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jueves, 24 de agosto de 2017

DECIMOSEXTO Y DECIMOSEPTIMO FUSILAMIENTO - LIBRO TRIGO TRONZADO


LIBRO TRIGO TRONZADO (La represión franquista 1936 en San Fernando – Cádiz)

Autor: JOSE CASADO MONTADO

DECIMOSEXTO  Y DECIMOSEPTIMO  FUSILAMIENTO

 

DECIMOSEXTO  FUSILAMIENTO

Cincuenta años pasados se proclamaron con gloria, ser los invictos cruzados de reconquista y victoria.

Cerón

 

Al día siguiente de la anterior “saca”, esto es, el día 16 de octubre confeccionaron y designaron otro fusilamiento, aquella banda de lobos indeseables. Algo incompresible para un espíritu sano y equilibrado, porque la ciudad estaba totalmente sometida, abatida, si no era por sádico deseo de sangre de aquellos dementes malditos.

Fueron cinco, trasladados del penal de Cuatro Torres, fusilados al amanecer en “La Jarcia” y, ya cadáveres, trasladados en camión hasta nadie sabe dónde, pero pienso que fueron a parar al cementerio militar que está situado detrás de los Mixtos, por la vuelta afuera. Mi padre nos contó que murieron con una gran dignidad, casi en silencio, facilitándoles la tarea a los “hienas” aquellos, infames, pero todos se negaron a confesar. Fueron estos:

          Juan Tejado Godoy. Nació el Jueves, 21 de octubre de 1909 en C/. Ladera, Colmenar (Málaga) Género Varón.

Es el hermano número 3 de 3 hermanos Su padre: Antonio Tejada Serrano *1882 Su madre: Antonia Dolores Godoy  Martos*1884

          José Cañavate Rivera.

          Antonio de la Plaza Felipo.

          Rafael Zapata Ruiz.

          José M. Rodríguez Pérez.

 Los lutos y el dolor aumentaban cada día, el martirio de nuestro pueblo amado, sus gentes, sus barrios. Día a día nos debilitábamos más mientras los vencedores se auto condecoraban, se auto ascendían de rango y la ciudad les pertenecía como un gran cuartel y los que no éramos militares, porque éramos niños aún, presenciábamos aquel teatro de lo absurdo e íbamos adquiriendo conciencia de la situación  con gran indignación, ocio y rencores; el abismo en que habíamos caído ya. Personalmente, sí, lo confieso, cada vez que veía por la calle a uno de aquellos curas o falangistas barbudos y  fusiladotes, sentía unas ganas enormes de marlos y guardaba la esperanza de hacerlo cuando cambiara la tortilla, o llegara la ley  y el orden, como nosotros hubiésemos querido, tortilla que nunca cambió y tuvimos que vivir cuarenta años chantajeados.

Llevaban ayudando a los nacionales desde que empezó la guerra y hasta el día 18 de octubre no reconocieron formalmente al gobierno de Franco, los nazis alemanes y los fascistas italianos, cuando ya habían mandado muchos aviones para forzar el estrecho de Gibraltar, antes que transportaran el grueso de las fuerzas rebeldes. Ya estaban estampillados los billetes de la zona azul, la del terror blanco, la nuestra, y ya se hablaba de cartillas de racionamiento. Nos quedaban muchas cosas que ver y contar, todas ellas a cual más desagradables. La Legión Cóndor,  mandada por el general alemán Hugo Sperrle, llegaba a España en los primeros días del golpe y se hacía dueña del cielo español, con unos efectivos de cinco mil hombres y centenares de aviones. A la zona republicana también llegaron voluntarios extranjeros para ayudar, pero fueron en menor cantidad y en inferioridad de condiciones, la prueba de ello que partieron  antes que los italianos y alemanes y perdieron la guerra, ya que no se traba de unidades del Ejército regular de ningún país y, además, tuvieron que luchar con el problema que representaba la gran  diversidad de idiomas.

 

DECIMOSEPTIMO  FUSILAMIENTO

Es un hombre, el que impone a sus instintos un freno de altruismo y de indulgencias; el que admite que los otros sean distintos y se niega a convencer por la violencia.

