga más de 16 años y en el 25 por cien por cada familiar mayor de dicha edad; y en un 25 por cien por el primer familiar menor de 16 años; y en un 15 por cien por cada familiar menor de dicha edad.
 El salario familiar no fue una peculiaridad del campo valenciano, fue generalizado en todas las colectividades agrarias de carácter libertario y en algunas mixtas (CNT-UGT), en la zona Centro podemos seguir su desarrollo en la diferentes crónicas que se publicaron en el periódico Campo Libre, donde hablando de la Colectividad de Tielmes de Tajuña se dice: "Este salario familiar da origen a cosas tan naturales, curiosas para unos y extrañas para otros, como la de que el responsable del economato gane la mitad que el dependiente, y el 'mandamás' del garaje, un tercio que el chófer. Y hasta que alguien que trabaja para fuera, como el veterinario mismo y un pastor, reintegren a la caja común el exceso de lo que ganan sobre lo que como colectivizados les corresponde".
 
Organización supralocal: el CLUEA
 De los campesinos naranjeros sólo una pequeña parte estaban organizados en el CLUEA (Consejo Levantino Unificado de la Exportación Agrícola), que estaba controlado por la UGT y la CNT. La mayoría de ellos, como integrantes de una clase media relativamente próspera, habían pertenecido a la Derecha Regional Valenciana (católico-conservadora y regionalista), ingresado, a finales de otoño de 1936, en la Federación Provincial Campesina dirigida por el PCE.
 Aunque el CLUEA nació con el objetivo de dar vida a un tipo de economía basado en los postulados revolucionarios, sin embargo, la coyuntura española se tradujo en la intervención gubernamental y en la adaptación a los principios mercantilistas del resto de Europa.
 En cuanto a su funcionamiento interno, el primer problema fue a falta de dinero para la confección y entrega de bultos de fruta.
 Las dificultades por las que pasaban los pueblos hacían que estos exigieran que el CLUEA, al que ya habían comenzado a entregar su mercancía, les adelantase el importe de los materiales de confección, aunque se conformaban en no cobrar el importe de la fruta hasta después de haber revertido al Estado el importe de las divisas producidas, para hacer frente a las necesidades de la guerra que mantenían contra los fascistas.
 En cuanto a las funciones, este tenía que ordenar a los Consejos Obreros de las casas incautadas e intervenidas mediante la inmediata revisión de balance y estado demostrativo de la situación económica, así como un inventario detallado de los materiales, enseres y maquinaria que poseían. También ordenará a los Comités Locales que hagan lo mismo en los Consejos Obreros de la localidad y remitir copia al CLUEA de estos documentos. Por otra parte formará una estadística por pueblos que comprenden la producción y el conjunto de la situación económica y disponibilidades de cada uno. Juntamente con el CLUEF (Consejo Local Unificado de Exportación de Frutos) determinaría, de acuerdo con los respectivos sindicatos, las cantidades a pagar por transporte del almacén al puerto. Resolvería las diferencias, que se produjeran entre los Comités Locales en sus relaciones. Dictaría las normas generales por las cuales ha de regirse la exportación de frutas. Determinaría el precio tipo a fijar en divisas de acuerdo a las necesidades de los mercados consumidores para la mayor intensificación de la venta en firme. Tendría que fijar de acuerdo con los organismos pertinentes los precios de materiales, gastos de embarque, tarifas ferroviarias nacionales e internacionales, gastos de Banca, etc. Además prohibiría la confección de frutas cuando por accidentes atmosféricos se estimara oportuno, etc.
 Los CLUEF en todos los pueblos con agricultura exportadora los integrarían: un delegado de la CNT y uno de la UGT del Consejo Local de Agricultura, otro de obreros prácticos de la recolección y un tercero de Técnicos de la Exportación y Confección.
 Los Consejos Locales de agricultura tenían los siguientes cometidos: mandar relación de todos los productos agrícolas que se cultivaran en el término municipal; relación y extensión de cada cultivo por clases; indicar los cultivos que podrían introducirse para intensificar la producción; informar del estado del término de aguas para riego y proyectos para incrementar la zona regable y por último hacer una relación detallada e inventariada de todas las fincas del término municipal clasificándolas como: fincas rústicas y urbanas incautadas, intervenidas, de pequeños propietarios controladas y para finalizar bienes comunales.
 
En el mar
 Como nos informa el semanario Agitación del 8 de agosto de 1936, durante la primera semana de agosto de 1936 el Sindicato de la Industria Pesquera de la CNT se hizo cargo del "pósito de pescadores (…) Este casal había sido siempre guarida de pillos y usureros. Desde que se inauguró, hasta la fecha, se han hecho en él los mayores negocios y chantajes a costa de los pescadores. Ahora es propiedad del Sindicato. De él saldrá una vida nueva para los sufridos trabajadores del mar".
 Como vemos, el control de los medios para la colectivización de la industria pesquera se había iniciado a los pocos días de la sublevación militar.
 Siguiendo las necesidades organizativas de toda la industria pesquera se realizará un Pleno de Sindicatos de la Industria Pesquera de la Región de Tramontana el 11 de octubre, indicando la importancia del mismo para sentar las bases reales del proceso colectivizador que se estaba dando en la industria pesquera y que se aprobaría y coordinaría con posterioridad a ese pleno.
 El trabajo era gestionado por el Sindicato de la Industria Pesquera de la CNT y como primera medida decidió que los pescadores percibirían el 60 por ciento de los ingresos, esto significaba un incremento de un 20 por cien con respecto al momento anterior, mientras el otro 40 por ciento sería destinado para la construcción de nuevas embarcaciones y a la compra de los útiles necesarios para poder faenar en la mar.
 Desde ese día el trabajo se realizó en colectividad, se permitió la entrada de los armadores: "quedando seleccionados algunos de ellos, pero en vista de que no tenían otro medio de vida, la asamblea general acordó darles entrada en la colectividad, unos van a la mar como pescadores y otros como técnicos se les emplea en armar las artes de pesca".
 Las mujeres se empleaban, diariamente, como remendadoras trabajando a jornal y con el turno de trabajo implantado (antes de la colectivización este trabajo sólo lo podían realizar las hijas y familiares de los armadores y en número de cinco o seis diariamente), también se contrataban, de la misma forma, mujeres como arrieras para la venta de pescado en los mercados.
 Como vemos, la iniciativa de colectivizar, que partió de los sindicatos locales, fue respaldada en un Pleno de la Regional de la Industria Pesquera de Tramontana para asegurar la producción pesquera a la población de todo el territorio libre del fascismo opresor, prueba de ello es que los sindicatos de esta industria mandarán su producción a los frentes y a Madrid, encontrándose, en más de una ocasión, que el pescado se encarecía de forma desmesurada a su llegada a los mercados fuera del control obrero.
 
