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viernes, 8 de diciembre de 2006

la libertad del individuo


La libertad del individuo
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El género humano moderno se siente invadido por la angustia. Parafraseando a Proudhon “Los dioses se han ido, el género humano no puede hacer otra cosa que aburrirse y morir en su egoísmo“.
Donde la opresión socio-laboral y la deshumanización estén presentes no se puede hablar de derecho, progreso, prosperidad, solidaridad e incluso de felicidad. Hoy en día no triunfa el hombre que ofrece resistencia, que éticamente ansia la justicia, sino el que se deja llevar como un pelele o el que se mueve por puro egoísmo, es decir la ausencia total de principios.
Al trabajador se le exige que sea un robot, que obedezca. El que quiera dar un sentido a su trabajo, a su vida, tendrá que aceptar los riesgos que ello conlleva. Esta actitud no es fácil, pero tampoco imposible.
Vivimos en un época de tiburones, gestores y liquidadores de empresas, individuos éstos que serán tratados en su momento con el desprecio que usaron ellos para con los demás.
El nuevo conservadurismo es un retroceso a los ideales decimonónicos del capitalismo. El objetivo es el de reducir al máximo las conquistas sociales de los trabajadores de hoy. La deslocalización de empresas, la contratación de pseudos economistas para elaborar estudios donde se reducen costos en base a reducción de salarios y personal, es algo habitual.
Esta figura del liquidador es una nueva barrera entre la patronal y los trabajadores, y sus elevados emolumentos los debe justificar a costa de restringir gastos, y no nos referimos a la compra de bolígrafos, folios o llaves inglesas. Es la nueva figura de la escuela manchesteriana. El escudo que protege al empresario.
Esa es una táctica, la otra la atomización de la vida del trabajador, de hacerle creer que su suerte depende no de la lucha de sus compañeros, sino de su sentido de la competencia, de su individualismo, de su habilidad para abrirse camino el solo.
Qué se persigue con esto. Está claro, el hombre vive en un mundo insolidario y está expuesto a la mala fe de los demás; a cada instante puede ser víctima de cualquier zancadilla o traición. Ahí es donde entra en juego el capital y los que le sirven. Sembrar la discordia entre los trabajadores. Detrás de los “buenos modales”, se esconden con frecuencia almas de rata.
A la tan manida frase “ El hombre es un lobo para el hombre “, podría anteponerse la máxima de Spinoza “ Es a los esclavos y no a los hombres libres a quienes se recompensa por su buena conducta “.
La implantación de la política del miedo en la empresa, es temor a ser despedido, a renunciar a lo que legítimamente corresponde es una constante en la actualidad. Los trabajadores tienen que imponer la máxima de cumplir con su deber, de separar lo justo de lo que no lo es, ya que su conciencia moral les dicta esta norma. Que nadie les imponga un criterio basándose en un principio de autoridad mal entendido que en numerosas ocasiones esconde unas carencias de preparación y también psicológicas.
El principio de ayuda mutua, significa la superación del individualismo; significa la lucha por un mundo humano, lo cual se puede aplicar perfectamente al ámbito laboral.
La cooperación sustituye a la insatisfacción y esta lleva al sentimiento de protesta interior por toda la impotencia acumulada por sus condiciones de trabajo y por la falta de reconocimiento a su labor.
La cooperación hace aflorar el sentimiento de rabia y la exterioriza, es decir hace que sus problemas sean los de los demás y viceversa.
No hay peor situación que la protesta interiorizada, ya que se convierte en una forma de miedo y resignación colaborando indirectamente al dominio del capital sobre los trabajadores, siendo para este más fácil llevar a la práctica sus objetivos. Es una constante, la incomunicación entre los compañeros anulará la consecución de objetivos, mientras que si la acción a llevar es comunitaria, será más provechosa a la hora de conseguirlos.
¿Quiere esto decir que con asociarse, rebelarse, luchar contra la injusticia está todo conseguido?. No, y por una razón muy simple. Si así fuera hace años que las desigualdades hubiesen desaparecido. Es por lo que no debemos desesperarnos ni trazarnos metas con fecha fija ya que si éstas no se cumpliesen caeríamos en el fatalismo de que nada es posible fuera del actual sistema.
Otra de las formas usadas por el sistema capitalista es la sociedad de la acumulación de cosas. Sin pretender generalizar porque no es cierto; se tiene una segunda vivienda, uno o mas vehículos, uno o más televisores, padecemos de marquitis, etc… Y todo eso es falso, no es nuestro, es del sistema financiero y de una sociedad de consumo que nos tiene atrapados.
Las consecuencias aunque no son visibles no por ello son menos perniciosas. Nuestra pérdida de libertad, nuestra sumisión en el trabajo, nuestra permanencia en la empresa más allá de lo justo, el pluriempleo, el tráfico de drogas, la prostitución. Este y otros son el precio a pagar por ser los “nuevos ricos “.
¿ Es posible salir de esta espiral?. Quizá para algunos sea demasiado tarde, pero para otros me gustaría establecer alguna premisa, sin que esto deba tomarse como un acto de prepotencia.
Hay que utilizar el cerebro, tener las ideas claras, cimentarlas, cultivarse, intercambiar ideas y acciones, para que en la medida de lo posible seamos cada vez menos manipulables, rechazando el catastrofismo de que nada se puede conseguir, de que todo es utópico.
Estas falacias no solamente son inculcadas por el sistema sino por sus voceros a los cuales la única iniciativa que le guía es la posible recompensa que alguien considere puede merecer.
Algunos suelen decir que en la juventud está el porvenir. Ésta es una forma sibilina de escabullirse puesto que la sociedad la componemos todos. No se puede dejar al albur el futuro que pueda venir. Todos tenemos que ser partícipes y uno de los sectores que más puede contribuir a ello son los sectores productivos de la sociedad y que estos tomen conciencia del verdadero poder que tienen en sus manos.
Los ciudadan@s debemos incidir no solamente en el ámbito en que trabajamos adoptando posturas reivindicativas tanto sociales como laborales, sino en todo lo que nos rodea, barrios, vivienda, cultura, medio ambiente, etc… No se puede dejar en manos de los políticos con un voto cada cuatro años o cuando corresponda.
Debemos ser partícipes y presionar hasta conseguir un modelo de sociedad sostenible, real, no de palabras huecas y discursos melifluos, los cuales solo sirven para lavar la cara ante la opinión pública.
Y es evidente que debemos optar por esta opción, porque la segunda ya vemos a donde nos está conduciendo.
Bilbao, 7 de diciembre de 2006

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