Cerón

Fue raro que aquella banda de zopilotes negros con destellos azules, estuvieran doce días sin sangría, pero el 28 de octubre, oscuro aún, ya estaba el cura Don Recaredo García Sabater en la cárcel del Ayuntamiento para intentar doblegar, someterles, a aquellos presos a los cuales el trío  sanguinario Sufo, Monzón y don Ricardo Olivera Manzorro, habían decido eliminar con la aprobación clerical, evidentemente. Y la mano tiembla, las gafas se enturbian, y el corazón se acelera, al escribir sobre este crimen colectivo, incalificable, sobre la intensidad del dolor causado a ellos mismos primero, a sus familiares después y al pueblo entero también, porque a nuestro Alcalde, Don Cayetano Roldán Moreno, el pueblo lo lloró como nunca había llorado a nadie, pues era la bondad personificada.

A las seis de la mañana en punto, estaba el camión en la puerta de la prisión del Ayuntamiento. Procedía del Penal de La Carraca y en el interior ya venían seis condenados a muerte, estos eran:

          José Sánchez Casa. Natural de San Fernando. 49 años. Viudo. Condestable de la Armada. Dejó hijos.

          Julián Haro Medina. Natural de San Fernando. 38 años. Soltero. Hijo de Julián y Dolores. Condestable de la Armada. Vivía calle Dr. Erostarbe, 19. San Fernando.

          Francisco Flores Flores.

          Federico Beltrán del Castillo. Casado. Condestable de la Armada.

          José M. Pena Becerra. (José María Lena Becerra)

          Félix Camerino Morales. Vivía en calle Antonio López. San Fernando.

Sí, a las seis subieron al camión macabro, dignamente, muy dignamente, cuando ya Pepito Acosta y otros verdugos habían echado de los alrededores del café “La Alhóndiga”, las gentes  que por allí estaban ocupados en su trabajo de descarga de verduras y hortalizas para el mercado central, los cuales quedaron horrorizados por los insultos y amenazas.

Entre subir al camión, el traslado hasta el cementerio, bajar y la preparación hasta que oímos, desde nuestro cuarto alto, los tiros de gracia después de la descarga de los fusiles, habían transcurrido veinte minutos, aproximadamente. Eran las seis y veinte d la mañana de aquel día aciago veintiocho de octubre de 1936. Aún no me explico, ni he podido obtener información del por qué de haber oído solamente ocho tiros de gracias, si eran once los fusilados.

Don Cayetano Roldán, honra y prez de La Isla, mártir inolvidable y eternamente querido, fue empujado por Pepito Acosta, pero él, mirándolo con indulgencia le dijo. “Me vas quitar la vida, a mi, que te saqué del vientre de tu madre. Bien hacedlo, pero a mis hijos no tocarlos, por favor, que son inocentes”. El verdugo maldito le contestó con sorna inaudita: “¡pero si ya lo hemos matado a los tres!”. Creo, después de mucho reflexionar sobre el caso y sus circunstancias, así como sobre la personalidad de las víctimas, que a partir de ese momento, una vez supo la muerte de sus hijos, de los tres, Don Cayetano dejó de sentir… de vivir, de sufrir. Se convirtió en algo amorfo, insensible y hasta creo que, por el menor resquicio de vida que le quedase,  deseaba la muerte, que acabaran rápidamente con su vida truncada. Anduvo erguido y digno hasta la pared esbozando una media sonrisa de resignación y le dirigió unas miradas sin odios, tal vez de perdón, al verdugo nombrado, y a los asesinos restantes.

Me lo dijo un sepulturero muchos años después: “De repente el cielo se oscureció y así permaneció todo el día y un silencio de miedo flotaba en el ambiente del Cementerio, raro, entre pesado y trágico, misterioso; se respiraba con dificultad en aquellos lugares cercanos, cenicientos y mustios… “mañana  triste y polvorienta, melancólica, de soledad y hastío”, hubiese dicho el poeta.

Después de las siete, aproximadamente, aquel lugar sacrosanto de nuestra Isla, quedó en silencio de muerte y en el ambiente flotaba un fantasma que reclamaba justicia, venganza, odio eterno hacia aquellos desnaturalizados que se lavaban las manos tranquilamente, después de su fechorías, en el café “La Bahía” y desayunaba n con las ropas aún manchadas con la sangre de aquellos eres inocentes. Unos malvados que nos trajo la guerra bárbara y cruel, la guerra que odian las madres isleñas porque ella moviliza a sus hijos para llevarlos al holocausto. La guerra  que  entigrece  a  las  personas,  que  todo  lo   entristece.