 
 
En la industria
 En la mayor parte de las fábricas, durante los primeros días de la revolución los trabajadores, simplemente, se adueñaron de las que habían sido abandonadas y reanudaron la producción bajo el control de ellos mismos.
 En algunas fábricas todos los trabajadores recibían un salario semanal fijo; en otras las ganancias o excedentes eran repartidos entre todos, solución más equitativa que la de antes, cuando el dueño del negocio se embolsaba los beneficios íntegros.
 Tal medida no era compatible con el espíritu de la revolución, que pretendía eliminar a patronos y accionistas y no aumentar su número con una especie de capitalismo colectivo.
 El Decreto de Colectivización, que se promulgó en Cataluña el 24 de octubre de 1936, lo único que hizo fue legalizar una situación creada por los trabajadores e impedir posteriores desarrollos de la nueva economía revolucionaria en la industria.
 Lo cierto es que las interferencias de los Gobiernos central y autonómico consiguieron impedir que el experimento de la colectivización de la industria se desarrollase hasta sus límites naturales.
 Aun así hay bastantes pruebas para sostener que, si hubieran tenido las manos libres, o sea, el control de las finanzas a la vez que la gestión de las fábricas, los trabajadores de Cataluña, que demostraron espíritu de iniciativa y de inventiva y un profundo sentido de la responsabilidad social, podrían haber logrado frutos sorprendentes.
 Podemos afirmar que sus éxitos en los servicios de asistencia social, que no dependían tanto de las finanzas del Gobierno ni de las materias primas y estaban más al cubierto de la extorsión gubernamental, ha suscitado la admiración durante sus primeras fases.
 Los trabajadores catalanes fueron capaces de hacerse cargo de los ferrocarriles, de los transportes urbanos y suburbanos en Barcelona y hacerlos funcionar con mayor eficiencia que antes. Además hicieron funcionar con normalidad los servicios públicos como teléfonos, gas y electricidad a las 48 horas de sofocar el levantamiento de Goded.
 Hicieron funcionar las panaderías colectivizadas mientras la harina no escaseó, al igual que los servicios sanitarios y la asistencia social creados por los sindicatos en toda España.
 Muchas industrias no llegaron a colectivizarse pero establecieron un control obrero, de la CNT y la UGT, que garantizaba la producción de las mismas en un periodo en el que, los antiguos propietarios, no estaban por una colaboración leal con los gobernantes.
 Además de la zona catalana, por todo el territorio que estaba libre del fascismo se fueron constituyendo colectividades industriales y socializando la industria para facilitar la producción y el abastecimiento de los frentes tanto en alimentos como en material de guerra. Son ejemplos destacados:
 -La industria metalúrgica socializada de Alcoy organizada en torno a la CNT y que fue capaz de organizar la producción de armas y vehículos para la guerra y que funcionó desde el 18 de julio de 1936 hasta el 28 de marzo de 1939. Al empezar la socialización las industrias estaban sin dinero y una semana antes de concluir la contienda entregaron a la Delegación de Hacienda de Alicante 1 millón de pesetas en concepto de impuesto de beneficios y teniendo un superávit en caja de 7 millones de pesetas. También se colectivizo el sector textil que no paró de fabricar ropas y mantas para la guerra y para la retaguardia.
 -La colectivización creada por el Sindicato de Industria del calzado de Elda y Petrel de la CNT y la UGT y que abasteció de calzado a todo el territorio libre.
 
Tal como dice Vernon Richards: "Los problemas que surgieron ante los trabajadores revolucionarios en la industria eran más complejos que los que se presentaron a los campesinos. Demasiados factores quedaban fuera de su control para que la revolución en la industria fuese tan completa como en la tierra".
 La colectivización tanto industrial como agraria supuso una nueva forma de estructurar la producción y la sociedad que, podemos concluir, en la mayoría de los casos estaba basada en la libertad de su aceptación, por eso podemos decir que el intento inicial de cambiar el sistema social y económico a través de la revolución libertaria, sobre todo, por culpa de la guerra en marcha, se acabó convirtiendo en un sistema económico de guerra más que en una nueva economía que diera paso a una estructuración social diferente. En ello influyeron tanto la hostilidad gubernamental como las carencias en materias primas de la mayoría de sectores productivos. Todo esto supuso que de las colectividades libertarias se llegará a una economía mixta donde cohabitaban la propiedad privada, la propiedad estatal y la propiedad colectiva.
 Los herederos de aquella historia debemos aprender de ella, debemos tener una memoria histórica fresca y clara sobre todo lo que sucedió en el pasado siglo XX, sin dejarnos aleccionar por la historia oficial del sistema político-económico imperante.
Manuel Vicent

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