¡Cuántos isleños jóvenes sacaron de sus casas y llevaron al frente de combate para no volver jamás! Pobres chavales de veinte años, y menos, de los cuales, sus padres. Sólo guardan unos tristes papeles… “No existían leyendas de antigua alegría, sino recientes historias de melancolía”. La Isla amada, de amargura, sin cuento, ocasionada por un puñado de esbirros al servicio de algunos militares demenciales que.. “vendieron la piedra de los Lares al pesado teutón, al hambre mora y al ítalo la puerta de los mares”.

La deuda que en La Isla hemos contraído todos de erigir un monumento, del  mejor mármol  de  Carrara, a  aquellos mártires del progreso, cada día que pasa algo se añade al recuerdo imperecedero y nos dice que es imprescindible e improrrogable que ese monumento se lleve a cabo en el más breve plazo. Sería el triunfo de la paz sobre la guerra, del bien sobre el mal; el triunfo de la piedra, de la caridad y de los buenos sentimientos de este pueblo, afortunadamente muy superior al odio y el crimen de aquellos impíos; triunfo sobre la mentira y el engaño, sobre la indiferencia con que las diversas autoridades que nos han gobernado, desde hace algunos años, han tratado el tema de la fosa común de los fusilados donde yacen nuestros auténticos mártires.

Últimamente se ha inaugurado un monumento a las Tres Marinas, en la misma puerta del Observatorio Miliar, pieza que, sin ser de mármol, ha costado sus treinta millones, y los pícaros isleños, disconformes, le han puesto varios motes: “corte de manga, iluminado”, foca fea haciendo la pelotilla… que lleva en  el morro”, y otros. Un monumento que denomino: “estorbo escenográfico para la comedia actual”, y que me perdonen los promotores, políticos y ejecutores. Hubiese sido más objeto, más importante, más histórico y además de común acuerdo con la  voz del pueblo, uno de mármol dedicado a aquellos mártires, vanguardia del progreso y de la justicia social que tanto necesitábamos, que ahora disfrutamos, y que su lucha les costó  la vida,. Dada por nosotros, indiferentes o ingratos. Don Cayetano y sus tres hijos, Barbacil y sus dos hijos, ejemplares, modélicos en su trabajo y su trato, y los hermanos Cereceda, los hermanos Bilbao, todos ejecutados por aquellos “cruzado” de requetés y falangistas, híbridos de los cuales nos acordaremos mientras vivamos. Híbridos sin ningún valor social o laboral. Truhanes, estraperlistas, falsos predicadores y  exterminadores de todo lo que fuera decencia y honradez y que pudiera hacerles sombra.

Esa voz de La Isla que sabe perfectamente quienes era los fusilados, porque de padres a hijos existe un interés en que las futuras generaciones sepan lo que realmente ocurrió y temen que, con los años, deliberadamente, tergiversen los hechos. Esa voz inesperada que surge en cualquier lugar público o privado, para alabar la educación, la bondad, la caridad, el humanismo,  en fin, de nuestro Alcalde tan vilmente asesinado, su obra, como el mejor aval, la mejor garantía de su derecho a la inmortalidad, al monumento. Aún no se ha erigido ni tan siquiera una sencilla lápida en honor a su límpida memoria. Si los mártires tienen derecho al recuerdo eterno. Nuestro Alcalde, sus hijos y su memoria, están en el mismo caso que Don Blas Infante, mártir también de aquella locura y por las mismas hordas de aquella guerra subvencionada por gentuzas sin escrúpulos, que por no ceder jota de sus privilegios, cometieron las más cruentas fechorías.

Los detenidos que salieron del presidio del Ayuntamiento para ser fusilados ese día, fueron los siguientes:

          Don       Cayetano            Roldán  Moreno.             Casado con        D.ª Dolores Armario. Médico y Alcalde local. Dejó tres hijos. Sus tres hijos habían sido fusilados dos meses antes. Vivía en la calle Real.

          Manual Barbacil Mejuto, 72 años. Se negó a  confesar. Dos de sus hijos, Eladio y Alfonso, habían sido fusilados con anterioridad.

          Juan Antonio Rodríguez Benítez.

          Agustín Rodríguez Nieto. Nacido en San Fernando,  32 años. Casado con D. ª Rosario Benítez Muñoz dejando cuatro hijos llamados: Juan, María, Carmen y Rosario.

          Juan Galvín García.

Manuel Barbacil era un anciano digno, honrado y trabajador. Con la desaparición de los tres hombres principales de la familia, esta quedó diezmada, traumatizada, destrozada para toda la vida. Explicar los sufrimientos y las calamidades que pasaron, a raíz de la tragedia particular y la situación general, creo que merece un libro aparte.

Continua…..

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